El domingo 7 de octubre se celebraron las elecciones en Brasil. El candidato del Partido Social Liberal (PSL), Jair Bolsonaro, se impuso notablemente con el 46% de los votos, dejando muy atrás al representante del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, quien reunió el 29,2%. Por su parte, el candidato del Partido Democrático Laborista (PDT), Ciro Gomes, se posicionó en tercer lugar con el 12,4% de los votos, mientras que ninguno de los diez candidatos restantes logró superar el techo de los cinco puntos. Dado que ninguna fórmula logró imponerse por la mayoría absoluta, el 28 de octubre los brasileños deberán acudir nuevamente a las urnas para decidir quién será su presidente durante los próximos cuatro años.
Estos resultados constituyen una nueva vuelta tuerca a la crisis política que atraviesa Brasil. Los partidos tradicionales más importantes han mostrado un desempeño muy débil en relación con las elecciones previas, lo cual expresa la enorme fisura que se ha abierto entre representantes y representados. Por un lado, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) llevó como candidato al ex gobernador del Estado de San Pablo, Geraldo Alckmin, quien apenas obtuvo el 4,7% de los votos. Pese a que lideró una enorme coalición, y a que dispuso una gran cantidad de tiempo publicitario de campaña, el PSDB cosechó el peor resultado de sus últimos treinta años, puesto que en todos los comicios había logrado disputar los primeros puestos. Por otro lado, el candidato del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), Henrique Meirelles, también ha mostrado un desempeño electoral pobre. El ex presidente del Banco Central de Brasil solo obtuvo el 1,2% de los votos, un resultado muy bajo si se considera que el MDB es uno de los partidos más fuertes del régimen. Por su parte, vale señalar que el PT tampoco ha logrado escapar a los efectos de la crisis política que sacude al país. El partido de Lula tuvo el peor desempeño de sus últimos 25 años, cuando perdió en primera vuelta contra Fernando Henrique Cardoso. Lo que le ha permitido llegar al segundo turno en estas elecciones fue su capacidad para conservar el apoyo electoral que históricamente ha tenido en los Estados de la región Nordeste: Maranhão, Piauí, Rio Grande do Norte, Paraíba, Pernambuco, Alagoas, Sergipe y Bahía. Estos Estados se han convertido en uno de los baluartes electorales del PT, dado que en las últimas cinco disputas presidenciales le han prestado un apoyo incondicional. La particularidad de estos comicios es que la población de Minas Gerais y Río de Janeiro – dos de los tres Estados más grandes del país- han retirado su apoyo al PT y han elegido masivamente a Bolsonaro. A ello se suma la gigantesca diferencia que el ex militar obtuvo en el estado más grande del país, San Pablo, donde consiguió el voto de 8.544.030 personas, lo cual representa nada menos que el 53% del electorado paulista. Por último, otro de los elementos en los que se expresó la crisis fue el hecho de que el 27,3% del electorado se abstuvo de participar en los comicios, anuló su voto o directamente votó en blanco.
