Tarde comprendí que mi ilusión se marchitó queriendo. Sobre el reportaje a Jorge Alemán en ContraEditorial 54

en Aromo/El Aromo n° 120/Novedades

El artículo de ContraEditorial expone las piruetas de los intelectuales burgueses que ya no poseen ni siquiera la volátil expectativa de las últimas dos décadas del siglo XX. El punto de partida del reportaje es la decepción. “Un gran desconcierto, mucha decepción, una sensación de no poder establecer ningún rumbo. Por eso el panorama es tan incierto, porque no hay ningún lugar de enunciación que convoque.” Es decir, la sarasa de Cristina perdió su efectividad y su magia: en el marco de la mayor abstención electoral desde el 83, el FdeT perdió 5 millones de votos.

Ricardo Maldonado – GCP (Grupo de Cultura Proletaria)

Error de haber querido ciegamente,

perdido en el torrente de burlas y mentiras

Un mes atrás, la publicación “ContraEditorial, un límite al discurso dominante”, publicó un largo reportaje a Jorge Alemán. La publicación, de 54 páginas a color en papel diario, carece casi de publicidad, sobre todo si descartamos la contratapa pagada por la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires (presidida por el Frente de Todos) y la retiración de contratapa por el Grupo Octubre (cuyo CEO es el presidente del Partido Justicialista en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y dirigente hereditario del sindicato de vendedores de diarios). No es aventurado considerar entonces la publicación como el órgano oficioso de un sector en la interna peronista. Y al reportaje, por lo tanto, como una explicación y una estrategia en la crisis del oficialismo.

El libro de Torre exponía, de manera particular, un pensamiento generalizado en círculos intelectuales pro burgueses de la década del ‘80 y ‘90. Incluido -y a la vanguardia de esta concepción- al sector mayoritario de los intelectuales peronistas. Luego del cierre del ciclo abierto por la insurgencia obrera y estudiantil de los ‘60 y ‘70, las dos décadas siguientes ven desplegarse el abierto repudio a la perspectiva socialista junto a la convicción de que “con la democracia se cura, se come y se educa”. O, dicho de otra manera, que si a la democracia burguesa se la complementa con una serie de reformas que modernicen la estructura capitalista desarrollándola, se alcanzará un ciclo virtuoso de estabilidad institucional y mejoras en la calidad de vida. Como todos sabemos, ese pensamiento fue la base de los gobiernos que terminaron sus ciclos en la hiperinflación de 1989 y en el Argentinazo del 2001.

El artículo de ContraEditorial, en cambio, expone las piruetas de los intelectuales burgueses que ya no poseen ni siquiera la volátil expectativa de las últimas dos décadas del siglo XX. El punto de partida del reportaje es la decepción. “Un escenario cruzado por la decepción.”, “la izquierda está decepcionada” (aclaremos que “la izquierda” de la frase es el sector que Alemán y ContraEditorial suponen representar) o, más explícitamente reconoce que hay “un gran desconcierto, mucha decepción, una sensación de no poder establecer ningún rumbo. Por eso el panorama es tan incierto, porque no hay ningún lugar de enunciación que convoque”. Dicho de otra manera, hay frustración porque el verso de Cristina pierde eficacia. Sin platita no hay discurso que valga y este es el discurso de la desbandada, el discurso de los dubitativos seguidores de un gobierno que ha producido la mayor abstención electoral en 38 años de democracia (los votos válidos no llegan al 68% del padrón) y ha visto fugar 4.983.690 votos en dos años. Una estampida de un quinto del total de votantes.

