Ernesto González coord.: El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, Antídoto, Bs. As., 1996, t. 2.
Reseña de Pablo Cámera (docente de la Universidad de Buenos Aires)
Hacia finales del año pasado, la editorial Antídoto publicó el segundo tomo de la historia del MAS, Palabra Obrera y la Resistencia (1955-1959). La obra lleva la firma de uno de los «históricos» de la corriente, Ernesto González, como coordinador. El equipo de redacción se completa con Marcos Britos, Hernán Camarero, Germán Gómez y Diego Guidi. El título general, El trotskismo obrero e internacionalista, a no dejarse engañar, se refiere exclusivamente al desarrollo de la corriente morenista, como parte del PSRN (Partido Socialista. Revolución Nacional) primero y, a partir de la ruptura del `55, como Partido Obrero Revolucionario (POR).
«No es una «historia oficial» ni un balance. Se trata de una investigación histórica…».[1] La afirmación de la contratapa nos confunde, a decir verdad. Esperábamos una investigación histórica, es cierto, pero no sospechábamos que la misma excluyera un balance. Suponíamos que una tarea de ese tipo sobre un grupo trotskista, ineludiblemente debía consistir en un análisis de cómo éste se enfrentó a la situación política, intervino en la lucha de clases y se esforzó por ayudar a los explotados a construir su herramienta de combate: un partido obrero revolucionario. Esto ha sido hecho por los autores, ¿por qué se niegan a considerarlo un balance?.
Por otra parte, tampoco queda claro qué rehusan ser al evitar la denominación «historia oficial». Escriben como militantes de la corriente, los otros grupos trotskistas (Ramos, Posadas) apenas son mencionados, su interpretación es coincidente con la que históricamente levantaran, las fuentes en que se basaron son en su mayoría periódicos y folletos «oficiales» y reportajes a viejos militantes (que tienen, en muchos casos, características meramente anecdóticas y no aportan demasiado al relato). Tal vez, tras el rótulo «investigación histórica» el MAS esté escribiendo la versión definitiva de su trayectoria.
El tema del libro es «los años que van desde el derrocamiento de Perón hasta la derrota de la huelga general de 1959 [que] son habitualmente conocidos como los de la ‘Resistencia Peronista'». La tesis, «que fueron los trabajadores quienes opusieron una tenaz oposición al nuevo régimen y a sus sucesores [ante] la defección de su dirección política y sindical» y que en esa lucha la corriente morenista y su política cumplieron un papel destacado. Efectivamente, la Revolución Libertadora no inaugura un período de «paz» sino de luchas durante las cuales los grupos trotskistas (el morenismo pero también el posadismo) crecieron en influencia y número. Los informes volcados dan cuenta de que el POR tenía militantes delegados en las más importantes fábricas metalúrgicas y textiles, así como también en los frigoríficos. Los períodicos partidarios (Lucha Obrera del PSRN y La Verdad y Palabra Obrera del POR) alcanzaron tiradas importantes. La situación se manifestaba propicia para este desarrollo porque: a) los sectores que se habían unificado tras la consigna de Fuera Perón, mostraban sus diferencias una vez logrado su objetivo (el síntoma más claro fue el recambio de Lonardi por Aramburu y la ruptura definitiva de la UCR); b) se verificaba una temprana resistencia de los trabajadores que luego de los primeros enfrentamientos de caracter espontáneo y desorganizado protagonizaron importantes y combativas huelgas durante 1956 y 1957; c) Las antiguas direcciones políticas y sindicales del movimiento obrero se hallaban en crisis.
