Preludio de tormenta – Por Damián Bil

en El Aromo n° 89

229450Las medidas económicas de Macri aparentan romper con la herencia kirchnerista. Más allá de las diferentes alianzas sociales detrás de cada armado político, las medidas no estuvieron tanto signadas por supuestos programas económicos contrapuestos (que no son tales) sino por la situación de la economía mundial.

Damián Bil (OME-CEICS)

Las señales diversas de la economía internacional desde mediados de 2014, dejan en evidencia que problemas como la caída de la Bolsa en China no corresponden a pequeños contratiempos sin importancia como algunos suponían. Por el contrario, como analizamos en su momento,1 esto evidenciaba la salida a la superficie de las contradicciones sobre las cuales se asentó la recuperación económica a nivel global post  crisis de 2008-09, en uno de los países motores.

Panorama sombrío

En efecto, en la actualidad ya no hay un acuerdo unánime sobre la capacidad de China para traccionar al resto de la economía mundial, e incluso sobre la salud futura de la economía yanqui, que sostenía un crecimiento moderado pero firme desde la recesión mencionada. Es cierto que aun hoy, gran parte de los analistas internacionales se inclina por prever para 2016 “apenas” una desaceleración del crecimiento en relación a los años anteriores. Otros, como Roubini, no consideran que la situación actual sea comparable a la de 2008, y descartan que China vaya a tener un aterrizaje forzoso.2 No obstante, algunos organismos internacionales comenzaron a modificar sus predicciones de crecimiento para 2016 a la baja: por tercera vez en menos de un año, en octubre de 2015 el FMI bajó su previsión de un 3,6% al 3,4%, con niveles extremadamente lentos para la zona Euro (1,7%) y para Japón (1%). Naciones Unidas es aun más pesimista y calcula un 2,9%, que es poco más de la mitad de la tasa a la que crecía el mundo previo a la última crisis. Por su parte, el Banco Mundial alertó sobre el freno del comercio y el estancamiento del consumo como indicador de problemas a nivel global. El Baltic Dry Index, índice que mide la circulación de mercancías (sobre todo materias primas) en distintas rutas marítimas centrales, y que se utiliza como termómetro de la evolución y de la perspectiva económica internacional, se encuentra en niveles más bajos que los de 2009. Situación similar ocurre con el índice de carga portuaria de China, que acumula, desde el pico de 2012 a enero de 2016, una baja de más del 40%.

A esto se suma el fin del “viento de cola” de las denominadas economías emergentes, por la caída de los precios de los commodities vinculados a la menor demanda mundial, sobre todo de China, y a una revaluación del dólar.3 Y esto tiende a seguir: según el Banco Mundial, en 2016 los bienes no-energéticos perderían 3,7%, los metales un 10% (luego de desplomarse 21% en 2015) y los productos agrícolas un 1,4%.

Petróleo, endeudamiento y a la Bolsa

El caso del petróleo es el más significativo por la magnitud de la caída, atribuida a la menor demanda mundial por el estancamiento de Europa, Japón y China; y a la creciente producción por el incremento de la “guerra de precios” entre Arabia y sus socios, contra la explotación no convencional de EEUU y otros países. A este panorama se suma el retorno de Irán al mercado mundial. Como resultado, la canasta de crudo OPEP pasó de 60 dólares en julio de 2015 a un piso de 25 para el 13 de enero de este año, con una sobreproducción diaria del orden de los 1,5 millones de barriles. Por este motivo, se calcula que durante 2015 se suspendieron en el mundo proyectos de explotación por 350 mil millones de dólares. Las nueve empresas petroleras más grandes de Europa acumulan pérdidas de 250 mil millones de euros desde mediados de 2014, cuando comenzó la caída más fuerte del precio.4 La baja no se reflejó en una recuperación económica por la vía de un shock de energía barata. Por el contrario, la situación ya golpeó fuerte a países dependientes de la exportación de crudo y materias primas como el caso de Rusia, Venezuela, Nigeria o Brasil; y amenaza con expandirse a Turquía y a Sudáfrica. Los más afectados son los que tienen una alta relación crédito privado / PBI, donde los préstamos bancarios corren el riesgo de quedar impagos (sobre todo de empresas del sector de materias primas), y los que tomaron deuda en dólares.

Los síntomas de una recesión se vieron también en los movimientos bursátiles durante los últimos meses de 2015 y las primeras semanas de este año. A diferencia de otros episodios, en esta ocasión la caída del precio del crudo y los valores de la bolsa a lo largo del mundo marcharon al unísono. Todos los índices relevantes (el Dow Jones y el S&p500 yanquis, MSCI, el FTSE de Londres, las de China, entre otras) muestran desde mediados del año anterior una clara tendencia a la baja, con fuertes pérdidas en el caso de China.

