La batalla de Retiro y los límites del sindicalismo reformista – Santiago Ponce

en El Aromo nº 53

55abb45ac5eb7_750x427 Luego de asumir allá por el 2003, Néstor Kirchner hizo todo lo posible  por mostrarse como un hijo dilecto del Argentinazo. En su discurso, los  trabajadores serían los principales destinatarios de su programa de  gobierno. Sin embargo, a más de siete años de aquel 25 de mayo, el  fracaso de Néstor y Cristina en eliminar la acción directa de las masas  determinó que hasta sus propios aliados (la CTA, entre los sectores  ocupados, y Barrios de Pie, entre los desocupados), hayan vuelto a las  calles para exigir lo que les corresponde.
Ni la excusa del Bicentenario pudo detener este proceso: a principios de 2010, la huelga de los choferes de ómnibus sumó un nuevo capítulo a este proceso de desencantamiento. Sobre la autoridad política que le otorga haber señalado los límites del nacionalismo populista, los partidos revolucionarios tienen la tarea de mostrarle a los compañeros la necesidad de una organización revolucionaria contra el capital. La lucha de los trabajadores del transporte de larga distancia nos da otra prueba de que el kirchnerismo ya no puede granjearse el apoyo de sus viejos adeptos.

La batalla de Retiro

El día 29 de enero, a las 8:30 de la mañana, los conductores de larga distancia agrupados en la Unión de Conductores de la República Argentina (UCRA), de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), realizaron un piquete en la terminal de ómnibus de Retiro. Junto a conductores “autoconvocados”, e incluso afiliados al sindicato dominado por la burocracia, la Unión Tranviarios Automotor (UTA), paralizaron completamente la salida de micros al cortar la arteria principal de la Terminal. A la hora y media de la medida de fuerza llegaron al lugar algunos dirigentes de la UTA. Con el objetivo de quebrar la protesta, ordenaron la salida de los micros de la empresa El Rápido.1 La orden fue cumplida por una patota que, luego de sacar de su puesto a un chofer, utilizó el ómnibus para embestir contra el piquete de trabajadores en lucha.2 En una imagen que dijo más que mil palabras, el micro carnero se llevó puesta la bandera del gremio disidente. La bronca de los obreros los llevó a que apedrearan al ómnibus agresor, mientras este avanzaba atropellando a quien se interpusiera en el camino.
Rápidamente, la patronal pasó a otra instancia: las empresas Rápido Tata, La Nueva Chevalier, Rápido Argentino, Atlántida, San Fernando Urbano de Resistencia-Chaco y Vía Tac comenzaron a despedir a los implicados en los hechos. La medida obligó a los trabajadores a profundizar la lucha, trasladando el combate a los galpones de la empresa Rápido Tata, en Barracas, donde realizaron un paro y un piquete. Al igual que en Retiro, la burocracia sindical intentó quebrar la protesta violentamente, como informó Walter Carrizo, vocero de UCRA: “nos estaban esperando y nos destrozaron la Traffic a pedradas. Uno de los compañeros se bajó para hablar con ellos y se ensañaron con él”.3 A su vez, señaló que la persecución a los trabajadores de UCRA era “por defender la libertad y democracia sindical”, por lo que los conductores en lucha decidieron declararse en estado de asamblea permanente.4
Esta rápida reacción derivó en una reunión en el Ministerio de Trabajo en la que se dio por terminada la acción. Según los propios choferes, allí se acordó que “los trabajadores de las distintas empresas en conflicto comenzaran a cobrar paulatinamente la deuda de 2.800 pesos”, y “que como consecuencia de la no continuidad del debate” en el marco ofrecido por el Ministerio, “se han hecho los distintos recursos legales para la reinstalación de los compañeros delegados despedidos”.5 La promesa del gobierno, aunque logró destrabar el conflicto sin efectivizar los reclamos obreros, dejó a los trabajadores de UCRA “en estado de alerta”.

