La situación está empantanada. Hay un empate entre las clases. La burguesía, por ahora, no puede liderar una salida y se dedica solamente a ganar tiempo prometiendo reformismos inviables o intentando consensuar ajustes imposibles e ineficaces. La clase obrera apenas esboza una salida a su conciencia reformista, pero no ha logrado crear una fuerza dispuesta a desarrollar una alternativa revolucionaria.
Por Nadia Bustos (Laboratorio de Análisis Político – CEICS)
Hace un tiempo, anunciábamos que el keynesianismo de Syriza no ofrecería ninguna solución a la crisis griega.[1] El programa, que rechazaba el ajuste y buscaba expandir el gasto público, encontró su límite en la falta de caja estatal. La ayuda europea no va a solucionar demasiado ni va a llegar sin un fuerte ajuste, por ahora imposible dadas las condiciones políticas. La renuncia de Tsipras y su convocatoria a elecciones expresa no solo un aspecto más del desbarranque general, sino un desesperado intento por darle algún cauce dentro de los marcos institucionales. A continuación, ofrecemos un análisis más detallado del desarrollo de los conflictos.
Entre rupturas
La crisis política que se vive en Grecia no solo es el producto de la crisis particularmente aguda de su capitalismo, está también determinada por la quiebra de la política burguesa y de las transformaciones en la conciencia de la clase obrera. Los lazos que unían al proletariado a los partidos burgueses más tradicionales comenzaron a colapsar. En ese contexto, emerge la coalición gobernante que acaba de quebrarse y, a no olvidar, el partido neonazi.
Syriza surgió en 2004, a partir de la unión de Synaspismos y varias organizaciones de izquierda más pequeñas. Synaspismos es el partido más grande de la coalición y el que logró imponer su agenda y candidatos. La organización se formó en 1992 a partir de dos rupturas del PC griego. En los noventa, Synaspismos intentó establecerse como alternativa “progresista” frente a Nueva Democracia. En su congreso fundacional, se declaró favorable a la “integración” de Grecia con Europa. Hacia el año 2000, decidió un “giro a la izquierda” y comenzó a vincularse con los movimientos anti-globalización y ecologistas. Un año después, conformó una coalición de “izquierda radical” a la que le dieron el nombre de Syriza.
Dentro de las organizaciones que la conformaron, se encuentra la Organización Comunista de Grecia (KOE), uno de los partidos maoístas más importantes del país. También participó el Frente de Izquierda Anticapitalista conocido como Antarsya. Ambas crecieron al calor de la crisis que se incubaba. Antarsya se formó luego de las revueltas estudiantiles griegas en 2008 y su componente más importante fue la Nueva corriente de Izquierda (NAR), una ruptura del PC. También acompañaron a Syriza el Partido Socialista de los Trabajadores Griegos (SEK), partido orgánico al SWP británico y las organizaciones althusserianas Izquierda Recomposición (ARAN), Reagrupamiento Izquierda Anticapitalista (ARAS) y Reagrupamiento de Izquierda (ARIS), una ruptura del ARAS. A éstas se suman organizaciones más pequeñas como el movimiento estudiantil (EAAK) el Movimiento Comunista Revolucionario de Grecia (EKKE), y las trotskistas OKDE-Spartakos y Organización de los Trabajadores Internacionalistas de Izquierda (DEA). Syriza se transformó en un partido en 2013 y logró imponerse, a principios de este año, a los partidos conservadores del PASOK y Nueva Democracia con un programa reformista de corte keynesiano. Quedaron fuera del armado el PC griego y el EEK, la organización hermana del PO argentino.
El primer dato a tener en cuenta es que estamos ante un serio desencuentro. Mientras la clase obrera protagoniza un giro a la izquierda, sus organizaciones giran a la derecha. Mientras la población rompía con los partidos burgueses tradicionales, mientras crecía la influencia sindical del KOE y Antarsya (de la nada misma a, al menos, alguna presencia), el conjunto de la izquierda se rindió ante Synaspismos. Su éxito político tiene como fundamento los propios límites de la evolución de la clase obrera, que no hasta el momento no supera el reformismo. Pero, en la medida que no busca perforar esos obstáculos, se transforma en peso muerto de la coalición, mientras la inviabilidad del programa prepara su propio fracaso, ya sea por izquierda o por derecha.
El segundo dato es la existencia de una gran cantidad de partidos de izquierda, es decir, de organizaciones con voluntad de poder, lo cual parece mostrar, en principio, una saludable vocación revolucionaria. Pero se trata de organizaciones pequeñas que, en este momento, no suman sino dispersión donde deberían juntarse fuerzas. Esta dispersión y esta debilidad fueron aprovechadas por Synapsismos para imponer su hegemonía.
