¿Hacia un nuevo corralito?

en El Aromo nº 64

a64_ome_emi La restricción a la compra de dólares atrajo los fantasmas del corralito. En forma rápida, el gobierno salió a desmentir la posibilidad de una incautación de ahorros y se vanaglorió de la solidez de la banca. Advierta en esta nota por qué esas esperanzas no son tan sólidas y sabrá por qué la banca está más débil que en los ’90.

Emiliano Mussi – Betania Farfaro Ruiz – Viviana Rodríguez Cibulsky
OME-CEICS
A diez años del corralito de 2001, aunque parece saneado, el sistema bancario no es más fuerte que la década anterior. Su aparente solidez oculta en realidad un achicamiento en relación al resto de la economía. No sólo si comparamos con otros países de la región, sino incluso con el crecimiento de la economía nacional. Por eso, se otorgan menos créditos a mediano plazo. Esto no sólo tiene que ver con la caída progresiva de la tasa de ganancia post devaluación,1  sino también con un menor tamaño del sistema bancario. Dado que la mayor parte de los capitales, por su baja competitividad, sobrevive gracias a los subsidios, ningún banco se arriesga en forma masiva a darles crédito. El Estado, a través de bancos nacionales, es quien viene a suplir este tipo de créditos a largo plazo y asume el riesgo que los privados no quieren tomar, llegando a ocupar más de un tercio del sistema en su conjunto. Veremos que el sistema bancario, a pesar de haber recuperado niveles similares de finales del 2000, no tiene la dimensión suficiente de expandir la economía nacional. Sobre todo, cuando casi la mitad está en manos de un Estado que está en quiebra2  y cuando lo más dinámico en materia de créditos es lo orientado a la expansión de un mercado interno cada vez más amenazado por la crisis mundial y el ajuste K.

Chiquitaje

Un sistema bancario saludable en una economía capitalista es una cuestión esencial. En efecto, los bancos actúan como grandes redireccionadores de dinero de un sector a otro de la economía, permitiendo su desarrollo. Así, reciben préstamos de ahorristas, concentrando toda esa masa de riqueza, y la ofrecen en forma de créditos a los industriales para que amplíen su capacidad de producir. Este juego de tomar y prestar surte efecto en la medida en que acompañe el crecimiento de la economía. No es el caso del sistema bancario argentino después del 2001.

Desde el 2002 en adelante, el PBI creció con “tasas chinas” alrededor del 7%-9%. En el mismo sentido, el sistema bancario después de la crisis del 2001 también se recuperó, mostrando un crecimiento siete veces mayor en el volumen de créditos y préstamos mayores a los que se presentaban en la década del ’90. Sin embargo, los datos de este incremento no pueden ser mirados en abstracto. Es necesario comparar ese crecimiento con el del conjunto de la economía. De esta forma, se desprende que el aumento de los depósitos y créditos en la economía nacional no es tan espectacular: como porcentaje del PBI, son inferiores a los del menemismo. Durante la convertibilidad, el crédito al sector interno como porcentaje del PBI, alcanzó su pico más alto en 1998 con un 29,4%. En cambio, en la postconvertibilidad, el porcentaje no superó los 15,3%.

El sistema bancario no sólo es más chico en términos nacionales, sino también a nivel regional, reduciendo su capacidad de intervención. Al analizar el nivel de bancarización de la Argentina con respecto a los demás países de la región, los datos van en la misma dirección. El tamaño relativo de la banca argentina en relación a la economía alcanzó el 14,5% para fines del 2007. Mientras que en países como Chile y Brasil alcanza niveles de 88% y 47% respectivamente. Es importante aclarar que Argentina (y también México), después de sus crisis en los ’90, comenzaron con bases de crédito muy pequeñas. Por lo cual, a pesar de haber crecido en los últimos años (el 38% y 29%, en forma respectiva), los niveles que alcanzan siguen siendo bajos comparativamente.3  La distancia se amplía si comparamos el nivel de bancarización en Argentina con países de otras regiones, que presentan aún niveles más altos que los de Latinoamérica. Por ejemplo, Dinamarca presenta un 137% de préstamos al sector privado respecto del PBI. Reino Unido un 132% y Canadá un 76,4%. En cambio Argentina presenta sólo el 11%.4  Estos menores niveles del sistema bancario argentino le restan capacidad a la hora de impulsar el desarrollo productivo.

La banca estatal

Hoy día, más del 35% del total de préstamos está en manos de bancos públicos. Más del 20% de ese total lo maneja sólo el Banco Nación. Este punto ya habla de la salud del sistema. Como vimos en la edición anterior de El Aromo, el Estado tiene problemas de caja. El ajuste mismo es expresión de esa crisis.5  De ahí que el dato de que algo más de un tercio del sistema bancario esté en manos del Estado, da cuenta de las endebles bases en la que se sustenta. Sobre todo cuando esta tendencia a la “estatización” cobra fuerza con las crisis, como la del 2001 o la que se inicia en 2007.

