Juan Flores
Grupo de Investigación de la Revolución Burguesa
El origen tiene por objetivo contribuir a resolver un problema histórico y político. Busca determinar si la Argentina adolece de la falta de una revolución burguesa, o si la burguesía conquistó ya su hegemonía a nivel nacional. Del primer caso, brotaría una conclusión específica: cualquiera sea el agente y el alcance de las futuras transformaciones sociales (“clase obrera”, “pueblo”, “burguesía industrial”), la Argentina necesita de completar sus tareas nacionales. De un segundo resultado, concluiríamos en cambio, que las tareas a realizar hoy por la clase obrera portarían otro contenido: la construcción del Socialismo, sin mayor mediación.Así, mientras el segundo planteo supone una crítica superadora al capitalismo, la primera postula que las tareas no resueltas por la revolución burguesa explican las debilidades argentinas.
Dos ideas, un mismo camino
La idea según la cual, la Argentina es una nación incompleta es la hipótesis más común de la izquierda y el peronismo. Es, de hecho, la idea que acerca a una y otro. Sus consignas no parecen ser objeto de mayores críticas. “Por una segunda Independencia” suele ser el lema del progresismo más banal, de la izquierda filoperonista y parcialmente de la misma izquierda revolucionaria. Hay detrás de estos razonamientos una pregunta fundante: ¿por qué Argentina no siguió el mismo camino que Estados Unidos, Francia e Inglaterra? ¿Por qué no seguimos tampoco el camino de Australia o Nueva Zelanda? ¿Por qué en su lugar, se transformó en un país “dependiente”, atrasado y sometido? La respuesta parece encontrar su causal en el proceso político que comenzó en mayo de 1810. De este modo, si hoy Argentina no es un capitalismo “serio”, debió haber sido culpa de una clase social que impidió el desarrollo nacional y lo entregó al imperialismo.
Otros desencantados del desarrollo nacional no dicen nada muy distinto:los académicos burgueses que dominan hoy los institutos académicos esbozan otras ideas, que sin embargo, no llevan a consecuencias muy disímiles. Como para despejar dudas sobre su “seriedad”, procedieron a autoproclamarse como la “renovación” de la historiografía, inaugurando un proceso de fuerte reacción contra el marxismo, sobre todo, a partir del retorno democrático (por si alguna duda cabía que la democracia y censura no son excluyentes). Junto con ello, abandonaron los grandes relatos (ya no se podían resolver problemas como el que inaugura esta introducción) y se proclamó el fin de los tiempos: la democracia (burguesa) es lo mejor que podemos tener. Así, la revolución que se abrió en 1810 dejó de involucrar a clases sociales, para dar lugar a un proceso político “faccioso” de individuos carreristas que dieron rienda a un estilo político barbárico. La revolución, en lugar de suponer un movimiento hacia “adelante” de la historia, brilló por sus aspectos negativos: a) la destrucción irracional del orden virreinal, b) la situación de anomia social y c) la desarticulación de una experiencia farmer campesina que pudo habernos permitido ser otro país, a manos de una clase terrateniente oportunista, que aprovechó la coyuntura mercantil de 1820 y que diversificó su perfil multi-implantado sin apostar a un verdadero desarrollo nacional. De este modo, los grandes problemas de la política argentina poco tenían que ver con el sistema social en curso, sino con sus “fallas”. Las conclusiones no podían ser otras: defendamos este sistema que será imperfecto, pero es el mejor posible, y en última instancia, revisemos la historia y armemos las recetas para corregir los viejos errores del pasado. Ni que hablar de la condena que sufrió la revolución como salida política al capitalismo: una experiencia para olvidar y no volver a repetir.
Qué hicimos
Como el lector puede adivinar, comprobar o refutar estas hipótesis requiere de abordar el proceso de la revolución burguesa en Argentina y develar los intereses sociales que se hallaban detrás.El lugar por el que comenzamos fue, lógicamente, la “Revolución de Mayo”. Un primer paso en esta dirección fue el trabajo de Fabián Harari sobre la composición social de la dirección revolucionaria, el Cuerpo de Patricios. Allí se revela que los “hacendados” dominaban el cuerpo, constituyendo el núcleo dirigente de una fuerza social revolucionaria, que articulaba diversas clases subalternas.i El libro de Harari identificó además la naturaleza burguesa del programa que orientaba a esta fuerza. A través de los escritos de Vieytes y Belgrano, arribamos al mundo de las ideas que envolvían la Revolución: la creación de una nación capitalista, caracterizada por la proletarización de la fuerza de trabajo, la libre circulación de mercancías y la propiedad privada de los medios de producción en manos de la burguesía. En pocas palabras, este trabajo permitía develar el partido, programa y estrategia de una fuerza social.
