Eduardo Sartelli
Director del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales
“Los elementos están, es cierto, pero lo que resta es la magnitud. No da la impresión de que la historia haya terminado, de que nos hallemos a las puertas de una nueva expansión. Es más, un estancamiento prolongado es el escenario más probable en los próximos años. Se trata de una recuperación en cámara lenta, una suave pendiente que muy lentamente parece decidirse hacia arriba. O mejor dicho, recuperaciones ficticias seguidas de recaídas reales.”(1)
Por razones extrañas, una serie de cuestiones distintas han venido a anudarse. Los ignorantes de la revista Sudestada, cobardemente, aluden a mi persona sin nombrarme en la editorial del último número, a santo de criticarme por la “pedantería” de haber pretendido anticipar la crisis actual. Casi en el mismo momento, invitado por el Nuevo Mas a la presentación del último número de Socialismo o Barbarie, me crucé con el mismo tipo de perspectiva y de acusación por parte de los anfitriones y del otro panelista, Claudio Katz. Igual que Sudestada, para los tres la economía no puede predecir las tendencias del futuro y, por lo tanto, no sirve para nada, salvo que otorguemos algún valor a una seudo ciencia que sólo resulta instrumento para una arqueología inútil. Un irracionalismo políticamente correcto y timorato que se ríe, como forma de esconder su ignorancia, de los que se animan a expresar con precisión los resultados de su pesquisa. Explicaremos primero de dónde viene esa posición, veremos su fundamento filosófico y luego explicaremos también por qué acertamos en relación a la crisis.
Una última cuestión: esta gente, que pretende “debatir” en términos distintos de la izquierda “sectaria” y “bruta”, se va a ofender, como ya se hizo el ofendido Rolando Astarita, por los términos que vamos a usar aquí. Como en esa mesa se me trató de “loco” (Katz) y de “personaje” (por uno de los compañeros del NM), pediré a mis contrincantes no se atajen luego, escapándose por la tangente como ya hicieron, con el argumento de las “formas”.
Un irracionalismo timorato
Los años ’90 fueron duros para los marxistas. No todos se animaban a reivindicarse tales luego de la caída del muro y en medio de la avanzada posmoderna. Razón y Revolución adoptó ese nombre, a mitad de esa década, precisamente como acto de resistencia ante el ataque de la contrarrevolución mundial, que tomaba la forma de un irracionalismo que justificaba el statu quo. En ese contexto, donde las “certezas” se habían derrumbado, emergió, entre los “dinosaurios” que pretendían que nada había pasado y los traidores que se pasaban de bando, una rara avis, normalmente de extracción académica, sobre todo en EE.UU. y Europa, cuya característica era la “corrección”. Entre varios, los principales componentes de esa actitud “respetable” eran la “duda”, los “buenos modales” y el eclecticismo teórico. El marxista “respetable” no debía hacer afirmaciones tajantes y, mucho menos, predicciones arriesgadas; los debates debían evitar adjetivos fuertes sobre las posiciones de los circunstanciales contrincantes; todo “paper” debía abundar en citas de otros marxistas “correctos” e incluso no marxistas, no importa la tontería que dijeran. Una consecuencia de dicha estrategia de acomodamiento fue la tendencia a defenestrar a los partidos políticos, a diluir el marxismo en el seno de las corrientes “heterodoxas” y a rechazar toda pretención de superioridad para el materialismo histórico en general. Se creaba así un amplio campo de colaboración con nacionalistas, reformistas, keynesianos y otras yerbas, campo dentro del cual el marxista “respetable” se sentía protegido y a sus anchas. Obviamente, la resultante más dolorosa era la transformación del marxismo en un pastiche. La trayectoria del marxismo analítico es la más evidente y consecuente, pero a su derecha y a su izquierda autores como Rolando Astarita y Claudio Katz, en la Argentina, la ejemplifican mejor que nadie. El Nuevo Más, Aristóteles mediante y realizando las pleitesías necesarias a todo recién llegado, se incorpora a ella con singular ahínco.
