Situación de los grupos sociales fundamentales en la Argentina. El proletariado

en Revista RyR n˚ 2

Por Nicolás Iñigo Carrera, Jorge Podestá, Fabián Fernández

            A partir de la década de 1960, el capitalismo argentino transita un proceso de cambio en las condiciones sociales generales caracterizado por un cambio en la dirección de su desarrollo. Agotado su desarrollo predominantemente en extensión pasa a desarrollarse predominantemente en profundidad[1].

            Este cambio en la dirección del desarrollo no modifica la caracterización general de la Argentina como país dependiente de capitalismo desarrollado y donde el capitalismo de estado es dominante como estructura económica de la sociedad[2].

            Una sociedad donde el proletariado, en el sentido extenso del término, es la clase social más numerosa y donde específicamente el proletariado industrial ocupa un lugar central en la actividad productiva, características estructurales que explican el lugar central que el proletariado industrial y en general la clase obrera ha tenido y tendrá en las luchas políticas y sociales.

            El cambio en la dirección del desarrollo a que hicimos referencia, se manifiesta en tres procesos que pueden verificarse en la sociedad argentina: la centralización de la propiedad y la riqueza en menos manos, que se corresponde con un proceso de repulsión de población de los espacios sociales que ocupaba (pauperización y proletarización de grandes masas de población con crecimiento de una miseria consolidada): la gran burguesía y la pequeña burguesía acomodada, más reducidas en número, consiguen, consideradas en conjunto, apropiarse de mayor riqueza social, mientras una parte de la pequeña burguesía padece un proceso de pauperización y/o proletarización; a la vez que se produce ese proceso de proletarización de grandes masas de la población, un volumen creciente del proletariado es lanzado a la situación de «población sobrante» para las necesidades de fuerza de trabajo del capital[3].

            Desde el proletariado y el conjunto de la masa trabajadora y explotada estos procesos constituyen un creciente despojo de los espacios sociales que ocupaban. Desalojo que implica una «violencia», en tanto destrucción de relaciones sociales en que se encontraban insertos; destrucción, desalojo y despojo que sólo pudieron realizarse mediante la aplicación de una coacción física (directa y/o mediada por el estado).

            En el desarrollo del capitalismo argentino, estos procesos señalan el fin de un período iniciado en la década de 1930 y el comienzo de un nuevo período cuya génesis se remonta a la segunda mitad de la década de 1950 y cuyas características se manifiestan con claridad a partir de mediados de la década de 1970 (1975-76) para terminar de realizarse en 1989/90, con la crisis que tuvo su expresión en la hiperinflación y los saqueos. Pero esta crisis parece señalar también el final de una forma de organización social en la Argentina, la del dominio del capital industrial, cuyo proceso de formación y desarrollo recorrió un ciclo de algo más de 100 años de duración, desde las décadas del ’60 y ’70 del siglo pasado, aunque pueden señalarse indicios de su génesis desde más de 150 años atrás[4].

            Así como en aquel momento, mediante el uso de la fuerza, se fueron creando las condiciones del dominio del capital industrial, a mediados de 1970, mediante el uso de la fuerza material del estado comienzan a crearse las condiciones para imponer la hegemonía del capital financiero, destruyendo la forma de organización anterior y, también, todo intento por imponer otra forma de organización de la sociedad, superadora del capitalismo. La resolución de esa confrontación, que es el desarrollo mismo del capitalismo, supuso un proceso de expropiación de fracciones de pequeña burguesía y del proletariado, logrado con el consenso del conjunto de la burguesía y de buena parte de la pequeña burguesía.

Se imponen las relaciones propias del capitalismo en su fase de desarrollo en que se vuelve hegemónico el capital financiero, tal como lo indica el crecimiento del parasitismo y el rentismo.

            Y, a la vez, se impone en la producción el régimen de la gran industria, con el consiguiente incremento de la explotación del proletariado en intensidad y extensión.

La situación del proletariado:

            ¿Cuáles han sido los efectos de estas transformaciones sobre la clase obrera argentina?

            En primer lugar es necesario hacer referencia a que, desde la perspectiva teórica que asumi­mos, los grupos o clases sociales[5] fundamentales refieren a conjuntos humanos que viven en las mismas condiciones con relación a su posición y función en la actividad productiva, lo que las distingue de otras clases «por su modo de vivir, sus intereses y su cultura y las oponen a éstas de un modo hostil»[6]. El concepto de proletariado, o clase obrera en sentido amplio, refiere al conjunto de los expropiados de sus condiciones materiales de existencia; es decir de todos aquellos que no pueden reproducirse más que entregando su fuerza de trabajo para poder obtener sus medios de vida bajo la forma del salario[7]. No queda, pues, limitado a los obreros de las grandes fábricas (el proletariado industrial), que en Argentina alcanzaban en 1980 a alrededor de una quinta parte del conjunto del proletariado y semiproletariado[8].

