Entre los años 2007 y 2010 realizamos una investigación sobre las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores del barrio La Unión del partido de Ezeiza (conurbano bonaerense). Nuestro objetivo era relevar las condiciones de trabajo y de vida de capas de población que pertenecen a la sobrepoblación relativa, es decir aquella que el capital no puede emplear en condiciones medias de productividad y que, por ende, enfrenta desocupación en los momento de crisis, pero que persiste durante los períodos de relativo crecimiento de la economía, y que cuando encuentra ocupación lo hace en empleos no registrados, precarios y con bajos salarios de manera generalizada.
Mientras los varones se insertan mayoritariamente en la rama de la construcción, las mujeres lo hacen en el servicio doméstico. Es significativo que todas las entrevistadas hayan trabajado como empleadas domésticas en actividades de limpieza, lavando y planchando ropa, o cuidando niños y adultos mayores. El servicio doméstico ha sido su primera experiencia en el mundo del trabajo y, para la mayoría, lo fue cuando aún eran niñas (entre los 11 y los 16 años). Así lo plantea una de las entrevistadas:
“Natalia: Bueno… yo trabajé desde muy chica, viste…
Entrevistadora: ¿A qué edad empezaste?
Natalia: Doce años (cuando murió mi mamá y mi papá se fue). Pero así, en las casas de familia. Primero empecé como que tenía que ir a lavar los platos en las casas de los vecinos o algo para comer. Y bueno, después, que ya tuve como 14 años, más o menos, en casas de familias. Siempre así: con cama o por hora…”
Sin embargo, a pesar de lo que podría indicar el sentido común, ninguna de ellas se ha dedicado exclusivamente al servicio doméstico. Lejos de esto, lo que se observa es que son mujeres que anteriormente han tenido empleo en importantes fábricas alimenticias o textiles, desarrollaron trabajos administrativos o, incluso, fueron propietarias de kioscos o almacenes. Ante la pérdida del empleo, luego de períodos de inactividad relacionados con la maternidad y el cuidado de los niños, o como forma de complementar ingresos, vuelven a trabajar en el servicio doméstico:
“Entrevistadora: ¿La mayoría trabajaba [en 2001] en servicio doméstico?
Alejandra: Sí, sí yo creo que no había otra cosa para hacer. O atender algún negocio quizás, ser cocinera en algún country. Fábricas no existían. Las pocas que había, las habían cerrado. […] Alrededor no teníamos las mujeres casi laburo. Era trabajo doméstico o no había.”
La modalidad más general es el trabajo por hora, pero también se encuentran situaciones de trabajo “cama adentro” que, en algunos casos, está relacionado con su migración de otras provincias hacia la capital:
“Andrea: La gente de acá de Buenos Aires pedía chicas para venir a trabajar. Me habían prometido una eternidad, un sueldo que vos decís ¡guau! ‘Buenísimo, voy a estar encerrada un mes porque va a ser con cama’. Vine acá y era menos de la mitad de lo que yo cobraba allá y no me podía ir. Yo no tenía para el pasaje, no me alcanzaba para el pasaje y no conocía a nadie. Estaba a 15 cuadras, más o menos, de la quinta de Olivos. En una casa de la re puta madre viste, con 3.500 autos, un auto para cada integrante de la familia y yo estaba ahí, no sabía qué hacer. […] Y eso creo que les pasa a muchísimas chicas, ahora en la actualidad. En esa época supongo que sería más, que vienen así, también. No para ser explotadas sexualmente pero sí laboralmente. Y a veces algunas chicas se quedan porque dicen ‘Bueno, acá tengo un baño, tengo una cama donde dormir, me tratan bien’ y con eso ya se conforman. Pero hay gente que se abusa de esa situación, de la situación de pobreza de otros.”
