Guerra Fría. Milani y el futuro de las Fuerzas Armadas
La designación al frente del Ejército de un elemento que participó de la represión en la última dictadura pone en evidencia algo más que lo poco que le importan al gobierno los derechos humanos. Nos habla de la etapa que se viene, el final del kirchnerimo, y lo que se prepara para la clase obrera en todo este proceso.
Guido Lissandrello*
Grupo de investigación de la lucha de clases en los ’70-CEICS
El pasado 26 de junio, Cristina Kirchner procedió al reemplazo de la dirección de las Fuerzas Armadas. La nueva cúpula militar quedó conformada por el Brigadier Mario Callejo como Jefe de la Fuerza Aérea, el Contralmirante Gastón Erice como Jefe de la Armada, el General César Milani como Jefe del Ejército, y el General Luis Carena como Jefe del Estado Mayor Conjunto. El hecho redundó, rápidamente, en un escándalo político de envergadura. Los medios de comunicación vinculados a la oposición no perdieron la oportunidad para pegarle al gobierno. Es que el prontuario de César Milani no parece ser el mejor. El general en cuestión se encuentra, como veremos, indudablemente ligado a las tareas contrarrevolucionarias que asumieron las fuerzas militares en la década del ’70.
El movimiento realizado por Cristina no puede calificarse sino como audaz. A poco tiempo de celebrarse las elecciones primarias, se despachó con una maniobra que tira por la borda su discurso sobre los derechos humanos. Una política que fue, e incluso sigue siendo, una de sus bases de legitimación. Y sin embargo, en ningún momento, incluso cuando el affaire Milani estaba en su cenit, el kirchnerismo le soltó la mano al General. Martín Fresneda, secretario de DD.HH., señaló que “la Presidenta quiere que las Fuerzas Armadas tengan un rol en un proyecto político”,1 y Milani redobló la apuesta: “Queremos un ejército sanmartiniano profundamente comprometido con los valores de la argentinidad, la democracia y los derechos humanos, moderno, que se encuentre a la altura de los desafíos que nos presenta el siglo XXI […] Queremos ser parte de un proyecto nacional y popular.”2
Inmediatamente surgen las preguntas obvias: ¿Quién es Milani? ¿Por qué el kirchnerismo le ha brindado su apoyo incondicional?
El superagente
Nacido en la provincia de Córdoba, en 1954, César Santos del Corazón de Jesús Milani egresó del Colegio Militar en 1975. Durante 1976 y principios de 1977 fue destinado al Batallón de Ingenieros de Construcciones 141 con sede en La Rioja, pero partió en comisión a Tucumán. En aquella provincia se desarrollaba, por aquellos tiempos, el famoso Operativo Independencia que, comandado inicialmente por Acdel Vilas y luego por Antonio Bussi, buscaba aplastar a la Compañía “Ramón Rosa Giménez” del PRT-ERP. Ni lerdo ni perezoso, apenas se dio a conocer la información, Milani se defendió alegando que su labor había consistido en pintar y construir escuelas y obras de infraestructura vial en la localidad tucumana de Monteros. Pero su legajo tiró abajo su relato. En primer lugar, fue asignado allí en calidad de Subteniente Especializado en Inteligencia. Cómo correctamente señalaron los organismos de derechos humanos que se nuclean en el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia (EMVyJ), si Milani comenzó a hacer carrera en el área de inteligencia en la década del ’70, es porque deliberada y conscientemente decidió incorporarse al aparato represivo del Estado. Como se sabe fehacientemente, por aquellos años los oficiales de inteligencia eran responsables de los interrogatorios y las torturas para conseguir información de los militantes y las organizaciones revolucionarias.