Por sí solos estos fenómenos no necesariamente indicarían una perspectiva recesiva. Pero a ello se suman otras condiciones que agregan más leña al caldero de los problemas de la acumulación. Uno de ellos es que la crisis ha asumido carácter estatal. Es decir: la salida de la crisis de 2008-09 estuvo relacionada en parte con la intervención de los gobiernos expandiendo la oferta monetaria por diversas vías e incrementando el volumen del capital ficticio. La Reserva Federal decidió estimular mediante inyección de recursos y bajando las tasas de interés a un nivel cercano a cero, junto a la compra de bonos y otros activos, algo que el Banco Central Europeo y el de Inglaterra también hicieron. Esa política se denominó en EEUU “Quantitative Easing”, y postergó un mayor estallido, pero al precio de inflar la burbuja de los commodities, debido a que los inversionistas buscaron activos con mayores beneficios que los magros bonos del Tesoro y migraron hacia títulos de países emergentes y acciones de empresas energéticas. A su vez, el endeudamiento público se expandió. Los bancos centrales del G-20 impulsaron desde la última crisis proyectos de infraestructura y de mejoras de la productividad por 2 mil billones de dólares, sin demasiado resultado. En estas circunstancias la denominada “trampa de liquidez”, que parecía algo exclusivo del Japón, parece generalizarse a otras potencias económicas. Incluso, países de Europa y el mismo Japón pasaron de políticas de tasa cero a tasa negativa. Nuevamente, sin resultado concreto para relanzar la acumulación.

Los países emergentes, por su parte, han multiplicado sus déficits fiscales y sus deudas públicas, con beneficios escasos o directamente nulos. En los últimos meses, se revirtió el ciclo: la rentabilidad en estos países se erosionó, y comenzaron a darse flujos negativos en cuanto a ingreso de capitales.

En definitiva, las diferentes autoridades monetarias no tienen margen para continuar con esta estrategia en un contexto de caída de las tasas. El amague de la FED de subirlas de forma progresiva hasta alcanzar un 1,375% en diciembre de 2016 solo provocó una mayor caída de las acciones y de los bonos del Tesoro; mientras que un dólar revaluado atenta contra las exportaciones y las ganancias de las corporaciones yanquis.

El inflado de la burbuja de las commodities y la política expansiva para zafar de la crisis de 2008-09 no pudo evitar que, menos de una década después, el capital lleve al mundo a una nueva situación de zozobra, la cual ya se desata con furia en los campos donde las potencias económicas se disputan los mercados. Los ojos entonces se posan sobre la salud de dos de las principales economías del mundo: los EEUU y China.

EEUU… ¿se detiene?

La momentánea salida de la crisis de 2009 en los EEUU se dio por la vía de la expansión monetaria, con el mayor programa de estímulo de la historia del país. Para entender la magnitud del bombeo de dinero en todas sus formas (circulante, préstamos a entidades financieras, compras del Tesoro a largo plazo, bonos, etc.) por parte de la Reserva Federal, hasta octubre de 2014 se volcó un valor de 3,5 trillones de dólares. Es decir, el equivalente al tamaño del PBI anual de Alemania. Entre esas medidas, la Fed llevó a cabo una política de compra de bonos para mantener a la baja las tasas de largo plazo.5 En los años inmediatamente posteriores a la crisis, la receta pareció funcionar. Por eso, muchos economistas burgueses cantaban loas a la recuperación norteamericana, que si bien no fue espectacular, mantuvo un ritmo pausado pero seguro de alrededor del 2,5% anual. En el contexto de la desaceleración china, el estancamiento crónico de Japón y los problemas de Europa, estas tasas no eran preocupantes. A su vez, el empleo se recuperó, aunque con salarios reales estancados desde 2008, y se redujo la deuda de los hogares.

