Las Sagradas Escrituras. Acerca de una crítica de Jorge Terracota al libro Desocupados en la ruta. Dibujos con programa de Nancy Sartelli

en Arte/El Aromo nº 54

maxiPor Maximiliano Vega – Grupo de Muralistas Piqueteros – CEICS

En un artículo1 de la revista Socialismo o Barbarie de diciembre del 2009, Jorge Terracota, militante del MAS, critica el libro editado por nosotros, a partir de tres ejes: el problema de la libertad, el carácter de clase del arte y los artistas y la posibilidad de crear un “arte piquetero”. Veamos.

Como el sol cuando amanece…

La idea de libertad y el carácter de clase se relacionan muy directamente y de forma particular en el campo artístico. En el libro mencionado, Nancy señala que existen artistas burgueses, pequeñoburgueses y obreros. En tanto que los primeros tienen su vida asegurada (a costa de la inseguridad general de la vida del resto del mundo) su libertad es una realidad, al menos dentro de los límites que el capitalismo fija a su propia clase dominante. Para los dos restantes, el panorama es distinto, dado que se encuentran condicionados negativamente por las relaciones sociales existentes. A fin de mantener el mito de la “libertad” pura, el artista “pobre” recurre a la escisión entre conciencia y práctica social.2 Para Terracota señalar esto es un reduccionismo economicista que resulta estéril al momento de pretender elaborar conceptos. Según él o mejor dicho para el filósofo italiano Antonio Labriola “solamente a un cretino pudo haberle pasado por la cabeza que la moral individual de cada hombre es rigurosamente proporcional a su situación económica individual… no es posible reducir el desarrollo de los individuos particulares exclusivamente al tipo de clase o del estado social.”3
Lo dicho más arriba no niega que personas de una determinada extracción de clase lleven adelante intereses de otra, es decir, que un burgués o pequeñoburgués lleve adelante un programa que busque la independencia de la clase obrera o, lo que es más común, que los obreros lleven adelante un programa burgués. Pero sí que el sustrato material condiciona la conciencia, la experiencia la antecede y que ese artista debe ligarse a otros intereses sociales y reeducar su conciencia si desea conquistar su libertad. Es decir, cobrando conciencia de la necesidad y no creyendo que por encerrarse dos o tres horas en algún rincón después de haber estado trabajando 8 ó 10 horas puede alcanzar la “libertad” o “aislarse” del afuera como por arte de magia. El que niega la determinación general de las relaciones sociales no sólo es un cretino, sino, lo que es peor, no es marxista. El que cree que los artistas tienen alguna cualidad particular por la cual no vale para ellos lo mismo que para el resto de los mortales es, sencillamente, un tonto.
Terracota sostiene que hablar del “mito” de la libertad resulta una vulgarización simplista que sólo sirve para soslayar la cuestión y, remitiendo al encuentro Trotsky-Bretón, agrega que para que el arte pueda servir a la revolución, debe ser independiente y libre de toda imposición, como si esta misma afirmación no fuera precisamente eso, una “imposición”. Hay aquí presente una idea extremadamente simplista de la mente humana: si al artista el partido no le impone nada, entonces es libre, como si la sociedad capitalista y sus ideologías no estuvieran ya en su cabeza. Dicho de otra manera: para el señor Terracota no existe la ideología. Que todo el asunto no es más que una contradicción ridícula lo demuestra él mismo cuando señala que las “movidas contraculturales” que no pudieron ser revolucionarias deben su fracaso a “la crisis de dirección de la humanidad, que es la crisis de dirección de la clase obrera”.4 ¿En qué quedamos? ¿Los artistas deben ser dirigidos (eso quiere decir “imposición”) o no?
Por otra parte, ¿realmente Terracota está dispuesto a dejar que los artistas del MAS expresen lo que se les dé la gana? ¿Qué sucedería si uno de ellos, al pintar la lucha de los trabajadores de FATE, por poner un ejemplo, en lugar de mostrar cómo la unidad de los compañeros puede ser crucial, retrata elogiosamente la conciliación con la patronal o, peor aún, destaca positivamente la represión estatal? Detrás de las loas a la “libertad” al artista se esconde una hipocrecía innecesaria: todo el mundo tiene un programa y los que luchan juntos tienen derecho a exigir a todos sus compañeros su defensa.
Asumir un programa consciente para el arte no es más ni menos que eso, hacerlo conciente y responsabilizarse por el contenido de esa conciencia. La idea según la cual la dirección política de los artistas consiste en estar detrás del compañero que pinta o ejecuta algún instrumento diciéndole cómo hacerlo o moviéndole el pincel o las manos sobre la guitarra, es, efectivamente, otra tontería digna de un cretino. También en este caso existe el acto creativo, el momento en el que la tela está en blanco y hay que pintar. El tema es qué pinto, qué es lo que voy a decir, lo que quiero provocar en los otros, qué sentimientos deseo activar. Dicho de otro modo: ¿cuál es mi programa?