La participación de POR en las huelgas -metalúrgica, de la construcción, de gráficos, Luz y Fuerza y del calzado- de finales de l956 fue importante. Si bien fueron derrotadas, se comenzó a forjar en ellas una nueva camada de activistas, no vinculados a las viejas direcciones burocráticas y en muchos casos en abierto enfrentamiento. En l957 los salarios reales cayeron motorizando una nueva oleda de luchas. El sexto congreso del partido definió ese año la formación del Movimiento de Agrupaciones Obreras (MAO) y la política del entrismo: convertir al MAO en un «puente» para superar la «atrasada» conciencia política de la vanguardia obrera. El MAO editó Palabra Obrera, semanario cuya denominación acabó por hacerse extensiva al movimiento y al partido. Palabra Obrera en busca de ese «puente» hacia las masas acabó mimetizándose con el peronismo. Seguir esta idea a través de los textos produce vértigo. Un sí, un no…
-«Nos consideramos parte del movimiento peronista, independiente [al igual que todas las fracciones peronistas de una época signada por la falta de centralización. aclaración][2] pero parte del movimiento» dice González, para luego aclarar que » el objetivo es lograr una organización independiente, obrera, clasista y revolucionaria»
-La clase obrera debía actuar «como una sola persona, con disciplina y respondiendo solamente a las exigencias de sus necesidades». El MAO «solamente acataría la disciplina de acción que se fijasen los propios integrantes de ese movimiento». Pero, «nuestro periódico salía con la leyenda bajo la disciplina del General Perón» Se ve que lo consideraban una de las «necesidades » de la clase obrera e «integrante» privilegiado -el primer trabajador- del movimiento.
-«El MAO desde su formación y aparición ha venido bregando incansablemente para que la clase obrera rebasara los límites sindicales» por lo tanto «solicitamos un puesto de lucha dentro del bloque obrero», nombre político de las 62 Organizaciones que el MAO apoyaba aunque -o ya que- eran «mayoritariamente peronistas y burocráticas».
Está claro que durante la etapa el morenismo logró «tener una inserción en el movimiento obrero y establecer un diálogo con los trabajadores en un grado hasta entonces desconocido por el trotskismo en la Argentina», pero no que esa inserción se tradujera en un desarrollo político de la organización revolucionaria. En vano puede buscarse el reconocimiento de la contradicción, era factible la independencia obrera «bajo la disciplina…». No era cuestión de perderse otra oportunidad, «otra experiencia de independencia política … el Partido Laborista … no la habíamos sabido aprovechar». Dos comentarios:
-Era difícil que la aprovecharan, incluso que quisieran hacerlo. En ese momento (1945) y un tiempo después (1949), el morenismo caracterizaba a los sindicatos como oficialistas, fascistas o semifascistas. El partido que se presentaba como la expresión política de los mismos había surgido en octubre de l945 al calor de una movilización fabricada por los militares y la policía (según Moreno).
-La independencia política del Partido Laborista forma parte de un mito. No se diferenció en lo absoluto de Perón, ni en el programa ni en sus candidatos, ni frente a la orden de disolución en mayo de 1946, meses después de haber servido de instrumento para las elecciones. Si esta era la oportunidad, mejor perderla.
Las elecciones de 1958 pusieron nuevamente a prueba la «disciplina». En 1957 las elecciones para constituyentes habían servido de modelo anticipado. Proscripto el peronismo, éste había ordenado votar en blanco. Detrás de la consigna se encolumnó Palabra Obrera, para «votar en contra de la ilegalidad de los partidos que combatieron la Libertadora, especialmente el mayoritario y su líder.» Frente a la propuesta de sectores nacionalistas que ya se orientaban hacia un acuerdo con el frondicismo, Palabra Obrera señalaba: «Todos los obreros conocemos bien a este doctor Frondizi (…) su silencio cómplice de aliado de los gorilas que lo hará pasar a la historia, como el más peligroso enemigo que han tenido los trabajadores en este período crucial de su existencia.» Retengamos el concepto.
El resultado electoral, voto mayoritario en blanco del 24% aproximadamente, fue inequívoco. Al año siguiente la situación se repitió pero esta vez, Perón llegó a un acuerdo con el frondicismo: apoyo electoral a cambio del cese de la proscripción. En los comicios, 841.400 personas desafiaron el acuerdo. Luis A. Romero, etimológicamente acertado, usa el latinismo reluctantes, los que luchan contra. Aclaramos nosotros: contra el frondicismo, el radicalismo del pueblo, los demócratas cristianos, los hijos de la libertadora y su madre. Pero también contra el Gran Padre. Palabra Obrera no estuvo entre los reluctantes. Considerando que no habría «crimen más grande que presentarnos divididos» (PO y el peronismo…) visitó a Alejandro Leloir «último presidente del Consejo superior del Partido Peronista y representante de la vieja oligarquía bonaerense». Este aceptó el convite pero la dirección de las 62 Organizaciones mantuvo su posición voto blanquista. PO aconsejó el acuerdo mediando entre ellos y consiguiendo el compromiso de que «el 60% de las candidaturas se integraría con dirigentes de los trabajadores designados … por el sector peronista de las 62.»(!) El acuerdo fracasó y Leloir llamó a votar en blanco. En ese momento PO reconsideró su posición concurrencista pero se felicitó porque había quedado salvada la unidad del movimiento. «Los titulares de Palabra Obrera fueron abrumadores en este sentido: Conseguida la Unidad del movimiento proscripto. Se impone organizar el voto en blanco; Ni un sólo voto del movimiento debe ir al frondicismo, ni al balbinismo, ni a los seudo peronistas; Derrotemos al gobierno y a los falsos peronistas».
