LA LUCHA ARMADA EN LA ESTRATEGIA POLÍTICA DEL PRT-ERP (1965-1976)

en Revista RyR n˚ 3

La historia del PRT condensa varios de los problemas que enfrentan quienes pretenden examinar científicamente la realidad argentina reciente: la censura implícita en el rechazo «académico» a temas demasiado «comprometidos» con la historia personal de  «profesores universitarios» que prefieren olvidar sus «pecados de juventud»; la menos implícita en la ideología oficial de «los dos demonios»; la muy evidente en la desaparición de testimonios, documentos y protagonistas, todos por muerte violenta, forma cruel e ineficiente de intentar lo imposible: detener la historia. En este artículo se muestran los aspectos menos conocidos del PRT, especialmente la experiencia del FAS (Frente Antiimperialista y por el Socialismo).
Este artículo fue presentado en el Simposio  “Investigación de los enfrentamientos sociales en los años 70 en Argentina” que coordinara la autora en el marco de las IV Jornadas Interescuelas- departamentos de Historia.

Por Lic. Prof. Irma Antognazzi (titular de la cátedra Problemática Histórica de la Fac. de Humanidades  y Artes de la UNR. Es directora del Grupo de Trabajo Hacer la Historia)

Introducción

A pesar de que se acrecienta el interés por conocer los “hechos de los 70” y de que han aparecido numerosas publicaciones acerca de los mismos, todavía no se ha echado suficiente claridad sobre las experiencias y objetivos de las diversas organizaciones políticas, muchas de las cuales son tratadas en bloque colocándoles la denominación de “organizaciones armadas”, vaciándolas de sus contenidos específicos ideológico- políticos. Menos aún se ha estudiado la influencia que han tenido en el conjunto de la sociedad.

Entre dichas organizaciones, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, que se planteaba como objetivo la conquista del poder “por la clase obrera y el pueblo para una Argentina socialista”, que llegó a tener en los 70 capacidad operativa militar guerrillera rural y urbana e importante inserción en diversos sectores sociales de todo el país. Hay datos que muestran que ha sobrevivido, en la memoria popular y en la permanente prédica detractora oficialista, el accionar del Ejército Revolucionario del Pueblo, sobredimensionando o hasta absolutizando la lucha armada que realizó dicha organización, quedando ocultos los trabajos políticos en diversas áreas de la sociedad y con diversos ejes: económicos, sindicales, de derechos humanos, electorales, ideológico- culturales, relaciones y alianzas políticas nacionales e internacionales.

La investigación recién se inicia, porque se trata de un terreno difícil de abordar por todo el cono de sombra que produjo la represión, la censura, el temor y el dolor; difícil además porque los documentos disponibles hasta la fecha no han podido ser abordados todavía en su totalidad. Por esto somos conscientes que aquí se presentan algunas interpretaciones a modo de hipótesis, que se exponen como líneas para futuras investigaciones más que como conclusiones. Trabajamos con testimonios de militantes actuales del PRT que actuaron durante los 60-70, documentos internos y los periódicos El Combatiente y Estrella Roja[1], y sus publicaciones posteriores tales como Historia del PRT[2] y otras que se enumeran al final. Esta material permitió conocer cómo el PRT analizaba la  situación de entonces, cuáles fueron sus vertientes intelectuales e ideológicas. Es decir, a partir de qué presupuestos actuaba; y luego cómo ve hoy el pasado y su propia historia, explicitando y analizando también aquí la óptica teórico-metodológica que adopta, considerando  sus   periódicos  actuales  y  sus  posiciones políticas. Conocer y analizar su propia visión autocrítica no sólo en sus documentos sino en su práctica posterior al 83, ayudará a entender su accionar y sus puntos de vista pasados y presentes. Utilizamos además fuentes periodísticas, documentos y obras elaboradas por las FFAA o por ideólogos oficiales.[3]

El marco histórico

En los 70 la Argentina se hallaba ante una severa crisis política. La sociedad entera reclamaba una “apertura democrática” con fuertes presiones sobre la dictadura militar para hacer una llamado a elecciones sin proscripciones. Y sumado a ese eje de movilización popular, importantes segmentos de la sociedad se planteaban disputarle el poder a la burguesía. Junto con la cuestión del poder -cuestión que instala el PRT en la superestructura política en los años 70- se desarrollaba la idea de la lucha armada, con distintas concepciones como “foco” o como movilizadora de la violencia de masas. Son significativos los debates no sólo en el seno del PRT sino de otras organizaciones, debates que empezaron a ser tomados por sectores estudiantiles sensibles a los primeros síntomas de una crisis que les tocó de cerca, junto con el proletariado de la gran industria que se iba localizando en nuevas áreas productivas: Córdoba, Rosario, la costa de Paraná y del Río de la Plata y el conurbano bonaerense.

La oligarquía financiera en proceso de consolidarse no había logrado constituir su representación política propia y venía recurriendo a las FFAA a través de sucesivos golpes militares. El proyecto de Onganía, que preveía 20 años de dictadura, fue abortado por la movilización popular y el accionar guerrillero y la necesidad de tomarse un respiro para constituir una fuerza político-militar con un proyecto global estructurado como el que lograran tener en 1976. Los esfuerzos de la oligarquía financiera para consolidar su proyecto se enfrentaron con el obstáculo que le opusieron sectores populares con diversos objetivos políticos pero entre los cuales empezó a plantearse la cuestión de la disputa del poder. Agotado el proyecto peronista de desarrollo industrialista,[4] y sin haberse consolidado otro alternativo desde la burguesía, había un terreno en disputa, una etapa que podríamos llamar de transición donde la burguesía encontró resistencia a sus planes pero no vio peligrar su dominio. La clase obrera y el conjunto del campo popular no había logrado expresarse unificadamente con un proyecto propio que interpretase objetivamente las condiciones materiales de la concentración capitalista y pudiera poner ese fenómeno natural a su servicio disponiendo del poder del estado. A las organizaciones que se definían marxistas-leninistas, incluído el PRT, les faltó una cabal comprensión de la teoría científica.[5]

La cuestión de la lucha armada

La cuestión de la lucha armada no fue el primer debate entre el grupo constitutivo del PRT.[6] El primer paso fue cómo organizarse, qué tipo de partido y qué hacer para alcanzar los objetivos que se definían originariamente como de “liberación”.[7] El PRT fue fundado el 25 de mayo de 1965 como fusión de un grupo de jóvenes de Santiago del Estero y Tucumán, el Frente Revolucionario Indoamericanista y Popular -FRIP- con Palabra Obrera, organización que se definía trotskista. Cuando decide orgánicamente la constitución del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en 1970, en el V Congreso, ya se había producido la ruptura con Palabra Obrera (de Nahuel Moreno). En ese entonces, ya tenía el PRT varios años de lucha política, sindical, por los derechos humanos, alguna experiencia electoral en Tucumán, prácticas que no abandonaría a pesar de haber introducido la lucha armada como forma principal en algunos momentos.

Las manifestaciones de violencia de masas ya se habían hecho presentes en numerosas acciones durante la llamada “resistencia peronista” y particularmente en los grandes movimientos insurreccionales de los “azos” de los años 69-71.[8] Todos esos hechos, sumados a la violencia desplegada por el campesinado pobre y los obreros de ingenios ante la gravedad de la crisis de la industria azucarera de Tucumán en tiempos de Onganía, -donde el PRT tenía un gran desarrollo- resultaron ser fuertes influencias sobre sus militantes para decidir el lanzamiento de acciones armadas.[9] A esta vertiente proveniente de su propia experiencia se agregaban las influencias teóricas tal como lo expresan en El Combatiente y Estrella Roja. Fueron la lectura de Guerra de Guerrillas de Lenin; las obras teóricas, políticas y económicas del Che Guevara, incluyendo su diario en Bolivia y sus experiencias en la Sierra Maestra; las obras de Mao; las de los vietnamitas como Giap, le Duan, Ho Chi Min, Truong Chi Min, y las experiencias de los que llamaba la Primera Independencia, las guerras por la independencia de las colonias españolas del Virreinato del Río de la Plata, de las que reivindicaba los gestos patrióticos de sus dirigentes, la participación popular y los sacrificios para el logro del triunfo.[10] En lo relativo a la teoría de la guerra se incorporaban las ideas de Clausewitz acerca de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, extendiendo algunas de sus reflexiones sobre la guerra entre estados a la guerra entablada entre las clases sociales en el seno de una sociedad a la que definían como “guerra civil revolucionaria”:

“La clase obrera y el pueblo deberán librar una guerra prolongada para derrotar a la burguesía y al imperialismo e instaurar un gobierno revolucionario, obrero y popular”…”Dado el carácter de clase y el carácter armado de la revolución, ésta requiere ser dirigida por un partido y un ejército revolucionario”….”En su primera etapa la lucha armada será esencialmente guerra civil y se irá transformando en guerra necesariamente antiimperialista”. “Por varios motivos la guerra revolucionaria tendrá carácter carácter prolongado”[11]

Entendía el enfrentamiento armado como resultante de un plano “superior” de la lucha de clases, quedando evidenciado particularmente ante el golpe de marzo de 1976 cuando convoca a los «Argentinos a las armas» en el editorial de El Combatiente. La consigna “a la violencia reaccionaria oponerle la violencia revolucionaria” era el fundamento político de la concepción de las “guerras justas” y “guerras injustas”.