            Si en 1960 el proletariado y semiproletariado alcanzaba al 68,3% de la población y la masa trabajadora y explotada al 79,3%, a comienzos de la década del 80, este grupo social constituía el 70,2% de la población y la masa trabajadora y explotada el 86,4%[9]. Aunque aún no se conocen todos los resultados del Censo Nacional de Población de 1991 en lo que refiere a la actividad económica de la población, la información que brindan otras fuentes, como la Encuesta Permanente de Hogares de INDEC[10] y la información parcial disponible del mismo Censo[11], muestran que las tendencias a que hicimos referencia antes (centralización de la propiedad y la riqueza en menos manos, pauperización creciente de una parte de la pequeña burguesía y del proletariado y proletarización de crecientes masas de la población) se han mantenido, y en consecuencia que el proletariado y semiproletariado tiende a aumentar. Si observamos el promedio del crecimiento de la población económicamente activa de los aglomerados urbanos distribuida por categoría ocupacional, teniendo 1980 como Base = 100, vemos que en 1989 los «Asalariados» habían crecido al 137,3, aunque menos que los «Trabajadores por Cuenta Propia» cuyo crecimiento llegaba a 143,4[12]. Pero si tomamos en consideración los «Asalariados + desocupados» -que nos brinda un grado mayor de aproximación a lo que es el proletariado- se hace observable que alcanzaban a 150,2. Algo semejante, aunque con un mayor crecimiento relativo de los «Trabajadores por Cuenta Propia», se observa tomando en consideración los datos de categoría ocupacional del Censo de 1991, para el Total del País: si se toma 1980 como base = 100 (7.147.327), en 1991 los «Asalariados» a 112 (7.980.139), pero los «Asalariados + Desocupados» llegaban a 121, y los «Trabajadores por Cuenta Propia» a 146. Es decir que se verifica tanto el crecimiento del proletariado (proceso de proletarización), como el crecimiento, dentro del proletariado, de la población sobrante para el capital, medida por el mayor crecimiento de los desocupados (proceso de pauperización)[13].

            Comencemos por observar qué ha ocurrido en la esfera misma de la producción, en los procesos de trabajo. A partir de la información recogida en estudios de casos[14], lo que se observa es que los cambios operados en los procesos de trabajo en la industria argentina en los últimos años, han tomado la forma de cambios en la organización de ese proceso[15] más que de innovaciones tecnológicas. En general, la implementación de «círculos de calidad»[16], sin estar generalizada, se anticipa a las innovaciones tecnológicas; e inclusive puede darse en empresas de tecnología anticuada y que además están pasando por un período de baja producción[17]. La implementación de «equipos de trabajo» también se encuentra en una primera etapa de desarrollo[18].

            Al analizar las innovaciones tecnológicas debe distinguirse entre las introducidas en las industrias basadas en la producción flujocontinua y las que lo están en la producción en serie[19]. En las primeras, existe una base técnica que facilita la introducción de la automatización, que en este caso no hace más que darle una nueva forma al trabajo de supervisión y control[20]. Los nuevos tipos de reacciones físico-químicas utilizadas[21], aunque vayan acompañadas por la automatización, no transforman cualitativamente el proceso de trabajo, aunque contribuyan a la reducción de personal y al aumento de la producción. En este tipo de procesos puede darse una particular combinación de trabajo de oficio y trabajo de supervisión y control en el marco de una mayor automatización[22].

            En las industrias sustentadas en los procesos de producción en serie, las innovaciones tecnológicas son de carácter más segmentado y más heterogéneo[23]. Estas innovaciones se basan en la introducción de máquinas-herramientas con control numérico[24], pero el trabajo de operación de máquinas-herramientas mantiene su relevancia. La calificación requerida a partir de las innovaciones tecnológicas en el caso de las industrias de producción en serie es similar a las de producción flujocontinua: mayor formación profesional para desempeñar tareas más simples relativas al con­trol y supervisión de procesos automatizados, que exigen una mayor capacidad de reacción a estímulos, en este caso, a las órdenes de la máquina. Es decir una mayor subordinación del obrero a la máquina.

            Las innovaciones tecnológicas, junto a un mayor control de la fuerza de trabajo operado a través de un salto en la expropiación del saber y la experiencia obrera[25] y la eliminación de toda una categoría de obreros calificados, le permite al capital aumentar la productividad del trabajo.

            Los cambios en los procesos productivos lo que están señalando es la consolidación de la gran industria como tipo social de explotación, con el consiguiente incremento en la extensión e intensificación del trabajo: menos obreros producen más.

            Lo cual explica como a un aumento de la inversión de capital y de la productividad se ha correspondido un aumento de las tasas de desocupación: a comienzos del año 1995 el gobierno informó que se había producido un aumento de 152.000 puestos de trabajo en un año y que esto era consecuencia de la reactivación que experimentó la economía; y, efectivamente, entre 1991 y 1994, la economía argentina creció a una tasa del 8% anual, con un aumento de la inversión del 21%, y un aumento de la productividad del trabajo, de la producción, y de la riqueza indicado por el incremento del 30% del PBI en cuatro años[26]. Pero, como veremos más adelante, esto fue acompañado por un crecimiento de las tasas de desocupación y subocupación.