El plan jefes y servicio doméstico gratuito para políticos
Gran parte de las contraprestaciones del Plan Jefes se han desarrollado en el área de limpieza del Municipio y las mujeres entrevistadas señalan las consecuencias que ha tenido el desarrollo de este tipo de actividad sobre su salud. Así lo señala una de las entrevistadas:
“Andrea: El mal trabajo que hice en otro tiempo tengo la consecuencia ahora. Por ejemplo, el barrido me dejó un dolor de espalda y de hombro que no se me pasó nunca más.
Entrevistadora: ¿Fue cuando tenías el Plan Trabajar?
Andrea: Claro, al barrer hacés mucha fuerza con el hombro, empujás mucho con eso. […] Y es el día en que yo hago un poquitito, mínimo de fuerza, o levanto mucho el brazo para hacer gimnasia y el dolor es constante. Entonces como no se me pasa, como yo hago mucho esfuerzo en mi casa para hacer trabajos que requieren mucho esfuerzo, yo vivo con dolor de espalda, continuamente, el dolor de espalda es brutal.”
Asimismo, algunas de ellas han trabajado en el servicio doméstico para políticos como parte de la “contraprestación” del Plan Jefes. Es decir, políticos que se apropian de manera privada de este “recurso” logrando tener empleadas domésticas de forma gratuita. Una de ellas, hace mención a esta situación con el mismo intendente del partido.
“Noelia: Después… a veces, una o dos veces a la semana me llamaban para la casa de Granados para que vaya a limpiar, los vidrios, todo….Y bueno, con eso, más o menos, que íbamos tirando.”
La cuestión del salario
A pesar de que en muchos casos tenían jornadas de trabajo de hasta 12 horas diarias, todas las entrevistadas remarcan la insuficiencia de los ingresos percibidos que, a veces, sólo alcanzan para “cubrir la leche de los pibes” o “sacar la comida del día”. De esta manera el bajo nivel salarial aparece como uno de los principales problemas del sector:
“Marcela: Hay poco trabajo. Y lo poco que se encuentra es de tantas horas, para ganar para comer nada más. Y yo la vez pasada le decía a mi mamá eso: ‘antes trabajabas ocho horas y a mí vos me vestías, me mandabas al colegio, qué sé yo, se comía un asado, una comida buena’. Y ahora tenés que limitarte. Si te comés un rico asado y a los chicos los llevas al Parque de la Costa, sonaste, ¿eh? ¡Ya está! No pensés en otra cosa. Y ahí es cuando los padres empiezan a bajar los brazos y que no pueden, se sienten cansados. Yo lo veo en mi hija, se cansa de trabajar y no alcanza la plata. Tantas horas trabajando, sábado, domingo y no llega, no llega.”
En algunos casos esta situación se deriva del hecho de que ante la ausencia de instituciones de cuidado de niños y adultos en el barrio, personas que comparten iguales condiciones de vida, deban recurrir a otros para poder salir a trabajar:
“Rosalía: Cuidaba dos nenitas que eran de a la vuelta de mi casa, que me pagaba muy poco la señora porque a ella también le pagaban muy poco. El muchacho éste era amigo de mi hermano, era más grande que yo y que mi hermano. Él tenía la señora y las dos nenas y ellos me pagaban por cuidar las nenas…”
“Graciela: Yo, cuando hacía alguna changa ayudaba en casa, pero lo que pasa es que también mis hijos era muy chiquititos y por ahí tenía que conseguir un trabajo. En capital me pasó, que iba y después tenía que pagarle la mitad de lo que ganaba, o un poquito más de la mitad, a alguien para que se quede con los nenes.”
Sin embargo, la precariedad del trabajo y los magros ingresos, no se reducen a estas situaciones. Por el contrario, se reproducen cuando son contratadas por sectores claramente burgueses, como ocurre en los countries, donde la intensidad del trabajo es mayor y las condiciones laborales mucho peores. En el caso del trabajo de limpieza en los countries cercanos al barrio, ni siquiera se pauta el salario antes de realizar el trabajo. Una vez cumplida la tarea, el patrón paga lo que quiere sin posibilidad de reclamo. Para trabajar, las mujeres se reúnen en las puertas de los countries por la mañana y esperan a que los dueños de las casas o sus encargados elijan a quienes emplearán durante el día.
