Docentes en pandemia: la salud y su relación con la semi presencialidad

en El Correo Docente 31/Novedades

Por Julia Deyme

La pandemia y el teletrabajo han marcado profundamente la salud docente durante todo el 2020. En este nuevo ciclo lectivo no parece haber cambios significativos: jornadas laborales extensas, cursos desdoblados, clases repetitivas, resoluciones cambiantes, aislamientos, covid, suspensiones y pase a virtualidad sin recursos entre otros factores que agravan la salud de los docentes. El resultado: se acentúa el stress, el cansancio extremo y los problemas ya conocidos en la profesión: sufrimiento psíquico (depresiones, angustia, ataques de pánico, procesos psicóticos) y diversas formas de padecimientos psicofísicos que se manifiestan en la pérdida de la voz, dolores y contracturas en espalda, cuello y extremidades, úlceras gástricas e hipertensión como los más comunes.[i] Veamos, un poco más, cuáles fueron los resultados de la educación virtual el país durante la pandemia.

2020: la virtualidad y sus consecuencias

Cuando se anunció la suspensión de actividades presenciales en marzo del 2020, la educación del país no estaba preparada para afrontar una crisis de semejante magnitud. A los propios problemas históricos del sistema educativo (deserción, degradación de contenidos, falta de presupuesto, sobrepoblación en las aulas, precarización docente, etc.), se le sumó la falta de capacitación docente en cuanto las nuevas tecnologías y los escasos recursos tecnológicos para emprender una tarea titánica: educar a distancia. Como si esto fuera poco, nos encontramos con que, del otro lado de la pantalla, nuestros estudiantes estaban en la misma situación o peor: mala o nula conexión a internet, insumos tecnológicos insuficientes (computadoras y celulares compartidos por todos los miembros de la familia incluyendo los que debían realizar teletrabajo, equipos obsoletos que no permitían la conexión o descarga de archivos, falta de espacio físico para realizar las tareas, entre otros). Es aquí entonces, ya desde el inicio, donde la salud docente comienza a desgastarse de forma significativa, cada vez más. Veamos por qué.

Según la encuesta realizada por CTERA[ii], a mediados del año pasado, solo 2 de cada 5 docentes tenían una computadora para uso exclusivo en sus hogares. Si tenemos en cuenta que del universo consultado en dicha encuesta el 39% era el único sostén del hogar y que a su vez el 51% tenían niños y adolescentes a cargo, estamos frente a, al menos, dos grandes problemas. El primero hace referencia a que gran parte de la docencia sostiene a sus familias, por lo que la posibilidad de comprar un dispositivo para uso personal es casi imposible. Asociado a ello, un segundo elemento, el salario: en un año donde la mayoría de las provincias no tuvieron paritarias, por ende, los salarios permanecieron congelados, con una inflación anual de más del 36% (según datos oficiales y de casi el 50% según otros indicadores) sostener una familia resultó cada vez más difícil y llegar a estar debajo de la línea de pobreza fue la realidad que golpeó, una vez más, la vida de la docencia. Por eso, la mala alimentación y el stress para llegar a fin de mes fueron los primeros síntomas que aparecieron en esta pandemia. Recordemos que, de por si los alimentos que componen la canasta básica alimentaria que propone el INDEC ocasionan mal nutrición, adelgazamiento y cansancio físico. Si a este cuadro le sumamos largas jornadas laborales y stress la salud se daña cada vez más. Como vemos, estamos frente a un deterioro de las condiciones de vida marcado. El segundo problema refiere estrictamente a las condiciones en las que se llevará adelante la virtualidad: sin posibilidad de comprar una computadora, de cada 5 docentes, 3 comparten la computadora con otros miembros en el hogar, la mitad tiene hijos lo que implica un sistema de alternancia y rotación entre trabajar (usar la única computadora para dictar clases) y educarse (usar la misma computadora para que las niñas, niños y adolescentes a cargo tomen sus propias clases).