El reclamo obrero

El reclamo central de los trabajadores de UCRA era que se les pagase un reajuste de 2.800 pesos por chofer, que debían haber recibido a fines de 2009, y que la patronal seguía retaceando, a pesar de que el gobierno ya le había abonado el subsidio de 140 millones de pesos. Es decir que, lisa y llanamente, los empresarios se quedaron con el dinero de los obreros. Pero lo más vergonzoso fue que lo hizo con el aval de la burocracia, ya que la UTA, a espaldas de los trabajadores, acordó con la Cámara Empresaria de Larga Distancia (CELADI) y el Ministerio de Trabajo que la deuda se abonara en seis cómodas cuotas.
También motorizó la huelga el fallecimiento de dos choferes en la ruta 34. Denunciando lo que calificaron de una “matanza silenciada”, los dirigentes de UCRA señalaron que, a pesar de presentar los casos en la Comisión Nacional de Regulación del Transporte, ninguna medida se tomaba para cuidar la vida de los trabajadores. Asimismo señalaron que, “en lo que va del mes ya van 10 muertos. No se puede seguir obligando a los conductores a trabajar sin descanso”, lo que implica el incumplimiento del convenio colectivo laboral, además de un peligro mortal para los pasajeros y el conjunto de los viajeros de las rutas argentinas.6 Silveiro Gómez, secretario general de UCRA, aseguró que “entre jornada y jornada los trabajadores por ley tienen que descansar 12 horas. Pero muchos choferes, cuando vuelven de Bariloche o de San Salvador (de Jujuy) toman nuevos viajes sin realizar el receso obligatorio porque las empresas no cuentan con el personal suficiente”. Al mismo tiempo, afirman que los funcionarios estatales que deberían “controlar las irregularidades” no cumplen con su papel debido a que “funcionan como socios de los empresarios”.7

La burocracia, la patronal y el fantasma comunista

Al igual que en otros conflictos que jaquearon su hegemonía, la burocracia sindical intervino para sabotear la lucha. Nuevamente la UTA (afiliada a la CGT), como en el caso de la huelga del subte, representó a la patronal en vez de a los trabajadores. Roberto Fernández, su secretario general, lejos de apoyar los reclamos de los choferes, descalificó a la UCRA sosteniendo que “quieren ser un nuevo sindicato que viene de la izquierda. Está de moda eso, deben de ser dos o tres que quieren protagonismo”.8 En un comunicado de prensa, la UTA calificó a sus delegados rebeldes como “un pequeño grupo de agitadores de extrema de izquierda” y aseguró que “no pueden discutir salarios, no pueden invocar reuniones en el Ministerio de Trabajo y no tienen representatividad alguna” ya que la UCRA “no es un gremio”.
El ataque también se dirigió a la dirigente del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), Vilma Ripoll, que había denunciado a los medios el ataque de la patota de la UTA. Su secretario de prensa, Mario Calegari, afirmó que “la UTA no tuvo nada que ver” con los incidentes. En relación a la líder del MST, y alentando los viejos fantasmas de la “infiltración comunista” dijo: “no sé que hace Vilma Ripoll ahí, Ripoll no sabe lo que dice […] ¿Qué tiene que ver ella con el transporte? ¿Pertenece a algún sindicato? ¿Es empleada? ¿Qué tiene con el transporte?”.9
Por su parte, el representante de la patronal, el pro-secretario de la CELADI, Fernando Boulin, coincidió con la UTA en su repudio a los obreros en lucha y atribuyó la medida a “factores políticos” y no al “reclamo de los trabajadores”, señalando que la Cámara ya había negociado con la UTA.

