Por Rosana López Rodríguez – El año pasado, Martín Kohan1 publicó su sexta novela, Museo de la Revolución. Este texto yuxtapone tres planos narrativos: uno de ellos transcurre en 1975; otro, veinte años después. El tercero sólo puede explicarse una vez que ubicamos los otros dos. Los episodios de 1975 cuentan en tercera persona los últimos días de la vida de un militante revolucionario, Rubén Tesare, cuyo “nombre de guerra es Dorrego”. Tesare realiza un viaje hacia un pueblo de Córdoba, Laguna Chica2, donde deberá encontrarse con un compañero apodado Aníbal (al que no conoce) para entregarle un bolso con un contenido peligroso. Aníbal llegará desde Tucumán, donde se está combatiendo en los montes. Tesare espera sin éxito a Aníbal, pero entabla conversación con una chica que dice llamarse Fernanda Aguirre. El muchacho siente un profundo desasosiego, por la misión encomendada y porque la organización en la que milita lo ha obligado a terminar su relación con su novia Gabriela, pues la chica “incurría en ciertos desvíos ideológicos desde todo punto de vista inadmisibles”. En concreto había caído en las “trampas del populismo”: es montonera. Si no lo hace, será expulsado del partido. Acepta tomar un cuarto del hotel con Fernanda porque se siente frustrado. Cuando se quita la ropa para hacer el amor con la chica, ese acto signifi ca mucho más: “Tesare quiere salirse de esta noche de espera, quiere salirse de Laguna Chica, del bolso, de los compañeros, quiere salirse de la comisión de control y de la limpidez ideológica, quiere salirse de su propio sentido de la obediencia, de su lealtad y su falta de lealtad…”. Esa misma noche, varios individuos armados ingresan en el cuarto, le pegan, le sacan el bolso y lo secuestran. Fernanda sobrevive para contarlo…
En 1995, Marcelo3, empleado de la editorial Amauta, es enviado a México para entrevistarse con algunas personas. Una de ellas es Norma Rossi, una exiliada de los ’70. Sebastián Gallo, el responsable de la editorial, ha recibido noticias de que Norma tiene en su poder un manuscrito que tal vez valga la pena publicar: “se trataba de una especie de ensayo, más o menos disperso, más o menos orgánico, que había quedado de un desaparecido, y que se ocupaba de la revolución y del tiempo, o de la revolución en el tiempo, una cosa así”. Marcelo y Norma se encuentran varias veces y ella aplaza histéricamente la entrega del manuscrito. Aunque le dice que se lo va a dar, primero lo somete a largas sesiones de lectura del texto. Aunque le comenta que tiene en su poder el diario íntimo de Tesare, nunca se sabe defi nitivamente si tal diario existe, porque la que cuenta todos los hechos vividos por Tesare en ese último viaje antes de ser un desaparecido, es ella misma. No creemos estar develando el enigma del fi nal ni traicionando ningún pacto al estilo del policial, si decimos que Norma Rossi es (¿cómo sabría entonces los detalles de esos episodios fi nales de la vida de Tesare?) Fernanda Aguirre.
El tercer plano narrativo es el de la lectura de los manuscritos políticos de Tesare, refl exiones políticas a partir de citas textuales de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Esos textos comparten ambos tiempos narrativos porque fueron escritos en el ’75, pero se actualizan con la lectura de Norma. Se inician con un comentario acerca del Manifi esto Comunista: luego de la muerte de Marx, el texto no puede ser modifi cado; ya ha entrado en la historia, “la muerte de Marx representa para este libro lo que sólo la revolución podría representar para el mundo. El fi n de la historia. El reino de la felicidad humana”. Tesare anota que, según dice el Manifi esto, el triunfo del proletariado es inevitable y no obstante, “asoma el agujero negro de aquella fe en lo inevitable. Son las condiciones. […] Son o no son: pueden ser. […] Y lo que puede ser también puede no ser.” En México, Marcelo va dos veces a la casa de Trotsky convertida en museo, a ver los murales de Diego Rivera, al Museo de la Revolución (mexicana), a una corrida de toros. El tópico de la “primera vez” como la única que importa, aparece ya en este episodio, dado que el torero falla en el primer intento de matar al toro. En ese momento, todos los espectadores dejan de prestar atención aunque la corrida siga adelante, aunque siga siendo un asunto de vida o muerte. El narrador dice: “En los duelos subsiguientes sólo una cosa deseo: que todo acabe pronto. Que cada torero mate en su primer lance y que cada toro muera en su primera vez”. Más adelante, Tesare cita a Lenin: “‘Si no hubiéramos tomado el poder en octubre, no lo habríamos tomado nunca’”. Explica: “Queda así probada la premisa de la única vez. El instante que no puede perderse, la situación que no puede prolongarse, el momento justo, tienen que ver con eso: la única vez”. Por eso, el protagonista visita dos veces la casa-museo de Trotsky: “No habría que permitirse una única visita a ningún museo, porque lo vemos como museo solamente al regresar”. Es lícito deducir de aquí que la revolución se produce una sola vez, se produjo una sola vez y produjo el stalinismo; hoy es una pieza del museo de la revolución, es completamente muda, aislada, inútil, como la tumba de Trotsky.
