La superreacción. Reseña de la película ‘Waiting for Superman’, de Davis Guggenheim (2010)

en El Aromo nº 60
a60_ges_pelicula_waintigNatalia Álvarez Prieto
Grupo de Investigación de Educación Argentina-CEICS

En septiembre de 2010, se estrenó en Estados Unidos Esperando a Superman (Waiting for Superman), un documental dirigido por Davis Guggenheim y financiado por Bill Gates. Allí, se busca retratar el estado calamitoso en el que se encuentra el sistema educativo público estadounidense. Incluso, el film va más allá al teorizar sobre las razones de la debacle: la culpa es de los docentes malos, anclados a sus puestos de trabajo gracias a una legislación laboral rígida, defendida por sindicatos poderosos. Antes de adentrarnos en la reseña del documental, veamos algunos de los antecedentes de su director. En el transcurso de 1999, Davis Guggenheim registró el primer año de trabajo de algunos docentes, lo que dio lugar a un documental -The first year (2002)- orientado a demostrar la necesidad de profesores cualificados para superar la crisis del sistema educativo. En 2006, filmó un nuevo documental pero esta vez sobre los efectos del calentamiento global: La verdad incómoda. Una advertencia global, conducido por Al Gore, ex vicepresidente de Bill Clinton. En 2008, produjo una biografía de Barack Obama utilizada por el partido demócrata durante la campaña presidencial del triunfante candidato. Con todos esos antecedentes, era de suponerse que Esperando… defendiera el paquete de reformas encaradas por el actual presidente que supone, entre otras cosas, un salario docente medido por productividad-calidad.

Las “razones” del fracaso escolar

El documental relata la crisis de la educación pública a través de la trayectoria escolar de cinco estudiantes: Anthony, Francisco, Emily, Daisy y Bianca. Excepto Emily, todos ellos resultan ser “personajes” sumamente estereotipados: afroamericanos y latinos con familias disfuncionales de extracción obrera, que viven en los suburbios de las grandes ciudades. Todos ellos -excepto Bianca, que durante un corto tiempo tuvo acceso a una educación privada-, asisten a escuelas públicas. Ahora bien, una serie de datos estadísticos vendrían a verificar que dentro de lo desastroso del sistema público, hay escuelas mejores y peores. De ese modo, en algunas escuelas los estudiantes tendrían mayores posibilidades de completar su escolaridad e ingresar a la universidad. Dada esa situación, el film retrata la desesperación de las familias por ubicar a sus hijos en escuelas públicas con resultados superiores al promedio. Sin embargo, allí las vacantes son muy limitadas y se consiguen a partir de un sorteo. Así, se machaca sobre la idea de que el futuro educativo de los niños y adolescentes estadounidenses depende de una “lotería”.

El documental ofrece algunas pruebas del fracaso del sistema educativo. Según el Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes -PISA- de 2003, Estados Unidos se encuentra en el puesto 25 en Matemáticas y 21 en Ciencias dentro de una lista de 30 países “desarrollados”. En todo el país, los estudiantes de 8° grado hábiles en Matemáticas rondan el 20% y el 30%. Lo mismo vale para Literatura. De ese modo, las escuelas primarias enviarían alumnos mal preparados a las secundarias. Así las cosas, las tasas de deserción escolar en el nivel medio resultan muy elevadas.

Ahora bien, ¿cómo lee el documental la crisis educativa? En palabras del director:

“Por generaciones, los expertos echaron la culpa de las escuelas fracasadas a los vecindarios fracasados. Pero los reformadores comenzaron a pensar lo opuesto: que los problemas de los barrios fracasados podrían achacarse a las escuelas fracasadas.”

Es decir, el problema estaría adentro de las escuelas. Más específicamente, los culpables serían los docentes que hacen mal su trabajo y que, sin embargo, no pueden ser despedidos una vez que obtienen una “plaza” en el sistema público. Ello, en tanto y en cuanto, los contratos de trabajo son regulados por una legislación laboral, defendida fuertemente por los sindicatos, que garantiza automáticamente el trabajo de los docentes.

Entonces, ¿quiénes son los superhéroes que estaría reclamando un sistema educativo colapsado? Simple: docentes, directivos y reformadores con voluntad y empeño. Ejemplo de ello sería Michelle Rhee, ex Superintendente de escuelas públicas de Washington D.C. (2007-2010), quien se ocupó de cerrar más de veinte escuelas públicas por “exceso de capacidad” y de diseñar un dispositivo salarial según el rendimiento de los docentes. También llevó a cabo una política de despidos masivos entre quienes no evidenciaban un “rendimiento adecuado”. Así, la reformadora sostiene en el film que:

“La mentalidad es que tienes derecho a ese trabajo. Yo creo que a esa idea hay que darla la vuelta completamente. Y a menos que demuestres que estás aportando resultados positivos para los niños, no puedes tener el privilegio de enseñar en nuestras escuelas, ni de enseñar a nuestros niños. Queremos tener la más eficiente y más compensada fuerza educativa del país.”

Llama la atención que esta mujer aparezca como una heroína. A las medidas implementadas por Rhee se sumarían una serie de experiencias innovadoras que estarían presentando resultados asombrosos: las escuelas KIPP (Knowledge is Power Program). Dichas escuelas ya suman cerca de un centenar en 20 estados del país. El financiamiento de sus gastos procede entre un 60% y un 90% del distrito escolar. Estas escuelas habrían torcido la trayectoria escolar clásica de los estudiantes provenientes de familias de “escasos recursos”: cerca de un 90% ingresa a las universidades.