El programa keynesiano de Syriza ccontenía la promesa de derogar las medidas de ajuste implementadas a partir de los acuerdos de 2010 y 2012 con los acreedores. Entre ellas se encontraba la reducción del empleo público, aumento de edad jubilatoria y recortes de salarios, pensiones y jubilaciones. Sin embargo, ninguna de las medidas pudo ser derogada. El déficit presupuestario llevó al gobierno de Tsipras a los pies de la troika. La ayuda financiera tiene como condición una serie de medidas de ajuste que se vienen negociando desde el mes de febrero. La propuesta inicial del Banco Central Europeo (BCE), la Comisión Europea y el FMI emitida el 26 de junio incluía un recorte de 400 millones de euros en defensa, aumento de impuestos e implementación de categorías de IVA, reducción de las prejubilaciones, revisión en la reglamentación de los despidos colectivos, huelgas y negociaciones colectivas, creación de un fondo de privatizaciones que abarca puertos, terminales aéreas y ferrocarriles. Algunas privatizaciones se habían iniciado con el gobierno anterior, aunque no fueron implementadas.
A los pocos meses de asumir, el gobierno de Tsipras llevó adelante las medidas solicitadas por la burguesía alemana, entregando 14 aeropuertos turísticos a un consorcio alemán y los derechos de las apuestas hípicas a una empresa de capital griego y checo. Esta propuesta fue criticada por el ala de izquierda dentro de Syriza conocida como Plataforma de Izquierda. Frente a la crisis dentro del propio partido de gobierno, Tsipras rechazó la propuesta de la UE y convocó a un referéndum para el 5 de julio. Paralelamente, recurrió al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) para obtener una nueva prórroga al pago de la deuda y un crédito de dos años. Tsipras aceptó algunas de las condiciones propuestas en las negociaciones a la vez que introdujo algunas modificaciones: retraso hasta octubre del aumento de la edad jubilatoria, recorte escalonado en defensa y eliminación de subsidios a pensionistas con bajos ingresos recién en 2019. La respuesta de la Unión Europea (UE) se hizo presente una vez finalizada la consulta popular.
La pregunta del referéndum estaba vinculada a la aceptación de la propuesta entregada por la troika. La participación fue del 62,5% de la población y las respuestas negativas alcanzaron el 61,31%. El resultado fue ambiguo. El No ganó, pero no de forma contundente, no solo porque un 40% apoyó abiertamente el ajuste (lo que indica que hay una base incluso más amplia para ello), sino por la baja representatividad del referéndum. En realidad, quien realmente ganó fue la desconfianza general hacia la consulta y el rechazo general.
Como sea, el resultado de la convocatoria al referéndum desató la polémica dentro de la UE. Su banco central (BCE) congeló el envío los de fondos de emergencia y Grecia entró en cesación de pagos con el FMI el 30 de junio, ocasionando un cierre de los bancos ante una potencial fuga de capitales. Finalmente, Alemania hizo aceptar el acuerdo y normalizó la situación del país, con la condición de aplicar el primer paquete de medidas antes del 15 de julio.
Los miembros de Plataforma de Izquierda se negaron a votar a favor. El primer ministro debió apoyarse en la oposición para la aprobación el rescate. Entre los que dieron apoyo al paquete de reformas se encontraba el partido de Griegos Independientes que aportó 13 votos, Nueva Democracia con 76 votos, El Río con 17 votos y el PASOK, con 13 votos. Días después de la votación, Tsipras renunció a la presidencia. Los veinticinco diputados de Plataforma de Izquierda rompieron con el partido y formaron Unidad Popular. El nuevo frente se convertía en la tercera fuerza dentro del parlamento. La DEA también brindó su apoyo, ya que estimaron que Unidad Popular podría convertirse en una plataforma para la fundación del Socialismo del Siglo XXI. También se sumaron las organizaciones ARAS y ARAN, anteriormente en Antarsya. Otra de las rupturas dentro de Syriza fue la del Frente Antarsya. La organización se presentará a elecciones junto con el Partido de los Trabajadores de Grecia (EEK) el próximo 20 de septiembre. En una declaración conjunta, las organizaciones afirman que, frente a la debacle de Syriza, es necesaria la ruptura con el capital. Proponen nacionalización de bancos y grandes empresas bajo control de los trabajadores, el no reconocimiento de la bancarrota, alivio de la deuda y ruptura con la UE. Finalmente dentro de Syriza solo quedó Synaspismos y su programa pro acuerdo.