En segundo lugar, se lo encontró involucrado en la desaparición del soldado conscripto Alberto Agapito Ledo quien fuera su asistente en Tucumán. La noche del 17 de junio de 1976, Ledo se encontraba a las órdenes del Capitán Sanguinetti, quien lo había requerido para hacer una recorrida nocturna. En la tercera oportunidad en que repitieron la rutina, Sanguinetti volvió solo y jamás se supo nada del paradero de Ledo. Como era común en aquellos tiempos, la desaparición del conscripto se ocultó tras la rúbrica de la “deserción”. Así, Ledo pasó a ser uno de los 129 desertores-desaparecidos. No obstante, en su caso particular, la maniobra de ocultamiento se hizo evidente, puesto que se produjo una contradicción insalvable: el acta de deserción fue firmada por Milani el 29 de junio a las 10 hs, unas ocho horas y media antes de que Sanguinetti elevara las actuaciones de la deserción. Es decir, el hoy General K ya tenía noticias de la baja del soldado aún antes de que ésta se notificara efectivamente.
En tercer lugar, el Informe de la Comisión Provincial de Derechos Humanos de La Rioja recogió el testimonio de Ramón Alfredo Olivera, quien fue detenido el 14 de marzo de 1977 por suboficiales del Batallón de Ingenieros 141. Olivera reconoció que fue el propio Milani quien lo “hostilizó” mientras declaraba ante el secretario del tribunal que lo juzgaba, luego de permanecer recluido en un centro clandestino de detención. Álvaro Illanes y Luis Gómez, también detenidos en 1977, ratificaron las denuncias contra Milani.
Hasta aquí, un prontuario completamente oscuro. Pero el polémico pasado de Milani no se agota en los ’70. El retorno de la democracia lo encontró formando parte del tristemente célebre Batallón 601, del que el kirchnerismo también reclutó al burócrata sindical de la UOCRA, Gerardo Martínez. Incluso se lo ha involucrado en un alzamiento carapintada. Como el lector habrá advertido ya, cuesta creer que don César haya sido simplemente un humilde constructor y pintor de escuelitas. Por el contrario, fue un militar que contribuyó a la realización de las tareas represivas, que asumió la dictadura, en defensa del orden burgués. No casualmente, Ricardo Bussi, hijo del finado represor, señaló que su padre estimaba a Milani como “uno de sus subordinados más comprometidos”.3
El CELS, al rescate
Como ya ha sucedido en otros escándalos vinculados a la política de derechos humanos, como el “asadito” de Alak,4 los organismos fieles al kirchnerismo salieron a defender lo indefendible. En esta ocasión, el premio a la descomposición y la obsecuencia se lo llevó la presidente de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. Desestimando las evidentes pruebas del pasado de Milani, señaló que “cuando hay una denuncia no hay que prejuzgar sino que hay que investigar […] si presumimos que cada miembro [estuvo involucrado en acciones represivas] tendríamos que enjuiciar a todas las fuerzas porque todos estaban en algún lugar”.5 Y, finalmente, reconoció su absoluta claudicación: “los organismos hemos llegado a la decisión de respetar y confiar en las decisiones de la presidenta Cristina”.6
Hebe de Bonafini, acostumbrada a las bravuconadas, optó por el silencio. Esta vez se dignó a mantener la boca cerrada, seguramente porque su par de Madres de Plaza de Mayo de La Rioja, Graciela de Ledo, es ni más ni menos que la madre del conscripto desaparecido. Pero ese silencio no es menos cómplice que la obsecuencia ciega de Carlotto.
