En la Argentina el ciclo de devaluaciones e inflaciones a los que lamentablemente estamos acostumbrados, pone cada dos por tres el problema de los precios sobre la mesa. La carne, por ejemplo. El gobierno hizo campaña con el regreso del asado y la realidad es que ahora cuesta incluso para la olla con polenta. Una falsa respuesta a este problema es el control de precios y la nacionalización del comercio exterior. Falsas no solo por inútiles sino porque no van al hueso del problema: la decadencia del capitalismo argentino.
Hay un error muy importante. Los precios de una economía no se definen a gusto. Los precios internos no se pueden despegar de los precios internacionales. Eso es así. Si vos tenés precios internacionales de un producto X a $10 y precios internos de ese mismo producto a $ 8, esa diferencia de $ 2 alguien la tiene que cubrir. Eso se llama subsidio. Por lo tanto, lo que te desaparece por el lado de los precios te reaparece por el lado de impuestos, déficit estatal o deuda. Cuando se dice “nosotros no vamos a subir los precios de los transportes”, perfecto, las empresas de transporte de se van a fundir. “No, porque yo las voy a subsidiar”. Lo que dejabas de cobrarle a cada individuo lo vas a transformar en un problema de déficit estatal, pero el problema lo tenés exactamente igual.
Atacar el problema por el lado de los precios es como atacar la enfermedad por el lado de sus manifestaciones. Por ejemplo, a vos te agarra viruela y la combatís pinchando los granos, pero eso no te cura. El problema de la viruela es el virus. Acá es lo mismo. Vos podés pisar los precios, hay un montón de mecanismos. Yo mañana salgo a la calle con una escopeta y le digo al carnicero de la esquina “va a venir gente, vos a cada uno por carne de lomo de exportación le cobras $5”. Perfecto, yo lo puedo hacer. Podés manejar la economía así si querés. Ahora, el resultado es que vos estás tratando de pinchar los granos de viruela, porque ese tipo se queda sin capital y mañana la carnicería está cerrada. Entonces, tenés carne barata para hoy y mañana no tenés.
Lo mismo pasa con la idea de la nacionalización del comercio exterior, que no resuelve nada. Si la producción agraria sigue en manos privadas, cuando vos le digas “lo que vos querés cobrar a 100 dólares, yo lo voy a vender a 100 dólares, pero a vos te voy a dar 35”, el patrón del campo te va a decir “perfecto, este año me jorobaste, porque ya tengo la cosecha ahí. Ahora la cosecha que viene no la tenés. Porque ¿para qué voy a cosechar yo?”… Acá el problema no es el comercio, el problema es que la producción está en manos de unos parásitos que sostienen el gran agujero negro de la economía argentina: la ganancia capitalista. Hay que expropiar a todos los patrones y dejarse de joder.
El problema es que la Argentina se empobreció asquerosamente. Los precios son un reflejo del empobrecimiento generalizado de la Argentina en su conjunto, como economía que se hace más pobre y más chica. Y obviamente que entramos en la división de clases, hay algunos que ganan con eso –la burguesía planera- y otros que pierden asquerosamente –la clase obrera, que cada vez tiene un nivel de consumo más pobre. El problema no es que los precios suben en el mercado internacional, sino que la economía argentina en su conjunto se degrada en el mercado internacional. Y como se degrada, su capacidad de compra y la de su población se degrada también.
El problema no es el control de precio, el problema es la productividad de la economía y el desbarranque paulatino, continuo y sistemático de una economía que es cada vez más pobre. Por lo tanto, vos podés controlar lo que quieras, pero la gente no come asado a $500 o $300 porque cuando vos tenés los salarios que tenés en la Argentina, cuando 40% o 50% de la población está viviendo de subsidios y un porcentaje muy alto directamente vive lo que vale una jubilación mínima, vos no podés comer un asado ni de $500, de $300 ni $200. Y eso es una explicación del porqué de la caída brutal del consumo de carne en la Argentina, suba o no el precio en el mercando internacional.
Para resumir, el problema no son los precios o la comercialización. El problema es la sociedad en la que vivimos. Sociedad que está dirigida por un grupo de parásitos que hace más de 50 años que nos llevan de crisis en crisis y nos condenan a una vida cada día más degradada. La solución es clara: tienen que gobernar los trabajadores y construir el socialismo.
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