Hablamos de “revolución” pero rara vez nos detenemos a pensar qué significa eso. La “Revolución de Mayo”, por ejemplo, es el ejemplo más inmediato que nos viene a la cabeza. O la “Revolución Cubana”, como algo más reciente. Sin embargo, hubo otras revoluciones, en particular la Revolución Rusa, un hecho central para la historia del siglo XX. Ahora bien, ¿por qué todos estos son “revoluciones”? ¿Qué encierra el concepto de “revolución”? Y finalmente, ¿de qué hablamos cuando hablamos de la “revolución socialista”?
Conviene para empezar, descartas falsas ideas. La revolución no es solo un cambio de gobierno o de régimen político (por ejemplo, de dictadura a democracia). De lo contrario, hubiéramos tenido miles de revoluciones en la historia. Tampoco cualquier levantamiento puede llamarse “revolución”. Corresponde ver siempre el contenido de los hechos, sus protagonistas y sus potencialidades, o sea, observar qué apuntan a transformar y en qué época histórica. Un levantamiento de campesinos medievales que no querían pagar un tributo, no era una revolución. Pero sí lo fue la Revolución francesa, liderada por burgueses para la creación del capitalismo.
En efecto, la revolución supone una transformación integral de la sociedad. Y como sabemos, el pilar fundamental de las sociedades se encuentra en las relaciones que establecen las clases para producir riqueza. Nosotros vivimos en el capitalismo. Como explicamos en varios números, es un modo de producción basado en la explotación de los que solo tienen su “fuerza de trabajo” (obreros), por parte de los que disponen de la propiedad de los medios de producción (burgueses). Por lo tanto, una revolución en nuestra época histórica, requiere de remover esas relaciones sociales y cambiarlas por otras, de la misma manera que los burgueses construyeron el capitalismo sobre la tumba del feudalismo entre los siglos XVII y XIX.
La revolución socialista es la salida a la que aspiramos. ¿Qué significa? Nuestra pretensión no es tener un par de diputados para mejorar un poco el sistema. Esas son deformaciones, que conviene combatir. Nuestra pretensión es derribar el capitalismo y construir una sociedad donde las potencias del hombre se liberen y donde todos podamos vivir del consumo de la riqueza social. En los hechos, eso es posible: el capitalismo ha tenido la virtud de producir más y más riqueza. Su problema es que no lo hizo atendiendo a las necesidades sociales, sino a la ganancia. Eso lleva a numerosas irracionalidades, derroches y perjuicios. Mientras unos pocos se enriquecen cada vez más, la mayoría carece de lo indispensable para sobrevivir. Es el ABC de la sociedad capitalista. Ocurre que el problema no es la producción de riqueza en sí, sino las relaciones sociales que la envuelven.
Por eso, los socialistas aspiramos a disolver el trabajo asalariado, expropiando a la burguesía. Los medios de producción no pueden ser apropiados por nadie en particular, sino por toda la humanidad en general. Así, se acaban las clases para siempre. La gestión del burgués se vería reemplazada de una administración mínima: el Estado pasaría a ser un instrumento de opresión a ser un mecanismo de gestión. La riqueza sería repartida socialmente, “a cada uno según su necesidad, de cada uno según su capacidad”. Claro que para que eso sea posible, requerimos una sociedad de la abundancia, donde la tecnología y el desarrollo productivo, permita reducir drásticamente la jornada de trabajo y se ponga al servicio de las necesidades sociales.
La Revolución Socialista postula además que, para acabar con el capitalismo, hay que hacerlo violentamente. Los burgueses no van a entregar sus propiedades voluntariamente. En ese sentido, la violencia es, fue y será, la partera de la historia. Por eso, en un primer momento, un estado en manos de la clase revolucionaria, deberá tomar lo que es suyo por la fuerza.
Pero, ojo, porque la revolución no se agota en conquistar el poder ni expropiar. Eso es solo un puntapié inicial de la revolución. Como dijimos más arriba, es un proceso de transformación general y no se agota en unos días ni en unos meses. Incluso, como en el caso ruso, algunas complicaciones pueden hacerla retroceder o “congelar”. Y en otros contextos, algunas ventajas, pueden hacerla avanzar.
Ahora bien, ¿quién debe hacer todo esto? La clase obrera, es decir, la mayoría de la humanidad, que tiene el interés de crear una sociedad semejante, independientemente de la conciencia que ella tenga sobre ese interés. Esto quiere decir que la revolución no es necesariamente un acto de “consenso” de toda la humanidad. Pero sí es necesario que una importante porción de ella asuma ese interés general y actúe en consecuencia. Así, la clase obrera no busca la “emancipación de los obreros”, sino de toda la humanidad.
El socialismo supone además, disolver toda forma de opresión. Con el socialismo, deben disolverse no solo las relaciones capitalistas sino las relaciones patriarcales según las conocemos en las sociedades de clase. Se acaba la división jerárquica entre hombres y mujeres (el patriarcado y el género). Las condiciones biológicas no van a significar nada para la nueva organización social. También se acaba el derecho burgués, se acaba la ideología burguesa, se acaba el nacionalismo (no habrá naciones, porque como dijimos, son el coto de caza de la burguesía), se acaba el racismo o la xenofobia. Se termina con todos y cada uno de los residuos de la sociedad capitalista. Una última cuestión que siempre conviene señalar: esto no es más que un programa político, no una necesidad histórica. El socialismo no va a llegar automáticamente, por más científico o aplicable que el programa resulte. Por eso, la lucha de clases es fundamental y dará el veredicto final. Llegar al socialismo requiere combatir y hacer carne el programa en la clase obrera. De otro modo, nos condenamos a un ciclo de barbarie capitalista sin salida.
Todo muy lindo pero cómo hacemos la revolución? Cómo organizamos a la clase obrera argentina? Cómo le quitamos el reformismo de la cabeza?
No hay zares no hay 80 millones de campesinos hambrientos. Solo hay una sociedad de hiperconsumo.
Cómo hacemos para construir el socialismo en la Argentina hoy? Díganme los pasos no el manual ruso de hace 100 años.
También quisiera saber las respuestas de esas preguntas…,tal vez la crisis actual y en crecimiento sea favorable para la organización obrera