Hacia una dramaturgia feminista – Panelistas: Nora Schamó, Pilar Ruiz, Ariana Caruso

en El Aromo nº 92

Dossier: Un balance de las XI° Jornadas de Investigación Histórico Social y I° Encuentro de la Izquierda Revolucionaria. Septiembre de 2016.

En septiembre de este año, organizamos nuestras XI° Jornadas de Investigación, que dio lugar al I° Encuentro de la Izquierda Revolucionaria. El objetivo fue reunir al conjunto de la izquierda argentina para debatir toda una serie de problemas que hacen a los puntos esenciales para la construcción de un programa revolucionario en Argentina: la lucha de clases a nivel mundial, la cultura proletaria, la opresión de género, los problemas de la educación, la intervención sindical, el FIT y la construcción partidaria. A continuación, presentamos un resumen de las principales mesas.



paneldramaturgioHacia una dramaturgia feminista. 
Panel sobre Teatro y Género

“Esta Helena es valiente, es insolente y es responsable de sus propios actos. Ella afirma que si ella se fue a Troya con Paris no fue porque ningún Dios la impulsó, sino que fue porque ella, por primera vez en su vida, se enamoró. Ese acto le permite desactivar la moral heroica masculina y aristocrática que la creó” (Norá Schamó)

 

El primer día de las jornadas estuvo dedicado a la discusión sobre la relación entre la dramaturgia y la opresión de género. Estuvieron la Prof. Nora Shamó (especialista en Literatura Griega), y la dramaturga Pilar Ruiz (autora de En el fondo y Descansa)1 y Ariana Caruso, autora e intérprete de Jackelin tiene un límite.2 Ofrecemos, aquí,  un extracto de las intervenciones. El panel puede verse íntegramente en nuestra página.

Nora Schamó: Yo me dedico a estudiar el mito clásico, pero no para destruirlo, sino para deconstruirlo y volver a construirlo. Mi intención aquí es ver cómo son tratadas en la literatura contemporánea esas dos figuras míticas que son Penélope y Helena de Troya. Especialmente, en el teatro contemporáneo. O sea, la evolución que sufrieron hasta convertirse en dos mujeres actuales.

Como les dije, estas dos mujeres fueron inmortalizadas por Homero. Helena en la Ilíada y Penélope en la Odisea. Históricamente, la tradición las fijó como modelos antitéticos de mujer. Penélope es la casta, la prudente, la fiel, la esposa de Ulises que aguarda su regreso durante veinte años. Helena es la bella, la frívola e infiel prima de Penélope, que seducida por Paris, príncipe troyano, abandona a su marido Menelao (Rey de Esparta) y huye con su amante a Troya, lo que provoca un conflicto que va a durar diez años.

Es a partir del siglo XX, cuando los mitos masculinos tradicionales parecen haber perdido importancia frente a los mitos femeninos, y numerosos autores se han propuesto rescatarlas  de su situación de víctimas de una historia contada por hombre y les dan la voz. Así, se puede observar, en el personaje de Penélope, una recodificación del modelo tradicional de mujer, que conduce a la reafirmación tanto de su poder exterior, como de su fuerza interior.

Me ocuparé en especial de obras del teatro contemporáneo argentino y español, que es donde se dan las recreaciones más interesantes de estos personajes. Vamos a ver que en estas recreaciones aparece una nueva Penélope, que ya no está dispuesta a sufrir la soledad absoluta, ni a seguir siendo la sombra dolorida de un héroe, y una Helena que reclama el derecho a elegir las palabras que narren su propia historia. En Homero, la vida de Penélope transcurre en el ámbito doméstico. Los adjetivos aplicados a ella son: “prudente”, “discreta”, “modesta”, “casta”, “fiel” y “paciente”. En la Odisea, si Penélope no se deja seducir por ninguno de los pretendientes, es por la fidelidad que le debe a su marido, vamos a ver qué ocurre en el teatro contemporáneo.

