Gato por liebre. Con objeción de conciencia no hay derecho a la interrupción del embarazo

en Novedades/Trece Rosas

La clave del proyecto que se está discutiendo es la introducción de la objeción de conciencia, la individual, primero, la institucional, después. Ya con la objeción de conciencia individual, las posibilidades reales de llevar adelante la práctica se limitan notablemente. Con la incorporación de la institucional, se obstaculizan casi hasta hacerlo impracticable en buena parte del territorio nacional. Si bien es cierto que no hay una objeción institucional explícita, al no obligar a la institución a realizar la práctica garantizando la presencia de no objetores, de hecho, se impone la voluntad de la institución. Es sabido que hay provincias enteras que se declaran “objetoras”, cuyos gobiernos promueven activamente la oposición a la ley, ciudades completas “pro vida”. En estas vastas extensiones no habrá ni instituciones ni médicos que acepten llevar a cabo las prácticas, ya sea por “íntima convicción” o por la presión de sus empleadores. Obviamente, detrás de esta presión se encuentra siempre la Iglesia Católica y las evangélicas. La compañera que necesite realizarse un aborto se encontrará con que nadie querrá atenderla en ningún lado y que, en el mejor de los casos, deberá trasladarse kilómetros y kilómetros para hacer efectivos sus derechos. Y eso, siempre y cuando no deba enfrentar un entorno familiar y social hostil.

Alberto le da más instrumentos a la Iglesia, no menos

Si esto ya es grave, todavía se puede agravar más. Porque el mantenimiento de la penalización después de la semana 14, junto con la extensión a 10 días del plazo durante el cual se debe realizar la práctica, introducen una “ventana de oportunidad” para las huestes “celestes”. Cualquier obstáculo que demore la efectivización del derecho, no solo puede lograr que se pase del plazo estipulado, sino que habilita las intervenciones externas sobre la compañera embarazada. Léase, la aparición de los grupos anti-aborto para presionar a familiares y al entorno social a fin de aceptar la situación y desistir de su voluntad. Hacía falta un instrumento más para que la presión “moral” y “religiosa” se combinara y reforzara con una “alternativa económica”, que en un contexto de pobreza como el que vivimos, será un anzuelo perverso no solo para la víctima, sino para toda su familia. Alberto, por supuesto, se los dio: el proyecto de los “mil días”. Un subsidio miserable que, en las condiciones de las familias pobres y pauperizadas de la Argentina, seguramente será ofrecido junto con la AUH, como una panacea, completando el cerco contra la voluntad de las jóvenes obreras de la Argentina, cuando lo esperable era que existiera un subsidio, liso y llano, a la maternidad. Es por esto que decimos que, lejos de facilitar la decisión de interrupción del embarazo, Alberto lo hace más difícil.

Un proyecto que no es el nuestro

Las virtudes del proyecto que fue aprobado en diputados en 2018 y rechazado en el Senado, no pueden sino resplandecer en comparación con éste: legal, porque la ley lo instituía derecho de la mujer, seguro, en tanto no había objeción de conciencia y debía, por lo tanto, realizarse en tiempo y forma en la institución que correspondiera, fuera pública o privada; gratuito, porque se garantizaba la disponibilidad de todo el sistema público nacional; sin presiones de ninguna índole y sin injerencia de la Iglesia. Que el kirchnerismo haya presentado lo que presentó, se entiende: partido patronal y eclesiástico, la suerte de las obreras no les importa, solo le interesa mantener contenta a la claque pequeño-burguesa que se cree “progresista”. Por supuesto, no quiere enemistarse con una institución de la que forma parte el peronismo, ideológica y materialmente: la Iglesia católica. Y que además, y a su vez, forma parte del Frente de Todos, a través de Grabois y los “curas villeros”, es decir, con Bergoglio.

Es, entonces, razonable que se haya dejado de lado “el Proyecto de la Campaña”. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto llevó adelante una lucha histórica y logró imponer su propuesta como LA propuesta y su proyecto como NUESTRO proyecto. No tenía derecho a esta traición. A arriar NUESTRO proyecto, el que hicimos propio millones de mujeres, por fidelidad partidaria. Porque está claro que, en este tema, kirchnerismo mata feminismo. Prefirieron alinearse con Alberto y con Cristina y dejar en manos de la reacción y de la Iglesia a millones de mujeres, sobre todo a las más jóvenes y más pobres. No se explica, de otra manera, la apatía y la desmovilización que vivimos estos días, que contrastan violentamente con la movilización y la alegría, aún en la derrota, de hace tres años. Al final, Macri resultó más honesto, porque por lo menos no embarró la cancha con objeciones y subsidios a la patota de sotana. Ese proyecto, NUESTRO proyecto, ya no es el de Uds. Las banderas que se tiran, nunca más se pueden volver a empuñar.

Trece Rosas, consecuente con la lucha de la que ha participado, reivindica un proyecto sin objeción de conciencia. Salga este mamarracho o no, no nos han derrotado, seguiremos luchando por TODAS nosotras.

Agrupación Feminista Trece Rosas/Razón y Revolución

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