Tengo miedo que se vuelva a repetir,

la comedia que me ha hundido en el sufrir

Para la actividad militante socialista resulta interesante la comparación entre intelectuales con una expectativa real (aunque poco probable) en las potencias de la burguesía, con intelectuales cuya lejanía de cualquier horizonte real los lleva a desarrollar extravagantes estrategias discursivas flotando en el aire. El elenco de ContraEditorial tiene en común con el grupo de intelectuales que reseñamos en las notas sobre el Diario de una temporada…., su pertenencia al mundo de la cultura. La poca fe en el proyecto que defienden los hace rechazar de plano cualquier tipo de articulación institucional, organizativa, que condicione su independencia, que limite su individualismo. Sus planteos de lo que debe hacerse carecen de la participación en la herramienta para hacerlo. Son claros exponentes de eso que la ironía de Jaureche definió con la frase “Animémonos y vayan”.

El punto de partida y que le ha dado un lugar en la construcción de la ideología kirchnerista desde 2011 es la negativa a reconocer la reproducción de la vida como la cuestión fundamental en juego de la vida política.

“ya nadie responde por sus intereses objetivos. O mejor: hay enormes sectores que no responden a los intereses que clásicamente llamamos objetivos, ni siquiera por sus intereses vitales. Están intervenidos”

Esta afirmación permite eludir cualquier análisis o intelección política. Sobre todo, porque intentando transmitir una concepción bestial del materialismo pretende que los intereses objetivos se expresan de manera directa sin la mediación de las ideologías y las organizaciones políticas. o dicho de otra manera que entre el ajuste y la clase trabajadora no se encuentra el accionar de los funcionarios, las agrupaciones y sindicatos peronistas como garante de la gobernabilidad.

De esta manera, le da otra vuelta a un elemento central de la ideología peronista que es omitir su función y su tarea como organización burguesa conservadora. Por ejemplo, afirmando que “votaron cosas que hace un año y medio atrás, no veinte, se revelaron por completo contrarias a todos los intereses mundiales.” Más allá de la estupidez de imaginar intereses mundiales, en lugar de intereses mayoritarios opuestos a otros intereses, lo interesante de la afirmación es que omite que luego del nefasto gobierno de Macri la clase trabajadora padece al nefasto gobierno de los 117 mil muertos y 50% de inflación anual. Frente a esto, que se expresa en la impotencia y el internismo permanente del gobierno peronista, no hay nada que decir. Porque sobre el faccionalismo permanente de Alberto y Cristina solo declara:

“Es muy difícil eso. Yo pensaba que iba a haber una relación tensa entre ellos, pero con un marco de responsabilidad que le diera una cierta estabilidad. Hoy me parece que no es así. Se me escapan las claves de esto, pero siento que una vez que ella decidió elegirlo, esa elección no adquirió la consistencia simbólica necesaria, más allá de si Alberto la merecía o no. Quizá esté profundamente equivocado y sea una gran posibilidad política de la Argentina ser absolutamente disruptivos y luego reabsorber eso de manera que se enriquezca el panorama como dicen qué ha pasado ahora. Es decir, me callo.”

Sobre los actos de su gobierno y sobre sus problemas, mejor callar. Esta negación de la política efectiva desarrollada por su gobierno, de sus efectos reales y de las reacciones populares ante ella, esta anti-política, es necesaria para poder justificar su apoyo.

“El Gobierno más allá de todas las limitaciones y errores sigue siendo la superficie de inscripción de las disputas que hay que dar. Lo veo, no como un campo homogéneo ni con el que me identifique masivamente, sino como un campo en el que hay que dar la batalla.”

Cierto es que la contradicción es demasiado notoria. El gobierno es el campo en el que hay que dar la batalla pero, a la vez, aceptando las cosas como son y en silencio, callando. De esta manera entregan un argumento y una concepción que puede ser retomado por otros militantes cómo Mayra Arena, la autora de Que tienen los pobres en la cabeza, que declaró después de las PASO, el 15 de septiembre en un programa de Radio Con Vos:

«Milito políticamente. Soy peronista. Lo que pasa que ahí no milito orgánicamente, por un tema de mi personalidad y por cierto problema que tengo con mi forma de ser. Me cuesta obedecer (le preguntan por las PASO y dice), creo que tenemos una crisis de representación del peronismo que hace rato vengo advirtiendo»