En efecto, el Estado rescató a los bancos en la crisis del 2001. Luego, en 2007, el sistema financiero local se “normalizó”, sobre todo por la cancelación definitiva de las deudas de las entidades con el Banco Central, que habían sido producto de la asistencia recibida a partir de la crisis.6  Sin embargo, ese mismo año, la tendencia a la “estatización” aumentó. En 2007, comenzó la crisis mundial, y sólo impactó en los niveles de préstamos y depósitos, gracias a que el sistema tenía sus “mecanismos de defensa”. Por un lado, el rol y el peso de la banca pública en el mercado financiero le permitieron al sistema bancario que la caída no fuese más profunda. A partir de allí, los bancos estatales siguieron creciendo. Así, la participación de la banca estatal en el conjunto de préstamos aumentó cinco puntos porcentuales entre diciembre de 2007 y mismo mes del 2010, cuando el resto de los bancos no llegaron a aumentar ningún punto. Los bancos estatales comenzaron a tomar los créditos más riesgosos, y las entidades privadas redefinieron sus estrategias de crédito en pos de conservar la rentabilidad alcanzada el año anterior.

Los créditos al consumo

La rentabilidad de los bancos logró ser positiva recién en 2005, alcanzando en 2006 el 15%, luego de tres años de números negativos. En 2007, año de la crisis, la rentabilidad cayó al 10%, para luego recomponerse durante los años siguientes, alcanzando en 2010 el 24%. Esa recuperación estuvo basada en un redireccionamiento de los créditos otorgados. El Banco Nación se hizo cargo en mayor medida de aquellos créditos a largo plazo. De este modo, creció relativamente en los préstamos al sector público no financiero del 40,9% al 79,3%. Los créditos hipotecarios a empresas crecieron del 26,2% al 48,1% y los hipotecarios para la vivienda, del 19,6% a 28,9%. Es decir, sólo la banca estatal está tomando en sus manos los créditos más riesgosos, con serias dudas de cobrarlos. De esta manera, puede salvar a la banca privada que, en cambio, se fue consolidando en determinados segmentos del mercado, como tarjetas de crédito, prefinanciación de exportaciones y préstamos personales, retirándose de otros a mediano o largo plazo. Es así como lograron aumentar la tasa de rentabilidad después del 2007. De hecho, entre 2007 y 2010 se puede ver un incremento de casi 5% en la participación de los créditos más ligados al consumo dentro de la cartera total del sistema.7  En ese sentido, la línea de crédito más dinámica de los últimos años fue la de las tarjetas de crédito.

Los préstamos por tarjetas de crédito aumentaron entre fines del 2007 y fines del 2010 un 145%. Fue el crecimiento más importante de todas las líneas y logró una participación del 13% en el total de préstamos, siendo la tercera más importante después de Documentos (18%) y Personales (17%). De manera más desagregada, el aumento para los residentes del Banco Nación fue del 337%, mientras que en el Banco Macro fue del 208%. En cambio, en el Santander fue del 146%. En los tres bancos, las tarjetas de crédito presentaron los mayores aumentos. Vale aclarar que, debido al proceso de concentración, estas tres entidades financieras explican el 45% del sistema bancario.

El hecho de que lo más dinámico de los últimos años esté ligado a la expansión de consumo del mercado interno también habla de los límites del sistema bancario. En efecto, ante el primer cimbronazo en la demanda, esos créditos se verán con dificultad de realizarse. Este hecho, junto con el que buena parte del sistema descansa en el Estado, sumado a su reducida magnitud, nos indican que si bien su apariencia es la de un sistema saludable y fuerte, su base es bastante endeble. No extrañaría que ante un nuevo cimbronazo de la crisis mundial, encontremos un escenario más conflictivo que el que vivimos hace exactamente diez años.

Notas

1 Ver Rodríguez Cibulsky, Viviana y Mussi, Emiliano: “¿por qué se pelean el gobierno y Techint?” en El Aromo, n° 62, 2011; y Dachevsky, Fernando y Farfaro, Betania: “No los echamos, huyeron” en El Aromo N° 63, 2011.
2 Bil, D.: “La estatización de la crisis” en El Aromo, n° 63, 2011.
3 Leonardi, Staffieri, Mandolesi: El sistema bancario en Argentina, Fundación Libertad.
4 Datos en sitio web del BCRA.
5 Ver artículo de Damián Bil en este suplemento.
6 Golonbek, C. y Mareso, P.: Documento de trabajo n°36, Cefid-Ar, marzo de 2011.
7 Golonbek, C. y Mareso, P., op. cit.

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