El gran patrón – Por Rodolfo Leyes

en El Aromo nº 87

1920El Estado en Entre Ríos y la ocupación obrera, 1925-1945

Desde mediados de la década del 20, cuando el capitalismo comenzó a profundizar su desarrollo en base a la mecanización y la liquidación de los capitales menos productivos, se manifestaron transformaciones en el mercado de trabajo. Ante la emergencia de la desocupación, el Estado buscó emprender actividades como la obra pública y la colonización, en un vano intento de contenerla y mitigarla.

Por Rodolfo Leyes (Grupo de Investigación de la Historia de la Clase Obrera-CEICS)

El Estado es normalmente visto como una institución que se dedica fundamentalmente a la represión. Sin embargo, las prácticas estatales en torno a la reproducción del sistema no se limitan a la violencia, sino también, en contextos de crisis, a la intervención en el mercado de fuerza de trabajo. La siguiente nota da cuenta de ello en la provincia de Entre Ríos entre 1925 a 1945.

Crisis

Desde mediados de la década del 20, cuando el capitalismo pampeano comenzó a profundizar su desarrollo en base a la mecanización y la liquidación de los capitales menos productivos, se manifestaron transformaciones en el mercado de trabajo. Así fue que la desocupación y la subocupación fueron hechos crónicos –una temprana conformación de población obrera sobrante, en términos científicos-. Asimismo, la quiebra de los pequeños productores rurales, ampliaba la oferta de brazos en un mercado saturado de desocupados.

En ese contexto, se impuso la migración. Para el proletariado entrerriano no existía un proceso de expansión industrial –como sí sucedía en otras provincias- que les diera ocupación. Por tanto, la transición del campo al pueblo, continuaba del pueblo a la ciudad, la cual se encontraba fuera del espacio provincial: Rosario o Buenos Aires, son sus casos paradigmáticos.[1] Frente a este panorama, el Estado tomó cartas en el asunto, asumiendo lo que para el momento fue algo novedoso: la contención de sobrepoblación relativa en el empleo estatal.

Nuevas y viejas funciones frente a la crisis

Sabemos que el Estado argentino –y el provincial- han ocupado mano de obra en por lo menos tres funciones: la escuela, la policía y la burocracia estatal. Entre 1925 y 1945 se genera un gran crecimiento del empleo estatal: si en 1914 la cantidad de empleados del Estado ascendía a 3.902 empleados (sin contar a los docentes), en 1947, según el censo poblacional de aquel año, en la provincia de Entre Ríos, se ocupaban entre el Estado nacional, provincial y municipal, la suma de 25.810 personas. Mientras el crecimiento de la población fue del 85%, la ocupación estatal había aumentado un espectacular 661%, sin considerar, a los docentes, policías y varias industrias que cuantificaremos a continuación.[2] La ocupación de los trabajadores dentro del Estado había aumentado su peso dentro de la clase obrera ocupada, pasando del 2,59% del total de la mano de obra activa en 1914 al 10,3% en 1947.

Otras reparticiones del Estado ocupaban trabajadores abocados a tareas de mantenimiento y producción. El censo industrial de 1935 indicaba que, entre las actividades industriales del Estado existían 13 establecimientos con 245 empleados jerárquicos, y ocupaban un total de 2.481 obreros. Hacia 1946, los talleres navales del Ministerio de Obras Públicas, ocupaban a 1.071 obreros y 60 empleados administrativos. A todos estos trabajadores se les debería agregar los 12 establecimientos de tipo penales o escuelas de oficios, dónde 13 empleados controlaban a 161 obreros, presos o estudiantes, que por su condición de reclusión eran invisibilizados.

A todos estos obreros se les debería agregar una cantidad de trabajadores que resultan más difíciles de cuantificar. Nos referimos a los obreros que trabajaban en alguna actividad financiada por el Estado como paliativo de la crisis, en particular la obra pública. En 1932, se informaba que estaban en estudio “obras cuya realización es más urgente y las cuales han sido reclamadas por vecindarios, entidades o han sido motivo de gestiones de legisladores…”[3]

El propio Centro Comercial de Paraná, se entrevistaría con el Presidente para solicitar dinero para la construcción del camino de Paraná a Villaguay. En 1940, el gobierno de Entre Ríos informaba al Departamento Nacional del Trabajo sobre las medidas para controlar la desocupación, que incluían mejoras de los caminos provinciales, y comunicaba que se habían ocupado 3.942 trabajadores durante 1939.[4] Esta estrategia era propiciada también por los sindicatos obreros, que ante la falta de trabajo, no tendrán problemas en solicitar ayuda al Estado.[5]