Esta extraña posición de mantenerse representada por quién no la representa es la marca del desencanto en desarrollo que percibimos en el peronismo de la queja. El peronismo del lamento es diametralmente distinto al peronismo de “la vida por Perón”. Si el de Perón (y el de Menem) aspiraba a conducir y hegemonizar sobre la base de sólidos lazos con su base, el peronismo actual teme perder lo que tiene, y los lugares que ocupa, bajo la amenaza de una realidad que no controla, ni tiene un plan para hacerlo. De allí la tramoya insistente para confundir lo que es una federación díscola de islotes de poder con un movimiento. Un movimiento político es exactamente lo contrario de lo que tenemos en nuestra realidad política. Un movimiento consiste en un liderazgo potente y reconocido que no se refleja en lazos institucionales y organizativos de la misma envergadura. Para eso es necesario referirse a Perón y Menem, dos líderes peronistas cuya conducción el conjunto del peronismo respetó y acató, sin lugar a dudas. Las coaliciones coyunturales que los distintos feudos peronistas establecen en la actualidad para cada elección o para cada ley de envergadura que hay que votar en el Congreso, son exactamente lo contrario. Este cambio se expresa en los llamados a constituir un frente, un bloque, una coalición, cuando ya están en un frente, un bloque o una coalición. Y en el llamado a resistir cuando están en el Gobierno, y están encaramados en la conducción de las organizaciones de las masas trabajadoras. Hoy, estos intelectuales progresistas no se encuentran en posición de hacer algo con lo que tienen (su corriente ha vuelto al gobierno), sino de quejarse de su propia impotencia ante la realidad.

De cualquier manera, soportando afrentas, y al final de cuentas, me quedé sin fe…

De allí que sea necesario recurrir a Laclau a través de Alemán.

“ese fue para mí la honestidad intelectual de Ernesto Laclau: su idea de hegemonía no era homogénea, era una idea de verdaderas diferencias articuladas que no se auto suprimían. Para Ernesto nunca estaban constituidos el pueblo, ni la hegemonía, siempre estaban a punto de deshacerse. Y la articulación del proyecto hegemónico, por ejemplo, no implicaba que llevaras el feminismo al feminismo que te gustaba a vos. No, era un trabajo de articulación en el sentido de que las diferencias se mantenían.”

Aunque de apariencia democrática y progresista, Laclau brinda la mejor explicación y justificación para la impotencia: la “articulación de diferencias que se mantienen” consiste, en la práctica, en que la titular del Ministerio de las mujeres, género y diversidad, conviva en el gabinete con el gobernador que fuerza a las niñas violadas a parir. La propuesta de hegemonía “a la Laclau” es la expresión retorcida intelectualmente con qué la burguesía reconoce no tener un proyecto para un país y pretende obligarnos a vivir en un mundo de clanes y caciques negociando constantemente con nuestro futuro.

De manera que esta decadencia de la principal fuerza burguesa, que no puede consolidar un proyecto creíble de país burgués para ofrecer, es la que explica que la corriente política que supo decir que “la organización vence al tiempo” y que “la única verdad es la realidad”, ahora reniegue de sus propias estructuras organizativas y se aleje de la realidad para afincarse en el voluble mundo de la cultura y lenguaje:

“el lenguaje es un lugar donde se constituyen ciertos puntos de anclaje que permiten lecturas históricas”

Y ahora que no es hora para nada, tu boca enamorada me incita una vez más…

De allí que los hitos de la campaña electoral del Frente de Todos fueron la afirmación de Tolosa Paz de que en el peronismo “se garcha”, la obediencia a un gurú del marketing europeo que recomendó abrumar con la palabra “Sí” y, finalmente, la contracara de tanto absurdo: el debate por la “platita” que no se puso y había que poner para ganar. La corriente representada por ContraEditorial ese sector del peronismo que sabe que no puede aspirar a la confianza de quienes pretenden reacomodar la economía capitalista, pero pretende retener la de quienes desconfían de la misma, tiñendo de progresismo a una corriente de derecha como el peronismo. Para eso utiliza, y lo veremos brevemente, tres recursos básicos: borrar de la memoria, adjudicar lo propio al otro, presentar lo viejo como nuevo. El borramiento de la memoria se sostiene desde el privilegio atribuido al lenguaje por sobre los eventos reales de la lucha de clases y las acciones de gobierno:

