En Pergamino hoy decenas de familias carecen de algo tan básico como el agua potable. El municipio se niega a cumplir una orden judicial que lo intima a subsanar el problema. En el mundo del capital los gobernantes trabajan para los patrones, la clase obrera se muere envenenada.
En los barrios Villa Alicia, La Guarida y Luard Kayad, de la canilla sale agua con 18 tipos diferentes de tóxicos. Todos provenientes de diversos productos utilizados en la producción agrícola. La zona se sabe, es el paraíso de la agricultura. Un paraíso ficticio que enriquece a un grupo de burgueses agrarios y envenena al grueso de la población. Javier Martínez, el intendente de Pergamino es cómplice del desastre, y su accionar lo demuestra. Les niega agua potable a los habitantes de su ciudad. Un crimen a la vista de todos.
Este tipo de política criminal se repite en otras ciudades de la zona. Junín tiene hoy documentado por estudiantes de la UNNOBA niveles altísimos de contaminación en el agua en varios barrios. En Chacabuco es un secreto a voces que el agua “potable” es la que llega desde la planta purificadora de Junín. Una planta que tiene capacidad de purificar el agua para diez mil habitantes, cuando en Chacabuco viven más de cuarenta mil. Es decir, la burguesía y el estado son socios en este juego. La crisis pone en evidencia aún más esta relación y los desastres a los que este tipo de sociedad nos lleva.
El silencio cómplice y el desconocimiento generalizado que el propio Estado impone son la otra punta del ovillo. Los datos oficiales de toxicidad del agua son falseados o directamente ignorados. No sabemos que tomamos. En ese sentido, pensar una solución para estos problemas implica pensar científicamente una nueva producción económica para el país. Una nueva sociedad, basada en los intereses de la mayoría, la clase obrera. Y gobernada según los intereses de esta clase.
El uso de agroquímicos y pesticidas no es el problema. La fumigación no es un problema en sí mismo. Ha sido utilizado siempre. Usar pesticidas o agroquímicos para aumentar el rendimiento de la tierra es un avance en el desarrollo humano contra las plagas. El problema es otro: el capital, en su búsqueda de ganancias, es capaz de fumigar personas o el agua que consumimos. Sin tener el mínimo reparo por las consecuencias que este tipo de producción trae, la burguesía apoyada por peronistas, kirchneristas y macristas se enriquece a costa de nuestra salud. Nuevamente nuestra vida depende de torcer el rumbo de esta sociedad. Hacer una sociedad para nosotros, la clase obrera, y según nuestros intereses. Hacer una vida que valga la pena. Esa es la tarea.
Ningún barrio sin agua potable
Gestión obrera de los desechos que provoca la actividad agrícola. Nuestra salud es nuestro problema
Por una Asamblea de Trabajadores Ocupados y Desocupados que incorpore estos problemas a su agenda.
Razón y revolución Junín