En Argentina todo está a punto de quebrarse, si no está quebrada ya. En el panorama general, lo que podemos observar es un “desgobierno”, un gobierno que no está gobernando. Veamos.
La misión del Fondo Monetario Internacional (FMI) nos muestra esto. Mucho se habló durante este año sobre la posibilidad de acordar con los acreedores (tanto los bonistas extranjeros como locales, y el FMI) para salir del default. Es decir, alcanzar un acuerdo para poder volver a endeudarse, y que ingresen nuevos dólares. En este sentido, mucho se advirtió también sobre el ajuste que el FMI iba a exigir a cambio. Pero finalmente, la Argentina no pactó nada con el FMI. La comitiva abandonó el país sin pedirle nada a Alberto, porque tampoco van a ofrecerle un peso. La razón de fondo, es que todo lo que se negocie sería “en el aire” porque no se sabe cuál va a ser la suerte del gobierno argentino.
Con nuevas devaluaciones llegamos a un dólar a $162 pesos. Esto anticipa la gigantesca crisis en la que estamos. Estamos en una hiperinflación contenida. A ello se le suman medidas como el endurecimiento del cepo, que no es más que un ataque al salario de la clase obrera en blanco (aquella que todavía tiene alguna capacidad de ahorro), y un ajuste para los jubilados. El objetivo de esta medida es financiar las importaciones, mientras que, por el lado de las exportaciones, el gobierno buscó bajar las retenciones para conseguir dólares. Puntualmente, y en forma diferenciada, les bajó hasta 6 puntos a sus “amigas” las empresas aceiteras. Sin embargo, con este estímulo todavía no se consiguió que las aceiteras liquiden los dólares, porque se encuentran a la espera de la mega-devaluación.
Mientras tanto, el Banco Central se está vaciando de reservas. El 2020 aún no terminó y ya se emitió más del 6% sobre el Producto Bruto Interno (25 mil millones de dólares), que es el doble de lo que Cristina emitió en su peor año de gobierno. A esto hay que sumarle que las leliqs y los bonos “linkeados” al dólar, a los que el gobierno está recurriendo para sacar los pesos del mercado (en un intento por evitar la hiperinflación) tienen un interés muy alto que habrá que pagar el año que viene. Todo esto demuestra que, en este país quebrado, no hay conducción de la economía. Mientras Miguel Pesce (presidente del Banco Central) intenta establecer un cepo, el Ministro de Economía, Martín Guzmán, tiene la táctica inversa, de tratar que entren los dólares.
En el ámbito de la Corte Suprema también empieza a ponerse en cuestión al gobierno. Muestra de ello es las dificultades que tiene Cristina hoy para remover a tres Jueces, y evitar ir presa (su única preocupación en medio del derrumbe generalizado). La confrontación de la Corte Suprema hacia el gobierno, no solo despertó una interna al interior del mismo, sino que es parte de la falta de acuerdo con el FMI. Alberto no puede garantizarle a esta entidad el respaldo de la Corte Suprema a cualquier medida en materia impositiva que necesite tomar.
En este cuadro, la última medida desesperada del gobierno fue ponerlo a Massa como Jefe de Gabinete, para que abandone la presidencia de la bancada de Diputados. De esa forma, lo sucedería Máximo Kirchner en lo que resulta un puesto clave ante un eventual escenario de renuncias del Ejecutivo. No olvidemos que, a la falta de conducción económica, y al enfrentamiento con el poder judicial, se le agrega una explosión social que por ahora está contenida, pero que comienza a asomar en las tomas de tierra como la de Guernica. Así, mientras que en marzo parecía nacer el “albertismo”, la crisis actual está llevándose por delante la figura del Presidente, que ya se ha convertido en un nuevo De la Rúa. Para nosotros, los trabajadores, de lo que se trata es de organizar un nuevo Argentinazo, que no repita el del 2001, sino que logre que se vayan todos, no vuelva nadie y gobernemos nosotros.
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