“Exigimos al Estado una salida laboral”
Entrevista a Margarita Peralta y Argentina Ascona, miembros de la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos (AMMAR-Capital)
Entrevista realizada por Tamara Seiffer
Margarita Peralta: Yo primero diría que si no hablamos de prostitución, no podemos hablar de trata, porque la mayoría de las chicas que desaparecen son para prostituirlas. Primero, tenemos que empezar hablando de prostitución. Esto es una trata sexual, de explotación sexual. En esta organización, somos muchas mujeres que hemos estado en esa situación de trata, algunas de muy chicas, así que sabemos de lo que estamos hablando. “Trata” no es solamente que te tengan atada o encerrada: yo estaba parada en una esquina y estaba tratada. Yo tenía un proxeneta. Los proxenetas te llevan a una esquina y te dicen que tenés que hacer tanto dinero. Y si no llegás, te dan una paliza. Y toman de rehenes a los hijos…
Argentina Ascona: Eso es lo principal: tenés que hacer lo que te dicen. Y si no tenés hijos, se meten con tu familia.
Entonces, ¿ustedes no hacen distinción entre trata y proxenetismo?
A.A.: No, para mí es lo mismo. Obligan a las mujeres a hacer la misma cosa amenazando a sus hijos o a su familia. Y no es precisamente que estés atada o encerrada. Podés estar en una esquina y tenés que estar pendiente de lo que te dicen que tenés que hacer.
También habría mujeres que ejercen la prostitución sin tener un proxeneta o sin ser tratadas…
A.A.: Sí, pero eso es porque hay muchas mujeres vulnerables que no saben hacer otra cosa, o las deja el marido con 4 o 5 hijos y tienen que elegir entre la prostitución o robar. Y deciden lo más fácil, no van a ir presas por ladronas… También tenés el trabajo por horas (servicio doméstico), pero tienen que tener referencias. Y si nunca trabajó ¿qué referencias pueden llevar? Se prostituyen, no solo porque no tienen qué comer, sino porque no tienen un techo. Tienen que pagar el alquiler, el hotel. Y la salida más fácil, en ese momento, es esa. Hay chicas que están en la calle desesperadas: “yo no quiero saber más nada, porque me siento sucia”, nos dicen. Y así nos sentimos todas las que no queremos estar en ese lugar. No es solo que te sentís sucia, también te sentís mal psicológicamente. No sabés qué hacer y es tanto lo que te trabaja la cabeza, que te enfermás. Tenemos compañeras que están en tratamiento psiquiátrico, porque es mucha la presión por esta doble vida que una lleva.
¿Cuál es su discusión con las organizaciones que consideran a la prostitución como un trabajo (AMMAR-CTA)?
A.A.: Para nosotras no es un trabajo. A mí me gustaría estar con un hombre. Pero ir yo, no hacer ese intercambio de dinero. En cualquier trabajo, vos usás tus manos. Cuando limpiás un inodoro, vos manejás tus manos. Pero si te están pagando para usar tu cuerpo, no es tu cuerpo. Es de él, porque está pagando. No es trabajo bajo ningún punto de vista.
M.P.: Este es un país abolicionista, donde no se puede reglamentar la prostitución. Tenemos derechos, sí. Pero como personas, como mujeres. Si es un trabajo ¿quién haría los talleres, las prácticas? ¿Se harían talleres para las niñas? ¿Se daría un curso en la escuela? Me parece que no. No quisiera eso para mis hijos ni para nadie. Es feo estar aguantando cuanto viejo baboso pasa por ahí.
¿Ustedes están de acuerdo con el abolicionismo?
M.P.: Sí, este es un país abolicionista y hay tratados firmados y ratificados por la Argentina: se debe proteger y amparar a la mujer en situación de prostitución, no castigarla. Entonces, nunca puede legalizarse como dicen las trabajadoras sexuales [se refieren a AMMAR-CTA]. Andrea López [una chica desaparecida, por la que se están movilizando], en La Pampa, desapareció porque la prostituían. Sabemos todos que está muerta, pero el cuerpo no aparece y no se lo puede mandar preso a ese sinvergüenza. Nosotros estamos en contra de la reglamentación por eso, porque es un país abolicionista. Yo he hablado con varias mujeres y les preguntaba “¿vos irías al colegio de tus hijos y le dirías que sos trabajadora sexual?”. “No, porque me van a discriminar”, me responden. “Bueno, entonces no te reconocés como trabajadora sexual”. Si yo soy trabajadora sexual, voy y se lo digo a todo el mundo. Además, no puede haber un sindicato tampoco: ¿quiénes van a ser los patrones? ¿El proxeneta? ¿Los clientes? Hay muchas preguntas que no encajan en la definición de “trabajadoras sexuales”. Nosotras fuimos parte de la CTA. Pero no aceptamos ser trabajadoras sexuales y por eso nos fuimos. Gran cantidad de mujeres de Capital fueron a decir que eso no era un trabajo. Ahí nos desprendimos de la CTA [en el 2002] y nos cerraron todas las puertas, pero luchando pudimos llegar a todo esto: tenemos un centro educativo, a donde vienen a aprender a leer y escribir muchas mujeres que tienen 40 o 50 años. Todas están terminando la primaria acá.
