A esta altura, resulta redundante y tedioso tener que aclarar lo obvio frente al bombardeo mediático: la política de la burguesía israelí, a través de su estado, viene sometiendo a una parte de su población a un apartheid irracional y, particularmente en la Franja de Gaza, perpetrando sobre ella un verdadero genocidio social, económico y político.
Eso no quita que los revolucionarios no podamos discutir las direcciones de los movimientos. Sobre todo, cuando después de más de medio siglo muestran, para aquellos que debieran defender, resultados muy magros. Magros, si somos condescendientes. Si somos realistas, deberíamos decir desastrosos. La pregunta es: ¿queremos ganar o solo dejar testimonio y poner muertos (muertos fáciles de poner, porque están a miles de quilómetros)?
Entonces, primero, hay un problema de programa: el nacionalismo palestino y el integrismo islámico van de la mano y no son ninguna solución para las masas de la región. Segundo, el terrorismo como estrategia es un verdadero suicidio y resulta criminal para el conjunto de la población obrera en los territorios ocupados. Tercero, asesinar civiles (población obrera israelí) es un crimen contra los trabajadores que no se puede justificar. Esa no es la forma de luchar contra el opresor. Más de la mitad de la clase obrera de la región es israelí y no saca ningún beneficio de la opresión de la otra parte. Uno de los ataques se perpetró contra un festival de música contra la política de Netanyahu en la frontera de Gaza. Una locura. No es matando obreros como vamos a resolver los problemas.
La ofensiva de Hamas no se relaciona con los problemas de la población de la Franja de Gaza, sino con la política diplomática internacional. Israel estaba por lograr un acuerdo para restablecer plenas relaciones con Arabia Saudita. Ese acuerdo perjudicaba no solamente a Irán, que buscaba lo mismo con un alto el fuego en el Yemen, sino a China, que oficiaba de mediador entre ambos países musulmanes. La ofensiva de Hamas se inscribe, entonces, en esa disputa interimperialista. De allí que, lejos de buscar objetivos militares, esos ataques se hayan tenido como blanco central a la población obrera.
También es un espaldarazo a un gobierno que estaba en crisis con su propia población y que amenazaba con ir hacia un régimen de restricción de libertades democráticas. Lo haya provocado o no, estos ataques refuerzan a Netanyahu y su proyecto autoritario, en lugar de debilitarlo. Otro error importante.
Se trata de problemas importantes que no vamos a colaborar en resolver simplemente dejando testimonio con la denuncia al Estado de Israel. Ya de gente que no puede decir más que eso hay mucho. Pero con eso solo no hacemos nada, lamentablemente. Lo que no se preguntan quienes tienen una posición testimonial es ¿cómo se cambia todo esto? ¿La dirección que dirige este ataque (Hamas), le ha ofrecido algo a su población? Porque hace años que existen estas organizaciones.
Lo que hay que discutir es cómo resolvemos el problema. Es importante discutir con los compañeros de este campo, que es el único campo que puede desarrollar una solución. ¿No fue Trotsky el que dijo que «la crisis mundial se reduce a la crisis de la vanguardia revolucionaria»? La izquierda, en general, tiene el mismo temor que con el peronismo/lulismo/chavismo: que la acusen de «derechista». Entonces, no critica. Se calla la boca y entrega a los trabajadores a la política burguesa, con tal de quedar bien con el clima bienpensante. Lo peor, es que, en este caso, el clima «bienpensante» es el integrismo islámico. Se trata de una organización fundamentalista, religiosa musulmana, que quiere un estado confesional, que reprime a sus mujeres golpeándolas y obligándolas a vestirse de determinada manera. El resultado de apoyarla no es simplemente que la izquierda no crece, sino algo mucho peor: las masas quedan atrapadas y sin ninguna perspectiva.
Una estrategia socialista (y obviamente, laica), que unifique a toda la clase obrera de la región es el único camino posible. Con una primera consigna muy sencilla: la libertad política, de organización y de participación democrática (y voto) de la población de Cisjordania y Gaza. Un camino que todavía no se ha explorado y podría dar una verdadera victoria.
Para conocer más sobre el conflicto dejamos algunos materiales:
Dios nos prefiere separados (y muertos). Prólogo a La ocupación israelí, de Neve Gordon
Entrevista a Norman Finkelstein: “La masacre de Gaza no ha alterado el equilibrio regional”