Falsas salidas a la crisis. El ajuste europeo y el fracaso de los keynesianos – Osvaldo Regina

en El Aromo nº 71

picadora

Pese al ajuste, las economías del Viejo continente continúan en picada. Los keynesianos señalan que el problema es la falta de una política expansiva. En esta nota, nuestro colaborador muestra por qué se trata de una perspectiva inviable que busca edulcorar al capitalismo. 
Osvaldo Regina
Colaborador externo
 
La economía europea se sigue achicando bajo el impiadoso bombardeo de políticas económicas orientadas al deterioro del empleo y de los ingresos para recuperar la competitividad de sus capitales. Durante el último trimestre del año pasado, el ajuste logró acentuar la caída de los 9 meses previos, cayendo el nivel de actividad de los países del Euro en casi 1% en promedio. La castigada Grecia generó en el 4° trimestre de 2012 un 6% menos de PIB (producto bruto interno) que el año anterior. Portugal, casi el 4% menos. Italia y Chipre cayeron cerca del 3%. España el 1,8%, Finlandia -1,5%, Holanda -0.9% y Francia -0,3%. Aunque Alemania, Bélgica y Austria mejoraron respecto de 2011, en este 4° trimestre empeoraron respecto del 3° y así redujeron aún más una modesta mejora anual.
Después de la fuerte caída de 2009, la peor de la crisis financiera iniciada a mediados de 2007, el ajuste en curso consiguió recién en 2012 volver a bajar los ingresos totales de la zona Euro, elevando el desempleo promedio al 11,2% de la población activa, un 3% más que en 2006. Mientras tanto, la inversión sigue en caída, representando 3% menos del PIB que antes de la crisis (ver gráfico).
El “ajuste” en la zona del Euro no es más que el recorte deliberado de la actividad económica a cargo de los estados para acelerar el cambio en los precios relativos de bienes y salarios y aligerar el costo para el Estado de las condiciones socio-ocupacionales tradicionales. Todo eso, para compensar la brecha con el dinamismo tecnológico de los EE.UU. y con los bajos salarios de China. La ineficiencia del capitalismo europeo necesitó por razones políticas rezar el credo de “la crisis” contra la resistencia popular a bajar el salario directo e indirecto.
Si este “ajuste” social no lo hace el Estado, lo hará el mercado. Las empresas dejan de invertir y despiden y los consumidores (incluyendo los despedidos y los que todavía trabajan) siguen desplazando por mayor precio al producto local por la manufactura importada barata. La anarquía mercantil en estado puro haría este proceso más disolvente de la estructura social y más insegura para la continuidad del sistema político y de explotación y, con él, de los privilegios de clase o cargo.
Alternativa o complementariamente, la baja competitividad exige la amputación de una porción clave tanto del capital actualmente en funciones como de su mano de obra, a fin de aumentar la productividad media de la economía europea. Ese proceso ya empezó y potencia la descomposición social: desempleo estructural y lumpenización masiva, el Estado como corporación para el enriquecimiento ilícito y la policía contra los perdedores, sumado al déficit presupuestario crónico y al endeudamiento infinito, etc.
Reformistas keynesianos, abstenerse
¿Por qué no aplica Europa la receta keynesiana, como reclaman Krugman y otros (adhiere CFK)? Con una argumentación keynesiana básica, los reformistas aducen que el policromático establishment europeo se equivoca con este ajuste, pero no explican por qué cayeron en ese supuesto “error”. Creen que la cosa se arregla con más de las mismas políticas expansivas que, justamente, contribuyeron a la presente encrucijada del capital europeo. La crítica exaltada contra los gobiernos ajustadores sólo les sirve a los keynesianos para disimular con demagogia el límite burgués y la impotencia de su programa de política económica cuando el capital no requiere de sus servicios.
Cuando la crisis es estructural, como en Europa, no corresponde un “remedio” meramente contracíclico sino un cambio (¿”ajuste”?) estructural, del signo social que sea. Por ejemplo, la revolución del 26 de julio encaró un “ajuste estructural” en Cuba expropiando a los terratenientes y al gran capital.
La receta keynesiana sirve en ciertas condiciones para amortiguar el ciclo económico, mejorar los ingresos y aliviar los conflictos de clase. Si se insiste con este remedio donde no está indicado, se arriesga desorganizar la lógica básica del funcionamiento de la economía de mercado, desencadenando el tsunami de un capitalismo más salvaje. Basta en Argentina con evocar el Rodrigazo de 1975 (previo al golpe de Videla y Martínez de Hoz) o el estallido inflacionario de 1989 (previo a la convertibilidad).
Ni la economía mixta ni el pacto social, ni el bonapartismo ni la democracia política ni la receta keynesiana de intervención monetaria y fiscal, ni la “planificación” del mercado (sea de derecha o de izquierda) ni el cogobierno con los sindicatos, ni la izquierda reformista ni el populismo del siglo XXI pueden dejar sin efecto las leyes de la acumulación capitalista descriptas por Marx, mientras el capitalismo sea la forma de producción predominante.
regina

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