Por Romina De Luca*
El inicio del ciclo escolar en la provincia encuentra, una vez más, a la docencia movilizada en las calles. A esto se le suma otro problema: según las pruebas Aprender 2018, al terminar la primaria, 27 de cada 100 estudiantes misioneros están por debajo del nivel básico o básico en sus conocimientos de lengua y 46 de cada 100 se ubican en esa escala en lo que refiere a matemáticas.
Se trata de un promedio provincial que encubre, al igual que en el resto del país, profundas diferencias según clase social. Por cierto, nadie espera que las Aprender 2021 muestren en cuadro mejor sino, más bien, lo contrario. En el nivel secundario el panorama es peor según los números de 2019: 46 de cada 100 estudiantes adquieren conocimientos básicos de lengua y 85 de cada 100 están en ese nivel para matemáticas.
Por qué nos va mal
Hace unas semanas se ensayaron respuestas para explicar por qué nuestros estudiantes obtenían tan bajos resultados. Se debatió sobre un aspecto, en general, poco transitado: el método pedagógico empleado. En particular, la forma en la que se enseña la lecto-escritura.
Así, el eje se ubicó en el método basado en la psicogénesis en contraposición al método de conciencia fonológica. Ambos tienen concepciones distintas sobre las acciones y procesos de la infancia implicados en la adquisición de las primeras letras y también pueden funcionar combinados. En el debate local, la primacía del primero fue identificada como la causante de esta crisis y lo cierto es que su influencia se despliega más allá de las primeras letras.
En efecto, las propuestas educativas para jóvenes y adultos que proliferaron desde el 2010 operan sobre la base de la “aceleración” de contenidos y comparten el espíritu de ese paradigma dónde el adulto ‘ya sabe todo’ sólo tiene que ‘descubrirlo’. El problema reside en que esta discusión pedagógica saludable confunde causa con efecto.
La crisis educativa es reflejo de la crisis social, en particular, del agotamiento histórico de las relaciones sociales capitalistas que estructuran la vida. Indicadores para mostrar esta crisis también sobran: hoy el promedio del salario de los trabajadores es la mitad del de 1974. En ese esquema, los trabajadores informales lo pasan peor. La desocupación y la subocupación afectan a un tercio de la población. La mayor expresión de esto: la mitad del país es pobre y ese número afecta a siete de cada diez niñas y niños y con más fuerza aún a los hogares sostenidos por mujeres.
La educación se degrada como resultado de esa degradación social. Y la responsabilidad recae sobre todo el personal político -renovacionistas, radicales, peronistas, kirchneristas, macristas- que administran las necesidades y demandas de una clase capitalista parásita.
Causa y efecto en la educación
La descentralización educativa se impuso como tendencia y organizó la vida escolar desde los años sesenta a nuestros días atravesando a personal y regímenes políticos diversos. Esa política permitió transferir el costo del sostenimiento del sistema educativo a las provincias, habilitó los contenidos básicos y comunes que hoy llamamos núcleos de aprendizaje prioritario. Fue la que en los sesenta permitió ensayos de promoción automática y la que fracturó la capacidad de negociación salarial docente.
Se trata de una respuesta a los intereses de los capitalistas. Hasta que no se modifique ese cuadro estructural seguiremos padeciendo una escuela “fábrica de brutos” centrada en tareas de guardería y contención.
*Publicado en Primera Edición de Misiones, 2/03/22