Los camellos de la Recoleta. La inculta cultura peronista disimula la existencia del capital

en El Aromo n° 102


Ricardo Maldonado
Grupo de Cultura Proletaria

Lejos de profundizar en la diferencia entre fracciones de la misma clase trabajadora es necesario denunciar y señalar sistemáticamente la clase que ha organizado la sociedad en función de su ganancia: los patrones, los capitalistas, los burgueses. Esa clase que no aparece en el discurso peronista por lo mismo que no aparecen los camellos en el Corán: el peronismo puede no nombrar a los patrones porque es absolutamente y totalmente burgués.

Los artistas y la sociedad

El arte en tiempos reformistas se basta a sí mismo, en períodos de cataclismo es un pasajero de tercera del Titanic que se sacude dentro del barco social buscando de dónde agarrarse. Para no golpearse constantemente e intentando sobrevivir al naufragio, comienza a exceder su acción específica, su obra, e intenta explicarse, justificar en términos de significación social, la propia tarea. Es inevitable porque la decadencia de una sociedad lleva a la degradación de la vida social y, por lo tanto y en primer lugar, de las expresiones más libres de esa vida común. Que en nuestra sociedad esa degradación se presente bajo la aparentemente contradictoria expresión de una riqueza crecientemente acumulada en simultáneo con una pauperización nunca tan extendida, es uno de los aspectos singulares de las relaciones sociales capitalistas. Esta contradicción es también simultánea con otra: ninguna sociedad históricamente tuvo su estructura canalizada a través de la relación entre cosas, aparentemente entre cosas, porque las cosas ocultan las verdaderas relaciones entre las personas, las relaciones sociales, la estructura de clases sociales, la propiedad de los medios de producción.

Entonces, cuándo lo que amamos está en peligro, cuando la belleza y la libertad deben mostrar sus credenciales para justificar su existencia, la crítica asume un lugar privilegiado. La crítica, el criterio que ordena, separa, une y explica, asume un papel protagónico. Eso se puede encontrar en un cambio de tema en la palabra de los artistas. En el pasaje de la justificación individual de la obra, la biografía, la explicación de lo construido, centrada en la producción y su relación a la propia construcción subjetiva, a la justificación social, la exposición de las cartas credenciales de la obra y la disciplina. Es cuando se comienza a explicar la creación artística desde su inserción en la sociedad. En resumen, el artista habla de la sociedad más que de sí mismo, y lo hace con mayor asiduidad cuanto mayor es la disgregación que amenaza a su tarea. Y llegado a esta situación, ya no se puede escapar a la obligación de abrir un juicio sobre el funcionamiento y la estructura social.

Un artista, peronista

Un ejemplo muy notorio es Daniel Santoro, artista plástico, peronista. De su autoría son las siluetas de Eva Perón (realizadas en colaboración con el escultor Alejandro Marmo) colocadas en los frentes norte y sur del edificio ministerial de la 9 de Julio y Moreno. Formado en la Escuela Nacional de Bellas Artes P. Pueyrredón, comenzó a exponer en 1987, siendo dos exposiciones emblemáticas de su trayectoria: Un mundo peronista (2001) y Leyenda del bosque justicialista (2004) y el libro Manual del niño peronista (2003) y en 2013, en el margen sur del Riachuelo, se emplazó una escultura suya de 15 metros de altura, El coloso de Avellaneda. “Como Massaggio, como Velázquez, como Freud, elaboro lo retiniano, lo que el ojo puede captar (..) El mundo del realismo es mi barrio.”i dice Santoro que es un artista formado en el circuito académico más tradicional. Sin embargo esta afirmación de índole plástica es extremadamente escasa en su discurso, suele hablar poco de pintura y mucho de la sociedad y la relación con una obra inextricablemente ideologizada. Vamos a explicar el porqué de este adjetivo.

