Ya se conocen las fórmulas electorales que competirán en las próximas elecciones. Y es necesario analizar cómo los distintos partidos marchan hacia octubre. Hoy nos vamos a centrar en los partidos considerados de izquierda, que cada tanto dicen haber conformado una “nueva izquierda”.
Si seguimos esta lógica de “novedosos surgimientos”, hoy en día vemos que está presente en el país una “muy vieja” “nueva izquierda”. Es decir, aquella que en su momento se había separado de la Segunda Internacional, cuyo principal exponente es el Partido Comunista, y que, acá en Argentina, en los años ‘60 encuentra una resistencia muy fuerte con la aparición de una “nueva vieja izquierda” que la conformaron diferentes variantes del maoísmo occidental y del guevarismo. Esta última corriente va a tener un protagonismo muy notable entre fines de los 60 y comienzos de los 70, y es la que más sale golpeada después de la última dictadura militar.
A ella, le va a suceder “una seudo nueva izquierda” que es autonomista, posmoderna y se caracteriza por rechazar a los partidos políticos, a la política estatal y por su supuesto trabajo por abajo. Los MTDs, principalmente. Ahora, si bien critica al Estado, vive de él. La gente que compone este tipo de izquierda “llega al poder” con Kirchner. Es decir, no es que asume, sino que se realiza y consigue una mayor cantidad de recursos.
Ahora, usted se estará preguntando por qué decimos que es “seudo”. Porque las izquierdas anteriores a esta tenían vocación de poder: “vamos a modificar el mundo de la cabeza para abajo”; “vamos a cambiar el mundo haciendo que sea otra cosa mediante la toma del poder”; “vamos a transformar las relaciones sociales”. Pero, esta izquierda “seudo” es puramente discursiva, lo único que quiere es construir relatos que justifiquen a quién está en el poder. En el caso del kirchnerismo esto lo vemos muy claramente. Todo el “relato k” tiene su sustento en esta izquierda.
De todo este escenario, lo que domina en la Argentina es una variante menor de la izquierda que surge en los años 60, junto con el guevarismo, y que tiene una participación muy menor. Porque en nuestro país, el trotskismo no tuvo mucha posibilidad y esto tiene que ver con el resultado de la lucha de los 70. En aquella época el trotskismo argentino tuvo una participación muy menor porque quien fue protagonista en la Argentina fue el guevarismo. Por eso, hoy no existe. En el imaginario popular la idea del guevarismo aparece como algo externo o lejano. A veces como una cosa media oscura como producto y como resultado de la propaganda del proceso.
Entonces, lo que es importante es que entre el PC que se plegó directamente a la burguesía kirchnerista y el guevarismo que desapareció, la única que queda en pie para esta nueva etapa es la izquierda trotskista. Es decir, no fue por virtudes propias sino por descarte. No fue porque hicieron algo virtuoso, sino porque no había otra opción. A esto le sumamos que en el 89 se cae el muro de Berlín y todo el descalabro que ello implica para estas corrientes, y entonces en la Argentina no queda otra cosa que el trotskismo.
El trotskismo argentino es en realidad la decantación de tres décadas sin izquierda. En la Argentina no hay sectores de izquierda que tengan peso real. Pareció que lo iba a haber en el 2001, cuando muchas de estas organizaciones hicieron carne, pero no. Parecía que durante la década kirchnerista era posible ganar cuerpo, que con el FIT era posible ir a un proceso de unificación de 4 partidos que dicen tener el mismo programa. Pero todo quedó en la nada.
Estamos en la peor crisis de los últimos 20 años, algo que se asemeja mucho al 2001, y en vez de estar preocupados en organizar la rebelión que se viene, están con toda la energía puesta en las elecciones. Esta es una izquierda electoral, que no tiene forma de diferenciarse porque son todas iguales. Están marcadas por la idea de que en algún momento vendrá la revolución, ¿cuándo? Quién sabe. No tienen ninguna propuesta y lo único que hacen es ir tras las políticas del kirchnerismo.
Tras este escenario, debemos dejar de lado a la izquierda electoralera. Somos nosotros los que tenemos que encauzar el estallido que se viene y organizarnos en una gran Asamblea Nacional de Obreros Ocupados y Desocupados que levante un programa obrero y socialista que no esté viendo si consigue o no alguna nueva banca, sino que se proponga la disputa del poder.