Los resultados que se han examinado expresan con claridad la crisis que atraviesa el sistema político brasileño. No obstante, el elemento que consuma este cuadro es el triunfo de Bolsonaro. Este candidato ha logrado capitalizar por derecha el descontento de la clase obrera con el personal político burgués que viene gobernando Brasil. El ex militar se impuso en 17 Estados, y en muchos de ellos la ventaja frente a sus competidores fue abrumadora. En Santa Catarina, por ejemplo, obtuvo el 65,8% de los votos, lo cual lo colocó cincuenta puntos encima del candidato del PT. Este contundente triunfo se explica por su capacidad para presentarse como alguien diferente al resto del personal político, el cual está profundamente cuestionado por los escándalos de corrupción que han salido a la luz y, al mismo tiempo, por el ajuste que viene descargando sobre los trabajadores. Así, junto a los elementos más conservadores presentes en el discurso de Bolsonaro, como la homofobia, el machismo, la defensa de la religión y la reivindicación de la dictadura militar, se encuentra la condena a la corrupción y a los supuestos partidos de “izquierda” que gobiernan el país. Ello le ha granjeado un gigantesco apoyo en la población y ha permitido que el PSL multiplique sus bancas en el Congreso. Es decir, lo que primó en el conjunto del resultado electoral es el fuerte rechazo al conjunto de los partidos que han venido gobernando hasta aquí, esto incluye al PT, al PMDB, y al PSDB. Incluso Dilma Rousseff, que supuestamente era una presidenta popular que había sido derrocada por un golpe de Estado, no consiguió entrar al Senado, al igual que sucedió con dirigentes históricos del PT. En ese sentido, el voto a Bolsonaro es un voto obrero, no un voto de “clase media, blanca y educada”. Bolsonaro ganó en la segunda región más pobre de Brasil, el noroeste, y en los populosos estados de Río de Janeiro y Sao Paulo. Lo votaron los obreros, cansados de la corrupción, el desempleo, de vivir en la pobreza, en las favelas, en territorios controlados por el narcotráfico, todas condiciones que se dieron bajo el cogobierno de los partidos tradicionales.
Ahora bien, la victoria de Bolsonaro no significa que Brasil este “al borde del fascismo”. Esta caracterización está muy lejos de la realidad, y cualquier observador sensato debería advertir que solo responde a los intereses políticos del PT. En efecto, con la idea de que Brasil se debate entre democracia y fascismo se busca presentar a Haddad como un mal menor, como la única posibilidad abierta frente a la amenaza de un ajuste brutal y el comienzo una represión feroz.
En Brasil no estamos ante un inminente peligro revolucionario (lamentablemente), ni ante la descomposición de la vida social y del Estado mismo. De hecho, ese «fascista» no necesita ningún grupo de choque propio, ya que ha ganado las elecciones. El propio hecho que lo señalen como un aliado de las FF.AA. desmiente todo eso. El fascismo, justamente, representa la necesidad del armamento por fuera del Estado, por la quiebra del mismo. Dicho de otra forma: un Videla o Bordaberry no pueden ser fascistas. Es raro que los que dicen que Bolsonaro es «fascista» se niegan a señalar a Venezuela como una dictadura. Pero, además, Bolsonaro pretende un ministro de Economía ultraliberal, muy lejos de una economía propia del nacional-socialismo.
Con respecto a la represión, basta recordar que tanto Dilma como Temer han venido imponiendo el ajuste sobre la clase obrera y han descargado la violencia contra quienes manifestaron su descontento. Ello evidencia que la burguesía está logrando procesar su crisis sin alterar la “democracia”, puesto que para esta tarea cuenta con el beneplácito de todos los partidos que conformar el régimen. En este marco, pese a sus esfuerzos por diferenciarse del resto, la aparición de Bolsonaro solo constituye la emergencia de un personal político hecho con la misma madera, tan dispuesto a profundizar las medidas de ajuste y de represión como sus antecesores.
Lamentablemente, buena parte de la izquierda ha comprado la propaganda del PT y ha proclamado la necesidad de elegir el supuesto “mal menor”. Izquierda Socialista fue el primero de los partidos del FIT en salir a proclamar su apoyo a Haddad para el ballotage. Si bien reconoce que el voto a Bolsonaro es un rechazo a los partidos del régimen, sostiene que va a gobernar para “la oligarquía, los bancos, pagando la deuda externa”. Pero ¿acaso el PT no gobernó así? ¿No fue Lula el presidente estrella del Banco Mundial durante años? Por eso llama a votar “en contra de Bolsonaro” bajo la consigna “#EleNao” con un “voto crítico” a Haddad, aclarando que también va a gobernar para arriba. O sea, reconociendo que el vínculo entre la clase obrera y el PT está roto, Izquierda Socialista propone recomponer ese vínculo en vez de apelar organizar el descontento con el régimen, y que pronto también alcanzará al propio Bolsonaro. Para lavar culpas, IS propone el voto en blanco como otra variante de repudio. ¿Repudio a quién? ¿A Bolsonaro y también el PT? ¿No había que frenar “la avanzada fascista” a como dé lugar? Con tal de justificar lo injustificable, IS cae en la incoherencia.
