OME-CEICS
Como a fines de los ‘90, un amplio sector patronal pide la devaluación del peso. No se deje engañar: el problema no es monetario, sino de la ineficiencia de la industria (local y extranjera). Ni la soja les alcanza. Lo que ocultan es que necesitan aumentar la explotación.
Las discusiones acerca de la posibilidad de recurrir a la devaluación como mecanismo para paliar la desaceleración económica, el estancamiento en la generación de empleo y aumento de los niveles de conflictividad social aparecen una vez más. Según los apologistas de un dólar caro, el manejo del tipo de cambio posibilitaría la inserción internacional de los bienes producidos en el país, mediante la reducción de los costos. Aunque el gobierno asegura que se niega a devaluar y mantiene al peso oficial sobrevaluado, en realidad a través de la aparición del dólar blue se realizó una devaluación parcial “no oficial” cediendo ante las presiones de sectores de la UIA y el campo.
De alguna forma u otra, todos confían que un cambio en el valor de la moneda tendrá un efecto positivo en la acumulación de capital. Sin embargo, este debate esconde la incapacidad de los capitales radicados en el país para volverse competitivos y poder sostener al conjunto de la sociedad, incluido al Estado. Históricamente, compensaron su ineficiencia a través de la toma de deuda, el re-encauzamiento de la renta de la tierra y el abaratamiento de la fuerza de trabajo. Ante la imposibilidad de este gobierno de recurrir a la toma de deuda, quedan las otras dos modalidades de compensación mencionadas. Pese a los precios récord de la commodities, las dificultades continúan. El centrar la discusión sobre el tipo de cambio como causa de los problemas oculta que, sea con la moneda sobrevaluada o subvaluada, al capital local ya no le alcanza la soja y necesita aumentar la tasa de explotación para sobrevivir.
Malabares
El fin de la Convertibilidad trajo aparejado una fuerte devaluación del peso y se pasó de la sobrevaluación (el 1 a 1) sostenida con deuda a la subvaluación, gracias a que el Estado se quedaba con los dólares vía retenciones y la compra en el mercado que iban a parar al aumento de reservas. Pero hacia 2007-08 se invertiría la tendencia. El límite al aumento de las retenciones se tradujo en que la moneda local comenzó a sobrevaluarse. Es decir, el peso al tipo de cambio nominal empezó a tener un valor superior al que efectivamente le corresponde por la diferencia de productividad del trabajo entre la Argentina y los EEUU. Por ejemplo, para 2011 el tipo de cambio nominal se ubicó en promedio en torno a los 4,11 pesos por dólar, mientras que la paridad indicaba una equivalencia de 6,17 pesos por dólar1.
El tipo de cambio afecta a la distribución de los ingresos de las exportaciones e importaciones. Es decir, tiene un rol fundamental en la transferencia de la renta agraria de las principales mercancías exportadas. Cuando la moneda está subvaluada, el gobierno debe aplicar impuestos al comercio exterior para apropiarse de renta que luego transfiere a otros sectores. Cuando está sobrevaluada, la renta fluye hacia los capitales que importan mercancías porque gracias a la renta agraria que reciben se amplía su capacidad de compra en el extranjero. Pero también favorece la fuga de capital, ya que se vuelve barato comprar dólares en el mercado interno. Con lo cual una parte de la renta agraria se va del país.
Una situación intermedia es el desdoblamiento del tipo de cambio y el establecimiento de mecanismos de control. Al hacerlo, el gobierno obliga a los exportadores a liquidar sus divisas a un tipo de cambio sobrevaluado, es decir, obtienen menos pesos por cada tonelada vendida. Mediante esa apreciación, logra hacerse de mayores niveles de la renta de la tierra y desacelerar levemente el ritmo de la inflación; mediante, el tipo de cambio en negro (devaluado) descomprime el uso de divisas acumuladas no invertidas en el mercado interno, abaratando los costos en dólares de los bienes producidos en el país, a la vez que permite liquidarlos en caso de necesidad. Sin embargo, la desaceleración de la economía, pese a los altos precios de la soja, muestra que el manejo de la moneda no es el problema principal.
Acerca de lo que no es y no puede ser
Hasta aquí lo que ha venido sucediendo con el tipo de cambio, sin embargo, ¿de dónde sale la idea de que su manipulación puede remover los obstáculos que presenta la acumulación de capital en el país? Y más importante aún, ¿funciona?