Mención aparte merece el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), que dirige uno de los intelectuales más cercanos a la presidencia, Horacio Verbitsky. En un primer momento manifestó su respaldo al gobierno y la promoción de Milani. En una nota publicada en Pagina/12, el “perro” se dedicó a desestimar una por una las denuncias y sospechas que recaían sobre el flamante Jefe del Ejército: asumió el verso de que la participación en el Operativo Independencia se limitó a construir escuelas y caminos y dijo que no existían datos fehacientes de la relación de Milani con Ledo. Alegó que su paso por el Batallón 601 fue en 1983, año en que “cambió el perfil de los oficiales seleccionados para integrarlo”. Por último, negó la existencia de testimonios de tortura y/o simulacros de fusilamiento con presencia del General (parece que Horacio no leyó el Nunca Más de La Rioja). De este modo, calificó al escándalo como una maniobra de los “socios económicos y políticos de la dictadura cívico-militar”.7
No obstante, a medida que se difundían nuevas noticias y las denuncias ganaban en veracidad, el propio CELS tuvo que recular. Y lo hizo justamente el día en que se votaba en la Cámara de Senadores el pliego de ascenso de General de División a Teniente General de Milani. El informe enviado contenía argumentos realmente increíbles. Para justificar el informe previo en que recomendaba el ascenso de Milani, el CELS alegó no haber tenido información respecto a las denuncias que luego trascendieron en sus archivos. Sin embargo, en el tiempo que medió entre un comunicado y otro, tuvo oportunidad de revisar “información complementaria”, chequear otros archivos y, de paso, leerse el Nunca Más. Así, Verbitsky y compañía tuvieron oportunidad de desayunarse de la verosimilitud de la desaparición de Ledo, del testimonio de Olivera y el resto de las denuncias. Y, por tanto, concluyeron que el ascenso del oficial debía ser rechazado.
A primera vista, el recule del CELS aparece como el reconocimiento de un error que lo aleja de la línea oficial de sostener a Milani. Sin embargo, se puede hacer una lectura diferente: el nuevo comunicado del CELS le sirvió en bandeja al kirchnerismo la excusa que necesitaba para postergar la discusión parlamentaria sobre el ascenso de Milani y sacar el tema de la tapa de los diarios. El caso se tratará una vez pasada las elecciones, y el oficialismo podrá reducir el costo electoral de sostener a un represor al frente del Ejército. Mientras tanto, Milani sigue ocupando el cargo.
Juntos a la par
En todo momento el gobierno manifestó, y sigue manifestando, un apoyo resuelto y sólido a Milani. Cuando las denuncias se hacían públicas en todos los medios de comunicación, la propia presidenta en cadena nacional señaló que no iba “a aceptar ningún linchamiento mediático de ningún interés empresarial que no le interesan ni las víctimas, ni las Fuerzas Armadas ni los derechos humanos”. Más recientemente, el 17 de agosto, Milani asistió al tradicional homenaje al General San Martín en Tunuyán, presidiendo el acto junto al ministro de Defensa Agustín Rossi y al presidente de la Cámara de Diputados Julián Domínguez.
Así las cosas, aún sin haberse votado el ascenso, el kirchnerismo lo convalidó como Jefe del Ejército. Como señalábamos anteriormente, surge el interrogante acerca de la naturaleza de este apoyo incondicional. Si el gobierno ha logrado construir una sólida base de apoyo a partir de la política de los derechos humanos, ¿por qué derribar lo hecho, lanzando un virtual “operativo reconciliación” que pone en el ojo de la tormenta a un militar de prontuario tan oscuro?
Evidentemente, el Gobierno pretende ganar con ello mucho más de lo que va a perder. La diferencia entre lo primero y lo segundo está en la naturaleza de la etapa y las tareas políticas que se abren de aquí en adelante. Pero primero, repasemos algunos datos elementales. Como vimos, Milani tiene un nutrido currículum en el área de inteligencia, una labor que asumió desde los 22 años y que desempeñó en tiempos en que dicha tarea era una necesidad acuciante. Es, en efecto, un excelente personal político en lo que refiere a tareas de espionaje. Y el kirchnerismo ha sabido recompensárselo: fue promovido a subjefe del Ejército en diciembre de 2010 y se le otorgó la dirección del sector de Inteligencia. Ha incrementado notablemente su patrimonio personal y logró conseguir conchabo en el Estado para todos sus hijos.8 Es un secreto a voces que es un protegido de Nilda Garré, ex ministra de Defensa y ex de Seguridad, e incluso se lo ha reconocido como el padre del Proyecto X.
