¿Cómo se mide una entelequia? – Por Roberto Muñoz

en El Aromo nº 87

Dossier10_Daniel_CastroAcerca de las fuentes estadísticas oficiales para delimitar a la población indígena en Argentina

Si uno se guía por las cifras oficiales que miden a la “población indígena”, la misma habría experimentado una explosión demográfica en los últimos años. Sin embargo, al analizar los criterios utilizados para cuantificarla, salta a la vista el carácter superficial de esa delimitación, al ocultar la inserción social, en términos de clase, de estos sujetos.

Por Roberto Muñoz (TES-CEICS)

Los llamados indígenas han cobrado una notable visibilidad política en América Latina en las últimas décadas. Esto ocurre no solo en países en los que tradicionalmente se los ha considerado una porción considerable de la población –México, Bolivia, Ecuador y Perú-, sino también en aquellos dónde la cuestión indígena tuvo una presencia marginal. Entre estos últimos, Argentina no ha quedado exenta de este fenómeno. En efecto, sobre todo a partir de la década del noventa, surgen y se desarrollan múltiples organizaciones que se reivindican como representantes de esta población en diferentes provincias del país. A su vez, desde el aparato estatal, tanto el nacional como los provinciales, se desarrollan una serie de herramientas legislativas e instituciones específicas destinadas a abordar a las personas que quedan englobadas bajo esta denominación identitaria.

Si uno se guía por las actuales cifras oficiales que miden esta población, ese despliegue parece justificado. Más allá de las disparidades que hay entre ellas, indican que los indígenas representarían a una franja, aunque minoritaria, nada despreciable de los habitantes del país. En esta nota nos detendremos en los criterios con los que se cuantifica a los supuestos indígenas para tratar de entender esta aparente explosión demográfica.

Si usted lo dice…

La información censal a nivel nacional respecto a la llamada población indígena ha sido históricamente escasa. Luego del primer Censo Nacional de Población realizado en 1869 -que consignaba la presencia de 45.063 indígenas “asimilados” solo en la región chaqueña-, y los dos siguientes -1895 y 1914- que dan un tratamiento parcial a la cuestión, a lo largo del siglo XX se omitió toda mención específica sobre esta población en los registros censales. Recién encontramos datos nacionales sobre la pertenencia a identidades aborígenes en 1966/68, cuando se lleva a cabo el Censo Indígena Nacional (CIN). Para su relevamiento, el CIN adoptó el concepto de indígena basado en características tales como que desarrollen una economía de subsistencia, que convivan en comunidad o grupo, que mantengan elementos de cultura prehispánica, etc. De esta forma, la cifra obtenida fue de 165.381 personas (75.675 indígenas censados y 89.706 estimados), que representaban el 0,7% de la población total del país. Pero con estos criterios, -se quejan los indigenistas y los antropólogos- se ocultaba a la importante masa de “originarios” que había migrado a las ciudades.

Va a ser el Censo Nacional de Población de 2001 el que se ocupe plenamente de la medición de los llamados “pueblos originarios”, trastocando los criterios utilizados hasta entonces para circunscribir a este sector de la población argentina. La incorporación de esta temática se dio en un contexto marcado por la reforma constitucional de 1994 que estableció la preexistencia étnica y cultural de los pueblos originarios y, asociado con ello, toda una serie de derechos fundamentalmente relacionados con la posesión de tierras “ancestralmente” ocupadas y el acceso a la educación bilingüe. A partir de estos nuevos lineamientos constitucionales, en Argentina, al igual que en varios países latinoamericanos, se considera oficialmente como criterio válido para la definición de lo indígena un concepto extremadamente subjetivista, dominante actualmente en la Antropología, y que se basa en la auto-percepción o auto-reconocimiento de los sujetos bajo estudio. Toda la cuestión queda reducida a reproducir lo que los entrevistados dicen acerca de sí mismos. Así, el Censo de 2001 incluyó una variable que interrogaba a los censados si se reconocían como indígenas y si podían indicar su pertenencia étnica. Bajo esta metodología, se obtuvo una cifra de población total indígena de 1.117.746, distinguiendo a su vez su localización entre áreas urbanas (agrupamientos con dos mil o más personas), población rural agrupada (menos de dos mil personas) y población rural dispersa. Contra lo que se suele creer, cabe destacar que, como se desprende d la siguiente infografía, si tiene algún sentido plantear la existencia de una “cuestión indígena” en Argentina, hay que decir que sería una cuestión predominantemente urbana, desde el momento que casi el 82% de esta población se encontraría en ese ámbito.

 

Ese total, sin embargo, carece de validez científica. El criterio de autoadscripción conlleva innumerables inconsistencias. Por ejemplo, al cruzar los datos de la población que se reconoce como indígena con los de nacionalidad de origen, encontramos un número importante de casos que son nacidos en España, Italia, entre muchos otros países del mundo. En ese sentido, la pregunta en sí dio lugar a distintas interpretaciones, confundiendo muchas veces pertenencia con apoyo a la “causa indígena” o bien “originario” de determinada localidad en su país de origen, entre otras.

Con la intención de resolver estas incongruencias y poder cuantificar mejor a esta población, entre 2004 y 2005 se realizó la Encuesta Complementaria de Pueblos Originarios (ECPI). A partir de los datos recabados en el Censo de 2001, la ECPI combinó dos criterios: la auto-identificación de la pertenencia a un pueblo indígena y la ascendencia indígena en primera generación. De acuerdo a esta fuente, en realidad en Argentina habría 600.329 personas que se reconocen pertenecientes y/o descendientes de algún pueblo indígena. También en este caso hay que poner en cuestión los totales presentados por la ECPI. Aún dentro de los límites fijados por el anticientífico criterio metodológico del auto-reconocimiento, siguiendo esta fuente, estrictamente la cifra que habría que tomar en cuenta como indicativa de la población indígena es la de 497.647 personas que son las que dicen pertenecer a un pueblo indígena[i], cifra que incluso habría que depurar ya que hay casos de doble adscripción étnica que representan alrededor del 6% de los casos.

Para completar este panorama de cifras impresionistas, el principal organismo estatal a nivel nacional dedicado específicamente a implementar las políticas públicas destinadas a este sector de población, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), no utiliza estos datos estadísticos oficiales, sino que se vale de estimaciones propias igual de inconsistentes. Es más, en un mismo informe se señala que la población aborigen en Argentina desagregada por provincia estaría compuesta por casi el doble de personas que las que registra las ECPI, y páginas más abajo, al dividir a esa misma población según su grupo étnico de pertenencia, ese total se reduce a la mitad. En el texto no se aclara a qué se debe esta disparidad, si trata del hecho de que se utilizaron fuentes diferentes para cada medición o bien, como ocurre en algunos casos de la ECPI, que muchos de los que al ser consultados dijeron ser indígenas, probablemente no pudieron indicar a qué “pueblo indígena” pertenecerían.

Finalmente, el último aporte para sumar a la confusión, proviene de los datos del último Censo de Población (2010). Manteniendo los mismos criterios de auto-reconocimiento, la población que se considera indígena decrece en términos absolutos. Sin que tengamos noticias de matanzas en masa o algo por el estilo, en 2010 Argentina cuenta con 162.714 indígenas menos de los que había en 2001.

 


[i]El resto no se reconoce como perteneciente a un pueblo indígena sino que dicen descender de alguno de ellos.

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