El descubrimiento de huelgas obreras en los saladeros entrerrianos
Se suele considerar la huelga de tipógrafos porteños de 1878 como el primer hito del movimiento obrero argentino. No obstante, aquí le mostramos que la clase obrera dijo presente mucho antes. Enfrente, está involucrado nada menos que Urquiza, un verdadero patrón.
Rodolfo Leyes
GICOA-CEICS
La imagen de un movimiento obrero centralmente porteño tiene su correlato en que se considere a la huelga de los tipógrafos de 1878 la primera en la historia nacional. Sin embargo, si dirigimos la mirada al interior, encontraremos hechos más tempranos protagonizados, en este caso, por los obreros de los saladeros entrerrianos. Estos eventos muestran un agudo antagonismo social que emerge en actividades que, por su estructura productiva, implicaban una marcada diferenciación entre patrones y obreros. En los grandes saladeros, este vínculo carecía de la ambigüedad que aún podía existir en una pequeña imprenta donde el trabajo personal del dueño, el oficio compartido o la esperanza del empleado de independizarse tendían a ocultar la relación de explotación.
Antes de los frigoríficos, la mayor producción de carnes se originaba en manufacturas llamadas “saladeros”. Estas empresas, propiedad de grandes hacendados, hacían un proceso sencillo pero vital para el mantenimiento de la carne que luego se enviaba a Cuba, Brasil o Estados Unidos. En la década de 1850 Entre Ríos poseía 17 establecimientos, todos a vapor.[1] Algunos saladeros concentraban más de 200 trabajadores.[2]
Proceso de trabajo y conflicto obrero.
El trabajo en los saladeros comienza con el enlace y muerte del vacuno a cargo de un “desnucador”, que clavaba un cuchillo entre las vértebras de la res. Los desnucadores trabajaban a toda marcha y se les pagaba a destajo. Luego, la vaca era conducida hasta un galpón, donde un grupo de trabajadores, la pandilla de desolladores, cuchillo en mano, se encargaban de abrir el animal, quitar el cuero sin romperlo ni cortarlo, y finalmente, descuartizarlo en cuatro grandes partes que se dirigían a diferentes secciones, donde otros obreros, popularmente denominados “caranchos”, limpiaban toda la carne hasta los huesos. La carne limpia se ponía en grandes cajones que eran transportados hasta otra parte del galpón donde se tendía sobre un colchón de sal, para luego ser cubierta de este material, hasta llenar todo el cuarto hasta el techo. Quince días después se sacaba al aire libre para que se terminara de secar, antes de ser atada en grandes pilas dentro de cueros secos. Los cuernos, huesos y grandes trozos de grasa se colocaban en una máquina vaporizadora para desprender lo sólido de los huesos, así aprovechar para producir hulla. El resto se hervía en la grasería para sacar este subproducto que se vendía para hacer velas, jabones, etc.[3] La producción del día dependía del número de animales faenados por los desnucadores y desolladores. Su estratégica ubicación en el proceso productivo hará que sean ellos los más propensos a plantear conflictos, como ocurrirá con la “pandillas de vascos” empleados de Urquiza.
Los combates iniciales
La huelga más antigua de la que hay registro en la provincia data de 1854, en un saladero de Urquiza. Un encargado le escribe al caudillo solicitando
“una resolución que calme la alarma general que hay en las familias y muy principalmente en los pobres, que no tienen qué comer, porque el carnicero y todos los que venden comestibles quieren plata o quieren recibir el papel al precio que les acomoda […] Hoy ha llegado al punto esa situación, pues los jornaleros ya empiezan a no querer recibir papel. Los peones del saladero de Gianello se le amotinaron, y los que yo tengo trabajando en mi casa hoy me han dicho que no quieren papel, porque no se le reciben…”.[4]
Este pasaje es el primer registro de una huelga de obreros en la Argentina. Otros conflictos surgen en 1856 por el retraso en los pagos. Veamos qué dice el Francisco Taurel, el administrador del establecimiento:
“… es preciso poner arreglo a ese asunto hoy mismo. Yo estoy sitiado por lo peones, donde quiera que me halle, hace un rato que me han sacado de a bordo de un buque, donde me había refugiado […] no puede quedar ese asunto sin tener una solución de lo contrario no hay quien puede vivir con la gente que pide lo que es su trabajo y algunos de un modo que yo no puedo permitir…”.[5]
El autor reconoce la legitimidad del reclamo salarial, pero no los modos en los que el proletariado naciente lo interpelaba. En febrero de 1858, Taurel comentaba que tenía importantes trabajos atrasados “por la gran escasez que he tenido de peones, no he podido continuar enfardando; pues tenía que ocupar los pocos peones que había en los trabajos de la Pandilla, que se fue por quererme imponer condiciones que no he querido aceptar”.[6]
Hacia mayo de 1858 volvemos a encontrar noticias de conflictos en el saladero más importante de Urquiza. Otra vez, Taruel explica:
“Hace dos días que solamente con consejos a paciencia y buenas palabras, consigo de los vascos de la Pandilla que no dejen de trabajar. Hoy el capataz de ellos me avisó que dejaban de trabajar si no les pagaba lo que tienen ganado. Sabiendo la falta que pueden hacer estos hombres al establecimiento, dejo a la apreciación esta noticia”.[7]
Al día siguiente, el responsable del saladero solicita una parte de los salarios adeudados para contener a los obreros.[8] En agosto del mismo año, el responsable del saladero informaba que si no pagaban todo lo adeudado, los vascos iban a “plantar el trabajo”, a lo que confesaba con desconcierto: “Me parece imposible que no ande alguna misteriosa maléfica persona influyendo para el descontento de esos hombres, que nunca fueron tan imprudentemente exigentes.”[9] El 1859 los vascos vuelven a la huelga:
“Hoy ya no han usado los vascos conmigo indirectas. Cuando les mandé tandas, la carne seca, para entregar hoy, con buen mudo y mucha pasincia [sic], me dijeron que ya no querían trabajar más, hasta que se les paguase [sic] que al año pasado […] y que habiendo trabajado mucho este año, aun no habían podido conseguir un peso, y que cansado [sic] de promesas, pedían que se les pagase”.[10]
En julio de 1859, los obreros de la grasería abandonaron el trabajo, porque no se les pagaban las papeletas.[11] Hasta 1862, se suceden las huelgas de diferentes secciones del saladero, pero en agosto de ese año parece tener lugar la primera huelga total del establecimiento. El encargado comunicó a Urquiza que:
“La pandilla de vascos, peones, graseros, jaboneros y demás gente empleada en este establecimiento no seguirán su trabajo ordinario si llegara a no pagársele siquiera la mitad de sus sueldos en dos o tres días. Digo esto, seguro como estoy, de que todos ellos se han convenido unánimemente, especialmente la pandilla.”[12]
La huelga tiene lugar pues días más tarde el encargado del saladero recibe una carta donde el remitente se lamenta de no poder enviarle “el dinero que pondría fin al levantamiento de los vascos…”.[13]
Conflictos obreros e historiografía
¿Por qué a una historiografía que hurga en los papeles más recónditos y se jacta de descubrir hechos intrascendentes se le escapó algo tan esencial como la (por ahora) primera huelga de la historia? ¿Por qué el revisionismo, que dice hacer una historia “del pueblo” y que atacó a la figura de Urquiza, en su enfrentamiento con Rosas, tampoco dijo nada sobre el tema? Muy sencillo. En el primer caso, porque toda la estructura y los esfuerzos institucionales están concentrados en eliminar el conflicto de la historia y resaltar la armonía. Todos los problemas quedan atrapados en el mundo de las “identidades”. En la economía, en lugar de explotación, se defiende la “combinación de factores”. En el segundo, porque sólo se ve el enfrentamiento entre diferentes fracciones burguesas (Interior-Buenos Aires o Argentina contra Inglaterra) y los explotados solo son reivindicados cuando apoyan a algún dirigente burgués. Como ninguno concibe que haya relaciones de explotación (con los consiguientes conflictos) y como ninguno cree en la existencia de la clase obrera (y mucho menos en el ámbito rural), a nadie se le ocurrió investigar la conflictividad de los peones en los saladeros. Este descubrimiento, nada menos que la primera huelga, no es el producto de ninguna pericia intuitiva hacia lugares vírgenes del archivo, sino de un planteo correcto y una voluntad de develar las relaciones que se ocultan detrás de las apariencias.
1Serrano, Pedro: La riqueza entre-riana, C. del Uruguay, Imp. Del Colegio, 1851, p. 6.
2Por ejemplo, en uno de los saladeros de Urquiza en mayo de 1864 había 219 empleados: Resumen Gral. Del Mes de Mayo de 1864, en Archivo del Palacio San José, Caseros, Uruguay, Entre Ríos (en adelante APSJ).
3Martin De Moussy, Jean: Descripción Geográfica y Estadística de la Confederación Argentina, Bs.As., Academia Nacional de la Historia, 2005, T. II, pp. 118-121.
4Carta de Ángel Elías a Justo José de Urquiza, Gualeguaychú, 10 de julio de 1854, AGN, Archivo Urquiza, Correspondencia, T. 79, Legajo 1541, 1º de julio al 31 de agosto de 1854. En Schmit, Roberto: Historia del capitalismo agrario. Los límites del progreso: expansión rural en los orígenes del capitalismo rioplatense, Entre Ríos 1852-1872, Bs. As., SXXI, 2008, p.154.
5Carta de Francisco Taurel a Vicente Montero, 1/12/1856, Santa Cándida, C. del Uruguay, en APSJ. Fondo J. J. de Urquiza, Saladeros, Personal, Caja 83, Carpeta 387.
6Carta de Francisco Taurel a Juan Coronado, 21/2/1858 en Ídem.
7Carta de Francisco Taurel a Vicente Montero, 10/5/1858, Santa Cándida, C. del Uruguay, en APSJ. Fondo J. J. de Urquiza, Saladeros, Personal, Pandilla de vascos, Caja 48, Carpeta 11.
8Carta de Francisco Taurel a Vicente Montero, 11/5/1858 en Ídem.
9Macchi, M.: Urquiza…Op. cit., p.157.
10Carta de Francisco Taurel a Vicente Montero, 23 de febrero de 1859, Ídem.
11Carta de Antonio Prego a Vicente Montero, 22 de julio de 1859, Ídem.
12Carta de Ballestrini a J.J. Urquiza, 4 de agosto de 1862 en Macchi, Manuel: Urquiza…op. cit., p.157.
13Carta dirigida a Antonio Prego, 13 de agosto de 1862, Santa Cándida, C. del Uruguay, en APSJ. Fondo Urquiza, Saladeros, Personal, Pandilla de vascos, Caja 48, Carpeta 1.