            ¿Qué significa esto? Que en esta etapa del desarrollo del capitalismo a un incremento de la productividad se corresponde un incremento de los trabajadores que deben padecer las penu­rias de la desocupación, la subocupación y sus secuelas[27].

            El crecimiento de la desocupación, de la superpoblación relativa, que cumple la función de ejército industrial de reserva, constituye una de las condiciones para la depresión del precio de la fuerza de trabajo.

            Los datos referidos a la evolución del salario en la Argentina muestran que el índice del salario real, alcanza su punto más alto en 1974 y 1975, y se reduce drásticamente desde 1976. Según datos de la OIT, en 1987 está cuarenta puntos por debajo de su índice de 1975 y desde entonces su disminución se acentúa aún más: si se toma a 1970 = 100, en 1974 era 126, en 1975 124, en 1987 84, hasta alcanzar sus niveles más bajos en 1989 y 1990. Pero después de esas fechas, incluso con la vigencia de la ley de convertibilidad, el movimiento descendente, aunque quizás atenuado, continuó y el salario disminuyó, en términos reales. Según FIDE los salarios reales cayeron un 33% entre 1984/85 y 1992[28]. Desde la implantación de la ley de convertibilidad hasta agosto de 1992 el salario medio industrial había disminuido un 15%[29]. Según Fiel, el promedio de 1991, sobre una base 1984=100, era de 72,2 y en septiembre de 1992, 68[30]; y el salario real devengado con base 1991=100, era 123,6 en 1989 y 93,0 en 1995[31]. Y la tendencia sigue: según UADE las remuneraciones del sector industrial experimentaron un retroceso del 1,2% en los nueve primeros meses de este año[32], aunque la misma UADE señala que su poder adquisitivo está entre 6 y 9% por encima de 1991. A fines de 1995 el salario real está 1,5% debajo del promedio del último trimestre de 1994[33]. La FIDE, que estima que en 1995 el costo de la canasta básica creció un 4,4%, considera «que a los recortes nominales que se registraron en numerosos sectores de actividad -y principalmente en los de la construcción y de los servicios- hay que sumarle la quita en términos reales que significa el encarecimiento (…)»[34]. En síntesis, mientras desde 1991 hasta hoy (1995) los precios subieron aproximadamente un 60%, los salarios se han mantenido casi inmóviles, cuando no han sido reducidos, en términos nominales, con lo que el salario real sigue disminuyendo, por lo que para mantener un determinado nivel de ingreso los trabajadores deben, si consiguen dónde hacerlo, trabajar más horas.

            La participación de los sueldos y salarios en el ingreso nacional osciló de 1970 a 1975 entre el 40 y el 45%, mientras que en 1989 era sólo el 24% y no ha subido desde entonces.

            En síntesis, correspondiéndose con el aumento de la superpoblación relativa, aquéllos que logran obtener sus medios de vida bajo la forma del salario reciben por la entrega de su fuerza de trabajo un salario inferior al nivel mínimo necesario para acceder a los medios de vida indispensables.

            Y, a la vez, las condiciones en que deben entregar su fuerza de trabajo y en las que ésta es consumida por el capital, son cada vez más desfavorables a los obreros: mediante la llamada flexibilización laboral, los contratos de los jóvenes, etc. el capital va eliminando del campo jurídico las condiciones conquistadas por la lucha de los obreros a lo largo de décadas, para imponer las condiciones que le son más ventajosas.

            Pero si nos limitáramos a tomar los indicadores de salarios y productividad y condiciones del trabajo estaríamos dejando de lado a una parte, cada vez más numerosa, del proletariado y semiproletariado: los que, expropiados de sus condiciones materiales de existencia, no consiguen obtener sus medios de vida bajo la forma del salario. Podemos tener una aproximación al conocimiento de su volumen tomando los datos de desocupación y subocupación.

            Hasta mediados de los 80 la suma de ambas tuvo como techo el 12% de la PEA. A partir de 1986 comenzó a superar esos valores y en 1989 y 1990 pareció llegar a un máximo (16,8% y 17,9% de la población económicamente activa, respectivamente). Pero hoy ha superado ampliamente esos valores y nada indica que vaya a disminuir; la desocupación y subocupación, han llegado al 30% de la PEA (casi cuatro millones de personas)[35].

            No sólo desde las esferas gubernamentales, se suele argumentar que la desocupación y la caída del salario disminuirán con el aumento de la inversión; pero, como ya dijimos, el aumento de la inversión, de la productividad del trabajo y de la producción se produjeron entre 1991 y 1994, y están recomenzando hoy, sin que la desocupación disminuya sino todo lo contrario. Es decir que aumenta la riqueza producida mientras se empobrecen crecientes masas de población, porque la riqueza se distribuye de otra manera.