Asimismo, su designación no se produce en soledad, sino que junto a él se promueve a otros personajes del área de inteligencia. El ya mencionado Carena se especializa en la misma tarea, tiene lazos con el CELS y con personajes de la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE). Se sabe, también, que Milani influyó en la promoción del Brigadier Rodolfo Centurión, que manejaba el área de inteligencia de la Fuerza Aérea como subjefe de aeronáuticos, y que está además estrechamente vinculado a Manuel Guillermo Tomé, director general de Inteligencia de la Armada, ascendido por el Congreso a instancias de Garré. Asimismo, en diciembre del año pasado se produjeron una serie de ascensos que beneficiaron a conspicuos personajes del área de Inteligencia: Jorge Luis Motta, amigo personal de Milani y Director de Personal del Ejército; José Eduardo Demaría (Jefe de Inteligencia del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas), Ricardo Mario Ruarte (Comandante de la VI Brigada de Montaña de Neuquén), Sergio Marco Piaggi (titular de la XI Brigada Mecanizada de Río Gallegos), Teniente Coronel Agustín Marcelo Rodríguez (nuevo responsable de seguridad de la Presidenta) Coronel Mayor Roberto Scorzelli (Secretario General del Ejército) y el General de Brigada Gustavo Motta, reciente director del área Personal y Bienestar.
No estamos entonces ante un caso aislado, sino ante la promoción de un equipo diestramente preparado para desarrollar determinadas tareas. Pero aquí no se agota la cuestión. Además de garantizarse los recursos humanos, el kirchnerismo también se ocupó de que estos estén adecuadamente pertrechados. El presupuesto destinado al área de inteligencia del Ejército ha quedado establecido en 330 millones de pesos.
Este presupuesto comenzó a incrementarse notoriamente desde que Milani asumió, en 2008, la dirección de Inteligencia y ha llegado al punto tal que supera la sumatoria del monto asignado a la inteligencia de la Policía Federal (156 millones), Gendarmería (89 millones), Prefectura (37 millones) y Policía de Seguridad Aeroportuaria (34 millones).9
En síntesis, Inteligencia del Ejército cuenta con el presupuesto más alto desde que se reinstaló la democracia, y es sumamente abultado, si tenemos en cuenta que no hay hipótesis de conflicto, en términos militares, que justifique el despliegue de semejantes fuerzas materiales (hay que recordar que el Ejército tiene prohibido, por la Ley de Inteligencia, desarrollar “tareas domésticas”). Ahora sí, veamos para qué se destinará tamaña cantidad de fuerzas materiales y humanas.
Volver a matar
Como advertimos en la edición pasada de El Aromo, el kirchnerismo se encuentra en un momento de descomposición y fragmentación. Las PASO han evidenciado que dentro del peronismo dos fuerzas se disputan el poder: el massismo y el cristinismo. Y en virtud de ello se han venido produciendo toda una serie de realineamientos políticos, el más visible de ellos es el vinculado a los cambios de camiseta de los diversos intendentes. Pero las Fuerzas Armadas, y en particular, los servicios de inteligencia no permanecen ajenos a esta disputa.
La ex SIDE está atravesada por esta fractura. El curioso robo a la casa de Massa así lo evidenció. A Alcides Díaz Gorgonio, el oficial detenido por el robo, se lo ha sindicado como hombre fuerte de Sergio Berni y con importantes contactos con Milani. A estos, a su vez, se los ha reconocido como cercanos a Héctor Icazuriaga, número uno de la ex SIDE. Por su parte, a Francisco Larcher, segundo de la misma secretaría, y a Jaime Stiusso, director general de Operaciones, se los reconocen abiertamente enfrentados a Milani y Berni, lo cual implica un frente opositor dentro de Inteligencia que podría ser capitalizado por Massa.
