Alberto Fernández presentó el decreto donde se reconocen las identidades por fuera del binomio masculino y femenino, al incorporar la nomenclatura “X” en el DNI, el pasaporte y/o la partida de nacimiento de la persona que lo solicitare. Recordemos que en toda esa documentación lo que consta bajo las palabras “masculino” y “femenino” (cuya condición de adjetivo la vuelve problemática) es el “sexo”. El sexo humano es dimórfico por naturaleza y la especie se ha reproducido como tal dentro de esa sexuación. Es una condición biológica dada, es una caracterización médica y científica, no un sentimiento ni un deseo ni una voluntad. Tampoco se puede cambiar ni con hormonas, ni con cirugías.
Sin embargo, esa diferencia sexual es el elemento real sobre el cual se construye la ideología de género. Vale decir, la sociedad coloca, a través de la educación y de la coerción, a las mujeres en situación subordinada con relación a los hombres. Es lo que el feminismo ha denominado patriarcado. Si bien la legislación burguesa ha establecido como principio la igualdad ante la ley, lo cierto es que, en la realidad, ni las obreras son iguales a las burguesas, ni las mujeres iguales a los hombres. Entonces, aun cuando esa lucha histórica del feminismo por la eliminación de los estereotipos de género para que los sexos no sean condiciones de jerarquía no puede lograrse bajo el capitalismo, las feministas socialistas tenemos la tarea de generar conciencia aquí y ahora: una de ellas es la de la promover la igualdad real entre hombres y mujeres. Esta medida del gobierno que se presenta como un avance es en realidad, un retroceso en las luchas feministas. Más que un retroceso: si cada persona puede elegir su sexo (no su orientación, ni su expresión de género), eso significa que no hay opresores y oprimidas, porque bastará con una X en el DNI para escaparle al patriarcado. En todo caso, si las mujeres no cambiamos esa F del documento por la X (o la M, valga cualquier letra del abecedario) es porque tenemos vocación de sumisión. Porque nos gusta ser sometidas. Esa es la absurda conclusión que destruye todas las luchas por una sociedad de iguales porque las letras resolverían el problema. Es la absurda conclusión de los aplaudidores que quieren hacernos creer que estas medidas constituyen “ampliación de derechos”. ¿Qué derechos concretos se amplían? Ninguno. Como no sea sentar las bases de un particularismo ad infinitum, según cada una de las personalidades que pueblan este generoso país. La prueba de ello fue la manifestación de Valentine, cuando le entregaron su demagógico DNI: “mi sentimiento interno no es una X”, mientras una compañera suya gritaba que tenían que ser nombradas todas las identidades.
Mientras la sociedad sigue funcionando sobre la base de la explotación y la opresión y las mujeres obreras somos las más vulnerables, en virtud de nuestra clase y por nuestro sexo, el Estado argentino anula la posibilidad de registrar la diferencia sexual, el único registro empírico que la ideología patriarcal utiliza para someter a las mujeres. El género es la herramienta que facilita y perpetúa la dominación y convertirlo en “identidad” es blindar los estereotipos de género. ¿Cómo será considerado el agravante del femicidio cuando una nacida mujer, pero autopercibida como X sea asesinada? ¿Irá a un pabellón de hombres una nacida mujer con documento y/o autopercepción de hombre o de X? Ninguno de las imposiciones genéricas que las feministas denunciamos hace más de 300 años como construcciones sociales y que es necesario abolir podrá siquiera mermar con estas medidas. Las feministas queremos una sociedad que no discrimine por orientaciones sexuales y que respete los derechos generales y específicos de la mitad de la humanidad: las mujeres. Sin embargo, en Argentina, el respeto por los deseos personales es, además de una forma de avasallar los derechos de las mujeres, un embellecimiento del ajuste en medio de una crisis económica de proporciones notables. Aquí, donde hay cada día más mujeres pobres e indigentes, cargadas de hijos, violentadas en prostitución o asesinadas, este decreto es simplemente, una muestra más de la hipocresía de la casta política que pretende pasar por progresista mientras vehiculiza las peores formas del patriarcado.