            Pero, además, la proporción de desocupados sólo da cuenta de una parte del movimiento de la superpoblación relativa. Desde la segunda mitad de la década del 70 se ha ido incrementando un volumen de población que es repelida por el capitalismo argentino de los espacios sociales que ocupaba, con relación a su actividad económica: fenómenos como la emigración del país, la caída de la tasa de actividad, el crecimiento de los trabajadores por cuenta propia, junto con la desocupación abierta, se nos convierten en indicadores de esa tendencia al crecimiento de la superpoblación relativa[36], que en 1984 -momento en que no se manifestaba en forma aguda- ascendía al 29% de la población trabajadora y explotada. Desde 1985, cuando la tasa de desocupación superó el máximo histórico anterior, continuó creciendo y con que simplemente se hubiera mantenido la relación entre «desocupación» visible y el total de la superpoblación estimamos que ésta alcanzaría hoy a dos tercios (no menos del 63%) de la población trabajadora.

            Siempre, en el capitalismo, una parte de la masa trabajadora y explotada queda inserta en las peores condiciones, dentro de las formas de organización económica y política de la sociedad: son los «pobres de vida e influencia». Lo que hoy se puede apreciar es el incremento de esa capa. Si desde los años ’30 pudo observarse un proceso de creciente ciudadanización, de atracción de población, de incorporación a la producción capitalista industrial, y como resultado, a la vida política, en la segunda mitad de la década del 70 se produce un punto de inflexión y lo que se incrementa es la repulsión de la masa trabajadora y explotada de los espacios sociales que ocupaba[37].

            Por eso, el incremento de la proporción de población trabajadora desocupada tiende a aumentar en esta fase del capitalismo. Es lo que denominamos el incremento de la miseria consolidada.

            A la vez, en la Argentina se ha producido un cambio en las proporciones en que se presentan las modalidades del ejército industrial de reserva[38]. Lo que se denomina la modalidad «latente» ha perdido centralidad, al disminuir drásticamente la población del campo[39]. En cambio resulta bastante evidente que se ha incrementado la modalidad intermitente. También existen indicadores de que se incrementa la forma fluctuante, ya que se desaloja a los trabajadores adultos para reemplazarlos por jóvenes al mismo tiempo que ha aumentado la participación de las mujeres en la actividad productiva.

            Crece el ejército industrial de reserva mientras decrece la magnitud de los medios de vida obtenidos y, en consecuencia, se incrementa la parte del proletariado que se encuentra en la condición de «pobre» por haber perdido, en ese momento, parcial o totalmente, su base material de vida: el salario.

            Para dar una idea de la magnitud de crecimiento, recordemos que, según el Indec, en el conurbano bonaerense, por ejemplo, en 1974 sólo se encontraba por debajo de la «línea de pobreza» el 5,8% de la población, mientras que en la última década ese porcentaje se duplicó (en los momentos en que era más bajo) y hoy alcanza a más del triple: en 1980: 12,8%, en 1982: 37,4%, 1985: 24%, en 1987: 33,1%; en abril de 1994, el 16,1% de la población del área metropolitana está en condiciones de pobreza extrema, 20% si se considera el total del país. En 1995, en el área metropolitana, los «hogares pobres» pasaron de 11,9% en mayo de 1994 a 16,3% en mayo de 1995; pero en los partidos más pobres (los partidos del llamado segundo cordón industrial) ese aumento fue del 19,5% al 24,8%, lo que traducido en términos de población significa que el 32% de la población de esos partidos (uno de cada tres habitantes) se encuentra por debajo de la línea de pobreza.

            Según el informe del Comité Ejecutivo para el Estudio de la Pobreza en la Argentina, dependiente del ministerio de Economía, los hogares debajo de la línea de pobreza en mayo de 1974 eran 2,6%, en 1980, el 7,5%, en 1985, el 17,1%, en 1988, el 25,7%, en 1989, el 21,5%, en 1990, el 35,3%, en 1991, el 21,8%, en 1992, 15,6%, en 1993, 13,6%, en 1994, 11,9% y en 1995 16,3%. Y en los tres últimos años crecieron los hogares en la indigencia, que llegan al 4,3% de los hogares del área metropolitana (y al 6,2% de los partidos más pobres del Gran Buenos Aires).

            Recordemos también que del total de la población que se encontraba en la situación de pobreza en 1987, cuando se realizó el estudio de INDEC, alrededor del 72% eran asalariados y que en esa condición de «asalariados pobres» se encontraba el 32,7% del total de asalariados del conurbano bonaerense, en primer lugar los obreros del sector privado, ocupados en las ramas industria manufacturera, construcción y transporte. Y recordemos también que esto se corresponde con quiénes son los desocupados: en los cinco mayores aglomerados urbanos provienen principalmente de la industria manufacturera y de los servicios.

