Gracioso, pero insulso. Reseña de la obra Yo amo a mi maestra normal, de Juan Pablo Geretto

en El Aromo nº 60

a60_insulsoRomina De Luca
Grupo de Investigación de Educación Argentina- CEICS

El pasado 13 de abril, se estrenó en Buenos Aires, en el Multiteatro, la segunda temporada del unipersonal protagonizado por Juan Pablo Geretto “Yo amo a mi maestra normal”. Tal como reza su gacetilla de difusión, se trata de la interpretación de “quién podría llegar a ser la persona más influyente en nuestra formación como personas: la maestra”. El unipersonal fue premiado, recientemente, con tres premios Estrella de Mar 2011 en los rubros mejor espectáculo de humor unipersonal, mejor labor cómica masculina. También recibió el premio de Argentores al mejor autor nacional. La dirección de la obra recae en el mismo Geretto -quien también es autor del guión- junto a Ana Sans. Esta puesta en escena está hecha para un público burgués (la platea más barata cuesta $120) y mayor. Resulta pertinente ver cuál es el tipo de docente que la obra recupera, sus aciertos y fallas; al mismo tiempo, cuáles son las explicaciones que allí se hilvanan cotejando el grado de actualidad de esas interpretaciones.

¡Se van para atrás!

La obra toma como escenario una escuela pública tipo, suponemos que de Capital Federal en donde se desarrollará una conmemoración. El pre-inicio del espectáculo con un cuadro interactivo de Sarmiento moviéndose y gesticulando sorprendido mientras se escucha de fondo Aurora hace suponer al espectador que se tratará de una festividad patria. Nada de eso: el acto de inauguración del patio techado de la escuela. En ese punto aparecerá la interpretación de Geretto recomponiendo a nuestra maestra normal, vestida con un paquete traje celeste y blanco para la ocasión, oficiando de maestra de ceremonias. El ilustre acontecimiento reúne en el espacio escolar a alumnos, ex alumnos, docentes jubiladas, padres de la cooperadora, la comisión de madres de la escuela y al cuerpo docente en pleno. Uno de los primeros puntos que emergen, entonces, en la obra es la satirización de los rituales escolares: el acto con bandera de ceremonias que nuestra maestra “olvida” llamar y sin ingresar despide, por falta de tiempo, la colocación de una placa y un monolito alusivo en relación a la inauguración del patio techado. La realización de un video por parte del profesor de música con los alumnos de cuarto grado para conmemorar el evento serán algunos de los contrapuntos elegidos, como también el ensayo del acto.

Un segundo aspecto, muy bien logrado por Geretto, es la caricaturización de un sinfín de aspectos o lugares comunes de esta maestra normal tales como el llamado a silencio, el advertir a los alumnos “te vi, te vi” el increparlos para que cuenten “de que se ríe así nos reímos todos”, seguido del “a fin de año me voy a reír yo”, hacer preguntas para que respondan en grupos designando a un delegado y frases tales como “ah claro, ahora lo sabían todos”.
Otro de los puntos medulares que la obra proporciona al espectador reside en la crítica a algunas de las medidas ministeriales que impedirían al docente relacionarse con los alumnos afectivamente. Este punto resulta importante, en tanto se presenta a nuestra docente como segunda madre, mujer sin hijos que concibe a los alumnos como los hijos que Dios no le dio.
La obra se inicia con la proyección de un documental simil National Geographic, en el que se trata la evolución de la mujer, desde ama de casa a maestra normal, como si se tratara de un proceso de hominización. La misión de esta nueva “especie” sería la de consolidar la ideología de la Nación y la construcción de ciudadanos. Ahora bien, la obra recupera ese punto con humor en tanto opone ese mandato ministerial a evitar el contacto físico de cualquier tipo con los alumnos con la realidad cotidiana: en el jardín los nenes “se cagan encima y vos los tenés que apartar y dejar así cagaditos y después te piden que los incluyas ¡pero qué chico en su sano juicio se va a querer integrar con otro que está todo cagado!”; se pregunta nuestra maestra. El personaje que construye Geretto es claramente el de una docente burguesa y falluta llena de prejuicios hacia sus alumnos en tanto advierte que en cualquier momento “te chorean”. Suele destacar el carácter díscolo de los alumnos del turno tarde y anuncia que el patio servirá para darles polenta a los alumnos “carenciados”, ya que no aprovecharían un bife. Se pronuncia en contra de los padres que les compran celulares a sus hijos y sostiene que la violencia en las escuelas es la contrarrespuesta de los alumnos a las tareas obsoletas y sin sentido que en las escuelas se les pide que hagan: por ejemplo, la impresión de manos de los niños de jardín en el monumento al patio techado, entre otras.
En otro nivel, satiriza en forma acertada los pedidos del Ministerio de capacitación docente, argumentando que si no los realiza -aunque no quiera hacerlos- se siente una discapacitada. También se critican los cambios curriculares vaciados de contenido. Comenta que la profesora de labores y papel glasé se había enterado que su materia pasaría a llamarse “tecnología”. Como ni siquiera sabía donde estaba el “@“, se suicidó con punzones, sin advertir que solo se trataba de un cambio de nombre. Aparecen  docentes con carpeta psiquiátrica que comen crayones en sala de profesores, la “joven” maestra suplente, etc. En ese punto, la obra divierte al espectador y la interpretación de Geretto se encuentra muy lograda. Ahora bien, vale preguntarse qué grado de actualidad tiene este personaje

