En el día de hoy, el Ministro de Educación Nicolás Trotta, sostuvo que no era necesario suspender las clases por el Coronavirus. Se estableció un protocolo mediante la Resolución 103/20, dónde se establece que en materia escolar para contener el avance epidemiológico lo único que resta hacer es: solo frente a casos confirmados de personal directivo, docente, auxiliar o no docente, o estudiantes se dispone el cierre preventivo del establecimiento por 14 días. Si hubiera algún caso “sospechoso” solo se dispone el cierre del grado o sección en cuestión hasta que se confirme el resultado. Asimismo, se reitera la pauta de “autoaislamiento” preventivo de la persona en cuestión, pero no de quienes estuvieran en contacto estrecho con esa persona. Hasta el momento, solo tres provincias suspendieron preventivamente las clases: Misiones, Jujuy y Chaco. En el caso de la primera, la medida llegó en el medio de una huelga docente de magnitud y pareciera que el gobierno de Herrera Ahuad, más que prevenir la doble amenaza del dengue/coronavirus, busca poner paños fríos.
Cierto es que el gobierno nacional pareciera no reaccionar y carece de cualquier tipo de política preventiva adecuada. Mientras tanto, y contradictoriamente, se activan protocolos básicos de higiene, se suspenden recitales, muesos, boliches, cines, eventos deportivos, actividad cultural, congresos y todo tipo de reuniones que reúnan más de 200 personas. Recordemos que cualquier escuela promedio concentra mucho más que esa cantidad puesta como límite. Pareciera no importar y para validar el sostener las clases a cualquier precio los razonamientos oficiales no resisten lógica alguna: los niños no son población de riesgo y para proteger a los adultos mayores tenemos que mantenerlos en la escuela. “Sería contraproducente”, adujo el Ministro de Salud, que estén en sus casas o en las calles porque pondrían en peligro a los adultos mayores. El ministro razona como si en la escuela estuvieran al cuidado del “espíritu santo” y no de decenas y cientos de adultos, según la magnitud de la escuela. Ya ni hablemos de la lógica general que excluye como lugar de circulación y propagación con población vulnerable y de riesgo a las mismas escuelas para adultos. Tras cartón, en varios distritos se registraron casos de alumnos y docentes infectados (valga de ejemplo Viedma, Río Negro) no solo por coronavirus, sino por dengue.
La irresponsabilidad oficial llega en un país, como la Argentina que se encuentra en una situación delicada. Si bien el Coronavirus no se propagó masivamente en la población aún, ya cuenta con dos muertos en su etapa de “arribo”, el virus tampoco adquiere una relevancia social mayor porque, por el momento, mata a los ancianos y a los enfermos. Es decir, lo que se denomina población “sobrante” para el capital. Además, el verano en nuestras latitudes actúa como barrera de contención al avance de la enfermedad. Sin embargo, el escenario puede cambiar llegado el invierno. Otra es la situación del dengue. Las últimas estadísticas dicen que ya son 364 los casos confirmados en CABA, 194 en Buenos Aires, 238 en Formosa, 185 en Misiones, 160 en Salta, 130 en Corrientes, 115 en Santa Fe y la lista sigue. Eso sin contar los casos no denunciados. En este cuadro, las escuelas de todo el país, carecen del más mínimo mantenimiento para mitigar la proliferación el mosquito (en canaletas que no se limpian, en tanques de agua que no son desinfectados, en rejillas, en los distintos cacharros vinculados con huertas escolares y una lista infinita). Ya ni hablemos del protocolo de higiene que requiere: agua segura, jabón líquido, alcohol en gel, lavandina para desinfectar superficies, entre otros. A ese cuadro, se suma el hacinamiento escolar: aulas que soporta, en promedio, 30 alumnos donde resulta imposible guardar un metro con ochenta de distancia, tal como rezan las recetas oficiales.
Frente al colapso, las razones que se aducen, además de ilógicas,son lisa y llanamente miserables. Refieren a la escuela como un «espacio de contención social». Es decir, ni siquiera se esgrimen razones de la índole pedagógica sino de contención. Contener, alimentar, brindar el apoyo que no consiguen en sus casas, etc. A la burguesía no le interesa educar a la clase obrera y tampoco la vida de cientos de miles de personas. Esperan el colapso de la expansión con un sistema de salud que no puede brindar ningún tipo de atención. Basta con escuchar a decenas de enfermeros y médicos que reclaman insumos básicos como cofias y barbijos. Ni hablar de la falta de espacios de aislamiento para los enfermos.
Las condiciones de vida de la clase obrera se degradan permanentemente. Las personas se alimentan mal, los controles estatales son pésimos, las jornadas laborales extensas y las condiciones de vivienda deplorables. El hacinamiento en el transporte público está a la orden del día (lo que es un foco sobre ruedas y rieles) y las autoridades oficiales celebran haber colocado alcohol en las cabeceras y terminales. Por eso, no basta con suspender las clases, aunque formaría parte de una política preventiva. Esa medida transitoria debe ser acompañada por políticas sanitarias acordes al cuadro de situación. Necesitamos desinfecciones en las escuelas, elementos de limpieza, artículos para la higiene personal, aulas espaciosas, ventiladas y calefaccionadas, mantenimiento integral de los edificios, desinfección, fumigación y desratización periódica. etc. Si el problema es quién cuida en sus hogares a los menores frente a un virtual cierre de escuelas, la solución es simple: licencia con pleno goce de suelo para madre/padre cuidador. Claro está, el capitalismo argentino no está dispuesto a hacerlo porque la ganancia es lo primero. Menos aún con una economía en negro y una burguesía planera que necesita de subsidios estatales para vivir. Esos parásitos son los que cercenan los recursos allí donde existen necesidades sociales que atender. Necesitamos sacárnoslos de encima. Solo así podremos disponer de todos los elementos para las escuelas y diseñar un plan de viviendas e infraestructura para no morir.
Corriente Nacional Docente Conti-Santoro