Si bien en algunas piezas se defiende su fidelidad, en el teatro contemporáneo son cada vez más frecuentes las recreaciones de una Penélope infiel junto a un Ulises excesivamente desmitificado. Y también hay voces feministas que reivindican la figura de Penélope, que defienden a una heroína contemporánea, que nada tiene que ver con la clásica.

En la obra de Domingo Miras Molina, titulada simplemente Penélope, ella insiste en los abusos del poder del hombre que aniquila al más débil, a la mujer. Se siente prisionera, se niega a elegir a un pretendiente, pero no por fidelidad, sino porque eso significaría volver a ser esclava. Si se fijan, estamos avanzando en la evolución del personaje, y cuando él finalmente regresa, ella se niega a reconocerlo. No es que no lo reconoce por los cambios sufridos por él. Es que sabiendo que es él, no lo quiere reconocer y él debe marcharse.

Y si continuamos, nos encontramos con otra obra titulada La tejedora de sueños, de Antonio Buero Vallejo, por primera vez no sólo Penélope muestra preferencia por uno de los pretendientes, sino que se revela profundamente enamorada de uno de ellos, que va a terminar muerto por Ulises (igual que todos los demás). Esta es la versión, de las que vimos hasta ahora, la menos fiel a Homero. Es la Penélope más transgresora y tal vez la más humana. Ulises también volverá a irse, como el de la obra anterior. Pero él, en una actitud bien machista, no quiere admitir su derrota ante los demás y le dice a ella que va a decir que se va porque debe cumplir unos votos de peregrinaje. Ella le grita “¡Márchate y sigue fingiendo!”. Y, por primera vez, una Penélope exclama “¡Te odio!”, y le dice “¿Por qué has venido a romper mis sueños?”.

Para completar este breve recorrido, no podría omitir la pieza que presenta el tono más feminísitcamente reivindicativo de todas las Penélopes. Se titula Las voces de Penélope, de una autora española Itziar Pascual. En ella se produce una mezcla entre el tiempo mítico y el actual. Ella reflexiona al final:

“¿Quién viajó de los dos? Yo me fui sin mover los pies. Me revolví hasta desaparecer. Tú viajaste para volar, yo para enterrarme y renacer. […] Ahora sé que tu viaje fue una invitación al mío. Ahora sé que puedo mirarte sin ver a un extranjero. Ahora, que tengo la edad en que las cosas se ven desde el otro lado del espejo. ¿Sabes Ulises? Me hiciste daño y me hiciste bien. Me regalaste el desgarro envuelto en papel celofán, pero al romperme, me vi atrapada en la historia, en la mirada de esas mujeres que aguardan tras la celosía de una ventana. Y decidí salir, rasgar mi piel para tomar otra. Y volé, Ulises, con las alas de quien se sintió mendigo de la vida y ahora se sabe propietario de ella”.

Vamos a pasar ahora, más brevemente, al mito de Helena.

Helena, no sufre las consecuencias de la guerra de Troya, como Penélope, sino que ella, según Homero, es la mujer que provoca la guerra. Se caracteriza sobre todo por los rasgos en que se oponen. Así ella representaría el adulterio, la guerra, la huida, la imprudencia y la insensatez.

Quien ha recuperado el personaje de Helena para la escena contemporánea y le ha otorgado pleno protagonismo, es un autor español, Miguel Del Arco, con su obra Juicio a una zorra. En esta versión, Helena pasa de ser victimaria a ser víctima y revela toda su vida. Recuerda cómo desde chica fue abusada, violada. Entonces dice, Del Arco, que hacerla a ella responsable del enfrentamiento por Troya es tan sólo una mentira más, una excusa perfecta para la estupidez y la violencia de los varones. Esta Helena es valiente, es insolente y es responsable de sus propios actos. La profundización en su psicología permite a la moral actual profundizar sus decisiones, al permitir simultáneamente establecer paralelismos con realidades actuales, cercanas o reconocibles, como el maltrato a las mujeres, la inmoralidad de las guerras o el abuso de menores. Ella afirma continuamente que si ella se fue a Troya con Paris no fue porque ningún Dios la impulsó, la empujó, sino que fue porque ella, por primera vez en su vida, se enamoró.

