Desde hace un tiempo, la educación dirigida a jóvenes y adultos –con el Plan Fines a la cabeza- funciona como un laboratorio de reformas que degradan la educación. Por eso, venimos hablando de la “fineslización” de la educación con la Secundaria 2030, la Escuela del futuro o la profundización de la NES. Ahora hay una nueva vuelta de tuerca con la reforma de Adultos.
En esta nueva reforma, el currículum se agrupará en módulos estructurados alrededor de “contextos problematizadores” de acreditación cuatrimestral y por materia. Es algo similar a la secundaria 2030: propone trabajar con una unidad en torno a situaciones problemáticas, capacidades, núcleos conceptuales o campos de contenido. A su vez, el plan se estructura en dos ciclos: uno de formación básica y otro de formación orientada. La cursada se desarrolla en seis cuatrimestres donde los primeros dos se destinan a la formación básica (primer año) y los otros restantes combinan formación básica y orientada. En ese nuevo cuadro, se establece un total de 12 horas destinadas a tutorías, es decir, se pasa de una cursada presencial a una semi-presencial. Es un esquema que ya fue parcialmente implementado este año con la reducción de la carga horaria de materias de 3 a 2 horas y la introducción de una hora optativa de tutorías.
El principal problema es la idea de trabajar con módulos que se enfoquen en situaciones problemáticas y capacidades específicas. Para los autores del documento, el conocimiento científico importa poco, porque cambia rápido. Así, las vivencias se colocan al mismo nivel que la ciencia. Lo que se busca no es el aprendizaje, sino que los estudiantes se adapten a las necesidades laborales y se conformen. El obrero se consolida en la posición que ya tiene, profundizando la fragmentación educativa.
Pensémoslo un poco: antes, la escuela de adultos “remediaba” la falta de una educación secundaria, pero la primaria brindaba ya una base (lecto-comprensión, operaciones mínimas, etc.). Esa base hoy ya no está. Querer reemplazarlo con las “vivencias” es inútil. Por otro lado, un alumno que viene de rebotar en las escuelas sin una base sólida para estudiar, no puede resolver ese problema en una escuela semipresencial. Además, ninguna de las orientaciones o especialidades propuestas parecen ser muy útiles para la vida laboral real.
Por último, nadie aclara qué va a pasar con las horas vigentes de “especialidades” –una carga total de 12 horas-. Eso nos advierte sobre posibles despidos. Ya en la orientación en Ciencias Sociales se pierden las 3 horas de Historia y Geografía de tercer año. Varios nombres de las materias cambian, otras se unen. Es una incógnita qué va a pasar con los puestos de trabajo en cuestión.
Los SUTEBA opositores salieron a cuestionar la reforma denunciando que estamos ante un nuevo ataque a la educación de adultos. Es cierto, pero lo desligan del kirchnerimo, atribuyendo el ataque solo a Macri y Vidal. Los compañeros no ven que la reforma se enmarca en las resoluciones del 2010 del kirchnerismo. Alberto Fernández no hará algo muy diferente. No alcanza con rechazar la reforma: tenemos que contra-proponer algo. Hay que reconocer la centralidad de la educación de adultos. Es el destino de buena parte de la clase obrera que no termina el secundario. Por eso hay que partir de ampliar recursos y no disminuirlos, como se hace con la semipresencialidad y el recorte de materias y currículas. Hay que impulsar una oferta de calidad, incluyendo los aspectos de formación laboral sin afectar el espacio de producción de esas habilidades básicas. Pero también necesitamos más y mejores escuelas con infraestructura. Debemos impulsar un salario estudiantil, con boleto gratuito, materiales didácticos, entre otros, que permita que el obrero acceda a esa escuela de calidad. Por eso, un Congreso Educativo debe debatir y decidir qué educación necesita el conjunto de la clase obrera.