Sobre la vuelta a clase en el marco de la pandemia

en Conti-Santoro/Novedades

Por Romina De Luca

En Europa en breve debería iniciarse un nuevo ciclo escolar. En el medio de los rebrotes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) tienen distintas posturas. El director de Emergencias Sanitarias de la OMS, el irlandés Mike Ryan, ha recomendado directamente que la vuelta a las aulas no se realice de forma presencial al entender que “sólo empeorará la situación”, especialmente en aquellos países en los que presentan altas tasas de contagios. Si bien dice que “todos queremos que los niños vuelvan a clase”, agrega esta actividad debe hacerse “en un marco seguro”, tanto para los alumnos como para los profesores. Por su parte, desde la ECDC dicen que es “poco probable la transmisión” pensando en el contagio entre niños, no contemplan en su razonar a los docentes (fundamentalmente porque ahora los rebrotes afectan a población de 35 para arriba), personal auxiliar, equipos de orientación, técnicos, es decir todos los mayores que conviven con esos niños.

Recordemos que distintos estudios echan luz sobre un dato clave: un estudio de The Journal of Pediatrics elaborado por médicos y científicos de Harvard señaló que “en el estudio más completo de pacientes pediátricos con COVID-19 hasta la fecha, los investigadores proporcionan datos críticos que muestran que los niños juegan un papel más importante en la propagación comunitaria de COVID-19 de lo que se pensaba anteriormente”. Sobre todo advertían los peligros “para las familias que pertenecen a clases socioeconómicas bajas, donde la prevalencia de la infección es mayor y donde la convivencia multigeneracional es la norma, lo que aumenta el riesgo de transmitir la infección a abuelos vulnerables y adultos mayores”. ¿Les suena?

Bien, veamos qué pasó en los países que abrieron sus escuelas. En Estados Unidos se registró un aumento del 40 por ciento de los casos de Covid-19 en niños en las dos últimas semanas de julio, con algo más de 97.000 nuevas infecciones, según un estudio de la Academia Estadounidense de Pediatría. Y los contagios en la universidad empiezan a multiplicarse.

En Berlín a poco de abrir, el 5% de las escuelas registraba contagios en solo dos semanas.

También en agosto, Corea del Sur decretó el cierre de escuelas y el regreso a las clases on line en la región metropolitana de la capital, Seúl por los rebrotes.

Israel fue el primer ejemplo de este cuadro que a poco de abrir debió cerrar sus escuelas y cuarentenar a 16.000 alumnos y docentes. A propósito, el país “solo” registraba: 17.783 casos y 297 muertes.

Es por eso, decir que no volvemos hasta que las condiciones sanitarias lo permitan no implica plegarse a la inacción oficial, ni avalar las mentiras oficiales de que estamos en un “estado que te cuida”. Siguen enviando a los docentes a repartir bolsones con la anuencia sindical. Pocos alzaron la voz cuando Trotta dejó correr la vuelta en Jujuy, en San Juan provincias que tuvieron que cerrar a poco de iniciar. ¿Alguien realmente cree que Larreta va a decir en una conferencia, junto a Alberto, que van a abrir las escuelas sin tener medio visto bueno de Trotta? Claro está, saben medir la correlación de fuerzas y prefieren retroceder cuando ven el rechazo masivo. Retroceden por el momento. Esperen y veamos. No plegarse a la inacción implica no solo luchar para que se garanticen las herramientas básicas (computadoras y wifi) sino ser el elemento en la decisión de cómo vamos a intentar palear el peor año de la educación argentina. Las familias lo saben. Si se alían con nosotros porque no quieren enfermarse por qué no tender esa mano para luchar por la educación del conjunto de la clase obrera. Para hacerlo, hay que salir de la tesitura del acompañamiento pedagógico. Instalar parejas pedagógicas, desdoblar grupos para que el seguimiento sea personalizado y trabajar sobre los distintos problemas, sumar equipos de orientación escolar (o gabinetes) para trabajar con el contexto de esa piba y ese pibe, psicólogos para acompañarlos, técnicos para que nos asesoren cómo mejorar nuestros recursos en la educación remota.

Es decir, hace falta mucho personal “extra”, no solo cubrir las vacantes “normales” del sistema. No menos importante: la selección de contenidos. Está claro que en este contexto vamos a tener que seleccionar qué es lo importante, qué vamos a empalmar el 2021. Para que esa estrategia sea posible es que hace falta más personal, si no es una quimera. Todo esto debe hacerse, además, con un plan que contemple las situaciones desiguales de los alumnos, incluyendo a los que hoy están fuera de la escuela. Por qué vamos a dejar que sea el gobierno que se alimenta de la demagogia educativa, cuyas políticas educativas hace décadas hacen que 1 de cada 3 de nuestros alumnos no comprendan lo que leen. Tenemos que ser nosotros los que les mostremos a las familias que tenemos una idea clara de qué hacer, de cómo enfrentar esta situación excepcional. No podemos dejar este lugar vacante porque lo ocupa nuestro enemigo.

Finalmente, como no vivimos del aire: recomposición histórica del salario y reconocimiento de los gastos extraordinarios en los que incurrimos durante la pandemia a través de un bono extraordinario que debe extenderse todo el tiempo que dure la educación remota y sea retroactivo.

Corriente Nacional Docente Conti-Santoro

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