El PRT concebía la guerra revolucionaria de carácter popular, no acción militar de élites aisladas de las masas. Proponía una forma de organización del pueblo armado y dada la magnitud del objetivo -arrebatar el poder a “las empresas imperialistas”- debía tener un carácter de guerra prolongada, de “lo pequeño a lo grande”, rebatiendo la cuestión del “foco” como centro de acción guerrillera aislado de las masas con un efecto centrífugo. Su concepto de guerra estaba ligado a la cuestión de liberación de territorios donde se instalaría, primero el control revolucionario popular y luego una forma de poder paralelo con milicias, con instituciones democráticamente estructuradas, con sus propias reglas de convivencia, de justicia,  de producción económica y de distribución de bienes y servicios, etc.[12] El “modelo” se tomaba de las experiencias cubana y vietnamita, donde allí sí se daba el doble poder y la asimilación de todo el pueblo a la guerra de carácter nacional. Su insistencia en el carácter popular y prolongado lo distinguía de estrategias de otras organizaciones que se planteaban la vía insurreccionalista como “asalto al poder” y la formación de grupos de élite de carácter armado.

La historia se encargó de poner en evidencia numerosos errores políticos y conceptuales de la estrategia planteada por l PRT, junto al arrojo y a la decisión de encauzar la lucha de clases por el camino de la revolución socialista. Las insuficiencias políticas y de infraestructura del PRT fueron manifiestas. Pero no hubieran bastado más aciertos y más recursos. Semejante acción histórica como la que se proponían -el proceso por el cual el poder de una clase o fracción (o alianzas), es reemplazado por otras- no es producto exclusivo de un partido, sino de condiciones materiales y subjetivas, entre las cuales cobra real importancia que el conjunto social esté organizado políticamente y dispuesto a colocar el natural proceso de concentración monoólica a su servicio. Sus errores e insuficiencias fueron las causas centrales de su derrota como organización en manos de las fuerzas represivas[13] pero no la única causa de que los objetivos políticos no se hubieran alcanzado.

Sin embargo, el poder de combate militar y su extendida influencia en numerosos sectores sociales de todo el país llegaron a inquietar a los sectores dominantes que no cejaron en su afán de detener su avance y crearle condiciones adversas. En La nueva guerra y el nuevo derecho. Ensayo para una estrategia jurídica contrasubversiva[14] se desarrolla ampliamente la necesidad de “la captación jurídica de una hecho sociopolítico determinado: la Guerra revolucionaria”. Esta situación, lleva a las FFAA a definir la figura de “delincuente subversivo”: “En última instancia, ¿es el delincuente subversivo un verdadero delincuente, es un soldado enemigo, o un traidor?”[15] En momentos en que las denuncias de las formas aberrantes de represión empezaban a carcomer la posición internacional del gobierno militar, sumado a un creciente descontento y cuestionamiento de importantes sectores de la sociedad argentina, comenzaron a delinear un “nuevo derecho”, un “derecho contrarrevolucionario” para poder encarar las nuevas formas de lucha que usaban las “fuerzas irregulares”.[16]

A pesar de haber decidido concientemente la preparación militar y política de numerosos combatientes para iniciar la lucha armada y el haberla lanzado en el `70 contra importantes objetivos estratégicos del poder y con más bríos después del 74 cuando se inicia la experiencia de guerrilla rural en los montes tucumanos, a pesar de toda esa decisión y empuje, no llegó al “centro de gravedad de las fuerzas enemigas….todos los ataques afectaron sólo la periferia del enemigo,….y los avances políticos de la totalidad del pueblo no lograron -por ello- alcanzar una expresión ideológica, política y militar adecuada”.[17]

La lucha armada del PRT-ERP

Es necesario distinguir los hechos armados realizados por la organización ERP sólo o conjuntamente con otras organizaciones armadas, de los hechos de violencia de masas, donde actuaban o no militantes. En este trabajo nos referiremos a los primeros. El PRT definió al Ejército Revolucionario del Pueblo como una organización del pueblo armado bajo la dirección política del partido. Su concepción era que la revolución sería obra de las masas y del conjunto del pueblo y no de un grupo de élite. Ni brazo armado del Partido, ni organización político-militar. Cuando decidió en sus órganos de dirección el inicio de las acciones armadas, hizo una convocatoria amplia a la constitución del Ejército del Pueblo: marxistas y no marxistas, cristianos, peronistas, radicales, antiimperialistas, a todos los hombres y mujeres dispuestos a levantar las armas contra el poder imperialista y el ejército opresor.[18]

Concebía al ejército del pueblo -ERP- como la continuidad del ejército sanmartiniano, ya que entendía que el “ejército nacional” había abandonado las banderas de defensa de la nación para ser representante de los intereses sociales dominantes, y en la etapa de los 70, brazo armado del imperialismo. Por esto recogió la enseñanza del Ejército de los Andes, la decisión política de San Martín de organizar las luchas por la independencia del dominio español y definió su bandera con los colores y la forma de la del Ejército libertador reemplazando el escudo nacional en el centro por la Estrella Roja de cinco puntas, como expresión de la lucha revolucionaria en los cinco continentes. Realizó una incesante propaganda armada y no armada con el objetivo de nuevas incorporaciones con las que fue constituyendo los “comandos de apoyo” al ERP,[19] llamamiento que se realizó en 1971.

Desde entonces siguió tomando medidas buscando concretar sus resoluciones y “su” particular lectura de la realidad. En esa dirección pretendió concretar la formación de un “ejército regular”, pues caracterizaba que se estaba atravesando una etapa prerrevolucionaria y en setiembre de 1974 estableció grados militares y la formulación de reglamentos para lograr una mejor estructuración de sus fuerzas.[20] El Comité Ejecutivo en noviembre de ese año otorgó el grado de Comandante Jefe del ERP al Secretario General del PRT, Mario Roberto Santucho.

Lo que la organización llegó a interpretar en su momento como un avance en la composición de sus fuerzas, la lectura actual muestra que estaba ante el inicio de su derrota, pues el desfazaje entre algunos aspectos de la realidad y la lectura que hacían de ellos era cada vez mayor: se veía la agudización de la “crisis económica, política e institucional”… el “avance del gobierno en el camino de la entrega, la deuda externa, los créditos stand-by” … “el terrorismo gubernamental y los peligros del fascismo…” Pero no leía con objetividad el estado material y subjetivo del conjunto del pueblo, ni advertía la debilidad que significaba la falta de un proyecto político alternativo al que estaban preparando los grupos monopólicos ante el inminente derrumbe del gobierno de Isabel Perón.

El ERP. Sus acciones y sus combatientes

Resulta útil la tipología que realizó Juan Carlos Marín en su ya clásico Los hechos armados: un ejercicio posible.[21] Refleja la “cotidianeidad” de los hechos armados entre 1973 y 1976. Clasificando estas acciones desde el punto de vista político distinguimos aquéllas que tenían un objetivo estratégico, de las que posibilitaron los inicios de la construcción de la organización. Entre las primeras, las “expropiaciones de dinero”, a través de secuestros extorsivos de funcionarios civiles y militares o grandes empresarios, y los asaltos de bancos. En todos los casos se explicitaban los “usos” de dichos fondos “recuperados para el pueblo”. Ya sea reparto de alimentos, vestimentas, materiales de construcción en barriadas más humildes, o construcción de infraestructura para la organización, tales como imprenta, hospitales clandestinos, viviendas, depósitos de armas, etc. Otro tipo de acciones fueron las relacionadas con la propaganda, los aparatos de imprenta, planes editoriales, impresos diversos, volantes, espacios televisivos donde se desarrollaban conferencias de prensa, aún en etapas de clandestinidad. Acciones destinadas a la búsqueda de documentación de identidad ya que la gran mayoría de los militantes no sólo actuaban en la clandestinidad sino que se movían con identidades falsas. Los recursos materiales como viviendas, vehículos, material quirúrgico, libros, etc., eran provistos en general por la relaciones políticas, una amplia zona de apoyaturas diversas que se pueden inferir a partir del conocimiento del gran desarrollo territorial y social que alcanzó la organización.

