El Plan PROGRESAR y los límites del capitalismo argentino
El Gobierno siempre dijo que “la mejor política social es el empleo”. Sin embargo, no es el camino que ha sostenido realmente. Vea las muestras de su fracaso y qué se esconde detrás del anuncio del nuevo plan social.
Por Tamara Seiffer (OME – CEICS)
El día antes de la devaluación que implica una baja salarial enorme, el Gobierno lanzó el PROGRESAR, un plan para jóvenes pobres. En apariencia se trata de dos medidas contrapuestas, que llevan a algunos a sostener que es posible apoyar lo bueno y criticar lo malo. Pero la situación de los jóvenes, con una tasa de desempleo que casi triplica la media y salarios que apenas llegan al 70% de los ya magros salarios promedio de la economía argentina,[i] es una de las condiciones del aumento de la tasa de explotación que permitió el aumento de la rentabilidad del capital en la era kirchnerista. El anuncio de este plan social es sólo un intento de contener a una población que, esta administración y la burguesía, necesitan que siga con esos niveles de vida.
Confesión de parte
El PROGRESAR es una política de transferencia de ingresos (PTI) dirigida a los trabajadores jóvenes (entre 18 y 24 años) desocupados, ocupados informalmente o con un salario menor a 3.600 pesos. Como contrapartida a la transferencia, se exige continuar o retomar los estudios y presentar certificados de atención médica. Por ello, cobrarán una asignación de 600 pesos mensuales. Es una suerte de extensión de la Asignación Universal por Hijo (AUH)[ii] que alcanzaría a 1.555.817 jóvenes. Según datos oficiales, la desocupación, subocupación o empleo en negro abarca hoy casi el 60% de los jóvenes de la clase obrera local. De éstos, la mitad tiene padres en iguales condiciones, lo que representan un tercio del total.
¿Por qué Argentina después de una década de crecimiento requiere de una política de asistencia social masiva? La respuesta del Gobierno es “el neoliberalismo lo hizo”. El neoliberalismo así, explica todo lo “indeseable” mientras que el kirchnerismo, claro, se atribuye todo los “logros”. Hay poco, por no decir nada, de verdad en esta explicación. El capitalismo argentino desde mediados de los ‘70 tiene como condición de supervivencia la generación de empleo de mala calidad. Esto es tan cierto para décadas pasadas como para la actual, pues se ha convertido en fuente de compensación para la acumulación de los ineficientes capitales locales.[iii]
Mal que le pese al progresismo, los altos niveles de pobreza no son “lo que falta” de la “década ganada”, sino una variable sobre lo que se ha construido “el modelo”. El kirchnerismo se monta sobre la base de la expansión de la población sobrante que profundizó la crisis de 2001-2002. Esta expansión es la que permitió relanzar la acumulación a través del aumento de la tasa de explotación. El inicio de 2014 encuentra a Argentina sumida en una nueva crisis producto de una contracción de su economía. Como corresponde a buen gobierno burgués, la respuesta ha sido descargar la crisis sobre la clase obrera mediante una devaluación de la moneda que implica la reducción de los costos laborales y una pérdida del poder adquisitivo del salario por la vía de la inflación. El “lado bueno” del modelo, no es más que la contracara de un improductivo capitalismo local que nos obliga a acostumbrarnos a la pobreza.
Uno más y van…
Si bien ya existían políticas similares dirigidas a esta población, su universo de beneficiarios era un décimo de lo que se propone alcanzar el nuevo plan, entre otras cosas porque excluía a jóvenes que hubieran terminado el secundario. Esto demuestra dos cosas: que terminar el secundario e incluso tener estudios universitarios no es garantía de empleo ni de empleo “de calidad”; y el contenido culpabilizante de medidas que explican el desempleo o la baja calidad del empleo por déficits educativos o culturales.[iv]
Como hemos señalado en otras ediciones de El Aromo, desde mediados de los ´90 se observa un aumento de las políticas de asistencia social.[v] Las mismas vienen de la mano del aumento de la pobreza producto de un mercado de trabajo que funciona a costa de la precariedad. En sintonía con ello, todas se destacan por sus bajos niveles de ingresos, lejos no solo del salario mínimo reclamado hoy por los gremios y la izquierda revolucionaria, sino también del establecido por el propio gobierno.