Pero esto no se terminó aquí. La idea de contener a la población que abandonaba el ámbito rural y la provincia en búsqueda de mejores oportunidades, produjo un gran debate entre la clase dominante y se desarrollaron planes de colonización oficial. De ese modo, a partir de 1934, el gobierno provincial comenzó un ambicioso plan de re-colonización estatal que buscaba ubicar al “colono” que luego de 15 años de cuotas titularizaría la propiedad, con una actividad dirigida a la producción de tipo granjera, “no comercial”. El proyecto incluía escuelas que enseñaran una educación específica para el ámbito rural, el cooperativismo como medio de comercialización más eficiente y la constitución de un Consejo de Colonos para dirimir las dificultades. Para 1943, las Colonias Oficiales eran 6 y alojaban a 3.443 personas, agrupadas en unas 520 familias.[6] Esta estrategia estatal buscaba contener en el campo a fracciones pauperizadas de la pequeña burguesía rural, frenando la proletarización definitiva y la expansión de los obreros desocupados.

Consenso interventor

Frente a la crisis, la burguesía comenzó a plantearse la necesidad de la intervención del Estado en cuestiones sociales. Así se expresaba un pasquín eclesiástico:

“Es el caso entonces de crear trabajo, de proporcionar ocupación a estos elementos [desocupados] y el gobierno debe emprender obras de interés público, que vengan en ayuda de esta gente obrera, proporcionándoles trabajo y en consecuencia, el pan de cada día. Entre los buenos propósitos exteriorizados por el gobierno, se contaba, si la memoria no nos es infiel, un plan orientado en el sentido de combatir la desocupación: la oportunidad de hacerlo efectivo no ha de escatimarse, sin duda.”[7]

Pocos años más tarde un periódico vinculado al Partido radical de Concepción del Uruguay, decía:

“Cuadro de miseria. Días pasados tuvimos la dolorosa oportunidad de observar la presencia de una familia compuesta por los padres y cuatro hijos, que se trasladaban a pié en dirección a esta ciudad, de la que se encontraban a pocos kilómetros (…) El aspecto de miseria de los infortunados caminantes nos conmovió hondamente. Sus rostros denotaban hambre y sus cuerpos, apenas cubiertos por unas pocas y rotosas ropas, ponían de manifiesto la enorme tragedia que pesaba sobre sus destinos. Para completar el cuadro desgarrador de esa familia, la madre llevada en brazos un niño de meses quien amamantaba mientras seguía su camino.

Cuadros como éste abundan en nuestra provincia y en el país en general (…) El pueblo que sufre demasiado cruel y seguramente sin culpa ninguna, tiene derecho a que se le atienda. Si se le desconoce ese derecho, puede muy bien llegar el día que se canse y, entonces, las consecuencias de su reacción podrían ser muy perjudiciales.”[8]

La noticia de la miseria y el éxodo de una familia completa se cierra con la necesidad de que se atienda al “pueblo” antes que este se canse y produzca consecuencias perjudiciales. ¿Para quienes? Pues, para los únicos que aún tenían cosas que perder. Finalmente, la burguesía reclama la intervención por miedo a perderlo todo ante un posible avance de las masas hambrientas.

La exposición no estaría completa sino se incluiría a los obreros. Ante una virtual ausencia del Partido Comunista, un minúsculo Partido Socialista de marcado reformismo y la desaparición del anarco-sindicalismo hacia la segunda mitad de la década del 30, solo nos quedan como fuerza interviniente en el ambiente obrero y con un programa que se declaraba revolucionario, el núcleo de sindicalistas organizados en torno a la Unión Obrera de Entre Ríos. El siguiente párrafo de 1940, publicado dentro de un balance de la situación de los sindicatos y la clase obrera entrerriana, expone las posiciones al respecto del programa político real que defendían los sindicalistas:

“Los trabajadores de nuestra provincia están atravesando por momento sumamente crítico como consecuencia de la gran desocupación que se producido. Contribuye también a agravar su situación las maniobras puestas en juego por los especuladores que en su afán de obtener grandes ganancia, no vacilan en condenar a los trabajadores todos y al pueblo a los horrores del hambre y la desesperación. Nuestras organizaciones de ayuda solidaria y nuestras cooperativas mucho han hecho para aliviar en algo esta desesperante situación de las clases laboriosas pero hoy sus recursos económicos están agotados en razón de haber mermado sus entradas como consecuencia de la desocupación y aumentado sus salidas por la misma causa. Frente a la desesperante situación por que atraviesan, los trabajadores tienen perfecto derecho a que los poderes públicos adopten las medidas necesarias para crear nuevas fuentes de trabajo y solucionar en parte la crisis actual y, sobre todo, que se impida que los especuladores sigan acumulando riquezas a costa del hambre y de la miseria del pueblo laborioso.”[9]