Ahora bien, ¿qué intereses sociales estaban detrás de este sujeto que hemos denominado como “hacendados” y que protagonizaba la Revolución? Dicho de otro modo, ¿quiénes eran estos sujetos? ¿Cuál era la naturaleza social de dirigentes como Saavedra, Pueyrredón, Belgrano o Vieytes, pero también Rondeau, Martín Rodríguez, Las Heras, Rosas y todo el personal dirigente en el siglo XIX? En este trabajo intentaremos demostrar que dichos sujetos pertenecían a una clase social: la burguesía agraria. Observaremos sus comienzos a fines del siglo XVIII, el embrión que luego tomará forma en la burguesía argentina. El hacendado, sería, por lo tanto, la primera forma histórica de una nueva clase social con una potencialidad revolucionaria. De este modo, si comprobamos el carácter capitalista de estos sujetos, podremos concluir sobre el carácter burgués de estos hacendados que lideraron y llevaron adelante la revolución. Podremos señalar que había una clase social que pujaba por el desarrollo de relaciones capitalistas a nivel nacional y cuyo programa se veía obstaculizado por la clase dominante de ese momento: la nobleza. Una clase subalterna que tomó en sus manos los destinos políticos de la sociedad.
Naturalmente, estas preguntas nos llevan a analizar las relaciones sociales que dominaban el agro antes de la Revolución y develar si encontramos allí relaciones capitalistas. Es decir, debemos introducirnos en el universo de clases sociales que comprendían la campaña de Buenos Aires.
Para ello, partimos de un estudio de caso de un gran hacendado colonial portugués, Antonio Rivero de los Santos. Su estancia, llamada Los Portugueses, se ubicaba en Chascomús, cuando el pueblo era apenas fronterizo, en la segunda mitad del siglo XVIII. Los Portugueses constituía una de las más importantes organizaciones productivas, en el que se desarrollaba el trabajo de numerosos peones y esclavos. De este modo, analizaremos el origen social de la ganancia del hacendado, es decir, su mecanismo de acumulación, apuntando la existencia de cuantiosas transferencias de plustrabajo excedente entre distintas clases. Para emprender este camino, hemos tomado como fuente central las contabilidades de estancia.
Una de las objeciones más frecuentes a este tipo de estudios apunta sobre la “representatividad” del caso. Sin embargo, ello suele pasar por alto varios aspectos. Primero, el objeto analizado permite mostrar un desarrollo real de estas relaciones de clase, sin importar su grado de extensión. No es necesario ver todas las estancias para fundamentar que aquí pueden hallarse las relaciones de clase que estamos apuntando. Marx no examinó el conjunto de las fábricas inglesas para identificar las leyes del desarrollo capitalista, ni Lenin la totalidad de las explotaciones rurales rusas para hacer lo propio con la dinámica de la transición en las haciendas. Ambos analizaron una sola unidad productiva.ii
Además, en el caso de Los Portugueses, podemos asegurar que se trata de un caso verdaderamente significativo, ya que estamos ante un gran complejo estanciero que pone en pie una producción en escala, según las condiciones objetivas de la época, y que parece corporizar una primera forma de una estancia capitalista marcando una orientación general para la producción de la campaña de Buenos Aires. De hecho, la base de esta estancia sería luego adquirida por Richard Newton, uno de los baluartes de la burguesía agropecuaria en la segunda parte del siglo XIX y socio fundador de la Sociedad Rural Argentina.
También hay que señalar que existe un problema documental. Muy pocas estancias legaron contabilidades. De éstas, solo una minoría ínfima contiene la información detallada que permite identificar y medir las variables que intentamos abordar aquí y reconstruir la acumulación de un hacendado. Para el caso de Buenos Aires, la estancia de Rivero de los Santos es una de ellas. Por lo tanto, este libro trabaja sobre el material posible, con los recaudos pertinentes. Pero como hemos señalado, ellos no anulan en absoluto, las conclusiones aquí vertidas.
Puede objetarse también que el personaje elegido –tanto como sus hijos- no participaron de la revolución. Ante ese cuestionamiento, cabe aclarar que estamos observando una clase social que abarca un conjunto de miembros. Por lo tanto, el problema no es cómo acumulan Saavedra o Pueyrredón –o cualquier otro dirigente revolucionario en particular-, sino qué clase esconde esa figura que personifican.
En definitiva, El origen es un estudio riguroso que devela el punto de partida de la clase que hegemoniza estos suelos. Una lectura histórica para comprender mejor a nuestros enemigos.
Notas
iHarari, Fabián: Hacendados en Armas, El Cuerpo de Patricios de las Invasiones Inglesas a la Revolución (1806-1810), Ediciones RyR, Buenos Aires, 2009.
iiMarx examinó el complejo fabril de Engels. En el caso de Lenin, si bien realizó un exhaustivo relevamiento estadístico general, a la hora de analizar la dinámica concreta de la transición en las haciendas, solo relevó la de Engelhardt.