Hay un mito muy poderoso del llamado “peronismo clásico”. Nos referimos a aquel que lo presenta como un gobierno nacionalista que le puso un freno a la injerencia extranjera, en particular, a la intervención yanqui. Es poderoso, sobre todo, porque gran parte de la izquierda revolucionaria llegó a creerlo. Para los trotskistas argentinos el gobierno del General representó un momento de “autonomía relativa” para un país que había sido hasta allí una “semicolonia”.
Nada de esto es cierto. Por el contrario, Perón fue un fiel defensor de los Estados Unidos y estuvo dispuesto a mandar a obreros argentinos a una carnicería con tal de tener el apoyo del Tío Sam.
En buena medida, este mito estuvo alimentado más por las palabras que por los hechos. Como seguramente el lector sabrá, Perón se llenó la boca hablando de la “tercera posición”, el bleff de “Braden o Perón” y el conocido “ni yanquis ni marxistas, peronistas”. Esto suponía una posición de independencia en el escenario internacional, que lo alejaría tanto de las potencias capitalistas así como del comunismo de la Unión Soviética. Interesante dato para los que en los ’70 hablaban de un “socialismo nacional” para defender al General…
Sin embargo, y como siempre sucede con el peronismo, los hechos iban en otra dirección. Señalemos algunos de ellos. En 1946 el parlamento peronista ratificó el Acta de Chapultepec, un acuerdo promovido por EEUU entre países americanos que establecía una defensa común ante agresiones. Por aquél entonces Perón informó a diplomáticos norteamericanos que no debían preocuparse por la posición argentina ante un eventual conflicto bélico: la tercera posición sería una política para los tiempos de paz, mientras que frente el desencadenamiento de un conflicto armado entre EEUU y la URSS, la Argentina peronista se alinearía siempre con el primero.
Bueno, puede pensarse que finalmente se trató de palabras vacías o de una estrategia del General para entrampar a los yanquis. Nada de eso. A diferencia de la “tercera posición”, que se la llevó el viento, la defensa de los intereses bélicos norteamericanos fue una tarea que Perón se tomó con seriedad.
En uno de los momentos críticos de su gobierno –en medio de la crisis económica iniciada un año antes-, Perón procuró acercarse a EEUU, en búsqueda de créditos e inversiones extranjeras. Efectivamente, al desencadenarse la guerra de Corea en junio de 1950, año en que estaba gestionando un crédito norteamericano del Eximbank, Perón proyectó el envío de tropas. Hizo que el Congreso apresurara la ratificación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, acuerdo firmado en Río en 1947, que establecía la defensa mutua y reforzaba el acta de Chapultepec. Tras conseguir el fallo parlamentario favorable, Perón le escribió al subsecretario de Estado norteamericano Edward Miller:
“El gobierno y el pueblo de la Argentina han querido esta vez –cuando los Estados Unidos han adoptado la magnífica decisión de detener a Rusia en sus insidiosas y arteras maniobras-, trabajar rápidamente convirtiendo el Tratado en ley y asegurando, en la medida que estamos involucrados, la unidad continental y la firme decisión de defenderla en un frente unido y decidido.”
Si finalmente eso no ocurrió, no se debió a la habilidad de Perón para negociar en el plano internacional. Fue el resultado de la movilización obrera. Ferroviarios y metalúrgicos rosarinos, contra las propias dirigencias de sus sindicatos, salieron a las calles para evitar ser parte de una carnicería que se llevaría sus vidas para defender intereses ajenos. En estas movilizaciones, un papel importante le correspondió al PC, que agitó con firmeza la defensa de la paz.
Como vemos, Perón no solo fue un perro faldero de los intereses imperialistas norteamericanos, sino que no le tembló el pulso a la hora de enviar a obreros argentinos a un frente de guerra para sostener sus relaciones carnales con Estados Unidos. Es que entre patrones se cuidan las espaldas. Va siendo hora de abandonar las ilusiones en el “peronismo de Perón”, sino queremos reconstruir una vez más a nuestros propios verdugos.
Para seguir leyendo
Hay un excelente libro sobre el “peronismo de Perón”, que desnuda todos estos mitos. Lo reseñamos en: “PerónLeaks, de Marina Kabat”, http://bit.ly/2P4zN2C
Esto es sólo una visión superficial y sesgada. Y habría que profundizar también en las obras revolucionarias como la estatización de la salud pública y sus construcciones nacionales, de la profesionalización universitaria y técnica gratuita como un derecho para todxs, como también la supresión de la religión en establecimientos públicos junto con la separación de la iglesia y el Estado (hecho por el cual la iglesia fortalece y dictamina el golpe de Estado).
Obrero cosificado, es una nota sobre un punto particular. No se puede hablar de todo en todo momento. Si querés ampliar, podrías seguir el enlace en el pie de la nota. Tantos temas como planteas necesitan la extensión de un libro. Podrías leer el Peron Leaks…