Estos últimos días, los medios estuvieron hablando de lo que está sucediendo actualmente en Israel, Cisjordania y Gaza. Lo mismo hizo la izquierda y todo el progresismo que se dedicaron a realizar declaraciones en donde simplemente denunciaban al Estado de Israel y mencionaban un levantamiento palestino en general.
Más allá de lo que ocurre, de los hechos en cuestión, lo que este sector que salió a pronunciarse no se pregunta es ¿cómo se cambia todo esto? ¿La direcciones que dirigen los levantamientos en Palestina (Al Fatah y Hamas), le han ofrecido algo a su población? Porque hace años que existen estas organizaciones.
Los que salen a defender o a pronunciarse a favor de ellos se tienen que preguntar si, por ejemplo, el Hamas nos representa. Una organización fundamentalista, religiosa musulmana, que quiere un estado confesional, que reprime a sus mujeres golpeándolas y obligándolas a vestirse de determinada manera, y que está financiada por China. Si no marchamos ni con los kirchneristas ni con los macristas, entonces, ¿por qué vamos a marchar con la Embajada de Palestina?
Uno tiene que ponerse a pensar cuando sale a dar declaraciones, realmente, ¿tirar misiles a la población civil de Israel, es un método que sirve a los trabajadores o es una provocación que el único fin que tiene es negociar? Porque es claro, que esto es una negociación y que la carne de cañón es la propia población de Gaza que está siendo masacrada. Algo que parece que los sectores de izquierda no están viendo. Porque están tirando misiles matando a trabajadores del otro lado. Claramente, estos pueden ser judíos, palestinos, cristianos, pero además son obreros. Entonces, ¿matar otros trabajadores es el método que nosotros vamos a reivindicar?
Pese a la información e ideas que suelen circular sobre lo que ocurre en estas dos regiones, no es cierto que Israel sea una minoría de judíos contra una mayoría de palestinos. En Israel hay 6 millones de personas consideradas judías y 6 millones considerados palestinos, de los cuales 2 millones viven en Israel y son ciudadanos israelíes. Solamente 4 millones viven en Cisjordania y Gaza. Y hay medio millón de personas que son de otras confesiones religiosas.
Entonces, acá hay una cuestión. No es un puñado de gente contra una mayoría, es un poco más de la mitad de la población. No se puede transformar la región si uno no apela al conjunto de los trabajadores. Si uno apela solamente a los 4 que están afuera, van a quedar ahí 9 millones de trabajadores sin respuestas. ¿Cuál es el problema real? La cuestión es que Israel es un estado confesional. Y que, por lo tanto, segrega políticamente a una parte de su población, en este caso son esos 4 millones de pobladores en Cisjordania y Gaza que no tienen derechos políticos, sociales ni económicos. Son como una especie de inmigrantes ilegales en el territorio.
Cuando Israel conquistó en el 67 a Cisjordania y a Gaza no anexó esos territorios, sino que los mantuvo como territorios ocupados. Entonces, esa población pertenece de alguna forma al Estado de Israel. Políticamente porque el ejército está ahí, y económicamente porque esa población trabaja en Israel o tiene algún vínculo laboral. A partir de los años 90, con la inmigración de Europa Oriental, la mano de obra barata ya pasa de la población de los territorios ocupados a esta población judía que migra de Oriente. Esto significa que antes, la población de los territorios ocupados le convenía viva al Estado porque era gente que trabajaba en sus fábricas o tenía algún vínculo económico.
Ahora después de 20 años de migración de Europa Oriental, una gran parte de esta gente ya no le sirve política ni económicamente, básicamente Gaza. Por eso, lo que tenemos constantemente es un bloqueo en esta zona. Ya no les importa este sector. Esto lo vemos cuando observamos que, por ejemplo, Israel vacunó a toda su población, pero en Gaza solamente aplicó las dosis al 4%. En esta región, tampoco se llevó a cabo ninguna restricción generando un grave problema sanitario. Entonces, tenemos a una población que pertenece a la economía y a la política de Israel, pero que no tiene derechos. En ese sentido, la clase obrera está dividida: los que poseen derechos (la población judía o árabe) y los que no los tienen (los que viven en territorios ocupados).
Por último, habría que preguntarse si realmente existe una causa palestina, si efectivamente existen “los palestinos”. Estos trabajadores pertenecen a la sociedad israelí, es decir, son oprimidos por el Estado israelí. Son parte de los explotados por la burguesía israelí, junto con los trabajadores del otro lado de la frontera. Por lo tanto, en realidad, en términos estrictos, no son palestinos sino que son israelíes. Lo que no quiere decir que no sean judíos. La religión es otra cosa. Pero en cuanto a la pertenencia social son parte de la sociedad israelí.
Frente a esta situación, la tarea inmediata no es separar el territorio en dos sino juntar a los obreros divididos reconociendo que son parte de la misma clase y que tienen que tener los mismos derechos políticos, económicos y sociales. En este sentido, su enemigo no es su par que está del otro lado de la frontera sino la burguesía que los oprime. Y frente a este conflicto deben bregar por una salida que contemple sus necesidades como clase y tenga como horizonte el socialismo.
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