Estamos a punto de terminar el primer semestre del segundo año escolar con pandemia. Y, una vez más, estamos a punto de verificar que los alumnos no aprendieron nada. Para peor, el gobierno intenta una receta vieja: barrer todo bajo la alfombra. Esto se ve claramente en las declaraciones y las polémicas a propósito de la suspensión o no de las pruebas Aprender donde la táctica elegida es justamente esa: “si no evalúo no hay crisis”.
Las ONE o Aprender, esas pruebas que elabora y usa el Ministerio de Educación de la Nación eran muestrales: originalmente se seleccionaba un grupo de escuelas al azar y se conformaba una muestra representativa. El kirchnerismo le fue cambiando la periodicidad: todos los años, cada dos, cada tres, al calor del desolador resultado que mostraban cada año. El macrismo hizo, en 2016, que estas pruebas fueran censales.¿Qué quiere decir esto? Que debían realizarlas todos los estudiantes al finalizar la escuela primaria y secundaria y a la mitad de cada uno de esos ciclos.
Trotta dijo que las Aprender también serían suspendidas este año. Como siempre, sin miedo al ridículo, salió a desmentirse el mismo: “No se suspenden. Se van a realizar como parte de un conjunto más completo de herramientas para evaluar al sistema educativo”. Ese sistema más completo sería el Plan Nacional de Evaluación 2021-2022, cuyo contenido aún no se conoce y todo indica en julio será aprobado.
Dicen que tienen que “captar la complejidad de los procesos que se proponen evaluar” y que las herramientas que construyan, para evaluar, tiene que ajustarse al “modo en que se ha ejercido el derecho a la educación en Argentina”. Claro, suponemos que se estarán refiriéndo a cómo van a evaluar a ese 10% de estudiantes que tuvieron, en términos oficiales, “bajo o nulo vínculo con la escuela”.
Hasta ahora, entonces, dicen que van a evaluar de distintas maneras. Pero ¿se hacen las Aprender en 2021? La respuesta que nos da Trotta es que no. Y explicó que la evaluación tiene que ser simultánea en todo el país, para lo cual van a esperar a 2022, cuando, estiman, los alumnos estarán en las aulas.
El Ministro citó el único ejemplo de su supuesta vocación evaluadora en 2020: la Evaluación Nacional de la Continuidad Pedagógica que, a decir de Trotta les habría permitido tomar decisiones informadas de cara a las políticas públicas que implementan. Curioso porque, por un lado, la evaluación refería a las percepciones de los actores encuestados (docentes, directivos y estudiantes junto a las acompañantes educativas de esas niñas y niños) sobre las características del aprendizaje, esto es, “sentís que aprendiste”.
Por otro lado, ahí afirmaron que el 95% de los encuestados sostuvo la continuidad pedagógica. Bueno como ahora nos hablan de escolaridad “intermitente” evidentemente todo se fue al tacho luego de julio/agosto de 2020 que es cuando hicieron la encuesta. Por este “irse al tacho” entendemos: la promoción acompañada que hizo que los mismos alumnos encontraran su tarea sin sentido, el abandono de las características que asumía la continuidad pedagógica según recursos materiales y culturales de cada familia, la creación de una ficción de presencialidad en 2021 que dijeron resolvería todos los males y no solo acortó a la mitad o a un tercio los contenidos sino que le sirvió al gobierno de chivo expiatorio para justificar la no entrega de ese más de cuatro millones de computadoras que ellos mismos dijeron hacían falta para garantizar la continuidad, falta de designación de docentes, entre otras cosas. Es así que se entiende que quienes hicieron todo lo posible para empeorar el peor año de la educación argentina no quieran evaluar es algo comprensible.
Claro está, otra alternativa es posible: explicar que esos resultados son resultado de la degradación social y educativa que ubicaron a la escuela en la función de guardería social y que los docentes convidados de piedra en estos diseños no somos responsables. La evidencia sirve para evaluar a los evaluadores, a sus políticas, a su sociedad.
Un análisis socialista de los problemas de la educación tiene que poner de relieve la importancia de un diagnóstico. Solo a partir de él podremos construir un plan de acción y un programa. Claro si en lo que pensamos es en erigirnos como vectores de la solución y no administradores de más problemas.