Los defensores de la idea de la manipulación del tipo de cambio como forma de potenciar la acumulación de capital en el país se nutren de la matriz desarrollada por Diamand2, que ha suscitado adherentes de diverso orden, según la coyuntura específica3. Su hipótesis es que, dado que el tipo de cambio se ajustaría a la productividad agraria, y dada la menor productividad del sector industrial, este último no logra competir internacionalmente de manera exitosa. Por ello, los límites de la industria serían el resultado no deseado de las ventajas en el agro4. Detrás está la suposición de que los capitales nacionales tienen potencialidades para desarrollarse y que, si se removiese el obstáculo del peso sobrevaluado, podrían competir internacionalmente.
Sin embargo, en primer lugar, es falsa la idea de que todo aumento en el ingreso de dinero por la exportación de materias primas derive en una sobrevaluación de la moneda. Eso dependerá, entre otras cosas, de la circulación que tengan esas divisas. Segundo, es falso que la sobrevaluación por sí misma constituya una traba para el desarrollo industrial, ya que permite que el poder del peso se incremente por encima del que le corresponde a la productividad del trabajo nacional. Esto implica acceder al mercado mundial con un mayor poder de compra. De hecho, hubo aumento de la inversión por la sobrevaluación, al menos hasta fines de 2011.
La pregunta central es, entonces, por qué se vuelve tan necesario captar esta parte de la renta. La respuesta es que de otro modo, la Argentina no podría funcionar. Diamand y sus seguidores creen que el capital industrial en el país es capaz de re-lanzar la acumulación en un nuevo nivel, si se remueven los obstáculos asociados al tipo de cambio. Sin embargo, lo que se identifica como obstáculo es lo que en realidad permite la supervivencia de estos capitales: esto es, la renta de la tierra que se apropian a través de distintos tipos de subsidios. Entre otros, mediante la sobrevaluación del peso.
La devaluación o la propuesta de un “tipo de cambio competitivo sostenido en el tiempo”5 no pueden, por sí mismas, eliminar la baja productividad de la industria local, con una escala pequeña, dado el tamaño de su mercado doméstico. Tampoco pueden afectar de manera perdurable el salario, a pesar de ser uno de sus objetivos la reducción de los costos laborales en dólares. Esto es así porque lo que define el valor de la fuerza de trabajo son las condiciones de reproducción y la lucha de clases. La burguesía no es capaz de promover la concentración y centralización completa del capital, movimiento necesario para que la producción local alcance escalas mayores, porque implicaría la desaparición de buena parte de la misma. Por eso, aquellos que creen que la manipulación del tipo de cambio relanzará a las industrias del país, deberían preguntarse en realidad, si es realmente posible en este régimen social, el avance de las fuerzas productivas más allá de sus límites, o si para hacerlo, no resulta necesario un cambio de sistema.
NOTAS
1 En base a cálculos de OME.
2 Diamand, Marcelo: “La estructura productiva desequilibrada argentina y el tipo de cambio”, Revista Desarrollo Económico Vol. 12 N° 45. 1972. Para ver una crítica remitirse a Dachevsky, Fernando: “Échale la culpa al yuyo. La Enfermedad Holandesa y los límites de la industria argentina”, en El Aromo n° 60, 2011.
3 El campo ha salido a propiciar una devaluación (véase Miradas al Sur 08/07/12), la UIA, que ahora la relativiza, fue una de sus mayores impulsores en 2001/2 (véase La Nación 05/12/02).
4 Esta idea es sostenida, incluso, por sectores de izquierda, que, después de afirmar que los capitales en el país acumulan gracias a la renta, afirman que “la existencia de la renta diferencial actuó históricamente, y sigue actuando en la actualidad, como un elemento que agrava la incapacidad del capital que se valoriza en el espacio nacional para competir a nivel internacional” (véase www.ips.org.ar/wp-content/uploads/2011/03/Renta-agraria-y-desarrollo-capitalista-en-Argentina.pdf). Resulta un tanto contradictorio, aseverar que los capitales se sostienen en base a la renta y, a continuación, afirmar que la renta constituye una traba al desarrollo.
5 Véase Curia, Eduardo: El Modelo de Desarrollo en Argentina. Los riesgos de una dinámica pendular, Fondo de Cultura Económica, mayo de 2011.