Sin embargo, las bases de este proceso eran endebles.6 Durante los últimos meses, aparecieron indicios de problemas irresueltos. Por un lado, la producción industrial tuvo un retroceso del 2% interanual en diciembre. Esta caída estuvo motorizada básicamente por el sector petrolero, sobre todo por el golpe sufrido por las inversiones en recursos no convencionales (shale y tight oil) debido a la caída de precio internacional, que llevó a una contracción del 10% en el capítulo minería. En otros sectores el consumo se frenó a pesar de los incentivos, como en automóviles (-0,9%) o en bienes durables, que tuvo la mayor caída en ventas desde la recesión (-3,5%). Durante 2015, con un dólar en alza, las exportaciones disminuyeron, con lo que se detuvo el ascenso desde 2011. Asimismo, la inversión no creció en la medida en que podía esperarse dada la política de expansión de la Reserva Federal, y el aumento de la productividad es muy escueto. Pero el punto fundamental es el de las ganancias, el motor del sistema. En ese ítem, la masa de ganancias de las corporaciones también se redujo, en torno al 5% entre 2014 y 2015. El JP Morgan pronostica una caída del 10% en las ganancias este año, un nivel muy poco usual fuera de períodos recesivos. Para el mismo organismo financiero, la posibilidad de que ocurra esto en los EEUU se ubica en el orden del 25%, el riesgo más alto en los últimos cinco años (por su parte, el Citibank lo ubica en torno al 65%).

Es decir, se hacen presentes elementos que en otros momentos históricos precedieron a una recesión.7 Las políticas de la Fed no dieron más que para esto. Es decir, una situación no muy distinta a la previa de la crisis. Si por algún motivo se evitara la recesión (o se pospusiera), en el mejor de los casos la perspectiva es un período de estancamiento o de crecimiento muy exiguo.

Un dragón demasiado pesado

El gigante asiático registra desde hace más de un año síntomas de desaceleración. Algunos analistas señalan que esto se debe a un cambio en el “modelo de desarrollo” chino, que se encontraría en la transición entre una estructura orientada por el crecimiento hacia afuera vía exportaciones y salarios baratos, hacia una estrategia basada en el mercado interno a partir de medidas de estímulo crediticio y alza salarial. Como ya señalamos en estas páginas (ver nota 1), en realidad esta situación expresa la llegada de la crisis a China. Lejos de ser una transición más o menos ordenada entre dos esquemas que se pueden reemplazar mutuamente, el fenómeno que se observa es el desesperado intento de las autoridades de tapar el sol con las manos.

La economía china registra números preocupantes: el crecimiento del PBI se ralentiza, a tasas que son las menores en los últimos 25 años. Un fenómeno similar ocurre con la actividad industrial, la inversión y el comercio exterior. Las ganancias cayeron durante 2015 en términos nominales en un 3% interanual, motorizadas por los sectores ligados a la construcción y a los insumos industriales.8 Las exportaciones también sufren una erosión lenta pero constante. Es esa desaceleración la que llevó a las autoridades chinas a intervenir para sostener la actividad, elevando la deuda pública de 7,4 billones a 28,2 billones en menos de siete años (de 2007 a mediados de 2014). El estímulo se canalizó en gran medida hacia la construcción mediante créditos y al consumo general. En ese intento comenzó a animar a los pequeños ahorristas y a los hogares a invertir, disminuyendo el encaje mínimo legal, lo que aumentó la capacidad de préstamo. El movimiento bursátil se multiplicó de manera exponencial mediante préstamos del denominado “shadow market”, sistema paralelo que mueve la friolera de 3,5 billones de dólares. Mientras la economía se estancaba, la Bolsa creció un 150% anual. A fines de 2014, el Banco Popular Chino (BPC) estimuló el mecanismo aumentando la emisión y reduciendo las tasas de interés.9 Todo ello no hizo más que alimentar la burbuja de la construcción, la cual ha dejado como resultado varias ciudades fantasmas y montones de propiedades sin vender en diferentes regiones del país, que se calcula llevaría no menos de cinco años depurar.

A comienzos de 2016, con una devaluación progresiva del yuan en marcha, los inversionistas salieron a venderlos, provocando su nivel más bajo en cinco años y obligando al BPC a intervenir para evitar una caída mayor. Cabe mencionar que en diciembre ya se habían “quemado” 108 mil millones de dólares de reservas para contener el precio en plaza. En esto, la autoridad monetaria parece entrampada: por un lado, el intento de sostener el yuan y restringir las operaciones con otras divisas provoca la fuga hacia otros activos o fuera del país, presionando más a la baja. Pero el dejarlo caer libremente recrudecería la “guerra de divisas” y comercial con los EEUU. Mientras tanto casi 680 mil millones de dólares abandonaron China en 2015, más que el PBI de la Argentina; y lo que significó un 90% de los capitales que abandonaron las economías emergentes este año. Ante esto, se frenó el crédito y se incrementaron las restricciones del movimiento en la Bolsa. El desplome de las acciones pone al sistema bancario frente a un posible colapso, ante la insolvencia masiva de los deudores.10

La desaceleración impactó en el mercado interno. En el sector electrónico, textil y muebles se escuchan quejas por caída en los pedidos y atrasos en los pagos. Las de insumos o pesadas como cemento, acero y vidrio tienen capacidad ociosa en niveles alarmantes. La siderurgia se retrajo un 2,3%, la mayor caída en 25 años. Los industriales chinos del sector declararon pérdidas por 9,8 mil millones de dólares en 2015. El “Manufacturing Purchasing Manager Index”, indicador en base a las compras de empresas representativas, se ubica desde agosto de 2015 por debajo de los 50 puntos. Esa línea es la que se toma como referencia para distinguir una situación expansiva de una de contracción.

