Indicios del futuro cercano. Dólar, subsidios y relaciones carnales

en El Aromo nº 63

¿Por qué el gobierno implementó un “corralito” cambiario? ¿Qué va a pasar con las tarifas? Si quiere saber lo que se viene, preste atención.

Juan Kornblihtt
OME-CEICS

Tipo de cambio

Los días previos y posteriores a la elección, el gobierno vendió parte de sus reservas para evitar la devaluación del peso. La sangría de las mismas llevó a la necesidad de poner alguna restricción. Ahí apareció el incremento del control a través de la AFIP. Aunque aun no son claros los alcances, la medida afecta antes que nada a la economía informal. En estas condiciones, su eficiencia para frenar la compra de dólares es casi nula. Las grandes operaciones en blanco siguen autorizadas. Pero aun si los controles creciesen, el resultado no sería exitoso. Existen mecanismos por los cuales emerge un mercado paralelo, ya sea ilegal (arbolitos) o legal (compra de bonos). Se trata, de hecho, de una devaluación de la economía informal (el dólar en negro ya cotiza a más de 5 pesos).

Como esto no frena la fuga de capital, surgieron especulaciones sobre qué busca la medida. La primera es que el gobierno busca controlar una devaluación fuerte de la economía formal en el corto plazo, para proceder a la misma en pequeñas dosis programadas. Por qué el gobierno pospone la devaluación es entonces la gran incógnita. Gran parte de la burguesía pide un dólar más caro. Los exportadores para ganar más pesos por cada dólar que reciben, los mercadointernistas para protegerse de la devaluación brasileña. El gobierno, que prometió favorecerlos, no parece interesado en romper esa alianza. Pero también tiene que satisfacer a las empresas multinacionales industriales y financieras que quieren una alta rentabilidad medida en dólares y libertad para llevarse las ganancias (un estudio de la oficialista Flacso muestra que en 2010 el 55,1 del superávit comercial se fue en forma de remisión de utilidades y dividendos). A ellos una devaluación no los favorece, salvo que venga acompañada con alguna compensación. Hasta ahora, se satisfacía esa demanda con subsidios. Pero la reducción del superávit fiscal (ver nota en el OME de este número) hacía imposible ampliarlos más. La solución para no romper lazos con esos socios era subir las tarifas antes de la devaluación. Eso es lo que está detrás del recorte de subsidios.

Suba de tarifas

La razón por la cual se necesita subsidiar o subir tarifas es que la mayor parte del capital radicado en la Argentina (nacional y extranjero) necesita compensaciones por su menor competitividad. Aún los proyectos supuestamente basados en tecnología de punta (ver nota en el OME sobre Tierra del Fuego). Los mecanismos por los cuales se transfiere dicha riqueza están muy vinculados con la fuente de la misma. A partir de la devaluación de 2002 y el default, la deuda externa casi que desapareció como fuente de compensación para el capital local. La caída salarial dio el primer impulso a la recuperación que luego fue sostenida por el fuerte aumento de la renta diferencial de la tierra. Para apropiarse de ella aparecieron las retenciones. El límite impuesto por la 125 y la caída de la renta en 2008 no anuló las retenciones pero hizo que no pudieran acrecentarse. La infructuosa búsqueda de financiamiento externo hizo que se buscase como fuente los fondos jubilatorios. Dada la imposibilidad de aumentar la porción de renta apropiada vía retenciones, la moneda empezó a sobrevaluarse (ya que al no ingresar esos dólares a las reservas del estado pasaron a circular en el mercado). En la práctica, esto implicó que una parte de la renta fuese a parar sin mediación directa estatal a las empresas que se manejan en el mercado externo, sea para importar, sea para remitir ganancias al exterior. Por eso si se va a devaluar estos capitales piden o más subsidios (que el Estado no puede dar) o suba de tarifas para trasladar las pérdidas por la devaluación a los consumidores.

Pero el aumento de las tarifas para compensar la reducción de los subsidios no resuelve el problema de fondo, porque de algún lado tiene que salir la plata para pagarlo. Si no aparece otra fuente compensatoria, la suba de tarifas intensificará la contracción del crecimiento económico que ya está afectado por el freno de las importaciones de Brasil y la menor capacidad de intervención del Estado por el creciente déficit fiscal.

Deuda externa

Dado que en un contexto de crisis mundial lo más probable es que el precio de la soja caiga, o al menos no suba más, de allí no puede venir la fuente de compensación a los capitales radicados aquí. La baja salarial aparece como una primera fuente a la que apelará el conjunto del capital. Sin dudas eso preparan, pero salvo una masacre tampoco alcanza para competir con los bajos salarios que hay en el resto del mundo. En ese contexto, la única fuente que aparece como disponible es el endeudamiento externo. Aun en plena crisis mundial, el gobierno apuesta (una vez más) a conseguir plata de las potencias. En ese sentido, pueden releerse algunas de las medidas tomadas como síntomas de pleitesía al capital más concentrado a nivel mundial. No sólo el mantener la sobrevaluación y el aumento de tarifas. La apurada implementación del sistema de control de la AFIP se dio justo antes de una reunión con Obama. En agosto, un informe del Departamento de Estado de EEUU señaló que la Argentina era un paraíso para el lavado de dólares para el terrorismo por la falta de controles. Quizás ante la inminencia de la reunión en la cual se le iba a hacer un mangazo era conveniente llevarle algo a cambio.

Todas las medidas son la punta de un iceberg. Aunque todavía acotadas, muestran que la fuerza de Cristina apunta a tratar de sostener las necesidades del capital en un contexto de crisis que ya no se puede negar. Frente a una próxima contracción de la acumulación, el gobierno quizás rompa alguna de las alianzas con las fracciones burguesas que intenta conciliar, para privilegiar otras. Más allá de cuál elija, ninguna de las opciones se tomarán en favor de los trabajadores, sino justamente en su contra.

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