La huelga de policías es el emergente de un fenómeno más amplio, del que hablaremos más abajo. Pero empecemos diciendo que, si se trata de algo más que de un reclamo por condiciones salariales y de trabajo malas por dónde se lo mire, Alberto Fernández debiera explicárselo a la población. Igual que sucedió con los planteos militares a Alfonsín, la población en masa debiera salir a la calle a defender la democracia burguesa. Simplemente, porque nada bueno podría salir para los trabajadores de un golpe de Estado militar o de sectores derechistas como los que suelen contener las cúpulas policiales, quienes, eventualmente, no actuarían solas sino con apoyo y dirección de fuerzas mucho más amplias, tanto sociales, como económicas y, eventualmente, militares. Va de suyo que costaría mucho ofrecer una explicación convincente de la existencia de un peligro de ese tipo, toda vez que no se observa ninguna estructura política capaz de crear semejante situación. Salvo que algún tarambana crea que, efectivamente, el PRO es golpista y necesita recurrir a los «cuarteles» desnutridos de las FFAA argentinas actuales para obtener lo que es muy probable que consigan en las urnas en poco tiempo. Dicho de otro modo, Fernández tendría que inventar una escena hoy imposible.
No resulta inverosímil, sin embargo, que tal estrategia esté en la mente del presidente o sus allegados, o bien de la vicepresidenta. Es la excusa típica, a esta altura, de todos los «populismos» latinoamericanos y sus aliados: Lula no es un ladrón y un gerente del FMI, al cual sus compatriotas le dieron la espalda cansados de años de miseria, política de la identidad y corruptela petista, no. Dilma fue víctima de un golpe de Estado. Que Bolsonaro le haya ganado las elecciones a su candidato, no les parece, a los defensores del hombre al que le falta un dedo, recuerdo de épocas en las que gastaba la vida de un modo bastante más digno, un evento capaz de sintetizar y exponer el hastío político de las masas brasileñas con más de una década de gobierno del PT. Lo mismo se puede decir de Evo Morales: el manoseo sistemático, la cooptación prebendaria de cuanto movimiento social legítimo hubiera, la represión, la incapacidad de manejar una economía que resolviera problemas reales de las masas, otra vez, la nefasta política de la identidad, el asqueroso fraude electoral, nada de eso tuvo que ver con su caída. No hubo rebelión de las masas, no hubo marchas multitudinarias, no hubo huelgas ni enfrentamientos callejeros. No, fue un «golpe». Ni hablemos de Venezuela. Eso que se suele llamar «populismo», que en la Argentina está hoy en el gobierno, el kirchnerismo, no acepta ninguna responsabilidad por sus actos. Todo es culpa de los otros, por «odio». Ellos son infalibles y sus recetas las mejores para las masas. Si Macri ganó, fue un «golpe», esta vez, «mediático». No se sabe qué indigna más, si que nos traten de idiotas, haciéndonos creer que basta con Clarín para cambiar el mundo, o que realmente se lo crean y estemos, en efecto, gobernados por un conjunto de idiotas homéricos. No es el tema de este posteo, pero estoy tentado: bastaría hacer el ejercicio que el «General» supuestamente habría planteado alguna vez, para poner en cuestión algo tan obvio. Se supone, estoy citando de memoria, que el fundador del movimiento de todos los que creen en dirigentes que cada tanto los masacran, o sea, Juan Perón, habría aclarado que «cuando tuve todos los diarios en contra, gané las elecciones, cuando los tuve todos a favor, me echaron a patadas». Cristina podría decir exactamente lo mismo, pero al revés. Basta con Clarín, ya cansaron. Están sometiendo a la Argentina a un ajuste bestial. No esperen que lluevan rosas. No le echen la culpa a a nadie. Gobiernan uds. Uds. tienen congelados los salarios de los obreros estatales, uds. ajustaron a los jubilados peor que Macri, uds. abandonan a la gente al contagio y la muerte y encima le echan la culpa, uds. le entregan el país a los chinos por cuatro chanchos, uds. le regalaron casi 20.000 millones de dólares de más a los acreedores, uds. acaban de declarar que quienes no tienen dónde aposentar sus huesos son delincuentes. Todo eso mientras liberan ladrones de guante blanco y someten a la población al asqueroso espectáculo del operativo impunidad de una «abogada exitosa» que estaría presa ya en cualquier país decente. Podría seguir, pero no quiero que se escape esta conclusión: no señalen a nadie con el dedo, simplemente mírense al espejo. Hay una sociedad que camina, cada vez más apresuradamente, hacia el hartazgo.