A la sobrecarga de trabajo y miseria se agrega el horizonte del subempleo o, lisa y llanamente, el desempleo. Debemos tener en cuenta que, al inicio del aislamiento (ASPO) pero también luego con las flexibilizaciones (DISPO), los concursos docentes fueron inexistentes en la mayoría de las provincias del país, lo que agravó de forma considerable la economía y malestar de los compañeros que recién se inician, que no podían tomar más horas, o los docentes sin cargo (como en la provincia de Chaco, Jujuy o Catamarca) donde las compañeras y compañeros pasaron un año completo sin poder acceder a una suplencia. Esos docentes con título desocupados tuvieron que recurrir a otros trabajos precarizados para poder subsistir porque, al figurar en padrón, no calificaban para solicitar el magro Ingreso Familiar de Emergencia a principio de 2020.

Es cierto que en tiempos “normales” el trabajo docente ya es complejo. Hemos naturalizado la falta de separación entre trabajo y descanso; la sobrecarga laboral y el llevar las tareas pendientes necesarias a la labor -corregir, planificar, completar planillas de notas, etc.- al hogar entremezclando lo laboral con nuestra vida familiar. Con el teletrabajo los pocos límites entre lo personal y laboral se desdibujaron completamente. Siguiendo la misma encuesta anteriormente mencionada, el 80% de los docentes encuestados trabajó más de las horas que tiene a cargo (pagas). Si tenemos en cuenta que una gran cantidad no tiene un dispositivo para uso personal, como decíamos más arriba, vemos claramente por qué se le dedica más tiempo al trabajo a costa incluso de realizarlo en horas insólitas: distintas encuestas mostraron testimonios de familias y de docentes dando cuenta de cómo las actividades eran cargadas por la noche o madrugada cuando la única computadora familiar se encontraba disponible. Por otro lado, no debemos perder de vista la desigualdad en el acceso a la tecnología de nuestros alumnos. Eso nos obligó a las y los docentes a buscar diferentes recursos para una misma clase: clases grabadas, videos, escaneo de material, actividades adaptadas, clases por meet/zoom, material impreso, etc. Por eso, una vez más, los problemas físicos se acumularon: mala postura, contractura muscular, ojos rojos, sedentarismo, pérdida de visión o visión borrosa, entre otros.

Completando el panorama de sobrecarga laboral, es importante mencionar que el 84% de las personas que ejercen la docencia son mujeres y con un alto porcentaje de niñas, niños y adolescentes a cargo. A esta altura es una obviedad la conclusión, pero la repetiremos: ser mujer y tener hijos a cargo significa, en esta sociedad patriarcal, que indefectiblemente las tareas del hogar y la educación de los hijos recaen en la mujer. Basta con recordar los datos del informe preliminar de la encuesta a hogares realizada por el Ministerio sobre continuidad pedagógica en pandemia:[iii] 9 de cada 10 personas que ayudaron a los estudiantes en la virtualidad son mujeres. De esas 9, muchas son docentes, con más de dos cursos a su cargo, único sostén de familia… queda a criterio del lector descifrar cuanto afecta a la salud de la mujer trabajar 24×7, porque ya  le anticipamos que el Ministerio no se ocupó de elaborar un informe tomando como variable específica a las mujeres.

Los datos expuestos se vuelven cada vez peor si recordamos la situación de las obras sociales docentes: OSPLAD, IOSPER, SADOP, IOMA, IPS, solo por mencionar algunas, en lo que se refiere a la atención psicológica el 18% de los encuestados manifestó que su obra social no le cubría atención. El 48% manifestó contar con cobertura, pero a la mayoría de esos (54%) le cubrían gratuitamente apenas 8 sesiones. Si a esto le sumamos la copagos o plus de cada consulta veremos que el costo para tratar problemas que son estrictamente inherentes a la profesión son difíciles, por no decir imposibles, de costear. Así, el lado B de toda la sobrecarga que venimos narrando no encontró atención médica alguna dejando librada la salud mental de la docencia a su suerte.