Algunos tópicos de los ’70
a) Las contradicciones políticas y las tareas contradictorias
Promediando la novela (y la lectura del texto político de Tesare) La revolución permanente y La revolución traicionada (Trostky) van monopolizando el lugar de la cita. Tesare entiende que en todos los teóricos del marxismo “la teoría se anticipa a la experiencia”. De allí que “quienes sí pueden prever (Marx, Engels, Lenin, Trotsky) vacilan una vez más entre dos estados de ánimo: la serenidad de saber que la revolución será y la zozobra de admitir que la revolución pueda no ser (o que pueda no ser por ahora; o que, habiendo sido, pueda verse traicionada)”. Por lo tanto, según Tesare, el marxismo está tironeado entre la fe de sus premisas teóricas y metodológicas y “la intrínseca falibilidad de todo paso a la acción, porque en esa instancia no hay manera de soslayar que las cosas puedan ser o no ser, pueden salir bien o pueden salir mal. Trotsky mide muy bien esos dos futuros. […] Porque la revolución será, pero hay que hacerla.” El tema de Trotsky es “cómo sigue la revolución después de la revolución”, el tiempo durativo que se opone al instante del estallido revolucionario. Para Trotsky la toma del poder es el inicio de la revolución y no su desenlace. Y, como ello no sucede en Rusia, la revolución permanente se convierte en revolución traicionada.
Tesare y Marcelo son representantes de dos épocas divergentes con respecto a la conciencia revolucionaria. De allí que Marcelo no comprenda las tareas políticas de Tesare: no entiende cómo se puede ser militante, andar tirando bombas por ahí, y, a la vez, escribir. Como hombre de los ’90, siente que Tesare está dividido, como esos dos bolsos4 que lleva consigo a Laguna Chica. No entiende cómo la política puede inmiscuirse en la vida privada, hasta que experimenta la traición de Norma. Con todo, y a juzgar por lo que escribe Tesare, no son tan distintos; por eso Marcelo elige una de las dos tareas, la escritura. “Cuando empieza la revolución, se acaba la escritura. Cuando empieza el tiempo de la acción se acaba el tiempo de la escritura.”, son sus últimas palabras. “Si me concentro escribiendo seguramente me […] voy a perder [la puesta del sol].”, cierra la novela Marcelo.
En otros aspectos, Tesare y Marcelo son muy parecidos: además de ser traicionados por la misma mujer, ambos desconocen los verdaderos motivos que los arrastran al viaje, ignoran las causas por las que llevan adelante su tarea. Por eso ambos están atravesados por el desgano, el aburrimiento, el cansancio y la sensación de absurdo, sentimientos tanto más trágicos en el caso de Tesare porque en ellos se le va la vida.
b) La traición y la corrupción
Tesare interpreta a Trotsky: la traición a la revolución se produce porque el poder corrompe, la corrupción y la traición son “las taras del poder”. De allí que la revolución cobre “brillo en el pasado y en el futuro”, pues en el presente la revolución es traicionada. En el futuro habrá, dice Trotsky, una nueva revolución, la que vendrá, Tesare entiende que en vez de que la revolución continúe, Trotsky pretende que debe iniciarse nuevamente. Tesare lo cree así seguramente porque está militando en la Argentina de los ’70 y no tiene una perspectiva internacionalista. Pero, en particular, esta idea de repetir la revolución que se ha clausurado en el pasado por la traición, abona la lógica de la novela: nada puede repetirse en la historia. Dos momentos, el ’75 y el ’95, luego de la caída del muro, la tragedia del desmembramiento de lo que se creyó la mayor experiencia histórica de la humanidad, la desaparición de la experiencia revolucionaria, el fi n de la historia.