El ERP desde su fundación en 1970 en el Vº Congreso del PRT, mostró un crecimiento rápido. Dan cuenta de ello la magnitud de las acciones realizadas en la etapa de la dictadura militar de Onganía-Lanusse contra cuarteles (un caso es el asalto al Batallón 141 de Córdoba), secuestros de empresarios y militares de alta graduación y acusados de participar en la tortura y represión. Los sonados casos del gerente del Swiff de Rosario, Silvester; de Oberdan Sallustro -administrador general de la Fiat Concord- Argentina y principal operador del poder financiero ante el gobierno de Lanusse-; del gral. Juan Carlos Sánchez comandante del II Cuerpo de Ejército, en Rosario; y en ese contexto la fuga del penal de Rawson de los presos políticos dirigentes de las principales organizaciones armadas (con el posterior fusilamiento en una base de la Marina de 16 de los 19 que no habían logrado concretar su propósito de fuga), enrarecieron el ambiente político y fueron un elemento decisivo para la convocatoria a las elecciones nacionales de marzo de 1973.[22]

El PRT decidió participar de las elecciones y lanzó la orientación de crear Comités de Base para debatir la cuestión electoral, pero predominó en la coyuntura la tendencia militarista, cuando la casi totalidad de la dirección estaba en la cárcel. Al regreso al país de los fugados de Rawson  (Santucho, Menna y Gorriarán Merlo) ya no hubo tiempo ni posibilidades políticas ni legales-jurídicas para participar ni para homogeneizar las filas internas. En la práctica, no interpretó la magnitud de los cambios que se abrían con las elecciones de marzo del `73. Continuó con el accionar armado desde marzo hasta la asunción del presidente Cámpora el 25 de mayo y después de un breve impasse que se rompió estrepitosamente con el intento de copamiento al Comando de Sanidad del Ejército en Capital Federal.

La enorme cantidad de acciones de propaganda armada, arengas en colectivos y puertas de fábricas, desarme de policías, reparto de comestibles confiscados, ametrallamiento de viviendas o fábricas con fines intimidatorios a “burócratas” sindicales, torturadores, agentes de inteligencia, etc., aparecen cronológicamente expuestos en la Sección titulada “Crónica de la guerra revolucionaria” del periódico quincenal Estrella Roja de salida regular hasta fines de 1977. Debe señalarse que se incluyen además en esos listados, asambleas de obreros de fábricas, ocupaciones de tierras por campesinos, toma de hospitales, escuelas y facultardes, movilizaciones diversas, no solamente lo que pueden considerarse hechos de violencia física, sino acciones de masas que protagonizan activamente diversos reclamos y donde participan también otras organizaciones políticas.

La moral de El Combatiente, su entrega a la causa de la revolución aparece reflejada en numerosos artículos siendo el más leído, libro de cabecera en la formación de numerosas camadas de militantes -a pesar de no haber sido reconocido como texto oficial de la dirección del PRT- titulado Moral revolucionaria, moral burguesa.[23] Se trata de un breve opúsculo dedicado a “combatir las desviaciones pequeño burguesas”, entre las cuales las consideradas fundamentales eran “el sindicalismo, el militarismo y el sin partidismo”. Se detenía a combatir “el individualismo en las organizaciones revolucionarias”, el subjetivismo, la autosuficiencia, la búsqueda de prestigio, el espíritu de camarilla, el liberalismo, el temor por sí mismo, procurando hacer señalamientos para la “corrección del individualismo”. Pero además incursionaba en las pautas de convivencia en la familia, entre los esposos y los hijos, la solidaridad, el papel de la mujer, etc., que, a pesar de apelaciones a no caer en rigideces y esquematismos, propone modelos de nueva moral en un plano de abstracción de las condiciones materiales.

La consignas “A vencer o morir por la Argentina”, y el fervor con que levantaban el puño con el “Presente, hasta la victoria siempre” o aquél “Todo el Partido al combate” eran verdaderos juramentos de fidelidad a la causa y al Partido, motivaciones de una acción concebida como heroica, con una profunda convicción en el triunfo cercano, en la justeza de la causa y en el respeto a la Dirección, particularmente asociado a la figura de quien fuera el Secretario General del Partido y desde fines de 1974, comandante del ERP, Mario Roberto Santucho.

Tanto el PRT como el ERP fueron clandestinos, aunque el Partido desarrollaba actividades dentro de la legalidad -o semi legalidad- como defensa de derechos sindicales, estudiantiles. democráticos, defensa de presos políticos, llegando a contar en la primera etapa del gobierno peronista del 73 de una legalidad que le abrió cauce para vender sus periódicos en los kioscos. Buscó siempre resquicios legales (como fue la publicación de libros, periódicos, revistas y diarios,  la participación en políticas que denominaba “legales”) pero su política de enfrentamiento frontal contra la burguesía en bloque y contra las FFAA lo ponía permanentemente en el campo de la ilegalidad, aún en el corto período del gobierno peronista de 1973-76. Su accionar armado provocaba entre otras consecuencias inmediatas que muchos de sus militantes – que eran legales- debieran ir pasando a la clandestinidad con las dificultades que acarreaba al restringirles el trabajo abierto hacia las masas y al convertirse en un peso para la organización en cuanto a la provisión de documentación, recursos, protección.

El ERP inició su accionar durante la dictadura militar de Onganía-Levingston-Lanusse con carácter de guerrilla urbana. Posteriormente, y ante el desgaste del gobierno de Isabel Perón, y habiendo ratificado su definición de “situación prerevolucionaria” resolvió iniciar la guerrilla rural, comenzando las prácticas preparatorias en el monte tucumano, lanzando las acciones antes de lo previsto como resultado de un enfrentamiento casual con las FFAAA, según su versión oficial, aunque no es de descartar que haya sido respuesta a diferencias internas dentro de la organización, entre las alas militaristas y aquélla que buscaba sopesar más serenamente la correlación de fuerzas.[24] El propósito de liberar zonas, de buscar apoyo de la población local, de foguear militantes para una “guerra prolongada”, fueron conduciendo a numerosos enfrentamientos con las fuerzas regulares del ejército y la gendarmería que en poco tiempo produjeron un desgaste de hombres y debilitamiento de la apoyatura social. Aunque los golpes asestados a las fuerzas represivas eran importantes en número no podía compararse la calidad relativa dentro de cada uno de los bandos.

El gobierno de Isabel Perón lanzó lo que se denominó el Operativo Independencia -por decreto del PEN del 5 de febrero de 1975. En febrero el Ejército “se limita durante la primera etapa, a masivas e indiscriminadas detenciones y requisas. Cientos de pobladores de las localidades de Famaillá, Santa Lucía y Monteros son conducidos apiñados en camiones a las bases militares, donde se los somete a duros interrogatorios quedando un número aún no determinado pero que supera varios cientos de desaparecidos y encarcelados. (Informe de la CONADEP)” Aunque el ERP decidió retirar los combatientes de la guerrilla rural después de los duros golpes recibidos por la gestión del general Bussi en Tucumán, el accionar urbano continuó, según los datos consultados, hasta mediados del 77 en que la represión militar, la ausencia de la dirección del PRT en el país, la desorganización de sus fuerzas, la actitud de reflujo expectante de los sectores sociales, paralizaron todo accionar militar y político del PRT-ERP en el país, continuando con su revisión autocrítica y el proceso de reorganización en el exilio.

El ERP en su intento de materializar su estrategia de guerra continental antiimperialista, estableció conexiones orgánicas con otras organizaciones armadas del país y de los países limítrofes. Su concepto de “unidad de las organizaciones armadas” lo llevó a abrir páginas de sus periódicos para reproducir documentos de otras organizaciones -los ejemplos son numerosos[25] y a realizar algunas operaciones militares conjuntas. La que tuvo mayor repercusión fue la planificación y concreción de la fuga de los dirigentes de PRT, FAR y Montoneros de la cárcel de Rawson en agosto de 1972 y la acción conjunta de las FAR, en el caso del General Sánchez en Rosario. Hay indicios que se estaba intentando coordinar acciones militares entre ERP, Montoneros y OCPO (Organización Comunista Poder Obrero), en los días previos a la muerte de Santucho. La falta de concreción de la unidad fue en el fondo producto de profundas diferencias políticas e ideológicas y del falso concepto de que era posible unirse por ser “organizaciones armadas” aunque no hubieran logrado coincidir en un proyecto político común.