De hecho, el intendente de Tigre supo rodearse también de personajes adeptos a la Inteligencia. Su jefe de campaña fue Juan José Álvarez, un personaje siniestro que se incorporó a la SIDE en plena dictadura por sentirse identificado con el proceso militar. La carta de recomendación se la escribió el propio Albano Harnguindeguy, ministro del Interior de la dictadura y responsable de los campos de concentración de la Policía Federal. También lo promovió el Coronel Pedro Mercado, involucrado en la desaparición de Lucía Cullen. Con el retorno de la democracia, ejerció como intendente de Hurlingham y se mantuvo bajo el ala de Eduardo Duhalde. De hecho, fue el responsable del operativo que, el 26 de junio de 2002, terminó con la vida de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Cercano a Massa, también está Gustavo Darío Morón, quien cumplió funciones de inteligencia como personal civil de la Superintendencia de Seguridad Federal durante la dictadura, bajo las órdenes de Suárez Mason.
Como puede verse, uno y otro se pertrechan para un enfrentamiento que no se dirime en el plano electoral. El curioso robo en la vivienda de Massa evidencia que el espionaje interno es una herramienta política y que podrá ser usado para resolver la lucha dentro del peronismo. Sea cual sea el resultado, tanto Cristina como Massa formaran parte del mismo ciclo político: el cierre por derecha del proceso abierto en 2001.
Que eso es lo que está en juego en el sostenimiento a rajatabla con la designación de Milani, se pone en evidencia al observar lo sucedido en el Servicio Penitenciario Federal hace unos días. En medio de un clima caldeado por las internas que dejaron las elecciones de agosto, se produjo la fuga de trece convictos de máxima peligrosidad del penal de Ezeiza. Hasta el propio jefe de los penitenciarios, Víctor Hortel, reconoció lo evidente: los carceleros colaboraron en la fuga. Los reclusos habían realizado un túnel que debió demandarle meses, acumulando la tierra en sus propias celdas sin que los guardiacárceles se percataran de ello en las requisas periódicas que debían hacer. Evidentemente, se trató de una maniobra que buscaba desplazar a Hortel, un utrakirchnerista promotor del Vatayón Militante. Tras su renuncia el gobierno colocó a Alejandro Marambio, su predecesor al frente del SPF, desplazado en 2011 en medio de decenas de denuncias por las torturas y malos tratos a que sometía a los presos bajo su gestión. Evidentemente, el kirchnerismo se prepara para los últimos dos años de su reinado y quiere una transición en paz. Para ello recurre a personajes abiertamente ligados a tareas represivas y de espionaje interno, útiles no solo para enfrentar la “guerra sucia” de la interna del PJ, sino también los conflictos sociales que se avizoran de profundizarse las políticas de ajuste.
La designación de Milani y sus secuaces apunta a la construcción de un aparato de inteligencia adicto, indispensable para las batallas que se vienen. Es decir, de un fortalecimiento del poder de infiltración y represión del Estado, como garante general de los intereses de la burguesía. Junto a la Ley Antiterrorista y el Proyecto X, evidencian que la burguesía como clase se prepara para un escenario de enfrentamientos sociales que seguramente estallarán cuando la caja no permita ya taparlos bajo la alfombra. Ya sea con Massa o con Cristina, la clase obrera será el principal blanco del ataque.
Notas
*Con la colaboración de Ariel Lusso
1Véase La Nación, 26/07/2013.
2Ídem.
3Véase http://goo.gl/S9Cr33.
4Véase Lissandrello, Guido: “Algo más que un asadito…”, El Aromo, n° 71, 2013.
5Véase http://goo.gl/RwiE5L.
6Véase http://goo.gl/koXuSl.
7Véase Página/12, 21/07/2013.
8Véase Clarín, 25/07/2013.
9Véase Perfil, 29/06/2013.