“Alejandra: Los countries son una burocracia de mierda, porque vos tenés que estar a las 3 de la mañana haciendo cola. A las 8:30 o 9 viene una señora de ahí adentro del country, te empiezan a mirar y eligen. No sé si es por la cara, por como estás vestida o ‘vos sí, vos no, vos sí, vos no’ y era trabajo de un día, quizás ‘Después te llamo’ y nunca existía el ‘Después te llamo’.
Entrevistadora: O sea, tenías que ir todos los días para ver si conseguías trabajo para un día.
Alejandra: Y sí, generalmente sábado y domingo. No contrataban gente todos los días. Sábado y domingo eran unas colas infernales para ver si vos ese día trabajabas. Y vos sabías que era ese día…
[…] Y súper exigente y un maltrato horrible, ni siquiera un vaso de agua. Te pasaste 8 horas laburando y nada ¿viste? Ni siquiera sabía si podía ir al baño o no. La verdad que un trato de mierda, re feo.”
Algunas señalan que al maltrato se suma la discriminación etaria que genera una mayor competencia entre las mismas trabajadoras.
“Graciela: Sí, eligen por edad, por estética. O sea que, como a veces salen los ricos a comprar con la empleada. Se ve que si sos vieja, gorda y fea, no tenés trabajo. Tenés que rogar que las pibas no salgan del baile y vayan a buscar. Porque algunas hacen eso, van al baile y temprano, sin dormir, se van a buscar trabajo ¿viste? […] Acá para limpieza eligen jóvenes, hay viejitas que se van bien temprano para ganarles. Porque hay dos temas: uno, el código que hay entre las mujeres, que la que llega primero es la que supuestamente, si hay un llamado, la que va si hay un llamado. Y después otro, si los dueños salen a elegir ¿viste? El código tuyo se rompe con el de tu compañero, y ahí empiezan los problemas. […] Si hay un llamado va el primero. Pero si vienen a elegir, no. Una, una vez le dijo ‘No, pero yo estoy desde las 4 de la mañana, usted no tiene derecho a no elegirme a mí, porque yo estoy primera y acá entre nosotras es así’. No sabía qué decirle la dueña: ‘No, mirá, lo que pasa es que yo quiero que limpien los vidrios arriba y usted es una persona grande, se cae ¿y yo que hago?’”
Al no pautar el salario, en lo countries muchas veces pagan la hora por debajo del mínimo legal vigente. En el momento de realizar las entrevistas era común que se pagara 7 pesos la hora en vez de los 10 pesos que correspondía. La competencia de las obreras hacía que esto fuera posible. Las entrevistadas son conscientes de la necesidad de organizarse para revertir esta situación. De hecho nos han relatado ciertos intentos para conseguir demandas básicas:
“Graciela: Si no nos organizamos, nos peleamos entre nosotras. Ahí hay una señora que está siempre, se llama Rosa, el otro día la encontré. Me dijo que ahora está organizando a las mujeres. […] Y que aguanten, y que aguanten esto de que te doy 7… Una vez que se organicen ya no van a poder joder… por lo menos el tema ese de los 3 pesos ¿viste?”
De nuestro trabajo de campo respecto al empleo doméstico surgen tres emergentes. Por un lado la falta de jardines maternales e instituciones educativas de jornada completa donde puedan asistir los niños de padres obreros (instituciones que, a su vez, generarían una demanda de trabajo registrado, tanto de docentes como de auxiliares). Por otra parte, el trabajo en negro y los bajos salarios aparecen como la principal problemática del sector. Problemática que a la que el proyecto oficialista, como puede leerse en el artículo de Ianina Harari en este mismo suplemento, no ofrece ninguna respuesta.