Los 600 pesos del PROGRESAR de los que se ufanan los militantes K y festeja el resto del progresismo (y no tanto…), representan 68 pesos de enero de 2002, momento en que el entonces gobierno duhaldista lanzó el Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados de 150 pesos. Una familia con dos hijos menores de edad por quienes cobra la AUH recibe 105 pesos de entonces. Así es que sumando las transferencias de ambos, nos acercamos al poder de compra del Plan Jefes que, valga la aclaración, no era la panacea para nadie. Son más una política de legitimación que respuesta material real a los problemas en las condiciones de vida de la población sobrante. Además, al no tener un mecanismo de indexación por inflación, en un contexto como el actual pierden poder adquisitivo rápidamente. Por ejemplo, desde su última actualización en mayo de 2013 la AUH perdió el 20% de su capacidad de compra. No en vano algunos sectores empezaron a movilizarse pidiendo aumentos de los planes sociales. ¿Cuál fue la respuesta del gobierno? La policía federal y la gendarmería. Perros y camiones hidrantes. Toda una demostración de que el único precio que quiere “cuidar” el Gobierno es el del ingreso de los trabajadores.
Cristina no se ahorró palabras en su último discurso (en donde informó los aumentos de las jubilaciones y la estafa de la asignación escolar[vi]) dedicadas no solo a buscar una ruptura entre obreros supuestamente privilegiados y el resto, sino para denostar los métodos de lucha de los trabajadores al hablar en contra de los piquetes. ¿Pensará que los obreros se movilizan por deporte? Los trabajadores salen a luchar porque, como les ha demostrado la historia, es la única manera de conseguir algo.
Para no seguir retrocediendo
Con este nuevo plan, el gobierno demuestra conciencia sobre la permanencia de la desocupación y del empleo precario y, por tanto, de la necesidad de desactivar el latente problema de la existencia población sobrante. No es fácil para la izquierda presentar oposición a este tipo de medidas que suena tan bien a los oídos de muchos. ¿Quién con algún tipo de “conciencia social” puede oponerse a que alguien que vive en la miseria reciba algo? La crítica, por tanto, tiene que ser radical, poniendo al desnudo todas las contradicciones del capitalismo argentino. Debe demostrar la unidad de las políticas asistenciales con el trabajo en negro y los bajos salarios. Es decir que durante estos años de bonanza, la clase obrera más allá de haber recuperado una parte del empleo sigue siendo sobrante para el capital, situación que se volverá evidente con la agudización de la crisis. La organización del movimiento piquetero con una estrategia socialista sigue por la tanto a la orden del día.
Notas
[i] EPH-INDEC, 2° trimestre de 2013.
[ii] Seiffer, Tamara: “La Asignación Universal en el banquillo”, en El Aromo, n° 73, julio-agosto de 2013.
[iii] Kornblihtt, Juan: “Esto recién empieza. Perspectivas de la clase obrera frente a la devaluación del peso”, en este mismo número de El Aromo.
[iv] Sobre los aspectos educativos del plan, véase De Luca, Romina: “Peores que Menem. Sobre el lanzamiento de las metas educativas 2014 y el rol del Estado en materia educativa”, en este mismo número de El Aromo.
[v] Seiffer, Tamara: “La máquina de subsidios. La clase obrera argentina y la política asistencial”, en El Aromo, n° 60, mayo-junio de 2011.
[vi] En un anuncio reciente la presidenta ha llevado la Asignación Escolar que cobran los trabajadores registrados (y no los que cobran la AUH) a $510. Según se ha dicho esto representaría un aumento del 200% porque se pagaron $170 en marzo de 2013. Lo que no se dice es que en Junio de 2013 se hizo otro pago por $340, lo que da ¿cuánto? un total de $510. Es decir lejos del 200% de aumento, en términos nominales, lo recibido es exactamente igual. Pero si a esto le agregamos la inflación acumulada, el “aumento” implica una pérdida de poder adquisitivo de más del 33%. Véase ANSES, en http://goo.gl/OwbftL.