Julieta Pacheco
Grupo de investigación de la lucha de clases en los ‘70
La editorial Aguilar publicó, en el mes de abril, un libro titulado Firmenich. La historia jamás contada del jefe montonero. Los autores, Felipe Celesia y Pablo Waisberg realizan una biografía de Mario Firmenich, con la intención de comprender las causas de la demonización de su figura. Cayendo en un largo relato sin jerarquizaciones ni aportes relevantes, terminan asumiendo una posición condescendiente frente a las acciones de Firmenich y no dan una respuesta clara a la pregunta que da inicio al libro.
Una introducción confusa
Celesia y Waisberg comienzan el libro preguntándose por qué “el líder Montonero Mario Eduardo Firmenich carga la impronta de un hombre maldito” y se lo acusa de “traidor, miserable, cobarde, entregador, cuadrado, elitista, militarista, déspota, cruel”. A partir de esta caracterización que realiza la sociedad del “líder Montonero”, los autores asumen que la condena de Firmenich como la “bestia negra de la política argentina del siglo XX” se debe a que fracasó. En este sentido, “su revolución inconclusa dejó a la organización político-militar que más apoyo tuvo en la Argentina diezmada y sin amparo”. Esto se debió a que “el éxito lo ensoberbeció”. Pero los autores van más allá y tratan de darle una explicación que vincule a las acciones de Firmenich con la situación social de la época afirmando que éstas fueron “producto de una Argentina totalitaria, extrema”.
Ya en la introducción observamos un importante problema: Firmenich, ¿dirigía sólo a Montoneros o era miembro de una Conducción Nacional (CN) compuesta, además, por Fernando Vaca Narvaja y Roberto Perdía? En este sentido, es incorrecto señalar a Firmenich como el “líder Montonero”, ya que se está desdibujando el verdadero funcionamiento de la dirección montonera. En todo caso, habría que preguntarse por qué Perdía y Vaca Narvaja no corrieron la misma suerte al respecto del repudio social que rodea a Firmenich. Además, señalar las acciones de la organización como decisiones de una sola persona sería desvalorizar la convicción y el acuerdo de los militantes de base que apoyaron sus acciones, como el secuestro de Aramburu, sólo por dar un ejemplo paradigmático. En definitiva, si él no tomaba solo las decisiones y tenía el apoyo en las bases montoneras, por qué se lo califica de totalitario sólo a él. En todo caso, todo Montoneros sería una organización totalitaria, con lo cual volvemos, precisamente, a la explicación “demonificadora” por excelencia, la teoría de los dos demonios. Además, señalar que la Argentina era totalitaria, es perder de vista que el enfrentamiento es de clases y que el supuesto totalitarismo sólo puede ser ejercido por la clase dominante. En los ‘70, el supuesto totalitarismo estaba siendo cuestionado por una fuerza social revolucionaria que se enfrentaba al Estado, a partir de la crisis de hegemonía abierta con el Cordobazo.
Todo es igual
Ya en el desarrollo del libro comenzamos a transitar una larga historia sobre la vida de Firmenich, que por momentos se confunde con la historia de la organización que dirigió. Aquí, sin ningún tipo de jerarquizaciones, en donde el nombre de los capítulos simplemente brota de la cronología, comienza la historia de Firmenich.
Empezando con los momentos anteriores a su nacimiento hasta su residencia, en la actualidad, en España, los autores señalan su catolicismo, su paso por el colegio Nacional Buenos Aires, el comienzo de su militancia en el Comando Camilo Torres, las primeras acciones de Montoneros y la asunción de Firmenich como miembro de la CN. Hasta aquí observamos que para los autores es lo mismo que Firmenich se mude del barrio de Floresta, a una localidad de La Matanza, que forme parte de un grupo armado clandestino y que sea miembro de una organización masiva en el momento en que se realizó el secuestro de Aramburu. Esta primera falta de jerarquización iguala el hecho de pasar de un barrio a otro, dato irrelevante para lo que se está analizando aquí, a realizar una acción armada, que manifiesta el grado en el que se encuentra el enfrentamiento social y la adopción de una estrategia en particular para la toma del poder.