Con la constitución de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), se estableció la vinculación del ERP. Argentina, con el MNL,Tupamaros, de Uruguay, el ELN de Bolivia, MIR de Chile, aunque fue una experiencia corta que según la información disponible no llegó a dar resultado más allá de aportes materiales del ERP hacia las demás organizaciones y algún intercambio de combatientes. La JCR se constituyó bajo la advocación del Che Guevara y en su declaración Constitutiva de noviembre de 1974 decía:

«…llamamos a los trabajadores explotados latinoamericanos, a la clase obrera, a los campesinos pobres de la ciudad, los estudiantes, los intelectuales, los cristianos revolucionarios y a todos aquellos elementos provenientes de las clases explotadoras, dispuestos a colaborar con la justa causa popular, a tomar con decisión las armas, e incorporarse activamente a la lucha revolucionaria antiimperialista y pro el socialismo que ya se está librando en nuestro continente bajo la bandera y el ejemplo del Comandante Guevara…»

La JCR se planteaba «la necesidad de cohesionar a nuestros pueblos en el terreno de la organización, de unificar las fuerzas revolucionarios frente al enemigo imperialista, de librar con mayor eficacia la lucha política e ideológica contra el nacionalismo burgués y el reformismo».[26] El PRT se planteaba el objetivo estratégico de lograr acuerdos políticos y de influir con la concepción de la organización marxista-leninista, frente a las demás que eran organizaciones «político-militares»[27]

El PRT. Aspectos menos conocidos de su accionar político

Los periódicos del sistema ofrecían amplia información de los hechos de la guerrilla, exaltando la “violencia” y los resultados de muertos y heridos, pero ocultaban la actividad política que orientaba el PRT hacia lo que llamaba los “frentes de masas”, barriales, fabriles, estudiantiles, de profesionales, de la cultura, de la juventud, villeros, indígenas, de campesinos, de artistas, etc.. En la memoria colectiva quedó registrado el nombre ERP no así el PRT. Quedó, a nuestro entender, una deformación de la actividad política que desempeñaba la organización. Podría pensarse que fue sólo la decisión de un periodismo oportunista y exhibicionista, pero pareciera más bien una intencionalidad desde el poder, ya que fueron silenciadas sistemáticamente las acciones políticas y los esfuerzos en la organización política de las masas. También es probable que en esa distorsión hayan influido las corrientes militaristas que no habían sido derrotadas dentro del PRT.

El objetivo estratégico que se planteaba el PRT, la toma del poder por la clase obrera y el pueblo en camino al socialismo, lo conducía, consecuentemente, a la necesidad de abrir un ancho campo de acción social y política, que incluía un considerable arco de alianzas sociales y políticas. Sin embargo las estrechas definiciones -la lucha anticapitalista por el socialismo-; el ataque frontal a la burguesía en bloque, y el continuado accionar del ERP aún en la etapa que se abrió con las elecciones de 1973, que cambiaba sustancialmente las condiciones para la lucha política, restringía en la práctica la concreción de estos planteos. A pesar de esos aspectos, algunos de los organismos de masas propuestos por el PRT, dentro de las limitaciones de sus planteos políticos, llegaron a tener importante desarrollo.

Uno de los logros más resaltantes en la organización política de amplios sectores populares fue el Frente Antiimperialista y por el Socialismo, FAS. Surgió a instancias del PRT y realizó su IV Encuentro Nacional en el estadio Villa Luján en Tucumán en agosto de 1973, planteando

«la necesidad de constituir una auténtica expresión de los trabajadores y el pueblo, de unir las luchas de todos los sectores sociales, los obreros, los campesinos pobres y pequeños comerciantes, etc., verdaderamente interesados en llevar adelante una lucha por la democracia, en el camino de la liberación nacional y social que acabe con el injusto sistema de dominación burgués- imperialista y de constituir una sociedad más justa sin explotadores y opresores, sin explotados y oprimidos, en la necesidad de unir todas las fuerzas del conjunto del pueblo ya sean socialistas, comunistas, peronistas, progresistas y revolucionarias, radicales y cristianos de izquierda, y demás sectores que estén interesados en hacer la revolución contra la gran burguesía, la oligarquía y el imperialismo e instaurar un gobierno obrero y popular socialista»[28]

El FAS realizó varios congresos multitudinarios. El Vº realizado en Pcia Roque Sáenz Peña, Chaco, en noviembre de 1973 reunió a 12.000 personas con la participación de Agustín Tosco (dirigente de Luz y Fuerzo, Córdoba), una de sus figuras más representativas y reconocidas como dirigente político; representantes de la comunidad toba, el padre Ramondetti, quien a título personal expresó que «estamos aquí porque se trata de un frente, y de un frente antiimperialista y por el socialismo. Nuestra presencia aquí como cristianos y como sacerdotes no es a pesar de eso, a pesar de ser cristianos, sino por ser cristianos»; Alicia Eguren de Cooke, que aludió a «la actitud que debemos tomar para la comprensión del carácter del momento que vive el país y a la política que debemos darnos hacia los sectores del peronismo revolucionario en general y hacia las bases del peronismo en particular»; Salomón, del Frente Revolucionario Peronista; Armando Jaime, presidente del FAS, quien convocó a la formación de un frente Antifascista diciendo que «no solamente vamos a invitar a las fuerzas revolucionarias y progresistas, también a todas las fuerzas democráticas y patrióticas y a todas las personas que se sientan afectadas por el avance fascista». El FAS aprobó en el Vº Congreso de Sáenz Peña las Bases programáticas que contemplaba que

«los obreros industriales, los obreros de talleres, usinas, ferrocarriles, puertos, caminos, los albañiles, los mineros, los hacheros, los choferes, los peones rurales, los trabajadores independientes, los artesanos, los pequeños comerciantes, los campesinos pobres y medios, los colonos, los aborígenes, los profesionales, los estudiantes e intelectuales progresistas, los maestros, los empleados….todos los grupos, partidos, agrupaciones políticas revolucionarios y progresistas, que sean expresión de este pueblo, deben sumarse a este torrente humano liberador, unir sus fuerzas y marchar hacia la tan ansiada revolución»[29]

El Programa antiimperialista proponía la expropiación y nacionalización de todas las grandes propiedades imperialistas, la ruptura de los pactos con que los gobiernos al servicio de los monopolios nos han atado al amo imperial, la recuperación total de nuestra soberanía, el control sobre nuestro comercio exterior, etc. y se propone «unir bajo sus banderas a hombres y mujeres provenientes de todas las clases populares y de distintas identidades políticas».[30] Por otra parte, agregaba que:

«El FAS es un fuerte embrión del Frente de Liberación Nacional. Pero no es aún este Frente. Para que realmente llegue a serlo, deberán unirse a él centenares de miles de argentinos que luchan activamente en sus sindicatos. organizaciones villeras, campesinos, agrupaciones estudiantiles, etc., y también aquéllos que aún no participan en la lucha, pero que sienten como los demás la opresión imperialista, que de una u otra forma se ejerce sobre ellos»

El VI Congreso del FAS realizado en Rosario en junio de 1974 nucleó a 20.000 personas, con nutridas delegaciones de Tucumán,. Córdoba, Mendoza, Chaco, Salta y Jujuy, Corrientes, etc.. Los oradores fueron Manuel Gaggero, director del diario El Mundo, delegados obreros, villeros, indígenas, el diputado de la Nación Ortega Peña, Agustín Tosco, un representante del PRT, uno de Cristianos por el Socialismo. Alicia E. de Cooke, representante del Frente Revolucionario Peronista, el Dr. Silvio Frondizi y Armando Jaime, dirigente de la CGT de Salta.