Los límites del sindicalismo reformista

La UCRA balanceó, luego del conflicto, que debía incorporar al torrente de lucha a una mayor cantidad de choferes. Sin embargo, aclaró que “tampoco queremos más confrontación con los trabajadores de UTA para que no haya agresiones desde ningún sector”.10 Asimismo, se desmarcaron de la izquierda, al negar que su gremio recibiera influencias del MST y del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados (MIJD), que conducen Raúl Castells y Nina Peloso, “aunque Ripoll y Peloso hayan adherido solidariamente a la protesta”.11 El accionar del gremio expresa la debilidad y los límites del sindicalismo reformista que, aunque pronto a luchar por ciertas reivindicaciones, no está dispuesto a llevar el combate hasta sus últimas consecuencias.
La UCRA es una entidad que pertenece a la CTA. Obtuvo su reconocimiento el 27 de junio de 2003 y, un año, después comenzó a extenderse al interior del país. A través de su militancia lograron que, en provincias como Salta, los chóferes cobren lo que marca el convenio colectivo de trabajo, lo que significó un aumento salarial del 40%. Los fundadores de UCRA aseguran que “no fue fácil conformar una organización gremial autónoma. Significa atravesar varios escollos, uno de ellos es el miedo. Sufrimos golpizas y amenazas. Nos mandaban colectivos repletos de matones a tratar de disuadirnos”. Los integrantes de la comisión directiva recibían coronas de flores con la leyenda “en paz descanse”. Sin embargo, lejos de amedrentarse, la organización continuó su cauce, por lo que la UCRA actualmente tiene sedes en Capital Federal, Rosario, Córdoba, Chaco, San Luis, San Juan, Salta, Jujuy, Tucumán y Tierra del Fuego.12 A pesar de su crecimiento, su número es notablemente inferior en relación a la UTA: mientras que la UCRA cuenta con unos 9 mil afiliados, UTA tendría entre 70 mil y 80 mil afiliados.13
Si bien nadie puede negar que la formación de la UCRA no estuvo exenta de lucha, esto no es sinónimo de que representen los intereses fundamentales de la clase obrera. Su programa reproduce el de la Central obrera a la que pertenece, la CTA: “Trabajo, salud, educación y justicia para todos” 14 es la consigna de una confederación obrera que respeta la propiedad privada, legitima la explotación y difunde entre los trabajadores una ideología patronal, al defender la conciliación de clases. Es decir que, en su núcleo duro, su programa no es diferente del de la CGT, a la que dicen combatir: ambos sostienen que obreros y patrones pueden vivir juntos y en armonía.
Sin embargo, al igual que el capitalismo “nacional y popular”, que no pudo sostener en los hechos sus promesas, el sindicalismo reformista se vio obligado a profundizar su enfrentamiento con la UTA y la patronal para obtener sus reivindicaciones más elementales. A pesar de sus deseos de paz social, la dinámica de la lucha de clases desnuda la falacia de un programa sin asidero en la realidad: los intereses de los obreros no pueden defenderse sin atacar los de los patrones y, a su vez, sin erradicar a su quinta columna en la clase obrera, la burocracia.
La batalla de Retiro, dirigida por el sindicalismo reformista, es parte del debate programático que recorre al movimiento obrero argentino. La huelga de choferes, junto a los combates del subte y Kraft, dirigidos por la izquierda, muestra que dos fuerzas se disputan a aquellas fracciones que se mueven por fuera de la burocracia. Mientras que unos aceptan la convivencia con los explotadores y creen en la posibilidad de construir un “buen” capitalismo, otros plantean la necesidad de una salida clasista, obrera y revolucionaria. Los primeros, corporizados en la CTA, a pesar de su discurso opositor, defienden los mismos intereses que la vieja burocracia sindical. Frente a la completa descomposición de la dirigencia sindical peronista, sólo los partidos obreros les ofrecen a los trabajadores una salida realista a sus problemas.

NOTAS
1 La Nación, 30/1/2010.
2 Alternativa Socialista, n° 515, 10/2/2010.n, 30/1/2010.nto entre «l gremio en lucha. v completamente su actividad.  en oportunismo, liquidando el programa revolucionario
3 La Nación, 8/2/2010.
4 Ver www.cta.org.ar/base/article14805.html.
5 Agencia de Noticias de la CTA, 23/2/2010, en www.agenciacta.org.ar/article13525.html.
6 Ídem.
7 Ver www.agenciacta.org.ar/article12598.html.
8 La Nación, 30/1/2010.
9 Perfil, 29/1/2010.a denunciado a los medios el ataque de la patota de la UTA.otacipertenece, la CTA: ertamente con la burocracia sindical.
10 Página/12, 31/1/2010.
11 La Nación, 30/1/2010.
12 Ver www.cta.org.ar/base/article14805.html.
13 Ver www.metrodelegados.com.ar/spip.php?article1999.
14 Ver www.cta.org.ar/institucional/institucional.shtml.

 

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