Arte PRO

El principal problema de la obra reside en la caducidad de aquello que decide mostrar. Si bien la puesta busca colocarse en un plano valorativo neutro (lo cual es imposible), su mismo montaje conlleva un mensaje y evidencia una toma de postura. Uno de los contrapuntos más “políticos” de la obra se desarrollan entre la maestra normal y el profesor de música. Ella lo acusa de “comunista resentido” que adoptó su posición ideológica porque era zurdo y en la escuela le ataban su mano izquierda y lo obligaban a escribir con la derecha. También lo tilda de “ingenuo” que supone que “tocando la guitarrita” va a unir Latinoamérica, en una banalización del socialismo y una asociación simplona, y muy PRO, entre kirchnerismo e izquierda.

No es el único aspecto en donde la izquierda se cuela en la obra. También cuando Geretto comienza a interactuar con el público sostiene “y bueno, así está la educación; así va el país, hay piqueteros por todos lados”. La docente espeta que ella no siempre fue así, que cuando era joven también quería hacer una revolución pero una “revolución de amor”. Mientras los más de treinta años en el sistema la habían endurecido. En ese punto, la obra arroja una posible explicación en torno a porqué nuestra especie de docente normal es cómo es: fue educada en un contexto represivo, autoritario, antidemocrático. Así, con mayor o menor nivel de conciencia la obra ensaya dos interpretaciones de la escuela. Por un lado, el docente piquetero es una minoría marginal atrincherada en materias accesorias como música. Por el otro, las taras de los docentes responden a su formación autoritaria. Se ha de suponer entonces, que la consolidación de la democracia mejoraría per sé la calidad docente.
Uno de los principales déficits de la obra es que decide trabajar con una figura docente que se encuentra ya extinguida, como los dinosaurios, o en vías de extinción: la maestra apóstol, de abnegada vocación, de extracción pequeña burguesa que concibe a la docencia más como un hobbie que como un trabajo. En la década del ’80 y ’90 se produjo un proceso de proletarización docente que afectó tanto a las condiciones salariales como a las de trabajo. El docente-taxi, el docente piquetero no constituyen un fenómeno marginal dentro de la docencia. Más bien todo lo contrario. En ese punto, la obra decide pasar por alto los últimos veinte años de la historia docente.
Geretto intenta un tierno “homenaje” a un personaje tilingo y reaccionario. En ese marco conforma un público acorde. No ha de extrañar que la edad promedio de la mayor parte del público que se identifica sea anciana. Anciana, no por su edad (que obviamente influye), sino por su forma de ver el mundo: reniegan de los cambios que se han producido. Cambios que abarcan también al docente y a su conciencia. La maestra ahora no es una señora con problemas materiales resueltos y tiempo libre, conforme con el mundo y aislada de lo que pasa en el país. Ahora es una obrera que logró acceder a la docencia, que lucha, porque la vida le cuesta, y que tiene un compromiso con el cambio social (más allá de su programa). Es, en definitiva, un mejor docente. No porque es más o menos autoritario, sino porque es un factor activo en el mundo real.  Lejos del prejuicio esgrimido por nuestra maestra, la articulación entre docentes y estudiantes se ha visto en grandes procesos de lucha protagonizados a lo ancho y a lo largo del país. El actor tiene dotes técnicas, pero en su carrera por acumular plata y fama ha buscado el cobijo de la alta burguesía. Con ello, amputó su desarrollo artístico. El resultado: la obra no puede salir del sentido común más ramplón y primitivo, al estilo Susana Giménez. Dinosaurios no son sólo las maestras que encarna, sino él mismo.

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