El referéndum permitió a Tsipras ganar algo de tiempo y tener una mejor posición en la negociación con la UE. Sin embargo, no evitó desatar la crisis dentro del partido de gobierno. Grecia tenía pautado un nuevo pago al BCE para el 20 de agosto. La fracción de Plataforma de Izquierda, liderada por Panagiotis Lafazanis, pidió la realización de una reunión del Comité Central del partido. El objetivo era discutir la convocatoria a un congreso antes de negociar el próximo rescate. En ese cónclave, Tsipras logró imponer su moción de postergar la convocatoria hasta septiembre, una vez realizado el acuerdo, pero a raíz de esto renunciaron diecisiete diputados, la mayoría pertenecientes al partido maoísta KOE. Esta organización convocó recientemente una reunión de discusión para la conformación de una organización de otra “izquierda radical”. Ya se anotó la tendencia “53+” que se desprendió recientemente de Syriza. El proyecto tiene planteada la discusión de algunos textos fundacionales y por el momento no pretende presentarse a elecciones.
El grueso de la escisión formó Unidad Popular, que quedó con 25 diputados. En la actualidad cuenta con el apoyo de DEA, ARAS Y ARAN. Su principal líder es Panagiotis Lafazanis. En una conferencia reciente afirmó que “una salida del euro y la adopción de una moneda nacional es la única opción viable para Grecia”4. Hizo alusión a los casos de Dinamarca y la República Checa como casos exitosos. Sus propuestas son la abolición del memorándum, la suspensión al pago de la deuda, el inicio de demandas para el pago de las deudas alemanas en el momento de la ocupación, y compensación a las víctimas de las atrocidades Nazis, el cese de la austeridad y aplicación de medidas de redistribución de riqueza social en beneficio de los trabajadores. Aumento del salario mínimo y pensiones y la nacionalización de los bancos y funcionamiento bajo un ambiguo e indefinido “régimen de control social”. Es decir, intentan reeditar el programa que acaba de caer.
La fracción que representaba Plataforma de Izquierda dentro de Syriza busca un retorno a la dracma, es decir, una devaluación cambiaria. Tsipras en cambio, busca resolver el problema de la crisis aplicando el ajuste que le pidan los acreedores europeos. La maniobra le permitió en un primero momento, dilatar las negociaciones con la troika y la discusión al interior del partido. La renuncia de Tsipras muestra la incapacidad de hegemonizar el programa del ajuste sobre el resto de las fracciones del partido. En este contexto, una nueva convocatoria a elecciones otorgaría a Tsipras mayor poder de gobierno. Es decir, en realidad, no renunció, sino que expulsó del Gobierno a su ala izquierda. Da comienzo a un proceso derechización política que lo excede y que puede terminar llevándoselo puesto. De los dos gobiernos que sucedieron a Tsipras (Nueva Democracia y Unidad Popular), ninguno logró formar un nuevo gobierno. Pavlopoulos convocó a elecciones anticipadas para el próximo 20 de septiembre. A pesar de la crisis de Syriza, Tsipras lidera las encuestas de intención de voto en un 35%, seguido por Nueva Democracia con 26,5%. Amanecer Dorado llega al 6,5 y el PC (KKE), al 5,5%. De no mediar un cambio, Tsipras deberá formar una coalición con Nueva Democracia, iniciando un nuevo ciclo de desprestigio.
El amigo alemán
La propuesta de acuerdo con la UE coincide con el interés de las cámaras empresariales griegas. Los presidentes de las cámaras de comercio, industria, turismo y pymes emitieron un comunicado una vez conocidos los resultados del referéndum. Allí solicitaron a Tsipras permanecer dentro de la UE y liberar rápidamente el corralito bancario. La mayoría de las empresas griegas depende de las importaciones. Un regreso a la dracma y, por lo tanto, la pérdida de valor de la moneda griega, encarecería el poder de compra de estos productos.
Dentro de la UE, Alemania tiene un peso decisivo en el rescate griego. A pesar del malestar por el referéndum de Tsipras, Merkel favoreció la negociación del memorándum. No estuvo de acuerdo con un recorte de la deuda, pero sí con la posibilidad de extender el vencimiento o disminuir tasas de interés. Varios diputados alemanes se mostraron escépticos respecto al cumplimiento de pago griego. A pesar de ello el rescate se aprobó con solo trece votos en contra y dieciocho abstenciones. Este resultado representa una disminución respecto a la votación de la primera negociación en el mes de julio, donde hubo 119 votos en contra y 40 abstenciones. En ese momento, la oposición fue encabezada por el ministro de finanzas Wolfgang Schäuble, quien sugirió que una reducción de la deuda griega solo sería posible si sale algún tiempo de la Eurozona. El FMI era otra de las preocupaciones de Schäuble, ya que la entidad se negó a participar en las negociaciones. El ministro de finanzas emitió finalmente un voto positivo en la votación de agosto. Fundamentó su cambio de opinión en “la cantidad de concesiones que realizó el gobierno griego en las últimas semanas”[2].