            La población que no puede acceder a los medios indispensables para reproducir su vida está, pues, constituida principalmente por los proletarios, y dentro de éstos, en buena medida, por los obreros que forman parte del elemento capitalista de economía privada asentado en la gran industria y en la pequeña producción capitalista, concurriendo en ellos dos personalidades: la del trabajador asalariado y la del pobre[40].

            En síntesis, nos encontramos ante una nueva disposición de fuerzas objetiva caracterizada por el incremento de la riqueza social de que se apropia la burguesía como clase, la hegemonía lograda por sus fracciones financieras hacia el conjunto de la burguesía y el consenso logrado hacia la sociedad frente a un incremento de los pobres de vida e influencia, de los desalojados, de los expropiados. Han cambiado las condiciones en que se encuentra la clase obrera, pauperizada, repelida de los espacios sociales que ocupaba, con un peso mucho mayor de la parte de ella que constituye el ejército industrial de reserva, con un incremento de la miseria consolidada, pero, en estas nuevas condiciones, manteniendo un lugar central en la actividad productiva y en la estructura económica de la sociedad argentina.

            Frente a esta situación, para masas crecientes de la población, para la gran mayoría del proletariado, para la gran mayoría de los trabajadores y de los que repelidos a la condición de pobres ni siquiera pueden obtener los medios de vida necesarios mediante el salario, sólo la superación de esta organización de la sociedad puede permitirles vivir.

            La tendencia a que crecientes masas de población se encuentren en la posición de población sobrante para el capital, de superpoblación relativa, no es nueva; por el contrario es una tendencia (una ley) ya señalada por Marx hace alrededor de 150 años.

            Y también hace ya muchos años que sabemos que la superación de esta forma de organización social tiene como condición necesaria una inteligencia entre el activo y la reserva de la clase obrera.

            Considerar que las diferencias salariales, de condiciones de trabajo o de posibilidad de acceso a determinados puestos de trabajo determinan la imposibilidad de la acción de la clase obrera como tal, tiene su asiento en un recorte de la realidad: sólo se toman en consideración los intereses más inmediatos de los obreros y no su interés como clase. Es decir sólo se observa lo que los fragmenta pero no el hecho de que todos son expropiados, todos son explotados. La organización burguesa de la sociedad se asienta en la competencia entre los trabajadores y hoy esa competencia aparece exacerbada y legitimada por los discursos dominantes. Pero también se incrementan objetivamente las condiciones que hacen que cada vez más la mayoría de la masa trabajadora y explotada se encuentre en condiciones de vida semejantes.

diciembre de 1995


Notas

[1]En el desarrollo del capitalismo existen siempre dos direcciones de expansión, una de las cuales prima sobre la otra según los momentos: una expansión en extensión constituida por la difusión de la esfera de dominio del capitalismo a nuevos territorios sociales, en que las relaciones sociales preexistentes van siendo descompuestas mientras se van constituyendo las relaciones propias del capital, y otra dirección, en profundidad, constituída por un mayor creci­miento de la agricultura capitalista y de la industria capitalista en un territorio social dado, donde las relaciones capitalistas ya eran dominantes.

 [2]En tanto lo que define al capitalismo de estado en un país capitalista, es la regulación de la actividad económica por los grupos económicos monopolistas, mediante políticas de gobierno, no cabe duda de que lo que hoy se presenta como «desregulación» no es más que un cambio en la forma en que la economía está regulada. La asignación de determinados espacios económicos a determinados capitales en detrimento de otros (a través de concesiones, privatizaciones, jubilación por sistema de capitalización, regímenes especiales como el de la industria automotriz, fijación de tarifas, etc), la fijación del tipo de cambio (y sus consecuencias sobre la apropiación de riqueza por parte de los que exportan y los que importan), la política impositiva y sus efectos sobre la distribución de la riqueza producida, la sujeción de los aumentos de salarios al incremento de la productividad, la modificación de las condiciones de trabajo (flexibilización laboral) son otros tantos ejemplos de esa regulación de la economía.

[3]«… la distribución de la población económicamente activa  según los grupos sociales fundamentales  nos permite observar  una nueva situación de esos grupos, resultado de un proceso de centralización de la propiedad en menos manos que se expresa en la disminución del volumen relativo de la gran burguesía y de la pequeña burguesía acomodada (13,6% en 1980) y un proceso de empobrecimiento y proletarización del resto de la población, que se expresa en un crecimiento  de la masa de población trabajadora y explotada bajo el imperio del capital: el proletariado y semiproletariado y la pequeña burguesía pobre (86,4% en 1980)». «(…) un volumen de población cuyo número no podemos estimar ha sido desalojado de la actividad económica y aparece en el Censo de 1980 como población económicamente no activa, y es en realidad parte del proletariado y semiproletariado, [por lo que] ese crecimiento es aún mayor». Iñigo Carrera, Nicolás y Podestá, Jorge; Análisis de una relación de fuerzas sociales objetiva: caracterización de los grupos sociales fundamentales en la Argen­tina actual; Buenos Aires, Cuadernos de Cicso – serie estudios Nº 46.