El PO tardó un día más en congraciarse con el PT. Si bien considera que este último no enfrentó a Bolsonaro en la calle, llama a votar a Haddad no con su política, sino con la política del movimiento del mujeres del #EleNao. O sea, si el PT no va a la calle, el PO propone llevarle la calle al PT. Párrafo seguido, señala que el PT “es una camarilla en descomposición, no un canal de lucha” pero que igualmente es “un puente” con las masas que buscan pelear contra el “fascismo”. Otra vez, habría que recordarle al PO que las masas rechazaron al régimen político en general, incluyendo al PT que fue derrotado por el “voto bronca”. Por eso mismo, el PT no constituye ningún puente contra el fascismo. Primero, porque Bolsonaro tiene un discurso fascistoide, pero no encarna un régimen fascista. Como ya dijimos, las condiciones históricas del surgimiento de este tipo de régimen no se dan en Brasil. En segundo lugar, porque el PT ha sido desechado como herramienta política de los trabajadores. Apostar a su recomposición es un atentado contra el desarrollo de una fuerza social revolucionaria. Esto puede implicar dos hechos graves. Si el PO no ve esto, peca de inocente, si lo ve y hace oídos sordos, es cómplice.
El PTS emitió un balance de las elecciones del domingo, hablando de una operación reaccionaria en relación al Lava Jato y la manipulación de las Fuerzas Armadas, el Poder Judicial, prohibiendo a la población elegir a Lula, y el Poder Electoral, adulterando los padrones en regiones supuestamente petistas. Señaló también la necesidad de una “Asamblea Constituyente Libre y Soberana”. Por suerte para el PTS, el domingo no se realizó una elección de este tipo, ya que la misma hubiese quedado controlada por Bolsonaro. Obviamente, después de tanto coqueteo, el PTS, y su partido hermano, el Movimiento Revolucionario de Trabajadores, llaman al “voto crítico” a Haddad para la segunda vuelta por estar frente a la “excepcionalidad de unas elecciones brutalmente manipuladas”. Es decir, el PTS-MRT van incluso un paso atrás, aunque parezca imposible, ya que ni siquiera reconocen el rechazo de la clase obrera al PT, considerando que su debacle se produce por una serie de manipulaciones. Seguramente, desde su celda, Lula se emocionaría con esta defensa.
Como vemos, la izquierda argentina ha buscado congraciarse con el petismo local, o sea el kirchnerismo, casi como una disculpa por el voto en blanco del 2015. Los posicionamientos de los tres partidos que componen el FIT marcan a las claras la búsqueda por ubicarse dentro del campo kirchnerista. Los tres parecen preparar el terreno de cara a un posible ballotage en 2019, habilitando a votar por el peronismo frente a Macri, o porque no, por este último contra algún outsider de derecha, como Olmedo, por ejemplo.
