Educación. El trabajo docente en tiempos de cuarentena

en La Hoja Socialista 19/Novedades

Como explicamos en varias notas previas (aquí, aquí, aquí, aquí y aquí), desde la hora cero el gobierno apostó a mantener la continuidad del proceso educativo en todo el país. Lo hizo posando de preocupado por la educación de nuestros chicos, pero en los hechos se desentendió de todo: en gran parte de los hogares de docentes y estudiantes faltan computadoras y conexión a internet. Ni hablar, como ya explicamos también, de los enormes problemas estructurales que dificultan la tarea, como el hacinamiento o la falta de servicios elementales. Lo cierto es que, en tiempos excepcionales hay que sostener soluciones excepcionales. Hay que garantizar la virtualidad, pero de verdad: dando respuesta a estos problemas, no haciendo de cuenta “como si” todo funcionara. Todo ello ya lo explicamos.

Nos interesa, en cambio, poner sobre la mesa otro aspecto: cómo se agravó la situación laboral de nuestros docentes. Al igual que sucede con los trabajadores precarizados de otras ramas de la economía, empeoró el nivel de precarización y degradación general del sector docente. Un ejemplo claro es el Plan Fines. Una vez que empezó la cuarentena, los actos públicos fueron suspendidos, dejando a miles de compañeros sin ingresos. El Fines es el sustento de miles de docentes que recién se inician en la docencia y carecen de estabilidad como también de aquellos que necesitan sumar horas para llegar a fin de mes.

No menos desesperante es la situación de los suplentes e interinos/provisionales o reemplazantes de todo el país. La suspensión de los actos públicos dejó sin posibilidades de empleo a miles de compañeros. Si bien en Buenos Aires y en CABA se prorrogó la duración de los cargos y en localidades como Bariloche realizaron actos públicos online, en la mayoría del país los compañeros que no son titulares no saben qué hacer.

Algunos pudieron cobrar los miserables $10.000 correspondientes al Ingreso Familiar de Emergencia. Sin embargo, sabemos que los que quedaron con pocas horas y necesitan tomar más, no pueden acceder a ningún tipo de ayuda porque para el gobierno son ocupados. En el fondo, el problema no es la pandemia, sino la situación arrastrada hace décadas. Como la crisis económica, la miseria y la degradación de las condiciones de vida y trabajo de los docentes no la creó el Coronavirus, pero si la hizo más visible y grave.

En la mayoría del país, titularizar al menos un cargo requiere muchos años. Muchos docentes culminan suplencias el 31 de diciembre pese que el ciclo escolar dura hasta febrero del año siguiente. Ya sea por las trabas burocráticas, por la competencia, la falta de vacantes o el sistema mismo, la cuarentena mostró el estado de precariedad en el que todos los docentes desarrollamos nuestra labor.

Pero los docentes que gozan de cierta estabilidad también se vieron afectados. Para la mayoría, la jornada laboral pasó a ser de las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Las condiciones materiales de los alumnos, y las de los docentes, los obligan a atender dudas y consultas en todo día y horario. Por otro lado, al ser una profesión principalmente femenina, el patriarcado incide en más de un sentido. Muchas compañeras se ven obligadas a combinar trabajo en casa, con las labores domésticas y el acompañamiento pedagógico de sus propios hijos.

Una muestra más de la irracionalidad del sistema: mientras en Chaco se estima que hay 20.000 docentes sin trabajo, los reemplazantes de todo el país piden trabajo, los compañeros misioneros aguardan que los llamen para cubrir horas de seis escuelas porque no existe un padrón único, un puñado de docentes se encuentran hoy sobrecargados. La misma sobrecarga que encuentran durante la “vida normal” del sistema educativo cuando privilegia acumular cuarenta y tantos alumnos en un curso antes de desdoblarlo.

La educación es algo muy valioso para los laburantes. Defender a los docentes, defender nuestra educación, es defendernos a nosotros mismos. Es luchar contra el embrutecimiento al que nos condena esta sociedad capitalista. Es abrir una ventana para construir el mundo que merecemos. Docentes, alumnos y sus familias, no somos enemigos entre sí. Al contrario, somos aliados contra el gobierno y contra este tipo de sociedad, que nos condena al embrutecimiento y a la miseria.

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