Ya enamorada de Paris, decidió seguirlo y dejar todo lo que tenía: su trono de reina, su marido y su hija. Ese acto le permite desactivar sus líneas maestras, la moral heroica masculina y aristocrática que la creó.
Pilar Ruiz: Yo empiezo a escribir En el fondo, con la idea de escribir una obra de teatro. Empecé a escribir y un día me di cuenta que estaba escribiendo escenas que tenían que ver con la trata y con la prostitución. Sin darme cuenta, eso apareció en el material. Y ahí sí, empecé a leer casos específicos y declaraciones de chicas que habían sido liberadas de prostíbulos, que habían estado secuestradas en redes de trata. Miré muchas películas. Sí, más como una investigación, no tanto desde lo teatral sino desde el tema. Y después uní todo y terminó saliendo lo que es En el fondo hoy. Una obra que ya lleva cuatro años de recorrido.

En el fondo cuenta la historia de Flora, una chica que fue secuestrada en la niñez, encerrada, en un  prostíbulo. Narra el día en que tienen que desalojar ese prostíbulo y a ella la lleva el personaje masculino, que es Pedro, a la casa donde la llevaron por primera vez secuestrada y ahí, en ese lugar, acontecen un montón  de situaciones que vamos descubriendo por todo lo que fue pasando Flora en estos años. Y ahí se va viendo ciertos mecanismos que utilizan en las redes de trata, de manipulación, de mentira, de engaño. Además de la violencia física concreta, también hay mucha violencia psicológica, mucha mentira, mucha amenaza. Todo eso se va viendo a lo largo de la obra, pero en forma bastante metafórica, digamos, ya en el hecho de correr la situación del prostíbulo. Nunca vamos a ver a la chica en el prostíbulo, sino que la vemos, en realidad, en una situación infantil, que es en la que a ella la llevan por primera vez. Ya se hace un corrimiento estético y nos permite contar este tema desde otro lugar, que era lo que a mí me preocupaba un poco.

Gracias a En el fondo empecé un recorrido, y eso inevitablemente me llevó a escribir Descansa, que es la segunda obra, que habla del momento en que una mujer decide interrumpir su embarazo. Yo tuve una imagen muy concreta, que era una mujer encerrada en un baño, embarazada, no deseando el embarazo y dispuesta a interrumpirlo. Y le empecé a hacer preguntas, las mismas preguntas que me haría yo, como mujer: ¿qué me pasaría en esa última hora, antes de la última dosis? Yo planteo que ella decide hacerse un aborto con Misoprostol. Aparecen todas las preguntas que se le pueden venir, en soledad, encerada en el baño, a una mujer que toma esta decisión. También preguntarse, ¿por qué sola? Todas cuestiones que tienen que ver con esto de que no es legal. No solo es condenado por el Estado, sino que además es condenado por la sociedad. Todo eso, cómo está en su cabeza. La última hora del estallido final, que tiene que terminar de tomar la decisión: si llevar adelante la interrupción o no, definitivamente. Porque ella está  en mitad del proceso.

Ahí se van generando diferentes situaciones y se despliega también todo un imaginario de qué es ser mujer. Si para ser mujer tenés que ser madre… Bueno, la obra cuestiona un poco todo esto. Se lo cuestiona el personaje y también cuestiona un poco, qué es lo natural qué no lo es.

Recién escuchaba que la mujer siempre es objeto del hombre o de los dioses. Yo lo relacionaba con este discurso de que lo natural es que seas madre. Como si viniera por decisión divina y no por una decisión personal, de proyecto de vida, de mujer que una es.

 

Ariana Caruso: Yo trabajo con antropología teatral. Es una forma donde estudiamos diferentes culturas dentro del teatro y donde trabajamos con  un entrenamiento físico y vocal bastante fuerte. A partir de allí, nació este personaje, Jackelin. Nació, en realidad, en el 2009, en una obra que dirigía Guillermo Angelelli.