Los fundamentos del PRT para el lanzamiento de un frente aún más amplio que el FAS están localizados en la experiencia vietnamita de construcción de los diversos frentes tácticos y estratégicos, pero fundamentalmente en la constitución del frente de Liberación Nacional que resultó la dirección política de las masas. Tomado ese ejemplo, el PRT buscó, a partir del FAS lograr un «ejército político de las masas» y «unir en torno a su programa y sus objetivos a todas las fuerzas revolucionarias, progresistas y patrióticas del campo popular, preparándose para ejercer las tareas de dirección y de poder que el desarrollo de la guerra revolucionaria irá planteando en su transcurso. Es decir que el FLN debe ser una poderosa columna principal en la que se asiente el poder popular». Propone trabajar en dos direcciones: enraizar el FAS «entre las más amplias capas de la población… dar respuesta política a los problemas que genera la penetración imperialista….organizar al pueblo en la lucha política por la democracia, por la libertad, por el socialismo y tomando resueltamente la dirección de esa lucha»[31] y ampliar el FAS hacia la constitución de un frente antiimperialista, democrático y patriótico. Quizás estamos ante la primera autocrítica del accionar político del PRT al reconocer que

«el FAS, enarbolando un programa radicalizado, cumplió y cumple un destacado papel en la preparación del terreno para una amplia unidad obrera y popular, bregando incansablemente contra el gobierno burgués contrarrevolucionario. pero la misma sujeción y subordinación de grandes contingentes proletarios y populares a la ideología del nacionalismo burgués, abrazado por el populismo y el reformismo, estrechó los límites programáticos del FAS, impuso una línea principista, redujo el horizonte a una estrecha franja en la que sólo tenían cabida aquellos grupos y corrientes de avanzada”. “Hoy, ante la nueva etapa que se abre, ante el naufragio del populismo, caracterizada por nuestro Partido como una etapa regida por gobiernos proimperialistas, abiertamente antipopulares, divorciados totalmente de las masas y distanciados hasta de algunas apoyaturas burguesas, el FAS resultaría una herramienta estrecha, insuficiente para centralizar, organizar, impulsar y orientar a la unidad y movilización de los más amplios sectores populares, de todas las capas de la sociedad que se encaminan resueltamente a la defensa de la democracia y de la patria, a la más enérgica lucha antiimperialista”. “Se impone, en consecuencia, la construcción de un nuevo frente, más amplio y abierto, en el que encuentren cabida y expresión política todas las fuerzas antiimperialistas, democráticas y patrióticas, dispuestas a sostener con firmeza la lucha antigubernamental, la lucha por las libertades democráticas, contra la represión y la barbarie fascista”

En Poder burgués, poder revolucionario, Mario R. Santucho agregaba al respecto:

«El ejército político de las masas…como propulsor y resultado de la intensa actividad política, legal, semilegal y clandestina de las más amplias masas populares”…”En lo inmediato, debemos centrar nuestros esfuerzos en la consolidación del trabajo legal partidario, en la creación y multiplicación de las organizaciones revolucionarias en el seno de las masas, para acaudillar sus luchas políticas, para unir a todas las fuerzas revolucionarias, progresistas, patrióticas tras un programa amplio, antiimperialista y democrático, sin una sola concesión principista, pero sin rigidez sectaria”.[32]

Si nos detuvimos tanto en las citas anteriores es para hacer advertir al lector el desarrollo de una línea política, que preconizaba e iba concretando un amplio trabajo de relaciones políticas y alianzas en diversos sectores de la sociedad para encarar con buen éxito su objetivo estratégico del poder de la clase obrera y el pueblo. Pero en los hechos, los Frentes aludidos fueron grandes organizaciones de militantes políticos y activistas sindicales que trascendían los campos partidarios pero que no llegaron a constituirse en la dirección política de las amplias masas. A pesar de esas apelaciones a la unidad popular en torno a un programa antiimperialista, otra parte de su accionar, también creciente en número de hechos y de militantes iba deshaciendo alianzas y poniendo obstáculos al camino de la unidad con las acciones de lucha armada.

El accionar del ERP borraba con el codo los avances políticos y la interesante trama de alianzas que se iba desarrollando, imposibilitando en los hechos la materialización del frente con la amplitud señalada. A medida que se acrecentaba el deterioro del gobierno peronista, la gravedad de la crisis económica y se mantenía el nivel de movilización de masas hasta julio de 1975, contradictoriamente el PRT iba distanciándose cada vez más del estado de ánimo, del sentir de la disposición de las masas a embarcarse en una lucha sin cuartel, situación que no llegó a advertir en su momento. Ese «reflujo» de masas, como lo llamaría en su VIº Congreso partidario (1979), que se produjo después de las movilizaciones posteriores al «rodrigazo» (medidas de ajuste impuestas por el ministro de Economía Rodrigo en junio- julio de 1975), no fue visualizado por el PRT, que, con inercia continuó con el accionar armado desembocando en el intento de copamiento del cuartel Domingo Viejo Bueno de Monte Chingolo el 24 de diciembre de 1975. La suerte estaba echada. El golpe de estado se desencadenaría el 24 de marzo siguiente.

Otra línea de trabajo de masas que impulsó el PRT fue el Movimiento Sindical de Base, que surgiera del Plenario Nacional de Recuperación Sindical, realizado en julio de 1973 en Córdoba. levantó como bandera permanente de su lucha y accionar su definición “antiburocrática, antipatronal y por la independencia del movimiento obrero del estado”. El 13 de abril de 1974 se realizó en Córdoba el II Plenario con más de 4500 delegados de distintas regionales sindicales del país. También aquí Tosco fue el orador principal en nombre del Movimiento Sindical Combativo de Córdoba: «Traigo el saludo fraternal de doce organizaciones sindicales, de treinta agrupaciones de base, a uno de los pilares de Córdoba del MSC, es decir al Movimiento Sindical de Base».

Los Cuadernos de Información Popular[33] dan cuenta de los documentos y la información de esta herramienta organizativa, que aunque tenía una amplitud política considerable en los planteos, en la práctica no logró salirse del control del PRT. El MSB retomó todas las experiencias organizativas y programáticas anteriores como la de la CGT de los Argentinos, o de Sitrac- Sitram y en lo esencial reivindicó la independencia en materia de organización: «el sindicato no es el partido político. Sus filas no se engrosan por coincidencias en este plano, ni desde su seno es factible plantear programas o metas que van más lejos que las pretensiones que se propuso el conjunto».

En la etapa de la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse la cuestión sindical había sido uno de los temas centrales de debate interno, incluso y particularmente con los sectores trostkistas que conservaba en su seno. En numerosos números de El Combatiente desarrolló su concepción del «sindicalismo clasista»: «El sindicato debe ser la organización de los obreros lo más amplia posible y lo menos clandestina posible, donde se luche por las reivindicaciones económicas, contra los abusos de la patronal y que movilice a los más amplios sectores del proletariado».[34] En reiterados artículos se señala el peligro de hacer del sindicato un partido político en nombre de la constitución de un «movimiento clasista y revolucionario»:

«A primera vista estas posturas parecían mostrar una ortodoxia marxista y un verdadero contenido de clase proletaria. Pro nada es más falso si se lo analiza más profundamente y se comprueba sus resultados prácticos”…”creen que se ganarán a las masas sólo con la declamación de consignas revolucionarias puras…” “Al no lograr fusionar el programa puro y ortodoxo que pretenden para el sindicato con las luchas reivindicativas de las masas, queda un profundo abismo entre la dirección politizada y el conjunto de la base imposibilitados de ver por sí solos más allá de sus problemas inmediatos; así esta política se convierte en una infantil mezcla de ultraizquierdismo y economismo. Su resultado inmediato es la desconexión de la dirección y la base, mientras el sindicato va perdiendo su esencia misma al no contar con el apoyo del conjunto de los obreros, convirtiéndose en un organismo selecto de la vanguardia, que deja a las masas huérfanas de organización”.[35]

También en este caso el MSB. como en el del FAS, se enfrentan las concepciones con prácticas diversas, que dan la impresión de la convivencia en el seno del PRT de dos líneas que se fueron llevando paralelamente: una de búsqueda de participación de las masas, de amplitud democrática, antiimperialista, de corte nacional y patriótica, y otra que despega al Partido de las masas, que lo lleva a un accionar elitista por el socialismo y anticapitalista. La amplitud del discurso de un Agustín Tosco, de la Declaración y el Programa del MSB, se entrecruzan col definiciones revolucionaristas en algunas agrupaciones clasistas y con el accionar de los comandos del ERP dentro de las fábricas, cuya acción, más allá de los resultados reivindicativos que alcanzaba por la presión sobre la patronal, en los hechos dividía al conjunto de los trabajadores introduciendo ejes contrarios a sus necesidades de unidad entre adherentes o no a la lucha armada, entre peronistas o no peronistas, entre «democráticos» y guerrilleros. Se ponían en evidencia en la forma económica de la lucha de clases la estrechez que imponía la política «antiburocrática», «antipatronal» y por el socialismo en un contexto histórico donde había condiciones para organizar un espectro social y política mucho más amplio. Otro frente de trabajo de importante desarrollo fue la Asociación Gremial de Abogados, un especie de frente de abogados de distintas vertientes políticas, cuya actividad fue la defensa de los militantes de las organizaciones armadas, lo que los valió persecución y muerte a la mayoría de ellos. Ligados a ellos, el PRT impulsó la creación de diversos organismos de familiares de detenidos y secuestrados-desaparecidos por razones políticas, estudiantiles y gremiales.