Luego el libro abandona la figura de Firmenich para pasar a relatar los procesos vividos por la organización Montoneros. Acá parece que los autores dan por sentado que hablar de Montoneros es hablar de Firmenich. Es decir, Montoneros equivale a Firmenich, cayendo nuevamente en la individualización del personaje por sobre el proceso en general. En esta etapa del relato, los autores, continuando con la dinámica anterior, dan cuenta de la fusión de Montoneros y las Fuerzas Armadas de Liberación (FAR), a las cuales los entrevistados le atribuyen la culpaba del militarismo de los primeros. También las FAR serían culpables de haber introducido las bases marxistas-leninistas en la organización filo-peronista, cuestión que habría sido fatal para el desarrollo posterior. En este punto, los autores incurren en una falla metodológica, que es tomar la información que brinda el entrevistado sin realizar consideraciones. La fuentes orales tienen importancia a la hora del estudio de las organizaciones políticas de la etapa, entre otras cosas, para reconstruir hechos que no se reflejan en las fuentes escritas. Pero tanto las fuentes orales como las escritas deben ser corroboradas entre sí y con otras fuentes. Los autores, por lo menos, tendrían que haberse tomado el trabajo de plantear como problemas a resolver las afirmaciones de los entrevistados. De esta manera, en el caso particular del tema de la fusión entre Montoneros y FAR, a pesar de que no está investigado ni mucho menos resuelto, se suele afirmar que sucedió aquello que plantean los entrevistados. Una observación más puntillosa de los hechos nos permitiría preguntarnos si la influencia de una organización a otra no fue al revés, es decir, que Montoneros peronizó a las FAR, y que la fusión entre ambas organizaciones no significó la adopción, por parte de Montoneros, del marxismo-leninismo. Una simple lectura de programas y políticas avala la sospecha en este último sentido: hay que ser muy generosos (o muy ignorantes) para considerar a Montoneros una organización “marxista-leninista”. Baste recordar el programa de conciliación de clases que se esconde detrás del “socialismo nacional”, o hechos como la Operación Dorrego, una acción llevada en conjunto por militantes montoneros y las Fuerzas Armadas, con el objetivo de lograr un acercamiento con los sectores del ejército que supuestamente representaban intereses “nacionales”. Estos hechos, más la Masacre de Ezeiza, son relatados por los autores, pero sin darle ningún tipo de relevancia al respecto del proceso histórico.
Continuando con la biografía, los autores nuevamente ponen al mismo nivel las acciones llevadas adelante antes del ’76, como el secuestro de los hermanos Born, con la contraofensiva, decisión tomada durante el proceso militar. Mientras las acciones de la etapa anterior al golpe tenían un apoyo de toda la organización, las acciones llevadas desde el exterior no contaron con el aval ni siquiera de todos los miembros de la CN y provocaron la ruptura de importantes dirigentes como Juan Gelman, “El Loco” Galimberti y Miguel Bonasso.
Continuando con la misma línea, da lo mismo las relaciones entre la CN y la revolución nicaragüense, en donde participaron militantes montoneros, y la acusación de que Firmenich fuera un doble agente a partir de un supuesto encuentro con Massera, y que, ya en los ’80, no le hayan querido otorgar el diploma de honor una vez terminada la carrera de Economía, el haber realizado una autocrítica en el programa de Neustadt y el apoyo a la candidatura de Carlos Menem. Finalizando el libro, los autores señalan cómo el repudio social y político en la Argentina llevó a que Firmenich se radicara en un pueblo de Cataluña donde “su cara no evoca al demonio, ni la historia lo reclama”.
Nada novedoso
Como pudimos observar, el libro no logra su objetivo, el de realizar aportes novedosos sobre Firmenich a partir de su biografía. Por lo tanto, este trabajo no sólo no aporta elementos para la comprensión de la etapa, sino que incurre en una visión personalista de la historia, en donde Firmenich aparece como el personaje más importante de los ’70. Remitirse sólo a la figura de Firmenich es falsear la historia.
los troskos eternos organizadores de toda derrota de la clase trabajadora, compañeros de ruta de toda politica antinacional, desconocedores profundos de la historia argentina y de las lucha por el poder de las masas y la elites argentinas. No puede tener mejor exponente que doña julieta, que es «superrevolucionaria», que nunca se equivoca y que despliega su saber academico para impugnar a todo aquel que ose salirse del caliz sagrado de los mandarines académicos. La discusion del pepe pertenece a los que tenemos una idea de lo nacional, popular y revolucionario, anclado en la realidad material argentina y no en marcos teoricos de las corrientes degeneradas dque subvirtieron y dogmatizaron la teoria marxista y que llevaron a mas de una derrota a los pueblos del mundo. saludos
Excelente caracterización y sumaría que el comentario despliega una arrogancia y desprecio un tanto contradictoria con la pobreza estilística y conceptual del texto. La superrevolucionaria, está claro, ni piensa ni escribe bien pero guarda que se la sabe todas.