Educación. La educación pospandemia

en La Hoja Socialista 23/Novedades

A lo largo de este año y medio de pandemia, la educación estuvo en el centro de la escena. Desde el momento en que el Covid cruzó las fronteras del país, hecho que el gobierno creía imposible y hoy ya significó más de 5 millones de contagios y más de 113.000 muertos, comenzó el debate acerca de la presencialidad y la virtualidad. Ya hemos explicado bastante el tema en estas páginas, basta aquí con recordar que detrás de todo el palabrerío de albertistas, larretistas, macristas y kirchneristas todos coincidieron en un punto central: la educación no importa, escuelas abiertas o cerradas es todo un problema de campaña.

Es por eso que hoy estamos frente a otra pandemia. Sí, es la profundización de la degradación del sistema educativo que está dejando la misma gestión de la pandemia. Consecuencia de suspender la presencialidad sin preocuparse por cómo se desarrolla la educación remota. A propósito de la pandemia, el gobierno reflotó el Consejo Nacional de Calidad de la Educación. De marzo 2020 para acá cuántas resoluciones o consultorías emitió: tres. Preocupadísimo.

Una de ellas fue la Resolución Nº 397/21 promulgada el 21 de julio por el Consejo Federal de Educación. Ahí se determinaron los criterios para la organización institucional pedagógica y administrativa del “tramo final de la unidad temporal de los ciclos 2020/2021”. En criollo: cómo serán evaluados las chicas y los chicos en las escuelas. Hablan de un cierre conceptual y estratégico de lo que fue la fusión del ciclo lectivo 2020/21. Anunciaron en los medios que este año no se pasaría de grado automáticamente. Lo que es una verdad a medias. Porque allí se definieron tres tipos de trayectorias para los estudiantes sobre las que definir su evaluación.

Por un lado, las trayectorias escolares sostenidas. Esos son los que participaron en más del 70% de las actividades propuestas por la escuela (bajo cualquier modalidad). En segundo lugar, se ubican las trayectorias intermitentes que son las que su participación se ubica entre el 25% y por debajo del 70% de las actividades propuestas. Finalmente, se encuentran las trayectorias de baja intensidad que son aquellas cuya participación fue inferior al 25%, los que dejaron la escuela básicamente. La fecha de corte para establecer las dos últimas categorías es el 31 de agosto. Va de suyo que los que están por debajo son los desertores de hecho. Una cuenta que el gobierno no se encargó de actualizar y que a principios de año estaba arriba del 1.200.000.

Como si esto fuera poco la presencialidad intensificada ya empieza a mostrar su verdadero rostro: la discontinuidad escolar producto de aislamientos de estudiantes y docentes de forma cotidiana. Solo en la Ciudad de Buenos Aires si tomamos el relevamiento de UTE se habla de más de 1.000 burbujas aisladas afectando a 15.000 estudiantes en apenas tres semanas.

Eliminación de la distancia física, cursos superpoblados, contenidos recortados, clases que se pierden por aislamientos sin ningún protocolo ni recursos sobre qué hacer en esas situaciones, estudiantes que están tomando merienda, desayuno o almuerzo en las aulas, servidos por sus maestras a quienes se les añade una nueva tarea, estudiantes dispensados sin maestras ni plan alguno para continuar su escolaridad, docentes dispensados que son obligados a retornar a la presencialidad aún cuando el gobierno nacional reconoce que solo el 48% de las y los docentes tenía su esquema de vacunación completo… Menos mal que esta gente está preocupada por la educación de nuestra infancia porque si no…

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