[4]Uno de los más evidentes, en el campo de lo jurídico -expresión de las relaciones de producción- son la libertad de vientres y la supresión del servicio personal de los indios establecidos por la Asamblea del Año XIII.

[5]Utilizamos el concepto de grupo social cuando nos referimos a las condiciones en que reproducen su existencia, en relación a posición y función en la actividad productiva, y el concepto de clase social cuando nos referimos a los intereses, los conflictos y la lucha.

[6]Marx, Carlos; El dieciocho brumario de Luis Bonaparte.

[7]Más adelante precisaremos por qué el concepto de proletariado no coincide exactamente con la categoría censal asalariado. Obviamente tampoco coincide con el vago nombre de «sectores populares», que dentro de límites poco precisos y sin mayor rigor en los criterios que los definen, incluye en su seno diversas clases sociales. Desde nuestra perspectiva, un concepto mucho más preciso para referirse a ese conjunto -atendiendo a las relaciones establecidas en la actividad productiva- lo constituye el de masa trabajadora y explotada, formada por el conjunto de los que, sean o no propietarios de sus condiciones materiales de existencia, es decir sean proletarios o pequeños propietarios, reproducen su vida por su propio trabajo y son explotados o expoliados por diversos mecanismos. En cuanto al término «popular», remite al concepto pueblo, y, obviamente escapa al campo de las relaciones productivas correspondiendo al análisis de las relaciones políticas.

[8]Iñigo Carrera, Nicolás y Podestá, Jorge; op. cit.; Cuadernos de Cicso – serie estudios Nº 46.

[9]Iñigo Carrera, Nicolás y Podestá, Jorge; op. cit.; Cuadernos de Cicso – serie estudios Nº 46.

[10]Cabe aclarar que la forma en que está presentada la información de la Encuesta Permanente de Hogares no nos permite distribuir a la población según posición y función en grupos sociales fundamentales. Por lo tanto deberemos limitarnos a utilizar como aproximación la distribución según categoría ocupacional, mucho menos precisa. Tanto en la definición de los instrumentos teóricos y su aplicación como en el análisis de la misma información censal surge que dentro de la categoría censal «asalariados» («personas que trabajan a jornal o sueldo») quedan agrupados no sólo proletarios sino también una parte de la gran burguesía (p. ej. dirigentes de empresa o funcionarios superiores, que no reciben un salario en sentido estricto sino que participan de la apropiación de plusvalía en tanto son funciona­rios del capital) y de la pequeña burguesía (p. ej. profesionales asalariados); dentro de la categoría censal «Trabajador por cuenta propia» (que «sin depender de un patrón, explota su propia empresa o ejerce por su cuenta una profesión u oficio») quedan agrupados no sólo peque­ños propietarios o burgueses sino también expropiados de sus condiciones materiales de existencia que reci­ben sus medios de vida bajo la forma del salario y que corresponden al proletariado y semiproletariado (p. ej. «peones por cuenta propia»); dentro de la categoría censal «Empleadores» (que «explotan su propia empresa o ejer­cen por su cuenta una profesión u oficio, individualmente o asociados con una u otras personas, y que emplean uno o más trabajadores a sueldo o jornal») hay quienes corresponden a la Gran Burguesía y quienes corresponden a la Pequeña Burguesía Acomodada; etc.  Hechas estas salvedades, y careciendo de una fuente de información alternativa, utilizaremos la categoría ocupacional como aproximación a Grupo Social, teniendo en cuenta que, mayoritariamente, los asalariados corresponden al Proletariado y Semiproletariado, los Trabajadores por cuenta propia a la Pequeña Burguesía Pobre, los Empleadores a la Pequeña Burguesía Acomodada.

[11]Si se tomara cono aproximación gruesa los datos de Categoría Ocupacional veríamos que los Asalariados + Desocupados (aproximación a Proletariado) constituyen el 70,4% de la población distribuible, los Trabajadores por Cuenta Propia (aproximación a Pequeña Burguesía Pobre, aunque debe recordarse que una parte de ellos corresponden al proletariado) el 22,6% y los Patrones (aproximación a Pequeña Burguesía Acomodada) el 7%. No podemos tomar en cuenta en la distribución a los «Trabajadores Familiares sin Remuneración Fija» ni a los Ignorados.

[12]Fuente: Elaboración sobre INDEC, Encuesta Permanente de Hoga­res (abril 1989). Nicolás Iñigo Carrera, María Celia Cotarelo, Elizabeth Gómez, Federico M. Kindgard: La revuelta. Argentina 1989/90; Buenos Aires, PIMSA -Documento de Trabajo Nº4, 1995.