En definitiva, China se debate ante las contradicciones generadas por su propio peso. Es decir, la expansión del capital ficticio frente al agotamiento del empuje de los bajos salarios, comienza a chocar contra una base real más estrecha. La caída de la Bolsa no es la que desencadena el problema, sino la expresión de esta realidad. El inconveniente adicional es que China se lleva puesto a varios. La retracción en la demanda de materias primas golpea a Australia, Brasil, Canadá, Chile, Perú y varios asiáticos. También a Hong Kong, Corea del Sur, Malasia, Singapur y Taiwán, solo por mencionar a los más afectados.

Y por casa…

Las medidas económicas de Macri aparentan romper con la herencia kirchnerista: derogación de retenciones, devaluación de la moneda, aumento de las tarifas de servicios, como las más relevantes. A su vez, en estos momentos se avanzaba en un acuerdo con los denominados fondos buitres. Más allá de las diferentes alianzas sociales detrás de cada armado político, las medidas no estuvieron tanto signadas por supuestos programas económicos contrapuestos (que no son tales), sino por la situación de la economía mundial. Es decir, lo que observamos es el pasaje de un esquema apoyado en los altos precios internacionales de los bienes agropecuarios a otro signado por el endeudamiento y con un peso acotado de la renta diferencial agraria. Algo similar a lo que ocurría en los ’90. Esta era la estrategia de todas las fracciones burguesas; incluido el gobierno saliente, aun a pesar de los obstáculos que puso Griesa para ello. Hoy, se convierte en la herramienta principal, junto al ataque a las condiciones de vida de la clase obrera, para sostener la acumulación frente a la caída de la renta. De darle resultado las negociaciones al gobierno y conseguir dólares frescos, podría posponer un estallido en toda la regla por unos años y consolidarse en el poder, aunque en el largo plazo no cambiaría un ápice la estructura económica y social argentina. Una perspectiva atada a una convulsionada economía global, una economía que no tiene otra forma de resolver sus contradicciones bajo este régimen que la destrucción de una enorme magnitud de capital sobrante para relanzar la acumulación. Hacia ello nos conduce, de no mediar respuesta de los explotados, la competencia capitalista.

 

 

Notas

1Magro, Bruno: “Final burbujeante”, en El Aromo n° 85, 2015.

2CNBC, 19/1/16; http://goo.gl/GGaW0L; El Comercio (Lima), 20/1/16; http://goo.gl/GKXsfd.

3En base a W.S.J. Americas (citado en La Nación), 1/10/15, http://goo.gl/AiGxIN; Libremercado, 21/1/16, http://goo.gl/zI8PPp; The Huffington Post, 25/1/16, http://goo.gl/DIvils; Business Day, 27/1/16, http://goo.gl/gou9p1; Bloomberg, 28/1/16,  http://goo.gl/TxFWcU. Para consultar los informes de los organismos: Banco Mundial, 26/1/16, http://goo.gl/eyJoVM; Citibank: G10 Rates Outlook 2016, diciembre de 2015; ONU: World Economic Situation Prospects, 2016.

4El Mundo, 27/1/16, http://goo.gl/nCv9qw.

5Sistema de la Reserva Federal EEUU y Bloomberg, 16/9/15; http://goo.gl/deqAjM.

6Ver análisis de Osvaldo Regina en El Aromo n° 49, 73 y 78,  www.razonyrevolucion.org

7Elaboración a partir de datos disponibles en la B.E.A. The Economist, 29/01/16, en http://goo.gl/62tW9V; y en https://goo.gl/BnZGlE.

8WSWS, 19/2/16, https://goo.gl/1dD0xK.

9Clarín, 8/1/16, http://goo.gl/F4iH8g; W.S.J. Americas (citado en La Nación), 8/1/16; http://goo.gl/M4bEyS.

10Clarín, 8/1/16, http://goo.gl/2tl3x9; y The Guardian, 17/1/16, http://goo.gl/VleHbB.

 

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