Por los siglos de los siglos….

¿Por qué motivo no puede haber un arte proletario o piquetero? Porque Trotsky y Lenin lo dijeron, responde Terracota, que agrega que es absurdo pretender que aquellos que se han visto empujados a la miseria puedan constituir una nueva cultura que ilustre a las futuras generaciones.5 Buena parte, si no toda la sustancia de la negación de la posibilidad de una cultura proletaria se basa en las concepciones de Trotsky sobre la naturaleza de la clase obrera. Trotsky hablaba de un proletariado que hoy no existe, por ejemplo, cuando se refiere a su carácter masivamente iletrado. Por el contrario, una porción sustantiva del movimiento piquetero está compuesto por un proletariado extremadamente educado, que va desde los maestros hasta los profesores universitarios, pasando por los docentes secundarios (ni hablar de los ex miembros de las otrora “profesiones liberales”, como los médicos o de los obreros de cualquier fábrica de hoy). Negar su posibilidad de creación cultural es no ver lo que esos (y otros) compañeros hacen todos los días. Quizá porque la izquierda trotskista tiene esta tara tan ridícula, la enorme energía proletaria que se manifiesta en el rock, en los talleres barriales, en las murgas, en los clubes de barrio, etc., etc., ha caído siempre en manos del Stalinismo en el mejor de los casos, o directamente de la burguesía.
Lo mismo sucede cuando Terracota cita al Lenin que critica a los prolekultistas por defender una cultura proletaria en un país que no ha podido siquiera asimilar una verdadera cultura burguesa. La burguesía rusa, en esa transición incompleta del feudalismo al capitalismo, tenía un desarrollo insignificante, ni siquiera había hecho su propia revolución. ¿Argentina es esa Rusia llena de campesinos, sin relaciones capitalistas desarrolladas plenamente, por lo tanto, sin una verdadera burguesía? Habría que ser un cretino para negar que la Argentina es un país burgués completo de arriba abajo. Entonces, ¿qué valor pueden tener esas afirmaciones de Lenin aquí hoy?
RyR no rechaza ninguna herencia ni cree que puede construir un futuro puramente proletario desde la nada. Simplemente está convencida (y puede probarlo) de que el proletariado argentino está en condiciones de emprender una tarea de magnitud histórica. Terracota habla implícitamente de la Argentina como si fuera maoísta. Es el resultado de una actitud religiosa ante la realidad, que consiste en leer la Biblia (Trotsky, Lenin, etc.) y repetir frases cuyo valor no se constata ni se confronta con los hechos. Pereza mental diríamos nosotros, aunque el compañero Terracota habló de “cretinismo”…
Por otro lado, la idea de que la cultura proletaria únicamente es la hecha por los obreros es falsa (y después se nos acusa de Proletkultistas…). Nunca afirmamos eso, sino todo lo contrario: ¿cuál sería si no la lógica de nuestra defensa de una política artística propia del partido revolucionario? Por otra parte, no reivindicamos la cultura proletaria a secas, sino la “piquetera”. No se trata de un “nuevo sujeto histórico” (¿otra vez con esa cantinela?), sino de la fuerza social hegemonizada por la clase obrera que inició, a fines de los ’90, un proceso de independencia de clase potencialmente revolucionaria. De los impulsos, sentimientos, temas y problemas que emergieron con él hablamos cuando hablamos de “cultura piquetera”: la conciencia revolucionaria del proletariado tal cual ella aparece en este aquí y ahora de la Argentina.