Otro punto importante que merece ser mencionado es lo que refiere a la comunicación con los alumnos. Un amplio porcentaje (81%) lo realizó por mensajería (WhatsApp, SMS, Telegram), si tenemos en cuenta lo mencionado anteriormente, la privacidad o el descanso no fueron una opción en el 2020. Si se le pregunta a cualquier docente que trabajó en este período, estará de acuerdo con que la mayoría de las veces recibía las actividades de sus alumnos fuera del horario escolar. ¿Por qué? Básicamente por la misma razón que mencionamos más arriba: los alumnos no tienen una buena conexión de internet (por lo que deben aprovechar cuando funciona o cuando tienen datos) o por falta o escasez de equipos tecnológicos.

Hasta aquí el historial clínico de cualquier docente modelo 2020. Parecía imposible sobrevivir a toda esta sobrecarga laboral, pero lo logramos y llegamos a un nuevo ciclo lectivo. Lo que tal vez no imaginábamos era que sería aún peor.

2021: la presencialidad asesina y la falta de interés del Estado

Pasamos el encierro y este nuevo año nos encontró con otro cambio en la forma de llevar adelante la educación: la bimodalidad. Si bien en la segunda mitad del año anterior comenzaron los ensayos en varias escuelas del país para revincular a los chicos que tenían dificultades o a los alumnos que estaban culminando sus estudios, este año sobrepasó nuestras expectativas.

Para comenzar, debemos aclarar que ya han pasado 6 meses y todavía no hay datos oficiales de CTERA sobre este tema: cómo estamos llevando adelante esta bimodalidad. Así las cosas, tenemos por lo menos una certeza porque están haciendo lo que mejor saben: planchar. Tampoco hay información oficial alguna sobre cómo las y los docentes transitamos la bimodalidad. Los informes parciales de consultoras o recabados en salas de profesores nos dan un cuadro de situación. Incluso, los informes sobre cómo avanza la vacunación entre los docentes son fragmentarios y llegan tarde. Ya ni hablemos de la ausencia de plan alguno para vacunar a nuestros estudiantes.

Como es de público conocimiento, el 2021 nos encontró entre la promesa de vacunas y los escándalos del vacunagate. Entre promesas, fuimos empujados a una semi presencialidad para la cual no estábamos preparados, solo basta recordar el estado de las escuelas en 2019 y la caótica virtualidad sin equipamiento. Se trata de datos no menores habida cuenta que la bimodalidad presupone virtualidad. Con protocolo lavandina en las provincias, el ministro Trotta aseguraba que los contagios no iban a suceder si éstos se seguían al pie de la letra, una creencia digna de una persona que todavía cree en papá Noel. Los primeros contagios se vieron recién a los 15 días de comenzada la presencialidad en Jujuy y CABA y con ellos las secuelas de los pacientes post covid: agitación, cansancio, pérdida de la voz, gusto y olfato. Cierre de establecimientos y burbujas aisladas fueron la regla en este comienzo de clases “cuidado”. Avanzando más en el tiempo, y sin un calendario de vacunación, comenzó la tragedia que tanto anticipamos: la muerte de nuestros compañeros. A la fecha: pisando los 110 compañeras y compañeros fallecidos gracias a la presencialidad. Muertes evitables a las que se suman la de otras centenas de fallecidos por la deficiente campaña de vacunación. Dos crímenes sociales que marchan de la mano. El aumento de casos, en la población total y en la población de entre 6-18 años, corrió en paralelo al inicio del ciclo escolar. Una segunda ola previsible y todo indica que pos-receso escolar nos encontraremos con la tercera ola delta/delta plus.

Pero veamos ahora que sucede con lo estrictamente relacionado en la cotidianeidad del trabajo. Según el Arquitecto Germán Soto y la Licenciada María Cristina Gómez en su trabajo “Funcionamiento de las Burbujas Estudiantiles en Argentina – marzo 2021[iv] la bimodalidad es la forma imperante en la cual se desarrolla la educación Argentina en este momento (73%) y solo el 21% está en presencialidad completa. Recordemos que, si bien hay una resolución del CFE que contempla la bimodalidad, cada provincia, jurisdicción y escuelas lo adaptaron a las condiciones reales de cada lugar, por esta razón el porcentaje de presencialidad total es elevado, ya que varios establecimientos pequeños (sobre todo en las zonas rurales de nuestro país) pueden cumplir con la distancia mínima en sus aulas y funcionan sin esquemas de burbujas.