La maniobra «golpista» ya empezó. C5N y voceros todavía marginales ya comenzaron a agitar el espantajo del golpe. Ya salió el descarado de Baradel, que no movió un dedo por los docentes. Ya está convocando ATE, que censuró a los huelguistas del CONICET que se movilizaron en la calle llamándolos irresponsables por «violar» una cuarentena que el mismo Alberto dice que no existe. Ya hay una marcha «de la paz», para apoyar al gobierno contra quienes «conspiran». Ya fue Grabois con su patotita y la Cámpora, a joder a los policías movilizados al grito de «Alberto presidente». Dicho de otro modo, ya han debutado como rompehuelgas. Puede ser, reconozco que a mí me pasa, que no resulte desagradable ver cómo los policías reciben un poco de su propia medicina. Seguramente es una experiencia que tal vez los ayude a eso que suele invocarse como «empatía». Tal vez, incluso, acelere un proceso de toma de conciencia de clase. Las consecuencias del garrote se aprenden mejor cuando se lo siente en la cabeza que cuando se lo empuña. Pero eso no quita que esas acciones son propias de rompehuelgas y de carneros. «Crumiros», voz rusa que se popularizó después de 1917 en todo el mundo y que usaban los anarquistas en Argentina. Tal vez esto quede más claro cuando sean los docentes los que salgan a la calle. O los médicos y enfermeros. En ese momento se dirá que son «troskos» funcionales a la «derecha» y, por supuesto, se van a pasar ya se sabe por dónde, todas las zalamerías que agrupaciones que se reivindican tales han estado haciéndole al kirchnerismo en particular y al populismo latinoamericano en general. En especial, avalando esa excusa de las excusas que describimos más arriba: el «golpe». Ahora van a decir que no. Que estoy delirando. Pero hace 8 meses cuando toda la izquierda se alineaba con Alberto y con Evo para denunciar el «golpe», recibí un cúmulo de insultos variopintos. Ahora va a pasar lo mismo. Pero la Argentina va entrando en una crisis política demoledora. La huelga de la policía es apenas un capítulo, el más llamativo, de una tendencia a la rebelión de las masas contra las condiciones que se generaron con la cuarentena y que simplemente aceleraron las tendencias que vienen aflorando desde el último año del gobierno Macri y que explota entre los obreros estatales, porque el resto o está desocupado o teme estarlo. Un mismo hilo une la huelga del CONICET, con la toma de tierras, la huelga policial, la presión ya incontenible que se siente en torno a los trabajadores de la salud. Esto no se puede tapar con relato. Convendría ir abriendo la cabeza y tratando de pensar en aquello que puede doler, pero que tal vez sea cierto.
Profesor… si es consecuente con sus palabras usted y su organización tendrían que haber marchado a la quinta a apoyar a los huelguistas, como usted los llama.
Espero que su memoria no le falle con los pronosticos que elabora en esta nota, pues los que divulgó al asumir el gobierno de Macri (neo desarrollismos macristas y otros que divulgaba frecuentemente en radio) me parece que no se verificaron en la realidad. Era más interesante su discurso cuando planteaba la desaparición de la Argentina. Ahora sus palabras suenan más a mediocres periodistas de derecha que creen que todos los males del país son responsabilidad de la llamada conchuda. Una pena. Pensé en algún momento que podían superar a la desastroza izquierda troskista en análsis y propuestas políticas innovadoras dentro del marxismo vernáculo. No fue así. Saludos.