c) El partido y las mujeres
Así como en tiempos revolucionarios ciertas tareas son incompatibles entre sí, como pretende Marcelo (y Tesare no desmiente), la vida política y la vida pública son también contradictorias entre sí. Tesare debe abandonar a Gabriela, porque es peligrosa políticamente, pero cae en los brazos de Fernanda quien resulta ser también peligrosa políticamente. En primer lugar, se observa en la novela cierta tendencia a la acusación bastante extendida5 a considerar que las organizaciones de izquierda son misóginas. Que las mujeres pierden a los hombres, que la seducción usada como arma política es no sólo típicamente femenina sino peligrosa, que las relaciones amorosas son un problema a la hora de la acción política (y por qué no intelectual). Y que las decisiones, más bien inmiscusiones, del partido en la vida privada son más para mal que para bien. La política es la política y la vida privada es la vida privada, creen Tesare y Marcelo, aunque los hechos se encargan de mostrarle que no sólo no es así, sino que la sociedad misma es misógina: la traidora no es de izquierda…
Tal vez alguno se entusiasme
En los noventa, la conciencia revolucionaria sólo puede ser una payasada, nos dice la novela. Pero, ¿una payasada solamente en los noventa, época difícil para la conciencia revolucionaria en Argentina? No, el axioma marxista funciona como profecía. El narrador dispara sus fl echas envenenadas hacia todo futuro y sin dejar de aparecer como simpatizante del marxismo, lo destruye como posibilidad política.
Por otra parte, si observamos otro eje temporal, el de la revolución rusa y el tiempo de Tesare, podemos entender las refl exiones de Tesare y su deseo de salirse. Quiere salirse porque ya sospecha la tragedia, más bien porque sospecha que la experiencia que está analizando es un fracaso, una tragedia histórica, colectiva y que a él sólo le espera caer del mismo modo trágico. Hay un aparente desfasaje temporal: Tesare cae en los ’70 y la U.R.S.S. se derrumba a fi nes de los ’80. Sólo aparente porque la revolución tenía los días contados desde el momento de su traición. Igual que Tesare, salvo que un individuo cae más rápido que una organización colectiva.
Norma Rossi le ha dicho a Marcelo que tiene dudas respecto de la publicación de los textos de Tesare, pues cree que un texto así puede llegar a producir “en circunstancias como las presentes” uno de dos efectos completamente antagónicos entre sí: una reactivación de la conciencia política, tanto como una parálisis, habida cuenta de que el texto es el de un desaparecido. Y ello puede funcionar a modo de castigo ejemplifi cador. “Un texto así puede adquirir la apariencia de un museo”, dice. En efecto, toda la novela remarca este efecto museo: visitar y revisitar esos textos, museos o acontecimientos es inútil. De allí que los manuscritos de Tesare no se publiquen.
Lo que sí se publica es la novela de un escritor llamado Martín Kohan que habla sobre la revolución. Un texto con buenas intenciones que no resuelve explícitamente la tensión a favor de ninguna de las lecturas que propone Norma. Está claro que, tanto para Kohan como para nosotros, con escribir acerca de la revolución no alcanza. El punto es cómo lo hacemos y con qué objetivos conscientes o inconscientes. Con respecto a la novela sólo podemos decir que no toma partido por una u otra posibilidad; tal vez se pueda entender que Marcelo escribe lo que escribe porque atraviesa los ’90 y cree que ya vendrán épocas mejores para la conciencia revolucionaria. Pero… ¿por qué Kohan escribe lo que escribe si no creyera que esas épocas mejores aún no han llegado o no llegarán nunca? Una novela así bien pudo haber sido escrita en los ’90, pero hoy (y más allá de las buenas intenciones que pudiera tener el autor) el texto no alcanza a despegar del clima derrotista, antiizquierdista que campea bajo el kirchnerismo. A la izquierda de la banalidad de Florencia Abbate o de Damián Tabarovsky6, del miserabilismo reaccionario de Washington Cucurto o de la falta de respeto hacia toda lucha que evidencian los textos de Juan Terranova, la novela de Kohan no deja de estar a la derecha de una literatura consustanciada con los tiempos que corren, una literatura que debiéramos emprender como tarea presente.
Nuestra experiencia más cercana a un proceso revolucionario fue el Argentinazo. Una experiencia que muchos quieren ver clausurada, fracasada. De allí que, en este caso, más que considerar la postura política del escritor que produce en el contexto posterior al 2001, nos interese pensar en cuál puede ser el impacto de la novela en la recepción actual. Para decirlo al modo de Norma: ¿entusiasmo o parálisis? Esperamos equivocarnos, pero apostaríamos a que está más cerca de lo segundo que de lo primero.
Notas
1De quien ya hemos reseñado en estas páginas Dos veces junio, en el artículo “Todos y ninguno”, El Aromo, n° 30, agosto de 2006.
2Y no “Laguna Seca”, tal como se menciona en la reseña de Fermín Rodríguez en Ñ, n° 163, del 11 de noviembre de 2006.
3Cuando el protagonista es Tesare, el narrador está en tercera persona; cuando el protagonista es Marcelo, el narrador está en primera persona protagonista.
4Uno, para entregar a Aníbal; otro, con sus escritos.
5Véase Drucaroff, Elsa: Artl, profeta del miedo, Catálogos, Bs. As, s/f.
6Véase, de paso, su absurdo comentario en Perfi l del 20 de agosto del 2006, “Literatura y política”.