Llegó la orden de votar a Frondizi:
«Una orden que desorienta.» «Acatemos (…) para salvar la unidad del movimiento, del bloque obrero y de las agrupaciones.» «Con el movimiento obrero y de masas no se puede jugar dándoles cada 15 días una instrucción diferente porque los que saldremos perdiendo seremos nosotros, todos nosotros.»
El pronóstico era correcto.
Balance «viejo»
En agosto de 1959 el primer congreso de Palabra Obrera anticipó la crisis del año siguiente en la cual «cuadros trostkistas de años tomaron un curso de adaptación a la burocracia, [ellos?] para luego separarse del partido y finalmente abandonar toda actividad política sindical … [como] la fracción formada por gran parte de nuestros dirigentes sindicales». Ya hacia 1959 había caído la venta de Palabra Obrera y su salida no era lo regular de otrora. En un informe sindical presentado al congreso se señala que la falta de equipos partidarios en el gremio textil (a pesar de que Palabra Obrera contaba con una militancia importante en el mismo) se debía a «que no se ha hecho trabajo político. Toda la actividad ha sido fundamentalmente sindical y aunque estamos rodeados de verdaderos luchadores antipatronales no hemos sabido nuclearlos La dirección ha sido consciente de este defecto pero ha dejado desarrollar el proceso, sacrificando la formación de equipos de Palabra Obrera a una verdadera integración dentro de la corriente verde [mayoritariamente peronista]»[3]
La dirección ha sido consciente… pero ha dejado desarrollar el proceso… Es lógico, ha sido su línea de capitulación frente al peronismo, de la cual no recula. La resolución del Congreso es abocarse a dos tareas: una campaña de suscripciones para sacar el periódico y «acercar a nuevos compañeros que ya habían comprendido el rol capitulante de la conducción sindical (…) para construir dentro del peronismo una verdadera organización revolucionaria.» El «defecto» se mantendrá hasta 1964, las ilusiones en la burocracia sindical mucho más.
Balance «nuevo»
Los autores discrepan con este balance, bien que corriendo con la ventaja de saber que, a pesar de las «correcciones» del congreso, la recuperación política no se dio. La derrota de la huelga general de enero de 1959 y la intervención directa del ejército (Plan Conintes) en la represión motivaron, luego de meses de lucha, un reflujo en el movimiento obrero y el avance en los planes de racionalización laboral. «No se trataba de que no hiciéramos política, sino del caracter de la política realizada.» ¿Algo de luz al final del túnel? No parece. Resulta que las «correcciones» llegaron tarde. La Libertadora «reperonizó a la masa». Si ya habían dejado de serlo, ¿qué sentido tenía construir «dentro» del peronismo? «Nuestro partido no pudo superar esa conciencia política atrasada de los trabajadores favorecida por el populismo peronista de la época de las «vacas gordas».» No parece un nuevo balance. Es más, llama la atención que, si van a utilizar los argumentos de Milcíades Peña, no se apropien de sus palabras. La tesis del «conservadorismo» y «quietismo» de la clase obrera argentina tiene que serles conocida. Es la justificación del «entrismo» y su fracaso escrita cuando el morenismo lo abandonaba. No hay responsabilidad alguna en la derrota. En la «reperonización» nada tienen que ver la profesión de fe peronista desde el PSRN en adelante, el haber compartido «el enunciado estratégico» de la máxima dirección peronista, ni la capitulación del voto a Frondizi. Se van compañeros, ganamos otros, el reflujo es obra de la situación. La historia es la oficial, el balance, el conocido. Daría la impresión de que uno podría reseñar ahora el tercer tomo.
Notas
[1] Todas las expresiones entre comillas pertenecen al texto examinado.
[2] Todas las aclaraciones entre corchetes pertenecen al autor de la crítica.
[3] Negritas de la crítica.