Es propio del marxista “respetable” el adaptarse al signo de los tiempos. Rolando Astarita nos decía, a pocos meses del desplome del 2008, lo mismo que nos dice ahora el Nuevo Mas. En ese momento, no había crisis; unos meses después, el que negaba la crisis se transformó en teórico de la crisis. Trabajo desde hace años en la cátedra de Claudio Katz. El mismo día del Argentinazo tuve que convencerlo de no tomar examen, porque según él no pasaba nada. Eso no impidió que días después se transformara en teórico de la crisis. En la misma mesa de la que hablamos, cuando le recordé que él sostenía en los ’90 que no había crisis, se exaltó y me gritó que dijera en qué texto había escrito semejante cosa. No hizo falta, bastó con recordarle que minutos antes él mismo había defendido la idea de que esta crisis post-2001 era distinta de la de los ’70-’80. Se calló la boca y, haciéndose el distraído, se dedicó a tirarse flores con los compañeros del NM. En esa misma mesa, Katz negó que estuviéramos entrando a una depresión mundial del estilo años ’30. Ahora que hasta Paul Krugman lo dice, no me extrañaría que se transformara en un teórico de la depresión… Katz dijo también que las predicciones en economía son poco menos que imposibles. Entiendo que para alguien que nunca pega una no haya mejor defensa que negar la posibilidad misma del acierto, pero eso no es así. Tiene una explicación: a esta gente no le interesa la ciencia y no la practica. Los textos de gente como Katz o Astarita no son más que pastiches eclécticos donde todo puede ser, todo está abierto, no hay tendencias definidas nunca. El mismo Katz negó que se pudiera realizar cálculos de la tasa de ganancia y otras variables de economías como los EE.UU. y Europa, entre otras cosas por la dificultad de conseguir los datos. Sin embargo, la mayoría de las estadísticas de los países de la OCDE (que son muchísimas y permiten calcular casi cualquier cosa) se consiguen por internet. Si un economista como él no se enfrenta directamente a la realidad como científico es simplemente porque no sabe o no quiere. Es más, nuestro equipo de trabajo ha publicado en el OME enorme cantidad de análisis de esas fuentes y si se quiere ver un trabajo completo que ya tiene años en circulación por internet, hecho en Argentina, ahí tienen la obra de Juan Iñigo. Lo peor no es que gente como Katz y Astarita se equivoquen con regularidad sistémica. Lo peor es la reivindicación de la imposibilidad de conocer el mundo.
La soberbia servil de un recién llegado
El Nuevo Mas es un recién llegado. Se nota en la falta de personalidad de los textos que publica en Socialismo o Barbarie. En la mesa señalé que ningún marxista podía reivindicar que el arte, como escribe Jorge Terracota en el número que se presentaba ese día, era una actividad incomprensible y que toda actitud racional frente a ella era “stalinismo”. Ese es el tipo de afirmaciones que hace un principiante, que sabe poco de arte y de marxismo. El tono de todo lo que publica allí el Nuevo Mas es ese: soberbia (porque no se priva de chicanas berretas contra los que juzga “no respetables”) y servilismo (porque le rinde pleitesía a los que dominan el campo). Ejemplificaremos con el artículo de José Luis Rojo sobre la crisis mundial, que además reseña en la página del partido el intercambio producido en la mesa.(2)
La tesis del artículo, escrita en el momento en que los capitalistas decían haber superado la crisis de 2008, es que nos encontramos en una crisis de magnitud histórica y que vamos a un estancamiento duradero de la economía mundial, que no excluye recuperaciones y retorno de la crisis. Lo primero que hay que decir, es que eso lo sabe cualquiera que mira la televisión. Sobre todo si ese balance se hace después del 2008, no antes. Lo segundo, que tiene que ver con lo anterior, es la accidentalización de la crisis, es decir, la ausencia de una perspectiva profunda de las tendencias generales de la economía mundial. En esta perspectiva, el Nuevo Mas simplemente copia a Katz y Astarita. Lo tercero, decir que el mundo se enfrenta a un estancamiento duradero sin precisar su naturaleza, y a una crisis de magnitud “histórica” sin señalar sus causas, es lo mismo que no decir nada.
Para el compañero, después de afirmar correctamente que una crisis de la magnitud de la que hablamos no puede desvanecerse en el aire de un día para otro (aunque sí parece que surgió de la noche a la mañana), concede que puede evitarse si no se cometen errores de “timing” económico político. Es más, después de cita tras cita negando la posibilidad del rescate “monetario” del capitalismo, se despacha con que no se puede “negar la eficacia de los rescates para mediar el aspecto más catastrófico de la crisis”. ¿Qué significa eso sino afirmar lo contrario de lo que acaba de decirse, a saber, que la proliferación de moneda sin respaldo en riqueza real, más que suavizar (“mediar”) la crisis, la potencia? Después de hablar de crisis del capital, Rojo se despacha con una conclusión regulacionista: “mientras el régimen de acumulación no sea reemplazado”… Es decir, como para la escuela francesa, la crisis no es del capital sino de una modalidad de la acumulación que depende de encontrar consumidores. Será cuestión de votar a Lozano, que propone cerrar la brecha de la demanda con aumentos salariales. La crisis del capital es de magnitud histórica, pero el problema es una política económica, el neoliberalismo. Habrá que creerle a Cristina, entonces. Al mejor estilo Katz, un paso para adelante, dos para atrás.