Como se puede ver, a inicios de los 40, la dirección sindicalista entrerriana, tenía como antídoto contra la desocupación, la miseria declarada y los límites a su modelo de cooperativismo obrero, solo la intervención estatal. En este punto se cruzan con las opiniones del vespertino paranaense de la curia, los temores de la burguesía frente a su propia capacidad de desarrollar un modelo de crecimiento sostenido y los sindicalistas independientes con su creciente reformismo, es decir, su paso al campo de la burguesía. Reconociendo estos antecedentes históricos, el carácter novedoso y exclusivo de la intervención peronista se desvanece, y su accionar parece más la síntesis de diferentes políticas frente a un contexto que no mejora, más que un programa rupturista con la historia anterior.

 

Desde mediados de la década del 30, la clase obrera argentina comienza a transitar un acelerado camino hacia la participación estatal. Acechada por la crisis, el creciente descontento, el proceso de reorganización gremial que vivía desde el primer quinquenio de los treinta y la desocupación que se manifestaba en algunos lugares –en Entre Ríos, por ejemplo- como un hecho persistente, hicieron que una parte del movimiento obrero buscara en el Estado, los beneficios que en la confrontación directa contra el capital no parecía poder lograr. Por otra parte, la burguesía, frente al mismo escenario, vio en el reconocimiento estatal de los intereses secundarios de la clase obrera, el modo de desmovilizar a los trabajadores y tutelar su accionar, alcanzando su forma más acabada en el peronismo.

Así, en las dos décadas que se desarrollan entre 1920 y 1940, el Estado asume otras tareas, además de ser el “legítimo usuario” de la violencia: se convierte, gradualmente, en espacio de ocupación de obreros desempleados. Ante la emergencia del fenómeno de la fuerza de trabajo sobrante, el Estado buscó emprender actividades como la obra pública y la colonización, en un vano intento de contener y mitigar la desocupación, de forma de operar como contra-tendencia del propio desarrollo capitalista y su disposición a la crisis, a la liquidación de capitales ineficientes, a la consiguiente proletarización y expulsión de fuerza de trabajo cuando se alcanzan formas superiores de producción.

El asistencialismo estatal, la disputa de la riqueza socialmente producida vía la intervención del Estado, puede ser el punto de partida en un escenario de crisis. Pero de ninguna forma estas demandas satisfacen los verdaderos intereses de la clase obrera, ya que el Estado capitalista no puede cambiar en lo esencial al régimen social que lo ha creado. Es decir, los límites del reformismo son los límites de un Estado que se detendrá ahí, justo en el punto que es fundamental para un cambio real: el fin de la explotación del hombre por el hombre.


[1]Leyes, Rodolfo: “La crisis antes de la crisis: mecanización y desempleo en el agro entrerriano desde la década del ’20 al ’40”, en El Aromo nº 79. Leyes, Rodolfo: “Expulsados. Migraciones obreras de Entre Ríos, 1925-1945”, en El Aromo nº 82.

[2]República Argentina, Tercer Censo Nacional, Tomo IV, Población, Buenos Aires, Talleres Gráficos L. J. Rosso y Cía, 1917, p. 243. IV Censo General de la Nación: Tomo I: Censo Poblacional de 1947, op. cit., p. 245. Censo Industrial de 1935…, op. cit., p. 247.

[3]El Entre Ríos, Colón, 12/07/1932.

[4]La desocupación en la argentina: 1940, p. 38.

[5]El despertar, Órgano de la Unión Obrera Departamental de Concepción del Uruguay, Concepción del Uruguay, 1º de mayo de 1933, p. 3.

[6]Biaziso, Rogelio: Economía de Entre Ríos en el periodo de intervencionismo conservador, 1930-1945, Paraná, Universidad Nacional de Entre Ríos, UNER, 2015, pp. 89-92.

[7]La Acción, Paraná, 11 de marzo de 1936.

[8]La Juventud, C. del Uruguay, 23/01/1941.

[9]Unión Sindical, Órgano de la Unión Sindical Argentina, Buenos Aires, 10/10/1940.

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