En el mundo de la política hay que entender que las cosas no son ni blancas ni negras. Y que tampoco se explican tan sencillamente por correlaciones simples. Se empiezan a meter tantos intereses en el medio que es difícil comprender, muchas veces, distintos movimientos que parecen contradictorios unos con otros.
Por ejemplo, una cosa que todo el mundo reconoce pero que no aparece a simple vista es que el ajuste que está llevando a cabo el gobierno es bestial, y la pandemia es la ocasión perfecta. Ni Macri se animó a tanto. El grueso del ajuste pasa por nuestros bolsillos: el de los compañeros que están siendo despedidos; el de los que están empleados en el sector privado, a quienes les ha caído brutalmente el salario; el de los empleados en el sector estatal que, aunque siguen cobrando, el atraso es peor todavía; y el de los jubilados.
Acá hay un aumento de la extracción de plusvalía de la clase obrera (recuerde cuando hablamos de explotación) presente como de la futura. Los jubilados viven de haber aportado su parte en el asunto cuando estaban en activo para los que en ese momento eran jubilados, y ahora reciben esa contraparte de los que están en activo. Cuando bajan las jubilaciones, lo que el gobierno hace es un choreo a ese ciclo.
Otro ejemplo es la imagen que hay de Kicillof como la personalidad que estaría controlando la economía argentina. Se supone que “el protegido de la jefa” representaría algo distinto: la defensa del mercado interno, cierto nivel de vida (aunque más no sea por cuestiones puramente electorales) y la persona que le habría puesto un límite al ajuste de Guzmán. Ahora, usted se estará preguntando ¿cuál es el límite? Las tarifas. El resto de las cosas siguen tal cual estaban. Entonces, ¿realmente Kicillof está controlando la economía, o simplemente uno hace de policía bueno y el otro de malo?
Kicillof encarna a ese personal político que viene de las afueras del sistema político. Porque está claro que Axel, no hubiera llegado a ningún lado de no ser por el kirchnerismo. Junto con él, hay una camada de gente, la juventud kirchnerista, que es toda una capa de la pequeña burguesía que activó con el 2001. Son todos profesionales universitarios, que no vienen del mundo empresario, y que necesitan del aparato del Estado para existir políticamente. De ahí, el lugar de La Cámpora y su necesidad de trazar alianzas con aquellos que les aseguren ese espacio en el aparato estatal.
Frente a esta nueva oligarquía, se encuentra lo que puede ser “el aparato político tradicional” o la vieja oligarquía. Es decir, aquellos que gobernaban el aparato del Estado hasta que apareció la crisis del 2001. Acá los que están en una contradicción muy profunda y de alguna manera mientras hay plata la pueden soldar, son estas dos fracciones: por un lado, eso que puede llamarse “el peronismo republicano”, “el peronismo de la provincia o del interior”, la CGT. Y, por el otro lado, esta camada de jóvenes que necesita del aparato del Estado para existir.
La llegada de Kicillof depende del dedo de Cristina. La pregunta es, ¿esta nueva oligarquía podrá construir algo al margen de Cristina? Lo que le falta a este grupo para consolidarse es controlar a ese sector que controla “la jefa” muy laxamente porque, en realidad, quién dirige la batuta es Bergoglio y otros grupos ligados a la Iglesia, el Movimiento Evita, que tienen un juego parcialmente independiente.
Pero más allá de cuál sea la fracción de la burguesía (la nueva oligarquía o la vieja) que esté intentando hacerse con el poder, nosotros debemos organizarnos en una Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados que dispute la conducción del gobierno a partir de una propuesta obrera y socialista.
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