    [13]. En cuanto al crecimiento de los Trabajadores Por Cuenta Propia, como ya hemos dicho para poder analizarlo con precisión deberíamos contar con las distribuciones por rama y grupo de ocupación, que permitirían distinguir, dentro de ellos a los que co­rresponden al proletariado de los que corresponden a la pequeña burguesía pobre.

    [14]. Industria textil (hilandería y tejeduría), industria cervecera, industria automotriz (terminal automotriz) e indus­tria metalúrgica (armado de incubadoras) en: C. Fígari, M. Jabbaz, R. Lozano; «Estrategias empresa­riales en los ’90 frente a la crisis y su impacto sobre el trabajo»; en Recon­versión y Movimiento Obrero, Buenos Aires, CIPES, Noviembre 1994. Industria gráfica en C. Vaca; «Crisis e innovaciones tecnológicas- El caso gráfico». en op.cit. CIPES. Plantas metalúrgicas del partido de Quilmes en G. Chaves; «La reconversión en la industria metalúrgica de Quilmes»; en op.cit.; CIPES. Industria automotriz (autopartes), producción de ener­gía eléctrica, petroquímica (destilación de petróleo) y extracción de petróleo en: Taller de investigación «Procesos de trabajo en la industria argentina actual» organizado por la Secretaría de Extensión Universitaria de la Facultad de Filosofía y Letras-UBA y realizado con la dirección de investigadores de PIMSA.

[15]«Círculos de calidad», «equipos de trabajo», «multifuncionalidad», «polivalencia». La aplicación de la multifuncionalidad y la polivalencia, lejos de ser un fenómeno novedoso, constituye una tendencia característica de la gran industria, que ahora se intensifica, rompiendo con una rígida división de tareas, herencia de la manufactura: el «movimiento global de la fábrica parte de la máquina», movimiento que va subvirtiendo la división del trabajo de «distribución de grupos heterogéneos de obre­ros entre las máquinas heterogéneas» para permitir el surgimiento de un grupo homogéneo de obreros que pueda distribuirse sobre todo el sistema de máquinas.

[16]Esta se ve acompañada por una campaña de propaganda que en realidad intenta crear en los obreros la conciencia de que sus intereses son idénticos a los de la empresa, que ésta es una «familia» en donde todos pueden aportar al esfuerzo común. En los cursos de capacitación no se incluye ningún aspecto relativo a la recalificación de los obreros.

[17]La implementación de estos círculos tiene como una de sus consecuencias más importantes la reducción de las atribuciones y del personal de los departamentos de control de calidad y por consiguiente de parte del personal técnico de las empresas.

[18]Sobre todo los equipos de trabajo como innovación organizativa impuesta por el capital con objetivos en primer lugar disciplinarios, diferentes de los grupos surgidos de la cooperación impuesta objetivamente por el mismo proceso de trabajo (como el caso de los equipos que se constituyen en los turbogrupos de las centrales eléctricas o los que existen en las torres de fraccionamiento en las destilerías de petróleo).

[19]En la primera, a partir de reacciones físico-químicas se va transformando un determinado material en un flujo continuo, no discernible por piezas; en la segunda, a partir de transformaciones mecánicas se van produciendo una serie de piezas individuales. (Ver Martínez, Oscar y Ximénez, Daniel; Reconversión en las empresas. Su repercusión laboral; Buenos Aires, Editorial Letra Buena, 1992).

[20]Por ejemplo, el control de variables como la temperatura, la presión, la apertura de llaves y válvulas, que antes se realizaban en forma manual por trabajadores que se desplazaban de un lado a otro de la planta, ahora son realizados por computadoras ubicadas en una sala de comando y supervisadas por un número reducido de obreros. A éstos se los recalifica y se les exige un mayor nivel de formación profesional, pero el trabajo que realizan tiende a ser más simple. Por otra parte, hay que señalar que generalmente los trabajadores que permanecen son los de nivel jerárquico, concentrando tareas que antes correspondían a los de menor calificación (por ejemplo, en las centrales termoeléctricas).

[21]Por ejemplo, el reemplazo de las turbinas accionadas por el vapor por las accionadas a gas en las cen­trales eléctricas, o el pasaje del calentamiento del petróleo a su ruptura molecular en las destilerías.

[22]Por ejemplo, el trabajo de oficio del geólogo en la fase de exploración de la extracción de petróleo (reconocimiento visual de las configuraciones del terreno que indiquen la posible existencia de yacimientos) y el trabajo de supervisión y control en la fase de explotación (control de la actividad de los pozos a través de un computador central, lo que permite además eliminar a la mayor parte de los trabajadores conocidos como «recorredores» que se encargaban de la vigilancia de un determinado número de pozos).

 [23]De la descripción de las innovaciones tecnológicas en las unidades productivas de las ramas citadas, surge que se realizan en forma selectiva, en una sección o en una de las varias unidades productivas que puede poseer una empresa. Por ejemplo, en la hilandería, la automatización se introdujo en el proceso de torsión; en una empresa cervecera la nueva planta está totalmente automatizada, no habiéndose introducido innovaciones relevantes en las dos más antiguas.