Santoro es uno de los referentes de la cultura progresista peronista. Ese mundo que tuvo su climáx entre el 2008 y el 2012, y cuyo epicentro se encuentra en Recoleta, en dónde se reunía Carta Abierta (y dónde ahora tiene su domicilio CFK) Al progresismo peronista le duele su exterioridad con respecto a la clase trabajadora, y sobre todo con respecto a sus sectores más empobrecidos. Por eso sobreactúa. Escribió Borges: “Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe (…) Mahoma, como árabe, no tenía por qué saber que los camellos eran especialmente árabes; eran para él parte de la realidad, no tenía por qué distinguirlos; en cambio, un falsario, un turista, un nacionalista árabe, lo primero que hubiera hecho es prodigar camellos, caravanas de camellos en cada página; pero Mahoma, como árabe, estaba tranquilo: sabía que podía ser árabe sin camellos”ii

El goce de Carta Abierta

Si en el Corán no hay camellos, en el progresismo peronista abundan y redundan los negros y los choripanes, los villeros y el conurbano, los planes sociales y la cumbia. Nada malo hay en ello, si no fuera por la consecuencia que luego se desprende de esa presencia. Ésta nunca se efectivizó de manera tan patente como al final del gobierno de CFK, cuando en 2014 el diputado y jefe de La Cámpora, Larroque, logró aprobar en el Congreso el Día Nacional de la Identidad Villera. Si los problemas sociales suelen designar un día para concientizar y luchar para cambiar la situación, la identidad es exactamente lo contrario, pretende hacer permanencia y virtud de una carencia. Promover el orgullo de ser afectado por la miseria. Y sostener la conciliación de clases que tiene como horizonte la persistencia de la diferencia de clases.

Cómo la degradación social hace cada vez más difícil justificar la existencia de esta diferencia, aparecen justificaciones más complejas y retorcidas. Y. algo llamativo, algunas justificaciones llegan a la misma conclusión con argumentos exactamente opuestos. Ya en otro número del Aromo mencionamos cómo una corriente de psicoanalistas peronistas deforma el concepto de goce de Lacan para afirmar la imposibilidad de la revolución. Básicamente el argumento es que antes los pobres satisfacían necesidades y entonces podía lucharse por la satisfacción de esas demandas, pero ahora no, ahora gozan, es decir efectivizan un consumo cercano a la compulsión a la repetición, el sufrimiento y la autodestrucción. Por lo tanto el horizonte de la revolución se hace imposible si se debe contar con estos zombies cuyo cuerpo los determina a consumir hasta la muerte. “Una verificación política que para mí tiene este problema es la siguiente: cuando uno era militante en los 70 iba a las villas y podía aceptar la definición de Marx de que la pobreza era la no satisfacción de las necesidades materiales. En cambio ahora lo que se ve es una inflación de goce. Esto es: el eclipse de lo simbólico. En otras palabras no hay tramas simbólicas que permitan articular ese goce. Pero hay armas fabricadas, marcas falsas, drogas de todo tipo, plasmasiii

El goce de Santoro

Santoro llega a la misma conclusión utilizando el goceiv de manera opuesta. Su argumento es distinto, pero también escapa a la existencia de la necesidad, es el siguiente. Se trata de una sociedad que no se divide en clases, sino dueños legítimos del goce y advenedizos. “Por eso despierta ese odio que no varía, no tiene una evolución en el tiempo porque es un odio muy primario, Lacan lo define absolutamente, como la imposibilidad de gozar si hay un otro, al que yo pienso que no le corresponde, gozando. (Evita les construyó) Chalecito californiano con pisos de roble de Eslavonia hubo algunos hechos con otros materiales… es una macana porque es un buen detalle… lo que produce el fantasma neurótico del goce: una gran angustia”v Para simplificar el problema no es la disputa por la plusvalía, la explotación. No se trata de la disputa entre los capitalistas y la clase trabajadora por la apropiación de la riqueza social. Nada de eso. Es simplemente una disputa entre los negros y la clase media. La clase media se angustia por ver a los negros acceder al “goce” que le pertenece a los blancos. Eso es “la democratización del goce” y es el (miserable) máximo nivel que pueden pretender acceder los trabajadores. En otro reportaje reconoce Santoro:

“Ese obrero quiere venir a gozar. Y eso se traduce en dar un paseo, en ir al cine. Nada más. Pero eso en su momento fue muy traumático para las clases medias. Eva Perón fue la primera que dijo: ‘Pasen’. Esa es la democracia real. El peronismo no quiere hacer la revolución. Es mucho más modesto… y al mismo tiempo mucho más molesto para el capitalismo. Porque no quiere cambiar el sistema, lo único que quiere es democratizar eso que vos tenés. Y la comprensión que se tiene para con un revolucionario que quiere cambiar el mundo no se tiene para con un negro que quiere venir a gozar al lado tuyo”.vi

Se entiende que la línea de demarcación social es la clase media de Recoleta. El problema social no se encuentra en la acumulación, la escala, la competencia y la explotación capitalista, sino que en un caso ya no vale la pena que la clase media “vaya” a las villas porque están quemados por el goce, en otro caso el problema es el nivel de incomodidad que los negros provocan en esa clase media. Mientras se justifica la defección o el enojo de la clase media se impide pensar en que las reglas del capitalismo siguen vigentes aunque no se las piense.

Es raro encontrar una estructura ideológica tan transparente y tan opaca. Transparente porque no oculta que el único punto de referencia es la conciencia individualista de las capas más acomodadas e intelectuales de la clase trabajadora y las más pauperizadas de la pequeñoburguesía profesional liberal. Transparente también porque no piensa la sociedad, la mira. Y cree en lo que es evidente, que hay dos tipos de personas, los negros y la clase media. “Eso” que se da a mirar (apto para lo retiniano, lo que el ojo puede captar como pide Santoro) elude la estructura. Elude la determinante relación a un “tipo” de personas que vemos poco pero inciden mucho en nuestra vida: los burgueses. Y es opaca porque recurre a un complejo concepto psicoanalítico, vigente en relación al sujeto del inconsciente, trasegado de manera bárbara al plano socialvii.

Volvamos al comienzo. La cultura se encuentra, para cualquiera que no se haga el tonto, amenazada. Su defensa implica implicarse en la lucha de clases, construir la herramienta para derrotar al capital. Por lo tanto lejos de profundizar en la diferencia entre fracciones de la misma clase trabajadora es necesario denunciar y señalar sistemáticamente la clase que ha organizado la sociedad en función de su ganancia: los patrones, los capitalistas, los burgueses. Esa clase que no aparece en el discurso peronista por lo mismo que no aparecen los camellos en el Corán: el peronismo puede no nombrar a los patrones porque es absolutamente y totalmente burgués.


Notas

i https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-172939-2011-07-24.html

ii http://pdfhumanidades.com/sites/default/files/apuntes/47_-_El_escritor_argentino_y_la_tradicion.pdf

iii Alemán, Jorge: Horizontes neoliberales de la subjetividad, Editorial Grama, Buenos Aires, 2016. Pág. 72

iv Sólo para ilustrar el complejo concepto en el que fundamenta su superficial posición Santoro, una cita de Lacan sobre el goce, “eso” que el peronismo democratiza: “Puesto que el camino hacia la muerte, no es nada más que lo que llamamos goce” Jacques Lacan, El reverso del psicoanálisis. Seminario XVII (1969-1970), Paidós, Buenos Aires, 1992. Texto de la Clase Nº 1, del 26-11-1969.

v https://soydondenopienso.wordpress.com/2014/12/24/el-peronismo-es-la-democratizacion-del-goce/

vi https://kranear.com.ar/2015/09/07/democratizar-el-goce/

vii Es interesante que psicoanalistas de instituciones prestigiadas admiten estos usos espurios del concepto de goce. Una confirmación más de la proposición marxista de que la existencia social determina la conciencia individual. http://www.lecturalacaniana.com.ar/entrevista-a-daniel-santoro-parte-ii/

 

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