El mes de septiembre fue complicado. Corrida mediante, el dólar pasó a valer cerca de 40 pesos. Para colmo, la inflación subió aproximadamente a un 6% solo en el mes de septiembre y proyecta 40 a 45% anual. Mientras tanto, las paritarias firman todas muy por debajo. ¿Por qué pasa esto? Algunos hablan de la “confianza” de los mercados. Pero el problema tiene que ver con el poder del capitalismo argentino.
Arranquemos por el principio: ¿qué es la “moneda” (el peso o el dólar)? La moneda es una mercancía que funciona como equivalente general para todos los intercambios. Cuando la sociedad se desarrolla de tal manera que el mercado se hace tan grande –como en el capitalismo-, necesita una moneda que garantice transacciones a lo largo y ancho del país y un sistema de precios razonable. Producir un billete de 5 y uno de 100 pesos cuesta lo mismo. ¿De dónde sale entonces su “valor”? De una institución que garantiza que tiene acumulado una cantidad de valor –recordemos, el valor lo genera el trabajo humano- que respalda ese billete: el Estado, a través del Banco Central. A veces, ese valor está en forma de moneda extranjera (el dólar) o a veces en oro.
Ahora bien, tener esa cantidad de valor significa que la economía es capaz de producirlo en forma de mercancías de todo tipo y color. Así, el valor de la moneda expresa el poder de la economía del país, o sea, lo que puede producir bajo un grado determinado de nivel tecnológico y de productividad del trabajo. Por eso, el dólar vale más que el peso: porque la economía norteamericana tiene una productividad mucho mayor que la argentina.
Avancemos. El capitalismo argentino es chico, esencialmente agrario y, salvo por el agro y alguna que otra rama, de baja productividad. Eso lleva a que sus capitales necesiten dinero todo el tiempo. El origen de esa plata son la renta agraria o el endeudamiento. Para pasar renta a los capitales no agrarios, el Estado puede hacerlo por dos vías: directas (retenciones) o indirectas (manipulando el “tipo de cambio”, o sea, tocar la equivalencia entre el dólar y el peso). Así, se puede “sobrevaluar” el tipo de cambio, como hicieron Menem (con el 1 a 1) o el kirchnerismo (cuando en 2011, 1 dólar se cambiaba por 4, en realidad, valía 6). De ese modo, los exportadores liquidan en pesos los dólares que recibían y obtienen menos que los correspondientes por la paridad real. ¿La plata desaparece? No, esa plata compensa a otros capitales. Por ejemplo, aquellos –industriales y a veces hasta agrarios- que importan tecnología, que les sale barato. El dólar barato también favorece en parte la fuga de capital.
La realidad es que se quiera o no, el conjunto de la burguesía argentina necesita esa plata. Por lo tanto, no es tan fácil desmontar ese esquema sin que explote. Macri prometió “sincerar” el tipo de cambio, pero al mismo tiempo, sabía que no podía devaluar completamente y hoy busca contener las corridas. Al mismo tiempo, sostiene muchas transferencias directas del Estado a esa burguesía, incluso aunque quiera bajar el déficit fiscal.
Pero, ¿cómo se sostiene un tipo de cambio “alto”? ¿Con magia? No. Se sostiene con dólares en las reservas. El Banco Central tiene que poder respaldar que por cada dólar, se entrega tal cantidad de pesos. Si no tiene dólares suficientes, los tiene que conseguir. Por ejemplo, con deuda, como lo hicieron Menem y Macri. Por ejemplo, con retenciones más altas, como quiso y no pudo hacerlo Cristina. Y si no, siempre queda emitir pesos y comprar dólares por encima de la capacidad productiva de la economía, desatando así una escalada inflacionaria, como sí lo hizo el kirchnerismo. Todas, sin embargo, chocan con un límite: el del capitalismo argentino, que nunca se va a relanzar y a sostenerse por su propio peso productivo.
Naturalmente, eso lleva a las devaluaciones. Algunos sectores presionan por ella: los capitales industriales más concentrados (Techint, Arcor), que compiten contra las importaciones baratas y que reclaman protección aunque solo para ellos, y los capitales agrarios que quieren liquidar al precio real del dólar. Sin embargo, una sola clase se perjudica en su totalidad: la clase obrera. ¿Por qué? Porque la devaluación erosiona aún más los salarios en dólares y se vuelven “más competitivos”, mucho más si se traslada a la inflación. O sea, aumenta nuestra explotación. Ahora, que seamos más baratos, no significa que sea suficiente: la productividad mundial es mucho mayor y los costos laborales de otros países siguen siendo menores. O sea, nos devalúan para nada. Cualquier salida necesita, por lo tanto, sacarse de encima a esta burguesía planera: una salida socialista.
«…y los capitales agrarios que quieren liquidar al precio real del dólar» Qué tienen en cuenta los capitales agrarios para saber «el precio real del dolar»?
¿que se tiene como marco para decir si el dolar está caro o barato? Existe el famoso «punto de equilibrió «?