Después de enunciar, al comienzo del texto, que esta crisis puede ser superada por el capital si cuida el “timing”, todo el desarrollo del artículo va en el sentido contrario, es decir, de que no hay forma de evitar una depresión gigantesca, para culminar en el punto de partida en la última frase. ¿A qué se debe esta vacilación, esta falta de carácter teórico? Ya lo hemos dicho: al deseo del Nuevo Mas de agradar al clima ambiente, por un lado; al eclecticismo, por otro. Por el primero, no sea que gente como Katz los acuse de catastrofistas, Rojo no se anima a hacerle honor a su apellido y concluir lo que su propio análisis exige. Por el segundo, el análisis no se sostiene en ninguna teoría de la crisis y en ningún análisis sistemático de los datos. Se trata de un simple relato impresionista compuesto de retazos que olvida responder a lo fundamental: ¿por qué el mundo capitalista está en crisis? Precisamente, porque en los ’90 nos planteamos esta pregunta, por eso acertamos en su desarrollo. Repasemos, muy brevemente, lo que dijimos en aquel entonces.
Una cuestión de método
¿De dónde salió la crisis? Rojo la atribuye, aparentemente, a la superproducción, a la anarquía del mercado, a la crisis crediticia, a la expansión del capital ficticio. Igual que Katz, accidentaliza la causa. Hoy es esto, mañana lo otro. Igual que Astarita, en lugar de un enfoque procesual (que sin embargo se enuncia en alguna parte del texto), la crisis resulta ser un momento. Ahora estamos en crisis. Ahora no. En el medio no hay crisis. Uno de los compañeros del Nuevo Mas lo dijo explícitamente en la mesa: en los noventa no hubo crisis (hemos de creer que en el sudeste asiático no pasó nada, en Rusia, México y Brasil, tampoco y si pasó algo no resultaron expresiones de una crisis más general sino efectos aislados). Hasta Katz negó haber afirmado algo así. Quienes pensábamos que no era así, afirmamos, como hice yo en el número 5 de Razón y Revolución (1999), que luego del efecto “samba” se venía el “tango” y el “rock&roll”. Es que el problema de fondo es la concepción formal, atomística, de la economía y, por lo tanto, la eliminación del proceso general.
En efecto, la crisis tiene una causa, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Lo explicamos con más detalle en sucesivos artículos de Razón y Revolución y en el intercambio con Astarita y lo volvimos a explicar en La Cajita Infeliz, donde pronosticamos, en el 2004, cuando según Rojo no había crisis, que no había llegado todavía lo peor. Esa crisis empezó en los ’70, cuando todos los elementos que el compañero cree característicos de la situación actual ya estaban presentes. Como tenemos una concepción de la crisis como un proceso, no como un momento, señalamos ya en 1996 la naturaleza de la crisis y su desarrollo futuro. El compañero Rojo cree que se borra el problema de la tasa de ganancia con decir que se ha recuperado parcialmente, lo que no es más que una tontería. Hay que observar cuál es la base de la recuperación de la tasa de ganancia y si su magnitud es compatible con la superación de la crisis. Si eso fuera así, no estaríamos hablando de la crisis del capital, ni del capital ficticio ni de la desaparición de las empresas productivas más grandes del mundo, etc. Es aquí donde aparece el “método” del Nuevo Más: la doctrina aristotélica del justo medio. Sartelli no ve cambios, Katz, lo contrario. Hay que ser simplistas… Cambios hubo, la pregunta es cuáles: ¿se trata de cambios de calidad? Entonces la crisis ya no existe. ¿Se trata de cambios en cantidad? Entonces la crisis es la misma. Curiosamente, la parte más interesante del artículo del compañero Rojo que acabo de comentar, parece un simple plagio de mi artículo señero de 1996 que invito al lector a leer en la página web de RyR. Se verá allí quien vio los cambios a tiempo y quien, con soberbia y servilismo, sólo ve la realidad (y se anima a decirlo) cuando se le viene encima a todo el mundo.
NOTAS:
(1) Sartelli, Eduardo: “La larga marcha de la izquierda argentina”, Razón y Revolución nº 3, invierno de 1997
(2) Rojo, José Luis: “Cuando se prepara una recaída”, Socialismo o barbarie, 23/24, diciembre 2009