La actividad ideológica abarcó diversos frentes. El de la cultura, desde donde se lanzó un importante movimiento editorial que difundió particularmente la obra de los vietnamitas; un frente que se llamó Cine de Base donde trabajó el después desaparecido Gleizer, organismos de periodistas y escritores con Haroldo Conti, también secuestrado- desaparecido; la publicación del diario El Mundo, de importante tirada en todo el país; la revista quincenal Nuevo Hombre y otras que los datos recogidos hasta ahora no han podido recuperar del olvido. El CombatienteEstrella Roja se distribuían por miles de ejemplares, se vendían en una extendida red clandestina y se editaban en imprentas propias que contaban con impresionantes obras de infraestructura que fueron descubiertas en el período de la dictadura militar.

La práctica electoral y parlamentaria no estuvo ausente de las preocupaciones del PRT a pesar de que la mayor parte de su historia se desarrolló en tiempos de dictadura militar o altamente represivas. En 1965, el recientemente formado PRT participó de un frente con sectores peronistas de una elección provincial en Tucumán para diputados, donde logró instalar una bancada de diputados obreros, de la Fotia (Federación Obrera de Trabajadores del Azúcar), en la Legislatura provincial. La mayor encrucijada para definir su posición electoral se le presentó al PRT ante el fin de la dictadura de Lanusse y su convocatoria al GAN, cuando el debate de la sociedad se centraba en la posibilidad de que el peronismo y el propio Perón retornara del exilio y pudiera participar en las elecciones que se convocaban para marzo de 1973. En esa coyuntura histórica, el PRT estaba en uno de sus momentos de máxima debilidad, con toda su dirección en la cárcel, numerosos detenidos y muertos[36]. La fuga de la cárcel de Rawson tuvo el propósito central de liberar a los presos ante la posibilidad de elecciones, en las que Santucho insistía en la necesidad de participar. Su decisión de participar en las elecciones no alcanzó a materializarse pues una propuesta de voto programático no llegó a ser conocida ni por los mismos militantes. El lanzamiento de los Comités de Base para debatir con las masas la cuestión electoral tampoco llegó a concretarse pues seguían subsistiendo en el seno de la organización líneas militaristas que se contraponían internamente aunque sin provocar la ruptura. Cuando asumió el presidente Campora, el PRT le envió una carta que hizo pública en la que le planteaba su posición. Reconocía al gobierno elegido “porque representa la voluntad popular” pero se comprometía a continuar el enfrentamiento contra “las empresas imperialistas y a las fuerzas armadas contrarrevolucionarias”, lo cual en corto tiempo volvió a colocar al PRT-ERP en una situación de ilegalidad.

La “Crónica de la guerra revolucionaria” de ER Nº 22, del 12 de julio de 1973, da cuenta de las siguientes acciones, entre otras: numerosas tomas de fábricas y ocupaciones de campos por sus reivindicaciones; conferencias de prensa de los dirigentes del PRT-ERP; comandos del ERP en acciones de propaganda y «recuperación» de armas en guardias de fábricas; izamiento de banderas del ERP en diversos lugares públicos; liberación de secuestrados (el gerente de Coca Cola; el Comandante de Gendarmería Nacional, Nasif, que había permanecido secuestrado durante 44 días; del Contraalmirante Alleman); el secuestro del presidente de la empresa Firestone Argentina S.A. y su libertad por pago de rescate «para financiar los gastos de la guerra revolucionaria»; reparto de útiles escolares; etc. Incluye la denuncia de los hechos de Ezeiza y numerosos hechos de masas, pero un rápido repaso de la información no permite advertir un cambio esencial en el accionar del ERP durante la etapa democrática constitucional que acababa de iniciarse.

El 6 de setiembre de 1973 una unidad del ERP intentó copar el Comando de Sanidad del Ejército en Capital Federal. Recuérdese que la violencia no se había abandonado en la sociedad. A los 25 días de la asunción de Cámpora se produjeron los hechos de Ezeiza con un número de muertos y heridos nunca conocidos. La policía había reprimido ante diversas tomas de fábricas por sus obreros por demandas salariales, y el accionar de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) iba en aumento, con numerosos asesinatos y secuestros.[37] En las elecciones presidenciales de setiembre de 1973, el PRT realizó gestiones para concretar una alternativa al FREJULI (Frente Justicialista de Liberación) proponiendo las candidaturas del binomio Tosco-Jaime para presidente y vice de la nación. No se concretó dicha propuesta frente a la magnitud de adhesiones y expectativas hacia la figura del propio Perón como candidato, por un lado, y por otro a la manifiesta incapacidad del conjunto de las fuerzas revolucionarias, socialistas, democráticas y antiimperialistas parta desarrollar una propuesta alternativa más allá de los discursos.

Durante los años del gobierno peronista mantuvo relaciones políticas con diputados de la Juventud Peronista, de la Unión Cívica Radical, de UDELPA y con la Alianza Popular Revolucionaria, sobre todo con el Partido Intransigente, en la búsqueda de acuerdos. En la práctica, la debilidad de todas esas fuerzas para decidirse a construir una alternativa frente al avasallador entusiasmo de las masas por el gobierno, por lo menos en la primera etapa del mismo, su incomprensión de la necesidad de la unidad popular y el continuo accionar del ERP que obstaculizaba los acuerdos políticos amplios, fueron cerrando posibilidades no sólo en el ejercicio electoral. Paralelamente, iba avanzando la concentración de capitales y consolidándose el aparato represivo del estado (modificación del Código Penal, nuevas leyes represivas, etc.).[38]

El desgaste del gobierno sobre todo después de la muerte de Perón en julio de 1974, el accionar de bandas parapoliciales y paramilitares de la Triple A, preparadas y dirigidas desde las instituciones gubernamentales como el Ministerio de Bienestar Social, la incapacidad para orientar las luchas por demandas sociales de las masas cada vez más movilizadas durante 1974 y 1975, condujeron al PRT a buscar alguna salida política a la situación, aunque nunca llegó a poner en cuestionamiento la lucha armada que, por el contrario, recrudecía y avanzaba en la etapa que caracterizaba como pre- revolucionaria. La salida política que el PRT creía haber encontrado era la Asamblea Constituyente para lo cual intentaba hacer crecer el arco de alianzas con los partidos con representación parlamentaria, fundamentalmente con el Partido Intransigente. Santucho ya había lanzado en 1974 su propuesta de concretar un Frente Democrático Patriótico Antiimperialista que fuese capaz de resolver la crisis política y acumulase fuerzas populares para enfrentar a los grandes grupos financieros, pero particularmente para enfrentar el golpe militar que se avecinaba. El carácter de frente con la amplitud de alianzas sociales que presuponía nunca pudo llegar a concretarse, encontrando resistencia aún dentro de las propias filas del PRT, en sectores que sostenían que las acciones armadas debían intensificarse para frenar el «golpe» que se aproximaba. En la intensificación de las acciones militares a fines del 75 propone una “tregua” que en una correlación de fuerzas de máxima debilidad y ante su incapacidad política para abarcar la totalidad de la situación, no fue escuchada.

La etapa democrática del 73, que había mostrado sus fuerzas contradictorias en Ezeiza, en la política del Pacto Social,[39] en los recortes de las libertades públicas y en el creciente accionar represivo, estaba llegando a su fin porque, además de los factores mencionados, las masas ya habían entrado en un reflujo significativo. Los golpes selectivos contra las dirigencias políticas y sociales habían ido descabezando al movimiento popular, que no contaba, a pesar de tantos esfuerzos realizados, con una estructura y un proyecto alternativo viable, capaz de tomar las riendas del poder. El golpe militar se avecinaba y no quedaban alternativas de éxito en torno a la unidad popular, ya que los partidos del sistema si no avalaron con declaraciones, por lo menos dejaron hacer o proponían formas de contención de la situación interviniendo el poder Ejecutivo pero manteniendo el Congreso en funcionamiento (caso de la UCR).

Es necesario resaltar que el PRT tenía un concepto estrecho de la “democracia” sin haber alcanzado a comprender las formas de democracia popular frente a la democracia burguesa[40]. Pasarían muchos años, y después de una profunda autocrítica que inicia con su VI Congreso, ratificada y produndizada en el VII y VIII, para que comience a asimilar la importancia de la voluntad electoral de las masas, como forma de participación que abre espacios para políticas revolucionarias y que contiene el respeto a la voluntad popular, aún cuando su nivel de conciencia y de información haya sido condicionado desde el poder.