La “necesidad” del cambio

El núcleo del documental gira en torno al siguiente supuesto: la economía requiere cada vez una mayor cualificación de la fuerza de trabajo mientras que la educación se degrada. Según Bill Gates:

“La única cosa comprobada que hace que una economía funcione bien es tener una fuerza de trabajo bien educada. […] Qué tan fuerte será el país dentro de 20 años y qué tan equitativo será el país dentro de 20 años dependerá en gran medida de este tema.”

¿Cómo desoír los consejos de uno de los hombres más ricos del mundo? Sin embargo, lo cierto es que, contrariamente al argumento del film, los procesos de trabajo tienden hacia una progresiva descualificación. Esto significa que los trabajadores requieren cada vez menos pericias para desempañarse en sus funciones.(1)  Y ello se expresa en la educación -degradada- en tanto es la encargada de crear los atributos técnicos de la fuerza de trabajo. Por su parte, los títulos poseen un valor cada vez más dudoso. Así, el secundario completo se constituye en un requisito sine qua non a pesar del nulo valor de las escasas pericias que garantiza para, por ejemplo, desempeñarse como recolector de residuos o repositor de supermercado. Como bien señalaba Paul Willis hace más de tres décadas:

“Podría argumentarse que […] la proliferación de títulos y categorías a disposición de los miembros de la clase obrera tiende más a oscurecer la naturaleza sin sentido del trabajo, a constituir falsas jerarquías y atar a la gente ideológicamente, que a crear o reflejar el crecimiento de trabajos más exigentes.

Además de resultar cuestionable si aseguran el empleo. Puede afirmarse que lo que los títulos prometen, a los que hacen el esfuerzo de adquirirlos, es ilusorio en relación a la calidad del trabajo que podrían esperar. La mayor parte del trabajo industrial es básicamente absurdo. […]

Hoy más que nunca las formas concretas de la mayoría de los trabajos son estandarizados. Requieren muy poca habilidad y muy poco aprendizaje para quienes las desempeñan y no pueden ofrecer oportunidades reales de satisfacción personal. A pesar de la lucha a favor de la reestructuración de los empleos y el enriquecimiento de las tareas, el peso abrumador de los datos muestra que cada vez hay más trabajos descalificados, estandarizados e intensificados.”(2)

La perspectiva sostenida en el documental supone que la educación podría convertirse en un vector de la promoción social de los estudiantes. Sin embargo, lo cierto es que la educación puede afectar la trayectoria de algún estudiante en particular sin modificar, ni un ápice, la realidad del conjunto de la clase obrera. Por otra parte, en tanto los procesos de trabajo continúen descalificándose, será difícil encontrar estados burgueses dispuestos a incrementar el financiamiento de una educación pública que la clase a la que responde no necesita. Más bien, ocurre todo lo contrario. En el caso de Estados Unidos, el desfinanciamiento de la educación pública ha caracterizado la política de “liberales” y “conservadores”, demócratas y republicanos. Y, sino, veamos el paquete de medidas del progresista Obama…(3)

Además, surgen una serie de problemas adicionales que dificultan la proliferación numérica de los superhéroes educativos: ¿cómo encontrar docentes cada vez más cualificados mientras su formación también se degrada? ¿Cómo lograr que estén motivados cuando la cantidad de alumnos los supera o cuando deben lidiar con conflictos sociales cada vez más profundos? Así, el problema radicaría en encontrar “buenos” docentes en un sistema social que tiende, más bien, a fundirlos.

En el contexto de una crisis educativa sin precedentes, el documental apunta a recomponer las bases de la educación burguesa: en buen criollo, la ideología que postula que con la democracia -burguesa- se come, se cura y se educa. Sin embargo, la clase obrera se enfrenta día a día a una realidad que le demuestra lo falaz de esas afirmaciones: algunos comen, se curan y se educan y otros, la gran mayoría, no. Finalmente, Esperando a Superman presenta un relato perverso al hacer responsables a los docentes y sus organizaciones sindicales de la crisis educativa yanqui. El film una y otra vez ridiculiza la intervención de los sindicatos docentes acusándolos de no garantizar el bien común, sino más bien de preocuparse por su quintita. La película apuntala, en el plano ideológico, la serie de medidas de ajuste que se vienen promoviendo desde el ámbito federal y desde los Estados: destruir a los sindicatos estatales, y en particular, a los docentes. No extraña entonces que el sindicato sea caricaturizado como un obstáculo mientras el líder docente motivador emerge como el prototipo a promover. La fractura docente se completa con el pago por productividad. Claramente, se trata de una película a contramano de los procesos que la sociedad norteamericana está viviendo. No llama la atención su fracaso en las taquillas.

Notas:
(1) Ello no niega la existencia de “nichos” de recualificación necesarios para diseñar los dispositivos y máquinas que habilitarán una descualificación masiva de la fuerza de trabajo.
(2) Willis, Paul: Aprendiendo a trabajar. Cómo los chicos de la clase obrera consiguen trabajos de clase obrera, AKAL, Madrid, 1988, pp. 151-156 y 168-169.
(3) Véase De Luca, Romina: “¿Se viene el estallido? La lucha obrera en Wisconsin” en El Aromo, n° 59, marzo-abril de 2011.

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