En Brasil, el PSTU, que se atrevió a hacer una campaña por el socialismo en el primer turno, también llama a votar por Haddad en segunda vuelta, sosteniendo que Bolsonaro va a gobernar para los banqueros y los grandes empresarios al igual que lo hará el PT, que la clase obrera va a tener que luchar contra el ajuste que impulsaran tanto Bolsonaro como Haddad, ajuste que comenzó con Dilma, y que esa lucha va a ser reprimida, como ya lo fue con el PT. ¿Cuál es el argumento para votar al PT entonces? Que Bolsonaro va a ser más duro que Haddad, utilizando las fuerzas armadas para la represión, a lo que se suman los muertos por el “odio racial” propagado por Bolsonaro. Pareciera que no existen los 207 asesinatos no esclarecidos de dirigentes ambientalistas entre el 2010 y el 2015, y la militarización de las favelas que produjo 8.052 muertes, muchas por “daños colaterales” de la lucha contra el narcotráfico, entre el 2006 y el 2015 solo en Río de Janeiro. Incluso, el propio Haddad se ha reunido con el jefe del Ejército, Villas Boas, señalando que está dispuesto a dialogar con los militares a los que reconoce que les tiene “aprecio”. El PSTU, como el resto de la izquierda, cae en el posmodernismo de confundir el discurso con la acción. Va de nuevo, que Bolsonaro tenga un discurso fascista no significa que encarne una fuerza social de ese estilo. Representa sí el rechazo a los representantes políticos tradicionales. Así, en vez de aprovechar el descontento generalizado con la dirección política de la burguesía, y explicar que no es un problema del personal político sino de la clase social que representan, le termina diciendo a la clase obrera que el PT no es tan malo como Bolsonaro.
Afortunadamente, solo Transición Socialista ha expresado la necesidad de votar en blanco, entendiendo que es necesario profundizar la crisis del régimen y que incluso los votantes de Bolsonaro pronto saldrán a luchar contra él. Ese es el camino correcto, el de la verdadera independencia de clase, y no el de buscar recomponer el vínculo entre el régimen y la clase obrera, como propone gran parte de la izquierda, cayendo en el juego del PT y el kirchnerismo. Por eso, llamamos a votar en blanco e impulsar la conformación de un gran partido de izquierda que unifique a la vanguardia revolucionaria y al conjunto de los desencantados con el régimen burgués, para enfrentar políticamente al gobierno, sea del PT o de Bolsonaro. La tarea fundamental de la izquierda revolucionaria de cara al ballotage, es explicarle a la clase obrera que la solución a la miseria, a la violencia estatal, a la ola de muertes, y al mar de corrupción, no es elegir una cara nueva de la burguesía. La única solución existe, es posible, está en manos de la clase obrera, y se llama Socialismo.
- Ningún apoyo a los candidatos del régimen.
- Voto en blanco frente al ballotage.
- Por una Asamblea Nacional de Trabajadores.
- Que se vayan todos. Por una salida socialista en Brasil.
Razón y Revolución
En el campo de la decencia se suma el PCO, que existe desde 2011 y reúne a ex PTS y ex PO.
https://es-la.facebook.com/notes/causa-obrera/brasil-segunda-vuelta-electoral-ni-bolsonaro-ni-haddad/2183476018642770/
Ustedes lo invitaron a su debate de 2016, así que me parece raro que aquí no los mencionen.
No conocía a TS (díganles a los compas que mejoren su sitio, ya que en él es imposible ver con claridad que trotskysmo representan).
Astarita llama a votar por el PT, lo cual considera «táctico»:
«Sí, estoy de acuerdo con votar al PT. Sin apoyar su programa (ni críticamente, ni cosa por el estilo). Pero el voto es una cuestión táctica. Lo más importante es el contenido de la actividad política»
https://rolandoastarita.blog/2018/10/10/bolsonaro-y-la-alternativa-socialista/
Un crítico del estalinismo medio raro, filo-lulista.
Tecnicamente, y en el estricto rigor de uan definicion clasica, Pinochet, al igual qie bolsonaro, no era un fascista … pero vean la situacion que nos dejo.
El apoyo de los EEUU es al PT o a Bolsonaro? … Me parece que es a este ultimo, si?
Las masas estan demovilizadas, contenidas, desde arriba por el PT … pero su situacion es de creciente actividad, descontento, malestar, indignacion y movilizacion.
Creo que se debe apoyar cualquier manifestacion politica de masas, contra Bolsonaro o contra PT (EleNao – El es uno mas! Que se vayan todos!), y llamar a votar nulo o blanco.
El descomntento sera pronto, masivo y grave. Se intentara apagar con violenta represion