El PRT frente a su autocrítica

A pesar de lo gastado del término autocrítica en la llamada izquierda, el PRT, según manifiesta en sus documentos, procuró descubrir la fuente de los errores que lo llevaron a un fracaso en la conquista de sus objetivos, con la consecuente pérdida de numerosos militantes, y la derrota de su organización, de la cual le llevó varios años empezar a recuperarse.

También sobre este punto asoma en el horizonte un confuso debate interno. Quienes buscaban los errores en el accionar militar y proponían “mejorarlo” con mayor capacitación militar y técnica, estaban encabezados por Gorriarán Merlo. Sus posiciones quedaron en minoría y por diversas inconductas fue expulsado del PRT antes del VI Congreso, realizado en 1979, expulsión ratificada en el mismo. La mayoría, dispersa en el exilio  en diversos países de Europa y América, ante la evidencia del resultado y los cambios acaecidos en el país con la instalación de la dictadura militar, trataba de descubrir la causa de los errores políticos, encontrando falta de profundización científica en la lectura de la realidad.

Sus documentos, particularmente los del VI Congreso, dan cuenta de una autocrítica centrada particularmente en la cuestión de qué política para qué etapa se había aplicado. Descubrieron que “fueron alejando la organización de las masas”, particularmente con el accionar armado durante el gobierno que surgió en 1973 como resultado del voto popular. Pero también buscaron la causa en una visión estrategista, política que no acompañó a la experiencia que estaba haciendo el pueblo sin advertir que la etapa del capitalismo en la Argentina era otra. Faltó elaboración de tácticas para la etapa, lo que no contribuyó a amalgamar fuerzas sociales para enfrentar los planes de los grupos financieros en plena puja interna por lograr hegemonía. Este descubrimiento lo realizaron en el VI Congreso al incorporar la teoría del poder y de la revolución democrática popular, formas de transición hacia la sociedad socialista que postulaban.

El principal resultado de sus errores fue haberse alejado progresivamente de las masas, cayendo en una especie de accionar de grupos de élites despegadas más y más, aunque sus objetivos últimos de liberación, justicia, mejora de las condiciones de vida, etc., eran compartidos por el conjunto de la sociedad. Pero la sociedad, el conjunto del pueblo, no leía la realidad del mismo modo. Creyó y apostó al proyecto de Cámpora-Perón y después, cuando vio la imposibilidad de enfrentar cara a cara las políticas represivas y proimperialistas, entró en un proceso de resguardo de su integridad, aunque manteniendo actitudes solidarias y de apoyo de los militantes revolucionarios. El PRT, según manifiesta en su «autocrítica», no pudo interpretar el «reflujo» de las masas y continuó febrilmente su accionar guerrillero mientras numerosos combatientes eran víctimas de las más atroces formas de represión, en un manotazo desesperado mientras el golpe militar se preparaba serena pero perseverantemente con su plan económico y político.

El PRT no había descubierto la importancia, en el 73, del respeto a la voluntad popular expresada en las urnas, los espacios que se abrían para la lucha política aún cuando las FFAA habían hecho apenas un paso al costado y dentro del gobierno convivían sectores fascistas y una profunda lucha intermonopólica. En su autocrítica expresa la necesidad de tener una mayor inserción para captar las necesidades objetivas y subjetivas de las masas y ratifica que ni el Partido Revolucionario ni el Ejército del Pueblo pueden ser un fin en sí mismo, sino herramientas que expresan las demandas sociales en particulares coyunturas históricas.

La caracterización de la etapa de desarrollo de la sociedad adolecía de profundas insuficiencias, no sólo desde el PRT sino de las demás organizaciones. El enfrentamiento se producía cara a cara, directo, sin mediaciones, sin advertir contradicciones y planos distintos en cada caso; el subjetivismo e idealismo los llevaba a definir condiciones cercanas al triunfo cuando en realidad, el proceso de concentración monopólica había comenzado recién y aunque no tenía representación política propia, contaba con las FFAA como aparatos de representación y acción política al servicio de esos intereses gran burgueses. El conjunto del pueblo en cambio no había llegado a conformar su propia representación política, pues los partidos del sistema que votaba no eran fieles a sus postulados originarios, y los demás no habían llegado a trascender las acciones de grupos minoritarios.

Quizás uno de los ejes centrales de su autocrítica, que no aparece suficientemente desarrollada en los documentos de que disponemos, es la confusión en que cayó al sobredimensionar la “lucha armada” desde los aparatos partidarios o periféricos al partido sin haber logrado que el conjunto del pueblo asumiera esa forma de lucha, pero particularmente el desfazaje que significó sobredimensionar la lucha armada con respecto a otras formas, como son la lucha económica, política propiamente dicha, ideológica, que aunque nunca estuvieron ausentes y siempre fueron una preocupación manifiesta en todas las resoluciones partidarias, resultaban incompatibles en la práctica con la proliferación de acciones armadas que en muchos casos reemplazaban el accionar político de las masas. Un elemento que puede haber llevado a enturbiar una comprensión más objetiva de lo que estaba pasando, fue el crecimiento del PRT y del ERP en todos los años del gobierno peronista del 73-76. Pero a pesar de numerosas incorporaciones, no llegó a tratarse de las masas en armas sino de segmentos de mayor conciencia y compromiso con la lucha revolucionaria, llena de fervor patriótico, heroísmo y modelos como el Che y Santucho.

Como decíamos al principio, una de las fuentes de datos para nuestro análisis fue la autocrítica que ya mencionáramos. Otra, la forma en que recomenzó la práctica política en el país a partir de 1982 con el regreso y la reinserción. En principio, verificamos una continuidad histórica de un PRT que en la actualidad reivindica su historia con «aciertos y errores», que define fiel a la teoría marxista-leninista desde la cual toma elementos para realizar su autocrítica y para leer la realidad, que ha modificado su línea política, no sus objetivos estratégicos. Ha profundizado su diagnóstico de la situación en torno al desarrollo del capitalismo en la etapa monopólica, adoptando la categoría que definiera Lenin de Capitalismo Monopolista de Estado. Su práctica actual lo muestra desarrollando una política que pretende consolidar un amplio arco de unidad social y política antiimperialista que juegue en la etapa de la democracia abierta en 1983, incluyendo la forma de la participación electoral. Sostiene además la necesidad de la unidad de las organizaciones revolucionarias coincidentes con la gestación de las alianzas necesarias para expresar el campo nacional y popular y a su vez, la necesidad de un partido marxista leninista de cuadros, aún en momentos en que son más los que reniegan de esos instrumentos.

El PRT ha reiniciado su inserción en el país hacia fines de 1982. La salida de su periódico El Combatiente fue una de las iniciativas para darle continuidad desde su propia historia aunque señalando desde allí sus cambios tácticos y estratégicos para la etapa: su consigna anterior, «Por la revolución obrera, latinoamericana y socialista», ha sido reemplazada por la “Revolución Democrática Antiimperialista hacia el Socialismo”.

Otras conclusiones

Hasta aquí entendemos sólo haber puesto entre los objetos de estudio de la historia argentina una expresión que adoptó una parte del pueblo argentino volcándose a la lucha con las armas o apoyando de distintas maneras ese accionar. Recortamos el objeto de estudio al PRT-ERP, pero parte del trabajo que debemos realizar los historiadores y científicos sociales  interesados en este período, es conocer la superestructura político-ideológica, rescatar del olvido, reconstruir archivos, abordar a los testimoniantes y no nos estamos refiriendo sólo a  las organizaciones armadas, sino a todo el espectro político en sus interrelaciones.

Otro eje de investigaciones es la profundización en la forma que adoptan los enfrentamientos de clase, entendidas éstas no como bloques monolíticos, sino como atravesadas por elementos materiales y de conciencia, elementos culturales e ideológicos que complican el cuadro de situación. La relectura de la obra de Juan Carlos Marín citada es muy rica en hipótesis de investigación. Asimismo proponemos desarrollar el concepto de guerra hacia formas diversas del enfrentamiento estrictamente militar. Los aparatos de poder del estado imponen coercitivamente condiciones de vida al conjunto social, aún utilizando estructuras legales e instituciones formalmente aceptadas. En este plano, para salir del enfoque puramente descriptivo es necesario ver el cambio en las formas de enfrentamiento cuando se agudiza la distancia social con el proceso de concentración monopólica y los bandos sociales en pugna deben resolver problemas nuevos. La lucha ideológica, por la conciencia, por el consenso, ha pasado a primer plano en la sociedad, la ratificación del valor del marxismo- leninismo, no como dogma sino como teoría para la acción, la ciencia para resolver los problemas, es vital para ambos campos en pugna en la sociedad. Los protagonistas de la historia tienen la palabra.