Les voy a hacer así una síntesis del relato de la obra. Jackelin es una mujer paraguaya, fue amante de un hombre durante veinte años y un día decide terminar con esta relación tan tortuosa, que le hace tan mal, y dice “lo voy a matar”. Practica diferentes maneras para asesinarlo y, cuando va a matarlo, se entera que Alfredo (que es este hombre) ya ha muerto hace varios meses. A partir de allí, se empieza a desarrollar la historia. Es por esto que yo, al principio, pensaba que mi obra hablaba también de temas existenciales. Este hombre ya no está más, está ausente, pero está muy presente en ella y ella no puede deshacerse de esta relación. Entonces, a partir de ahí, ella va relatando como fue toda su relación con él. Y ahí es donde empezamos a ver la cosificación, donde Alfredo le hace hacer una cantidad de cosas a ella: le pide que se acueste con su hijo, la hecha del trabajo, empieza con una situación de violencia económica…

Hubo un momento donde se empezó a entrecruzar la dramaturgia con esta temática de género. Lo pensaba como el pasaje del sainete al grotesco. Mi personaje partió desde un lugar de mucho humor y después empezó a pasar por un lugar bastante más profundo que es, justamente, este pasaje. Entonces decía: ¿cómo podemos profundizar los conflictos y que también, a la vez, enriquezcan la dramaturgia?

En este proceso me interesa también profundizar en este personaje, en cómo viven estas personas que reciben una violencia psicológica, simbólica, invisible… ¿Cómo viven en esta denigración? Es por esto que Jackelin es una mujer sola. Está ahí, anclada en el tiempo, perdida, y mira la vida desde una ventanita.

La obra se llama Jackelin tiene un límite y ella se lo dice varias veces a sí misma: “Ya está. Jackelin tiene un límite. No va más”. Pero sigue y sigue ahí, forzando una relación, a pesar de lo que él le hace.

Esto mismo, esta acumulación, la pensé desde lo dramatúrgico al principio y después me empecé a dar cuenta que también esta agresión era constante. Pero esta lectura la hice después. Bueno, de esta manera fue como me fui encontrando con el material.

Pregunta del público: Pavlovsky escribió El señor Galíndez, tratando de meterse en la cabeza de un represor. Porque desde el pensamiento de izquierda, que sufre la represión, es lógica la tendencia a representar al reprimido. Entonces, ese represor aparece como el margen, como lo no pensado. De alguna manera, eso parece una mirada incompleta. Entonces, resulta interesante la idea de ponerse en la cabeza de qué es un represor: ¿Por qué hace lo que hace? ¿Qué tiene en la cabeza?

Pilar Ruiz: Yo, desde la dramaturgia, tuve que entender a este personaje [Pedro] y no juzgarlo, para no hacer el cliché del malo, porque si no, no lo creemos. Tuve que humanizarlo.  Entonces, me encontré escribiendo un personaje que es absolutamente violento, pero que también llora, que también ama, y eso se vuelve más monstruoso todavía. Porque si él fue criado así, en ese contexto, él entiende que esa es la forma de tratar a la mujer y que la mujer es para eso. Porque en todo este contexto de la obra, su madre también es parte del prostíbulo. Él se crió con una madre que es parte de esa red. Entonces, él cree que esa es la forma.

Si lo extendemos al día de hoy, el machismo está instalado porque también, desde que somos chiquitos, nos enseñan que esa es la forma. Entonces, es muy difícil romper estructuras que vienen desde hace mucho tiempo. Por suerte, hoy nos estamos preguntando y estamos tratando de romperlas.

NOTAS

1Descansa puede verse todos domingos a las 20,30hs., en La pausa teatral y Desde el fondo va a realizar una función especial en Timbre 4.

2Las presentaciones próximas pueden consultarse en www.jackelinsoy.com.ar.

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