La herejía

Existe otro motivo, mencionado al pasar más arriba, por el cual se hace difícil hablar de arte proletario y dirección del partido a sus artistas y es , efectivamente, el Stalinismo. Es la tara propia de los trotskistas, que los convierte lisa y llanamente en buenos liberales burgueses. Arte proletario es, para estos compañeros, igual a realismo socialista, que es igual, a su vez, a Stalinismo. Como el Stalinismo es algo malo y como somos trotskistas, es necesario decir lo contrario, con un criterio ridículo según el cual si ellos dicen que la Tierra es redonda, debiéramos andar por la vida afirmando que es cuadrada…
Se trata de un prejuicio que Terracota ejemplifica claramente cuando critica las producciones de RyR, cuyo contenido no se detiene a analizar. Afirmaciones prejuiciosas y prolekultistas sobre Río Rojo, por ejemplo, “explican” que no pueden hacer música piquetera porque se trata de un “grupo de jóvenes educados en el conservatorio”, razón por la cual, Marx y Engels, educados en las mejores universidades burguesas, no deben haber producido nada útil para el proletariado… Su obra no recogería “el espíritu y la conciencia del piquete” (¿y por qué tendría que hacerlo, no es que el artista debe ser libre?) “independientemente de su valor musical”… ¿Cómo independientemente de su valor musical? Si se va a analizar un trabajo artístico no se puede dejar de lado el objeto de estudio. En los dos CDs de los compañeros hay una trabajo de desarrollo teórico por el cual se explica el concepto general del trabajo, la disposición de las canciones, el uso de los recursos musicales, etc. Si el compañero se hubiera tomado el trabajo de realizar un acto cultural consciente, si hubiera escuchado el contenido de las canciones, su orden, etc., etc., se habría dado cuenta de que La línea sinuosa no habla del “espíritu del piquete” (¿?) sino del desarrollo de la conciencia….
Lo mismo ocurre en el caso del libro de dibujos: se hace referencia al mismo sin analizar el trabajo en sí, total los hechos concretos no importan… El problema es que aquí el prejuicio prolekultista no le ayuda, porque justamente los dibujos fueron hechos durante los años 2001 y 2002, en La Matanza, las Asambleas Barriales, Brukman, la Asamblea Nacional de Trabajadores, etc. ¿Los dibujos reflejan el espíritu del piquete?. ¿Cuál es la conclusión estético política que saca al verlos? ¿Sirve el arte como herramienta de lucha en la sociedad de clases? Es una pena, porque teniendo en cuenta que Nancy es docente de primaria en los lugares más pobres del conurbano, igual que varios de los integrantes de Río Rojo, o que Rosana López Rodríguez, la autora de La herencia, es profesora de secundario en San Martín, Terracota se perdió la posibilidad de testear sus afirmaciones sobre la posibilidad del arte proletario… Por el contrario, se limitó a predicar el Santo Evangelio, enumerar sus prejuicios e insultar a compañeros que le roban horas al sueño y a la familia para producir un arte que promueva la conciencia, en lugar de transar con cuanto funcionario ande por allí para acceder a las capillas del arte burgués. Libertad que los trotskistas suelen otorgarle a sus artistas a cambio de poner la cara de vez en cuando en alguna conferencia o el nombre en alguna lista… El compañero debería conocer un poco más lo que critica, teniendo material de sobra y pudiendo levantar el teléfono y charlar con los que supone “burgueses” prolekultistas…

Trotsky, pobre Trotsky…

Sí, cuántas cretinadas se dicen en tu nombre. Peor aún, con qué ingenuidad se te cita diciendo lo contrario de lo que decís. Veamos la siguiente cita terracotiana del compañero León:

“La revolución comunista se propone como tarea abolir al arte como esfera separada de la producción material de la vida sin abolir su diferencia específica; la tarea de conquistar la vida por sobre la sobrevivencia. ¡Toda la libertad en el arte! es una consigna muy ambigua; muy mezquina para esta revolución, dado que se basa en el supuesto de la independencia del arte, de su separación dde la producción material, etc, es decir lejos de las aspiraciones de las vanguardias modernas y de la propia actualidad capitalista.. ¡La abolición del arte por la revolución y la realización del arte para revolucionar la vida, he ahí lo que queremos!”

Decida el lector de qué lado está Trotsky…

NOTAS

1 Terracota, Jorge: “El tortuoso idilio entre arte y revolución”, en Socialismo o Barbarie nº 23/24, Buenos Aires, 2009
2 Sartelli, Nancy: Desocupados en la ruta. Dibujos con programa, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2006
3 Terracota, op. cit., p. 396.
4 Ibid., p. 393.
5Ibid., p. 399.

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