¿Qué proponen ustedes frente al problema de la prostitución?
M.P.: Exigirle al Estado capacitación y una salida laboral, que es de lo que se tiene que hacer cargo, y educación y salud. Ahora tenemos un tratado con el Ministerio de Trabajo y el Consejo de la Mujer, donde se van a dar capacitaciones acá y en las provincias. Es una prueba piloto por tres meses y se están capacitando las promotoras territoriales.
¿Qué tipo de capacitaciones están haciendo?
M.P.: Ahora estamos estudiando con un docente. Después de una hora de clase, hay una capacitación en electricidad…Esas son capacitaciones del Ministerio de Trabajo, que nos garantiza una salida laboral. Trescientas mujeres se capacitaron con los Nuevos Roles Laborales, que se fueron formando de peluqueras, modistas, artesanas. La Iglesia Metodista nos prestó un lugar para una capacitación con Alejandro Freire, que es de la Fundación Buenos Aires SIDA.
A.A.: Hay también acompañamiento terapéutico… El anteaño pasado se hizo un convenio con el Centro Cultural Rojas [de la Universidad de Buenos Aires] por un proyecto de carteritas [aprenden a confeccionar carteras]. Después, muchas compañeras se van a sus provincias, en donde nadie las conoce, y se ponen su negocio. Una compañera se fue a Misiones y tiene su peluquería y su costura, y puede hacer otra vida. Hoy es libre con su hijo y con su nueva pareja.
¿Qué relación tienen con La Alameda?
M.P.: Nosotros le pedimos que no “reviente” los prostíbulos, porque no sabe a dónde van a ir las chicas ¿De ahí a dónde van a ir? A la calle, donde son más vulnerables todavía. Primero, el Estado tiene que hacerse cargo de las mujeres y, antes de cerrar un prostíbulo, darles una solución concreta. Porque para que las mujeres salgan de esa situación, necesitan un salario digno y una vivienda digna para criar a sus hijos. Acá una pieza de un hotel sale casi dos mil pesos y si tiene tres chicos, ¿a dónde va? Si no tiene trabajo, va a tener que volver a la prostitución. Todas las mujeres vienen acá a pedir trabajo. Estamos llegando de a poco, porque todo no se puede. El Estado es muy cerrado en eso.
A.A.: Gustavo Vera no sabe nada de prostitución. Él se ocupaba de la explotación laboral y ahora se mete con las mujeres. Cuando viene alguno que “revienta” un prostíbulo, la familia de las chicas a lo mejor no sabe y las pobres las arruinan para toda la vida. En cambio, los proxenetas nunca van presos, ni tampoco los encargados de los prostíbulos.
¿Qué piensan del planteo de penalizar a los clientes?
M.P.: Nunca van a penalizar a los clientes. La policía es tan corrupta… Pueden poner una pena, pero ¿cuándo va a ser un tipo castigado? Nunca se va a penalizar ni al proxeneta ni al prostituyente, porque el Estado es el máximo proxeneta que hay. Si no hubiese prostitución, no habría trata. Al problema de la prostitución, el Estado lo mete bajo la alfombra. Antes de que desapareciera Marita Verón, veníamos denunciando que 80 mujeres desaparecieron en Tucumán. Recién cuando tocaron a la clase media alta, saltaron todos. Como las otras eran mujeres pobres, el Estado no hizo nada. Las mujeres pobres no tenemos derechos. Los pobres en este país no tenemos derecho. Ningún pobre. ¿Cuántas mujeres siguen matando por día y no se hace nada? Todos los días ves en las noticias que mataron una piba de 18, 19 años, que la mató el marido. Encima te ponen “drama pasional”. Entonces ¿de qué derechos me hablan? Este es un país donde domina el patriarcado.