El FMI a pesar de aprobar el nuevo rescate, se abstuvo de participar en la negociación de las condiciones del acuerdo. La entidad realizó un estudio de la deuda griega y admitió recientemente que la misma es insostenible. Por este motivo, propuso una reducción y una extensión los plazos de pago. En la perspectiva del fondo, el plan de rescate debe incluir el compromiso de realización de medidas de ajuste por parte del gobierno griego, y una reestructuración de la deuda por parte de los acreedores europeos. Esta propuesta se enfrenta a la de los gobiernos europeos, que buscan cubrir el déficit a través de las medidas de austeridad. El total de la deuda griega alcanza los 323 billones de euros. De ese total solo 142 billones fueron prestados por la eurozona y solo 32 billones por el FMI[3].
El “rescate” requiere un fuerte ajuste. Un regreso a la dracma implicaría una devaluación y un caos económico, toda vez que la economía helena no tiene cómo respaldar la moneda. El problema es que Grecia es una economía sumamente pequeña y endeble. Bajo el capitalismo, solo le espera ser un reservorio de sobrepoblación relativa. Si hay plata y las necesidades políticas ameritan (evitar un colapso, conseguir ayuda militar y votos en la UE y en los foros internacionales) puede vivir miserablemente con la ayuda alemana. Si no, el destino es la migración o, masacre mediante, la solución del Sudeste asiático, aunque eso pondría en duda su lugar en la UE. Ninguna alternativa presenta un panorama beneficioso para los trabajadores.
La respuesta obrera
Mientras la burguesía busca negociar el rescate, la clase obrera griega ve empeorar sus condiciones de vida. Al día de hoy, las estadísticas oficiales afirman que el desempleo alcanza al 25% de la población[4] y cuatro de cada diez personas viven en la pobreza[5]. La tasa de suicidios aumento el 37,5% desde el 2011[6]. Solo en Atenas, uno de los comedores populares dirigido por el gobierno, alimenta a más de 20 mil personas al día[7]. Los recortes presupuestarios afectaron a las escuelas, hospitales públicos y seguros de desempleo: de cada diez trabajadores desempleados, solo uno recibe algún tipo de asistencia estatal[8]. A esta situación se suma la crisis de los refugiados. Grecia es uno de los principales destinos de la población que escapa de Medio Oriente en busca mejores condiciones de vida. Recientemente el gobierno griego reconoció no contar con estructura suficiente para dar respuesta al afluente inmigratorio[9].
La mayor parte del movimiento obrero se encuentra organizada a través de los sindicatos. En lo que va del año, 17 huelgas fueron coordinadas a través de las centrales obreras. La cifra supera la cantidad de convocatorias del año anterior, que cerró con once huelgas convocadas por el sector y es la más alta en los últimos cinco años. Al analizar el contenido de la protesta, vemos que los reclamos políticos representan el 70% de las convocatorias.
La mayor parte de la clase obrera ocupada en blanco se encuentra en el sector público, que representa el 31% de la fuerza laboral activa.[10] Estos se encuentran nucleados en la Confederación de Sindicatos de Empleados Públicos (ADEDY). La organización agrupa a más de mil doscientos sindicatos entre los que se encuentran docentes, ferroviarios, bomberos, empleados de defensa, salud, aduanas y administrativos. ADEDY fue uno de los elementos más activos dentro de las luchas recientes de los trabajadores. Convocó movilizaciones contra los despidos, por mejoras en las condiciones de trabajo y en oposición al acuerdo con la troika. El comité ejecutivo del sindicato se compone por miembros de la coalición anticapitalista de Antarsya; la fracción sindical de Syriza (META), el PC griego y el PASOK. Existe además una coordinadora sindical fundada por el PC griego conocida como Frente Militante de Todos los Trabajadores (PAME). Durante la votación del acuerdo con la troika en el parlamento, la Coordinadora convocó junto con ADEDY y META una movilización masiva el pasado 15 de Julio en oposición al plan de austeridad. La manifestación fue reprimida por la policía, dejando un saldo de 35 detenidos. A pesar de que META respaldó la movilización anti-austeridad, su historial de ataque a los trabajadores no lo favorece. Las ramas donde las fuerzas de Syriza firmaron convenios colectivos, los trabajadores obtuvieron recortes en sus salarios. Ejemplos de ello pudo verse en aceiteros, empleados de supermercados, ferroviarios y marineros. Incluso hubo experiencias de conflictos obreros donde operaron como rompehuelgas[11].