Centrándonos en la bimodalidad como la regla en la mayor parte del país, vemos que predomina un 56 % burbujas de hasta 15 estudiantes; luego predominan burbujas de hasta 10 estudiantes con un 29%; burbujas de hasta 20 estudiantes en un 9%, y por último burbujas de hasta 5 estudiantes (más habitual en educación especial, hospitalaria) en un 3,5 %. Cada modalidad, a su vez, tiene diferente cantidad de burbujas a cargo de acuerdo a sus realidades; vemos por ejemplo que en nivel inicial la mayoría (43,4%) trabaja con dos burbujas, el nivel primario los resultados son parecidos incluyendo un gran porcentaje que trabaja con hasta 4 burbujas (24,1%) pero el nivel secundario es el más preocupante: más del 71 % trabaja entre 3 y 12 burbujas o más.

Estos datos muestran uno de los problemas centrales de la docencia: los docentes taxi. Esto se ve reflejado en los datos en el nivel secundario, donde la inmensa mayoría trabaja en más de dos escuelas y en varios niveles educativos. La principal consecuencia de esto es: el contagio. El traslado de una escuela a otra sobre todo en transporte público expone al contagio seguro, ya sea en la escuela o durante el trayecto a la misma. Por otro lado, el sistema de burbujas acrecienta el trabajo docente: preparar las clases presenciales y virtuales, seguido de la monotonía de desarrollar los contenidos por duplicado, la incertidumbre de hasta cuándo durará este escenario, las normativas cambiantes y las evaluaciones formativas (sin nota numérica). A su vez, coordinar la actividad escolar de los propios niños que cada docente tiene a su cargo y las tareas propias del hogar.

Las planificaciones se hacen día a día, proyectar todo un año en esta situación es algo imposible con una curva de casos que crece, se ameseta de forma alta y promete seguir creciendo lo que multiplicará las nuevas suspensiones, los aislamientos y los contagios. Hoy los niveles de fatiga muscular y mental están a niveles similares a los de fin de año, y solo llevamos recorrido medio año de trabajo. ¿Cómo sobreviviremos todo un año en esta situación? ¿Sobreviviremos? Compañero, compañera, más vale que nos predispongamos y organizamos para luchar porque este cuadro promete empeorar.

¿Alguien por favor quiere pensar en los niños?

La educación planteada en bimodalidad, con recursos escasos, es un gran problema también para los alumnos y el Estado lo sabe. Durante todo este ciclo lectivo, proyectando una situación como la que estamos atravesando, los alumnos aprenderán menos contenidos. ¿Por qué? Se preguntarán padres y docentes defensores de la educación pública y presencial. Por la sencilla razón de que el sistema así planteado asegura a cada alumno menos de un tercio de las clases presenciales en este ciclo escolar. No sólo irán una semana al mes, sino que la abrumadora mayoría cumplirá la mitad de la jornada escolar o menos. Como si esto fuera poco, solo se desarrollarán los contenidos mínimos de cada año escolar, al igual que en el 2020. Todo esto a costa de la salud de los docentes y alumnos bajo el precepto de que la educación presencial es fundamental para sostener los vínculos sociales.

“Pero el Estado nos cuida” dirán algunos. Déjeme decirle que no es así, por la sencilla razón que un sistema así planteado solo cuida los bolsillos del capital, abriendo las escuelas como guarderías. Si de verdad la educación fuera prioridad estaríamos, al menos a esta altura del año, con una vacunación masiva o con toda la población con una sola dosis, nada más alejado de la realidad: sólo el 42,2% de la población cuenta con una dosis y de esas solo 10,8% tienen las dos. Más de la mitad de la población sigue esperando la vacuna, que no sabe a ciencia cierta si le va a llegar. Por otro lado, el contagio de la población en edad escolar (6 a 18 años) sigue en niveles muy elevados: desde la primera semana de presencialidad hasta el 3 de julio los casos han aumentado en un 505%, pasamos de 3448 contagios a 13086 en tan solo cuatro meses de clases, con una supuesta circulación reducida.