Notas

[1] Las fuentes consultadas corresponden al Archivo Documental del Partido Revolucionario de los Trabajadores, que cuenta con series incompletas de sus documentos internos, publicaciones periódicas y otras obras.

[2] Historia del PRT. 25 años en la vida política argentina, Dirección del Partido Revolucionario de los Trabajadores, Editorial 19 de Julio, 2o edición, 1991

[3] Tte. Crel. Auditor Carlos H. Domínguez: La nueva guerra y el nuevo derecho. Ensayo para una estrategia jurídica contrasubversiva, Círculo Militar, Bs. As., 1980, 2 tomos. “Evolución de la delincuencia terrorista en Argentina”, PEN, Octubre, 1980.

[4] “El peronismo: el PRT fija posición”. Publicación EC 1985; VIIo Congreso del PRT: El capitalismo monopolista de estado. Historia del capitalismo en Argentina, folleto No 2. Para el proceso de concentración capitalista en Argentina: La moderna aristocracia financiera, Martín Asborno. El Bloque Editorial, Bs As 1993.

[5] Antognazzi Irma:”Conocimiento y poder desde la óptica de las mayorías”, enviado al XIX Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Caracas, mayo, 1993

[6] Se habían producido las experiencias de “Uturunco”, de Massetti, de Bengoechea, que con distintos objetivos políticos habian empezado a instalar la cuestión de la lucha armada, simultáneamente con experiencias semejantes en casi todos los países latinoamericanos.

[7] Documentos del IV Congreso: El único camino hacia el poder obrero y el socialismo, 1968 y los del Vo Congreso, 1970

[8] Beba Balvé y Beatriz Balvé: El 69: huelga política de masas (Rosariazo, Cordobazo, Rosariazo), Editorial Contrapunto, Bs.  As. 1989; Lucha de calles, lucha de clases (El Cordobazo), CICSO.

[9] Historia del PRT op cit., Informe sobre el problema azucarero, de Antonio del Carmen Fernández. Ediciones PRT, escrito en el Penal de Rawson en agosto de 1972. El “negrito” Fernández, como lo llaman en los documentos del PRT, obrero de ingenio, participó en las luchas sindicales de la FOTIA y en los grupos originarios del PRT. Era miembro del Buró Político del PRT. Fue capturado con numerosos integrantes de la Compañía de Monte R.R. Giménez y luego asesinado por las fuerzas del Gjército en el enfrentamiento que se produjo cuando el ERP intentó el copamiento de un cuartel en Catamarca en agosto de 1974.

[10] Todos los números de ER (Estrella Roja) y EC (El Combatiente) contaban con artículos referidos a las guerras de la “Primera independencia”, de la guerra de Viet Nam, de la Revolución Rusa, china, cubana, destacando el trato a los prisioneros, las acciones heroicas, anécdotas de coraje y sacrificios del pueblo, así como artículos teóricos de los autores citados.

[11] Resoluciones del VoCongreso del PRT

[12] M. R. Santucho:”Poder burgués, poder revolucionario”. Reedición incorporada a Santucho una vida al servicio de la Revolución, escrita por su hermano, Amílcar Santucho, quien fuera desde 1987 y hasta su muerte Secretario General del PRT.

[13] El PRT inicia una autocrítica en 1976 poco antes del enfrentamiento en que cae asesinado por un capitán del Ejército M. R. Santucho. Ver un desarrollo más completo en Historia del PRT op. cit., en los documentos del VI Congreso y en el folleto No 1 del VII Congreso, Cap. Informe de las actividades partidarias, 1987.

[14] La nueva guerra y el nuevo derecho, op. cit.

[15] Op cit.

[16] Informe de la OEA. Denuncias de organismos de DDHH en el exterior, sabotajes, huelgas, etc.. Ver Pablo Pozzi: Oposición obrera a la dictadura

[17] Norberto Ceresole: Nación y revolución. Argentina: Los años setenta, Puntosur, Bs. As., 1988

[18] Resoluciones del Vo Congreso. Fundación del ERP

[19] ER No 9, diciembre 1971

[20] ER No47, 13 de enero de 1975

[21] Juan C. Marín: Los hechos armados un ejercicio posible, CICSO, Serie Estudios No 43, Bs. As., 1984

[22] Irma Antognazzi: Trelew, viente años después, Editorial 19 de julio, Bs. As., 1992

[23] Moral revolucionaria, moral burguesa. Estudios realizados por el ERP argentino, incluye artículos de EC No54 y 55 y un apéndice con “Acerca del liberalismo” de Mao y “El socialismo y el hombre en Cuba” de Ernesto Guevara. Ediciones Ideas, 1972 (?)

[24] ER Julio 1974 No35

[25] ER No 22 del 12 de julio de 1973, publica un documento completo de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) sobre los hechos de Ezeiza; ER No 9 diciembre de 1971, comunicados conjuntos de ERP, FAR, FAL a Sitrac- Sitram, empleados públicos y otros conflictos. ER No 15, octubre de 1972, Vaca Narvaja escribe sobre Trelew.

[26] Revista de la Junta de Coordinación Revolucionaria, Che Guevara, No 1 nov. 74; ER No 28, 27 de diciembre 1973

[27] ER No 27 diciembre de 1973

[28] Del folleto del FAS VIo Congreso. Anteproyecrto de Resoluciones. ER 18 de agosto de 1973, da cuenta de la presencia de 6000 personas en el estadio de Villa Luján de Tucumán con la presencia entre otros de los dirigentes Agustín Tosco y Armando Jaime. IV Encuentro Nacional Pro Frente Antiimperialista y por el Socialismo.

[29] Del folleto Informe del Vo Congreso del FAS. Contiene los discursos de Agustín Tosco, Marcelo, dirigente toba; el padre Ramondetti; Alicia E. de Cooke; Salomón; un villero de Barranca Yaco, Córdoba; de A. Jaime, presidente del FAS. Bases Programáticas y Proyecto de Constitución del Frente Antifascista aprobado en el Vo Encuentro del FAS en nov. de 1973. El documento incluye además un listado de adhesiones. Entre ellas: CGT Clasista de Salta, Juventud Peronista y Juventud Trabajadora Peronista de Salta y Jujuy; varios gremios de Córdoba, Unidades Básicas de Tucumán, Sindicatos de Ingenios y ex ingenios de Tucumán, JP y JTP de Santiago del Estero, Trabajadores de General Motors de Bs. As., Movimientos vecinales combativos de distintos barrios y villas, organizaciones de aborígenes, de empleados públicos de Mendoza, frente de Villeros y Campesinos, Agrupación de Trabajadores de la Construcción de Sgo. del Estero. Juventud Guevarista, Comandos Populares de Liberación, observadores del Partido Socialista de los Trabajadores PST, Política Obrera, Frente Revolucionario Peronista, Peronismo de Base, Grupo Espartaco, Orientación Socialista, El Obrero, Cristianos por el Socialismo, Columna Fal-Che, militantes Montoneros, Partido Comunista Marxista-Leninista PCML, agrupaciones estudiantiles adheridas al FAS, Grupo Cine de Base, etc..

[30] EC Na 121 12 de junio de 1974

[31] EC No 26  y No 124 junio y julio de 1974

[32] EC No 138, 9 de octubre de 1974

[33] Cuadernos de Información Popular No 1 MSB: ?Alternativa de la clase obrera?, Editora Popular Americana SRL, abril 1974

[34] EC Na61, 21 de setiembre de 1971

[35] EC No66, 30 de enero de 1972. Además “Sindicalismo clasista. Sus perspectivas. Sus desviaciones”. Mesa Sindical PRT 1972 (?)

[36] Historia del PRT, op. cit.

[37] Ezeiza (del periodista Verbitsky)

[38] Para el ordenamiento legal ver “El terrorismo en Argentina” op cit Anexo 41 y La nueva guerra y el nuevo derecho, op. cit.

[39] Irma Antognazzi: “Tensiones dentro de la burguesía. La crisis del Pacto Social. 1974”. En Argentina, raíces históricas del presente, Fac. de H y A., Rosario 1997

[40] Irma Antognazzi:”Qué democracia, qué participación”, en Temas, Fac. de H y A UNR 1992

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