[24]MHCN: Incorporación de microprocesadores a determinados tipos de máquinas-herramientas. Excepcionalmente se han introducido robots (máquinas capaces de reprogramarse ante varia­ciones en el proceso de trabajo). De hecho no son mencionados en ninguno de los casos citados.

[25]Vía «círculos de calidad» y «equipos de trabajo».

[26]Datos oficiales publicados por el diario La Nación.

[27]Hecho que no es exclusivo de la Argentina ni de los países dependientes, sino de esta fase del capitalismo: en Estados Unidos, «en el transcurso de la recuperación económica, el crecimiento de los puestos de trabajo ha sido anémico y las compañías han seguido despidiendo gente. Los salarios ajustados por la inflación no han subido en una década. Y las recompensas relativas para la gente sin preparación (…) han caído. Las tendencias son tan fuertes que los comentarios de alguna gente de Wall Street comienzan a sonar izquierdistas. (…) Durante  varias décadas -señala Stephen Roach, jefe de economistas de Morgan Stanley & Co-, los salarios subieron y bajaron junto con la productividad. En otras palabras, confor­me las empresas ganaban más por empleado, el valor (y los salarios) de los trabajadores se elevaba. En los años 80, la productividad empezó a rebasar los salarios. Y en los años 90, ambos se desligaron totalmente. (…) Y desde luego, también se debe en parte a que los trabajadores procedentes de otros países exigen menos que los estadounidenses. (…) Según Roach, aunque las ganancias han experimentado un auge, la recuperación ha generado 6,5 millones de empleos menos que en una expansión ‘normal’.(…). David Wyss, economista de DRI/McGraw Hill que comparte la corriente de opinión general, dice que le preocupa el tema de la creación de trabajos que paguen sala­rios suficientes para vivir, porque nadie sabe cómo hacerlo. Wyss, que al igual que la mayoría de la gente desde la caída del comunismo, el liberalismo y los programas de asistencia social aborrece pensar en términos de clase, dice: ‘Es difícil evitarlo. El hecho básico es que el 60% de la base de la pirámide de la población pierde terreno. Los trabajadores de bajos recursos están atrapados'». (The Wall Street Journal Americas en La Nación; 13 de octubre de 1995; Sección 2ª p. 7)

[28]Clarín; 29/11/92.

[29]Cla­rín; 3/8/92.

[30]Clarín; 6/11/92.

[31]Clarín; 9/7/1995.

[32]La Nación; 14/10/95; 2ª Sección.

[33]La Nación; 23 de diciembre de 1995.

[34]Citado en La Nación; 26 de diciembre de 1995; 2ª sec­ción; p.2.

[35]La supuesta disminución de la desocupación (de 18,4 a 16,4%) que señalaría el registro, hecho por el Indec, de la onda de octubre de 1995 respecto de la de mayo, debería ser analizada teniendo presentes los siguientes elementos a fin de poder evaluar su significado: en primer lugar, históricamente y salvo alguna excepción en años recientes, la tasa de desocupación de octubre ha sido siempre inferior a la de abril-mayo; en segundo lugar la disminución de la tasa de desocupación entre mayo y octubre de 1995 ha sido acompañada por una disminución de la tasa de actividad, atribuible al hecho de que muchas personas dejan de buscar trabajo ante la imposibilidad de encontrarlo y por los gastos que requiere buscarlo, por lo cual las penurias reales de la desocupación no han desaparecido para ella, sólo no están reflejadas en la tasa de desocupación; en tercer lugar, y esto es lo más importante, que la tasa que señala esta «disminución» muestra una desocupación que alcanza a más del doble de los valores históricos más altos anteriores a 1986 (1964, 1972) y a casi el cuádruplo de lo que eran los valores habituales, lo que, desde nuestra perspectiva, está señalando un cambio cualitativo en el capitalismo argentino.

[36]Obviamente no todos los que emigran ni todos los que se retiran de la actividad económica ni todos los que aparecen bajo la categoría censal «trabajador por cuenta propia» son parte de la creciente superpoblación relativa.

[37]Hecho que no es privativo del capitalismo argentino: el proceso de crecimiento de la desocupación junto con el crecimiento de «la economía», medido por el crecimiento del PBI, afecta, aunque en distintas medidas, tanto a EEUU como a Europa y Japón (Clarín; 5/9/93).

[38]Las modalidades del ejército industrial de reserva están utilizadas en el sentido que le da Marx en El Capital, tomo I, capítulo 23.

[39]Aunque cabe plantearse el interrogante de en qué medida una parte de la población trabajadora inserta en el aparato estatal no es más que una nueva manifestación de esa modalidad latente.

[40]Ver Iñigo Carrera, Cotarelo, Gómez y Kindgard; op. cit.; PIMSA, Documento de Trabajo Nº 4.

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