¿El Estado, nacional y provinciales, son ajenos a todos estos datos expuestos? No. Y un síntoma de ello es la postergación de las pruebas Aprender. Según el propio ministro Trotta: «No se suspenden. Se van a realizar como parte de un conjunto más completo de herramientas para evaluar al sistema educativo» y remarcó que la evaluación «tiene que ser simultánea en todo el territorio argentino»[v] por lo que se llevarán a cabo el próximo año. Ahora hablan de que tal vez se tomen en diciembre. Suspender o aplazar (palabras que son sinónimos, pero que el ministro no se percató cuando salió a desmentir la noticia) evaluaciones, no hace más que retrasar los informes de las horribles estadísticas que saldrán a la luz después de un genocidio educativo de tal magnitud como el que estamos transitando. Pretender resolverlo “a ciegas” solo agrava el cuadro.

Un año de virtualidad ¿qué hizo el Estado?

Después de todo un año de virtualidad, con una evaluación de continuidad pedagógica de por medio, el Estado no hizo nada. Las falencias en las conexiones no fueron resueltas (de hecho, los docentes seguimos pagando de nuestro bolsillo el internet y las escuelas no pueden soportar la conexión de todos los dispositivos necesarios), la falta de dispositivos fue subsanada con créditos (para los docentes) y con 500.000 equipos para alumnos; chauchas y palitos en un mar de problemas y falencias.

Pasó un año en el cual se podría haber invertido en la mejora de las infraestructuras escolares, pero seguimos con los mismos problemas de siempre: falta de agua, instalaciones eléctricas deficientes, baños que no soportan la cantidad de estudiantes que concurren a los establecimientos, falta de espacio físicos en las aulas, ventilaciones cruzadas que no se pueden cumplir, y todos los etcéteras que les ocurra. El Estado podría haber realizado un plan de obras masivo utilizando al 30% de la población desocupada, incorporándola como trabajadores del Estado, capacitándolos para realizar las obras de infraestructura y destinar recursos para resolver problemas que acumulan décadas.

Un año en el cual la salud docente sigue en las peores condiciones con una sobrecarga laboral mucho mayor. Un año con obras sociales que no cubren los principales problemas de la profesión ni mucho menos enfermedades crónicas, medicamentos y ya ni hablemos del COVID y sus secuelas.

La educción así planteada es inviable para un sistema educativo que se degrada cada vez más. La mejora de las condiciones depende de decisiones políticas tomadas por una clase que no esté ya agotada. Un programa que represente nuestros intereses tiene que partir hoy de lo más elemental: preservar la vida para luego para asegurar la educación en cada rincón de nuestro país. En esta coyuntura, necesitamos la vacunación masiva de nuestra población y hasta tanto esto no se cumpla la virtualidad es la única herramienta. La virtualidad en igualdad de condiciones para toda la población con wifi gratuito para docentes y alumnos, equipos tecnológicos eficientes para las tareas de la virtualidad, designación docente para realizar un mejor seguimiento del proceso educativo, contratación de gabinetes pedagógicos, mejora en la prestación de las obras sociales; que contemplen los problemas propios de la profesión y un salario mínimo inicial igual a dos canastas básicas totales reales. Solo cuando ellos hagan eso podrán decir que son defensores de la educación. No pueden hacerlo: no son más que los mismos charlatanes que gestionan la degradación y son los responsables de esta debacle. Está en nosotros ponerles un fin.  


[i] https://www.scielo.br/j/es/a/7sSSdYPHVvX5nPDvW6wfhdF/?format=pdf&lang=es

[ii] https://www.ctera.org.ar/index.php/salud-laboral/publicaciones/item/3611-informe-de-la

[iii] https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/informe_preliminar_encuesta_a_hogares.pdf (consultada el 25/6/21)

[iv] https://tramared.com/revista/items/show/69

[v] https://www.telam.com.ar/notas/202106/557976-educacion-ministro-trotta-pruebas-aprender-no-se-suspenden.html

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