Los trabajadores del sector privado se encuentran organizados en la Confederación Sindical Internacional (GSEE). Representa a más de dos mil trescientos sindicatos y un estimado de 450 mil trabajadores. Allí el Partido Comunista tiene diez de los 45 puestos de la Confederación, el resto de los miembros pertenecen al PASOK y Nueva Democracia. El mayor número de trabajadores del sector privado se encuentran en la rama alimenticia, retail y servicio de hotelería. La GSEE tuvo una intervención escasa en los reclamos obreros. A pesar de ello, varias luchas fueron dirigidas por los sindicatos de base, un ejemplo de ello aparece con la Unión de Camareros y Cocineros en reclamo de salarios atrasados[12]. El epicentro de las protestas de trabajadores del sector público y privado fue la ciudad de Atenas, aunque las movilizaciones en rechazo al memorándum tuvieron repercusión en el resto del país.
Al calor de la crisis surgieron además, algunas experiencias de tomas de fábricas bajo gestión obrera. Tal es el caso de los trabajadores del multimedios estatal ERT, que rechazaron el cierre de la emisora en 2013 y continuaron con la producción de los programas radiales y televisivos, y de los obreros de la fábrica de materiales de construcción Vio.Me. Además, la descomposición de relaciones, provocó la aparición de un movimiento llamado “Solidaridad”, que reparte medicamentos donados, atención médica, centros de asistencia legal. También cooperativas “sin intermediarios” que buscan vender alimentos más económicos. Formas de supervivencia que intentan hacer de la miseria, virtud. Lo importante del momento es que, a pesar del gran número de desocupados, esta fracción de la clase obrera aún no generó una representación política de sus intereses. Ningún partido tomó esta tarea. Resulta extraño que el Partido Obrero argentino no haya aconsejado a su par griego armar una organización de ese tipo. Hay mucho campo para crecer allí.
La izquierda
¿Cuáles son las perspectivas de la izquierda que ha roto o que no se ha juntado con Syriza y Unidad Popular? Existen varias organizaciones obreras por fuera de Syriza. En términos de estructura, el partido de izquierda más grande es PC Griego (KKE). El KKE caracterizó a Syriza como una organización oportunista y socialdemócrata. No están a favor del acuerdo con la troika o el regreso a la dracma. El partido ve en el “socialismo” la única salida posible para los trabajadores griegos, pero tiene claramente una tendencia al reformismo. Antarsya, por su parte, no se ha sumado a UP ni al maoísmo y ha convocado al resto de la izquierda a un frente electoral. Antarsya tiene representación en todo el país y delegados en varios sindicatos, entre ellos sector energético, ferroviarios, hospitales, educación privada y pública. Recientemente convocó movilizaciones en conjunto con el EEK en repudio al memorándum aprobado por Syriza.
Xekinima, de tradición trotskista, propone la aplicación de las consignas de transición para romper con el sistema capitalista y la UE. Pero en el último tiempo comenzó a acercarse a la UP. En medio de tamaña crisis, el EEK no ha jugado un rol importante, ni ha crecido significativamente. Ante todo, ese partido se debe una fuerte discusión y un balance serio. En este momento, propone la realización de una conferencia nacional de sindicatos, movimientos sociales y colectivos militantes para preparar futuras luchas.
La clase obrera consiguió detener la ofensiva abierta. La situación está empantanada. Hay un empate entre las clases. La burguesía, por ahora, no puede liderar una salida y se dedica solamente a ganar tiempo prometiendo reformismos inviables o intentando consensuar ajustes imposibles e ineficaces. La clase obrera apenas esboza una salida a su conciencia reformista, pero no ha logrado crear una fuerza dispuesta a desarrollar una salida revolucionaria. Esa es la gran diferencia entre Grecia y la Argentina o Venezuela. No hay en Grecia, todavía, un proceso revolucionario en marcha. La clase obrera se encuentra en una situación que se podría llamar de “resistencia”, es decir, puramente defensiva de sus actuales condiciones. La burguesía griega, aliada a la alemana, todavía tiene la iniciativa y se halla mejor armada para definir el pleito, pero no tiene recursos económicos. En estas condiciones, asistimos a un “alargue”. Será un largo tiempo extra mientras ninguno pueda avanzar decididamente, lo que va a implicar, necesariamente, el uso de la fuerza.
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