El ajuste que se viene y la izquierda que no está

La Argentina en estos años viene sufriendo una crisis muy importante y la clase obrera, un ajuste histórico. Si uno se pone a pensar en el 2021, aún con el “plan platita”, hubo una reducción del déficit fiscal muy grande y una empobrecimiento social enorme. Y esto pasó, hasta ahora y lamentablemente, sin demasiada resistencia. Esto le da cierta energía a un gobierno que parecía no llegar al 2023.

Lo que pasó con el presupuesto es un poco el panorama en que hoy está la política argentina. Lo que se discutió no sólo posee un cálculo completamente disparatado que prevé una inflación del 33% cuando sabemos que va a ser, por lo menos, del 65%, sino que también muestra una crisis interna que todavía no se cierra. Y que provoca que el gobierno tenga que salir a juntar la plata que esta ley delegaba en el poder Ejecutivo, es decir, buscar de otra forma hacerse de caja. Por eso, se envía al Congreso la ley de impuestos personales que se votó con la complicidad de la izquierda trotskista.

Lo interesante de los problemas al interior del oficialismo es que se puede apreciar una estrategia muy ambigua o, mejor dicho, muy subterránea de guerra de guerrillas. Por parte de Alberto tenemos esta cuestión de “no te voy a dejar romper” porque el plan de Cristina es “este no es mi gobierno y yo para el 2023 voy a presentar una candidatura para las PASO”. Sobre la cuestión con el FMI, no se sabe si “la jefa” está de acuerdo o no, pero sí resulta claro que quiere aparentar estar en contra. No quiere aparecer ligada ni con el ajuste que se está dando ni con el que va a venir.

El gobierno quiere “tirar” hasta mayo o junio que es cuando ya van a aparecer las cosechas de trigo y soja. Los precios de estos productos estarían subiendo y eso le daría algún aire en un contexto en el cual hay reservas líquidas negativas. Por lo pronto, Alberto va al FMI para obtener créditos a una tasa menor de la que le daría el sistema bancario. Ahora bien, ese préstamo puede estar atado a un ajuste o puede estar destinado a licuarlo. Macri, por ejemplo, toma ese crédito bajo su mandato para implementar su estrategia gradualista. Eso es lo que le criticó el Fondo. Ahora la opción por la licuación del ajuste no significa que no vaya a haberlo. Por eso, lo que se está debatiendo para el año que viene no es sí va a ocurrir sino su tamaño.

Lo curioso de todo este escenario es que no se vio ninguna movilización política, ni siquiera con características espontáneas, en nuestro país. Sobre todo, si nos ponemos a pensar que desde la segunda mitad del año en donde la cuarentena había finalizado y la gente ya salía normalmente a la calle. Claro, tenemos el caso de Chubut, pero, por ahora, este no estaría marcando una tendencia.

Todo el panorama se va a definir de acá a mayo/junio porque el gobierno tiene que hacer un ajuste y no tiene ni el acuerdo ni el trigo y la soja para “alivianarlo”. Lo que posee a su favor es la falta de iniciativa política de la clase obrera y la complicidad de una izquierda trotskista que es básicamente conservadora. Ya no tenemos un grupo de partidos políticos que se orientan a la izquierda, sino un conjunto de personalidades que se identifican con la socialdemocracia, que son nacionalistas, particularistas y tienen cierta nostalgia por el pasado en lugar de mirar al futuro.

Por eso, defienden el viejo Estado de bienestar, las empresas públicas, la educación gratuita tal como está, el parlamentarismo, la idea de ciudadanía y se oponen ante el avance tecnológico.  La izquierda reemplazó los problemas de la clase obrera por el problema del ciudadano. Ahora vela por los derechos sociales, políticos, lo que el Estado tiene que dar, los derechos humanos y la democracia. Las corrientes que deberían encarnar la disconformidad de la clase obrera se han corrido a la derecha. Estamos ante una izquierda que se ha derechizado.