“El lenguaje es un lugar dónde se constituyen ciertos puntos de anclaje que permiten lecturas históricas” y el “lugar donde la lectura, el sujeto y la memoria no son del todo capturables”

Las lecturas históricas permitidas se colocan en contraposición a lo que la memoria no puede (no debería) capturar. Esto significa, en pocas palabras, no hacerse cargo de la Triple A -y poder olvidar a sus propios compañeros asesinados sin cargo de conciencia- no hacerse cargo del gobierno peronista de los ‘90, ni siquiera hacerse cargo de las devaluaciones de Kicillof o la desaparición de Facundo Astudillo Castro. Una lectura desde “las posibilidades simbólicas de las lecturas de los legados” significa, más allá de lo abstruso y rimbombante de la construcción verbal, que las mismas acciones y medidas deben ser juzgadas de manera severa, si no las perpretra el peronismo, y de manera indulgente, si es el propio peronismo quien mata y ajusta. Una manera rebuscada de proponer la hipocresía como modo de acción política, no mucho más que eso.

El segundo de esos mecanismos propuestos por Alemán, es la prolongación del anterior y no por infantil deja de tener cierta efectividad. Consiste en hacer algo y echarle la culpa al otro, como hacen los niños muy pequeños. Por ejemplo, el artículo no habla de política, no tiene una sola referencia a un elemento concreto y real de la gestión política, ni de la política económica, ni de las alianzas establecidas, y mucho menos de las formas más crudas del poder que se hallan en juego. Por lo tanto, es un artículo que no habla ni de los gobernadores, ni de las reservas del Banco Central, ni del manejo de la policía, ni de la reelección de los intendentes, ni de la tasa de inflación, ni del déficit de la balanza comercial, sostiene que la oposición es la “anti-política”. ¿Y qué significa esto? Que no es necesario desplegar argumentos, porque frente al peronismo se encuentra el odio y toda crítica es defenestrada porque el ataque a “los legados” es, siempre, un simple embate emotivo producido por el odio. Es sentimiento, y no razón. No es necesario realizar la defensa argumental de la catástrofe oficialista. No hay que argumentar ni pensar porque se trata de una batalla emotiva. De allí la insistente convocatoria de Alemán en sus libros a una “santidad laica”, los santos no polemizan, no argumentan. Profetizan verdades reveladas, sermonean, pero por definición sus ideas no pueden ser refutadas por los mortales.

Por último, cómo es necesario desalentar las lecturas políticas relacionadas con la lucha de clases y la función del Estado burgués, y plantear que nos encontramos en un período distinto, no por el fracaso de la burguesía como clase y su estado, sino porque el neoliberalismo es un régimen radicalmente distinto a todo lo conocido se reflota lo viejo leído como nuevo. Por ejemplo, al afirmar que las derechas:

“trabajan con un riesgo que sí está presente aquí que es por un lado la culpabilidad de sentirte fracasado por algo por lo que no tuviste nada que ver porque fue el resultado de una violencia sistémica y a la vez esa culpabilidad bascula hacia el odio en particular el odio hacia lo político”

Volviendo al odio hacia lo político, pero ahora asociado a la idea de la culpabilidad por un crimen, un pecado, o una acción en la que no se tuvo nada que ver. Sin embargo, todos sabemos que esta es la base del cristianismo, la idea del pecado original. ¿Quién puede creer que un artificio ideológico que es eficiente en la gestión del poder desde hace 1700 años constituye una novedad? Un intelectual desesperado.

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